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lunes, 7 de mayo de 2012

Zhukov un Mariscal en tiempo de guerra y paz relativa



 (A propósito el 9 de mayo de 1945)
Zhukov un Mariscal en tiempo de guerra y paz relativa


A  Georgi   Konstantinovich Zhukov,  le conocen sobre todo los historiadores militares de todo el planeta. En Rusia y en las republicas que antes pertenecieron a la URSS, se le conoce y recuerda aun como el “Mariscal de la Victoria” sobre el Fascismo.


No es para menos, las proezas militares de Zhukov simplemente son inigualables. En 1939 derrota al militarismo japonés en el desierto de "Jaljin Gol" en Mongolia. Y ya al inicio de la IIGM su nombre era famoso en los círculos militares occidentales y sobre todo japoneses, pues tras la derrota sufrida por estos en Mongolia, logró revertir la histórica derrota sufrida por Rusia en su guerra naval contra Japón en 1905 y creó el síndrome de la derrota en los mandos políticos y militares japoneses, que prefirieron mejor esperar  que Alemania se tomara Moscú en 1941, para ellos entrar en ataque en el Lejano Oriente de la URSS. Pero esta estrategia tampoco les dió resultado, pues también Zhukov con éxito dirigió la defensa de Moscú, lo que se convirtió en la primera derrota de los alemanes en toda Europa desde el inicio de la segunda guerra mundial en 1939.

En las más grandes batallas de la IIGM, por su extensión territorial y la cantidad de equipo militar y soldados involucrados en estas como, la defensa por Leningrado, la batalla en el Arco de Kursk, en Stalingrado, pasando por Europa Oriental hasta llegar a la captura de Berlín y la capitulación alemana, la firma de Zhukov se marcó para siempre. Ninguno de los generales y mariscales occidentales de gran renombre en la historia militar de ese periodo como Patton, Mongomery o Bradley u otros  pueden tener igual reconocimiento. 

Al terminar la guerra a Zhukov, le tocó librar una de las mayores batallas en tiempo  de “paz relativa” dentro de su propio país. Me refiero a la lucha contra el culto a la personalidad de Stalin, que encerraba una férrea dirección dentro del Partido Comunista de la Unión Soviética y dentro del país entero. A Stalin no le gustaba la idea, de que un cuadro como Zhukov fuera visto como su posible sucesor ni a lo interno o fuera el país.

Por eso ordenaba a menudo a Lavrentyi Beria jefe de los Servicios secretos y a Victor Semeniovich Abakumov jefe el Ministerio para la Seguridad del Estado, que le siguieran los pasos y le informaran permanentemente y estos cumplían a cabalidad el mandato, bajo el esquema de Stalin de mantener confrontados entre sí a los cuadros del partido y a funcionarios dentro las mismas instituciones y a las instituciones mismas (como el ejército y los órganos de seguridad por ejemplo) logrando generar envidia  y rivalidad pero al mismo tiempo lealtad y subordinación absoluta ante el miedo de una posible situación de despido o encarcelamiento. 

De nuevo una ola de arrestos injustificados (como durante los años de purga, que precedieron al inicio de la Gran Guerra Patria) de altos oficiales allegados a Zhukov fue iniciada con el fin, que estos al ser torturados, denunciaran a Zhukov como la cabeza de un complot contra el Estado y el partido. 

Pero Stalin sabía que la figura de Zhukov en plena Guerra Fría era un arma psicológica contra sus adversarios occidentales, porque poco le faltó a Zhukov llegar a las costas francesas frente a Inglaterra. ¿Podrían acaso respetar al invencible ejército rojo si occidente conociera sobre el ocaso de su mejor alto oficial y estratega militar? También a lo interno del partido, pues  había otros cuadros ambiciosos y peligrosos, que deseaban sustituirle, por eso en cierta medida mantenía alejado a Zhukov, pero con vida. La calidad moral y respeto dentro del ejército rojo  y el partido así como cariño de todo el pueblo soviético le daban a Zhukov el respaldo que Stalin podría necesitar en un momento de traición por parte de otros cuadros sedientos de poder. 

A Zhukov lo enviaron a acabar con el crimen organizado en Odessa y lo logró. Una nueva victoria más. De igual manera exitosa cumplió con su misión en Sverdlovsk (actual ciudad de Ekaterimburgo) A inicio del 53, Stalin lo había mandado a llamar a Moscú, pero no pudo lograr consolidar mayores estrategias pues cayó enfermo y como ave de rapiñas muchos de sus allegados esperaban su muerte. Entre estos el ya mencionado Lavrentyi Beria. Se dice que, en un momento de agonía,  Stalin cerró los ojos y Beria que estaba a su lado pensó, que este ya  había fallecido; entonces le escupió el rostro y le insultó. Stalin aun pudo reabrir los ojos solo para ver como Beria en pánico se arrodillaba a su lado para pedirle perdón. Para su suerte en ese mismo momento Stalin murió. 

Tras  la muerte de Stalin le sucedió, Nikita Sergeevich Kruchov, y públicamente denunció el culto de Stalin. Pero también  sabía que tarde o temprano Beria, le daría un golpe de Estado. Por eso a través de Leonid Breshniev  como enlace acudió a Zhukov para que junto a otros altos oficiales le arrestaran. De nuevo esa difícil misión de arrestar al jefe de los servicios de seguridad soviéticos fue cumplida a cabalidad, logrando evitar la confrontación de las tropas del NKVD antiguo órgano que precedió al KGB contra el ejército rojo.

A Zhukov se le nombró Ministro de Defensa. Pero de nuevo las intrigas y la envidia se levantaron contra él, por generar enormes iniciativas, que fortalecieran las capacidades del ejército soviético, que tanto se necesitaban en plena Guerra Fría. De nuevo  Kruchov sintió el mismo peligro de Stalin y por miedo a que este le diera un golpe de Estado por medio el ejército, comenzó a aislar a Zhukov. Sin embargo no fue Zhukov, quien le diera el golpe de Estado, sino que fue el mismo Leonid Breshniev.

Con Breshniev, Zhukov paso ocho años intentando que sus memorias se publicaran, pero siempre los editores demandaban que se corrigieran muchas cosas, evitando que lo pudieran siempre poner más en alto, que al mismo Breshniev. Aun con toda la censura y modificaciones, el libro finalmente salió al público y este con enorme entusiasmo lo adquirió y se agotó en cuestión de días. Algunos consideran, que esta fue una de las últimas victorias de Zhukov.  

Otros que por su forma de ser hidalga, estoica, transparente, leal al partido y al Estado soviético sin tener que claudicar en sus posiciones, aun frente a Stalin,  lo convirtió en el verdadero comunista, que muchos otros no pudieron demostrar ni en la práctica, ni en la retórica. Lo anterior entiendo es difícil  no solo de imaginárselo sino de lograr entenderlo, pero ya hay muchas obras que recogen esa parte histórica política que mancharon al socialismo como el mejor sistema colectivo de la humanidad en la cual Zhukov siempre estuvo convencido y defendió como siempre sin vacilar.

Msc. Manuel Salvador Espinoza
Presidente Honorifico de la Asociación Nicaragüense de Profesionales Egresados en la URSS (ANPROGEUS).

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