Manuel S. Espinoza J.*
Realistas e idealistas debaten sobre las últimas y futuras guerras en la Península Arabica y muchos aseguran, que al final Israel y los EE.UU no atacaran a Irán por las enormes consecuencias económicas globales que esto generaría. Pero al final no es difícil responder a la pregunta central del artículo. Basta con regresar a inicios del siglo pasado para entender la lógica de la proyección de zonas de poder en esa zona.
La IGM, puso fin al imperio Turco Otomano (que desde el S-XIII, logró integrar la mayor parte de África del Norte, Grecia, los Balcanes y una extensión de la parte costera de la zona oriental del mediterráneo) y producto del pacto secreto entre franceses e ingleses conocido como el “Acuerdo Picot–Sykes”, la provincia de Siria perteneciente a este imperio se divididió en dos sectores; norte y sur respectivamente. En 1920 separaron a la región Maronita (cristiana) de Siria y crearon un nuevo país denominado el Monte de Líbano.
Al sur los ingleses ubicaron a los Hachemitas en Iraq y a los Sauditas en la zona que se conoce hoy como Arabia Saudita, (estos vivían enfrentados entre sí). A los Hasemitas que se quedaron en la parte de Arabia los enviaron al norte del rio Jordán, creando un país llamado Trans- Jordania. Al sur del Monte Hermon en la provincia de Siria había existido el distrito de los filistinos, el cual los británicos nombraron como Palestina y su capital era Jerusalén. Mientras tanto los judíos se asentaban en los territorios palestinos según sus designios bíblicos.
Tras el fin de la IIGM, una nueva correlación de fuerza global que se inclina a favor de los EE.UU marcaria de nuevo los cambios en esta región. Por ejemplo Francia e Inglaterra usaron a Israel para el control del Canal de Suez y cuando los israelíes lo lograron, los europeos los sacaron del juego, pero pudo más el presidente Eisenhower que retiró a los europeos también. Era lógico, la muy debilitada Europa, confrontada y dividida entre sí en el marco de la Guerra Fría iba a darle paso a la expansión norteamericana.
La península arabica, se vió entonces enmarcada entre la estrategia de contención del comunismo y la del dilema del conflicto árabe–israelí. Turquía era vital para impedir el paso de la flota naval soviética por el Bósforo, además de ser parte del cerco nuclear contra la URSS. Egipto soñaba con la creación de la Republica Unida Árabe. Egipto y Siria se volvieron pro soviéticos; La URSS instaló una base naval en el puerto de Alejandría que ponía en peligro a la flota norteamericana en el mediterráneo. Detrás de Turquía e Israel la amenaza era inminente por eso a estos Estados había que voltearlos como fichas en un juego de dominó.
Mucho de este panorama cambió, cuando por la vía militar, Israel les infringió una enorme derrota a egipcios, sirios y jordanos en la guerra de los 7 días. De ahí que Egipto y Siria conduzcan la confrontación vía las organizaciones clandestinas, que combatan a Israel y las oligarquías locales por medio de otros métodos. Desde la OLP en los 60s, pasando por Al-Fatah, Septiembre Negro, el FPLP, Hesbollah hasta llegar a la hermandad Musulmana en los 80s. Para eso la CIA y El Mossad pasaron a enfrentar en el marco de la guerra secreta a estos grupos.
Mientras en una parte de la península arabica árabes e israelís se enfrentan, por otro lado Irán e Iraq (Shiitas contra Sunitas) están en guerra y para completar el panorama en el medio oriente, la India y Pakistán (Induces y Musulmanes) también. Ya ni mencionar la guerra de la URSS contra Afganistán, donde Arabia Saudita y Paquistán apoyan a los afganos sobre todo con el famoso Osama Bin Laden, familiar de la realeza en Arabia Saudita y con su agrupación terrorista de Al-Qaeda. El siglo XX termina con el derrumbe del campo socialista y el panorama de confrontación y desgaste interno continua en la región, como muestra fue la Guerra de Iraq contra Kuwait.
El siglo XXI inicia con el 11 de septiembre del 2001 y la respuesta al régimen de los Talibanes en Afganistán, contra Al-Qaeda y la injustificable guerra contra Iraq en el 2003. En el 2006 la ONU saca a las fuerzas militares sirias del Líbano y en otra franja de la región las revoluciones árabes cambian los regímenes según la conveniencia norteamericana en Tunez, Egipto, Yemen en el 2010 y en el 2011 en Libia.
Atrás quedaron los esquemas territoriales del imperio otomano, la influencia europea occidental y comunista. Atrás se disiparon los sueños de una Republica Árabe Unida de Egipto y de un Iraq, que podía contener a Irán. Atrás quedó una Libia, que ejercía cierto gado de influencia en otra parte del mundo árabe.
Hoy solo queda Siria con su convicción de que aun el Líbano, Palestina y Jordania le pertenecen, y la ilegalidad del “Acuerdo Picot–Sykes”, pero con una enorme insuficiencia para tan solo pensar enfrentar a Israel. Siria hoy se desangra con una nueva revuelta promovida oficialmente desde afuera. Su caída es inevitable.
Tras Siria lógicamente seguirá Irán, una nación que con el derrumbe de Iraq ha emergido como potencia regional, pero según la visión realista norteamericana, no puede haber una nación en la península arabica que amenace a Israel y a los intereses norteamericanos en esa zona. Bajo esa óptica se han venido construyendo las estructuras de balanza de poder en esa región y bajo esa óptica los norteamericanos han estructurado al planeta entero. Muchos aseguran, que mejor se amarrarán con los Ayatola, pero otros están claros que Irán será destruido tal y como destruyeron a Iraq y Libia.
*Msc. Manuel S. Espinoza J.
Decano de Relaciones Internacionales
UNICIT.
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