El legado de Tomás
Aldo Díaz Lacayo
La constancia de largos sesenta años, la consecuencia, el heroísmo frente a la adversidad, la valentía, la humildad, la capacidad de crítica y autocrítica, la certeza en el socialismo como opción humanista al capitalismo, la capacidad de lucha sin concesiones por la revolución, la lealtad a Carlos Fonseca y al Frente Sandinista, la demostrada convicción sobre el liderazgo indiscutible de Daniel, el compromiso incondicional con Fidel como líder indiscutible de la revolución de América Latina y El Caribe, el perdón como medio de conciliación, el amor a la humanidad, la confianza en la juventud y en las mujeres como sectores adicionales a obreros y campesinos, entre otras muchas características revolucionarias de Tomás, son su legado. Para Nicaragua, para América Latina y el Caribe.
Pero su principal legado es su discurso revolucionario, que se ve poco o no se ve, porque tampoco se conoce. Lleno de frases, algunas metafóricas, que son en realidad sentencias político-ideológicas de vigencia plena para toda época y latitud, y que además reflejan plenamente la personalidad y el pensamiento de Tomás. Basta recordar dos.
La más antigua: implacables en el combate y generosos en la victoria.
Y la más reciente: hay que confiar siempre en los leales y en los traidores porque nunca cambian.
Son apotegmas de fácil recordación, nemotécnicos. Un legado pendiente de sistematizarse. Alguien tiene que avocarse a recogerlas y divulgarlas.
Otro legado importante, aunque todavía pendiente. Los últimos años de su vida Tomás los dedicó a demandar, en cuanta ocasión se le presentó, el desarrollo de una contra campaña para desenmascarar el aserto del imperialismo y su resonancia local acerca de las supuestas bondades de la larga dictadura dinastía somocista (1936-1979). Una campaña mediática que las fuerzas contrarrevolucionarias llevan a cabo sin rubor, con desparpajo, contra el gobierno de Daniel Ortega Saavedra, haciéndolo aparecer en desventaja frente al somocismo, como dictadura mucho más brutal. Tomás escribió algunos artículos sobre este tema. ¿Cuántos muertos, cuántos presos, cuántos exiliados?, preguntaba Tomás con frecuencia, se le pueden achacar al gobierno de Daniel. Será necesario atender su demanda y continuar.
No se ha escrito la historia de cada uno de los movimientos civiles o armados contra el somocismo que concluyeron con el triunfo de la Revolución Sandinista, ni de las consecuencias de esas luchas en términos de muertos, prisioneros y exiliados. A los Somoza les corresponden todas las primicias en materia de represión. De violación sin límites a los derechos humanos, como se dice hoy día.
Basta recordar que en 1944, confinaron en la pequeña Isla de Maíz a los estudiantes que dirigieron el movimiento que casi da al traste con el fundador de la dinastía. Que en 1947, en ocasión del golpe contra Argüello, humilló a éste negándole por seis meses el salvoconducto a México, y expulsó del país a todos los militares real o supuestamente implicados. Que en 1954 mató literalmente a todos los prisioneros haciéndolos aparecer como bajas en combate, capturó a muchos y expulsó a otros. Que ese mismo año se prestó para invadir al pueblo guatemalteco. Que en 1956, después de la acción justiciera de Rigoberto, capturó a la dirigencia política de todas las tendencias, las torturó cruelmente, y expulsó a quién sabe cuántos. Que en 1960 se prestó a la invasión mercenaria de Playa Girón. Y una interminable lista de etcéteras.
En su libro Nicaragua: Gobiernos, Gobernantes, Genealogías, Adolfo Díaz Lacayo ha adelantado algo sobre la represión somocista a lo largo de la lucha popular por la liberación nacional.
Despedida histórica
Tomás murió el lunes treinta de abril de este año 2012, después de una prolongada agonía. También luchó contra la muerte. Fue su última batalla. Valiente hasta el final.
En su calidad de Presidente de la República y máximo líder del Frente Sandinista, Daniel Ortega Saavedra decidió despedir a Tomás, al hermano de tantos años de lucha, celebrando apoteósicamente su entrada a la historia. Así de grande fue su sentimiento. Lo hizo el miércoles dos de mayo siguiente con un funeral de Estado.
Daniel convocó a su familia, a sus correligionarios, al pueblo de Nicaragua. Todos asistieron. Y también a los gobiernos y partidos políticos de la región amigos de la revolución. Amigos de Daniel y Tomás. Muchos de estos amigos estuvieron en el funeral, y el resto envió sentidos mensajes de condolencia, a Daniel, al gobierno, al Frente Sandinista, al pueblo de Nicaragua.
Casi todos habían conocido personalmente a Tomás. Algunos disfrutaron de su interlocución. La mayoría lo había escuchado. Todos lo respetan, lo quieren. Lo consideran paradigma. Sienten su partida.
En el funeral, su hermano Daniel lo llama muerto que nunca muere, culminando la despedida satisfaciendo su expreso deseo de reposar eternamente al lado de Carlos Fonseca, el hermano ideológico mayor. El mausoleo popular de Carlos será también sede histórica de Tomás.
¡¡¡Tomas Borge es de los muertos que nunca mueren!!!
Cortesía de Adolfo Castillo
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