DON GUSTAVO MONCADA ESTRADA
(1924 –2003)

Desde la entrada del Estadio Nacional
donde siempre me comprabas las naranjas sin cáscara,
al Lido Palace más internacional.
Que si ganó el Bóer;
que si ganó el Cinco Estrellas;
que si ganó el León;
que si ganó el Oriental.
No importaba  quién ganara,
Lo importante era jugar...

Desde la carretera a Juigalpa,
donde siempre contando,
uno a uno nos llamabas.
A tu derecha siempre presente,
elegante y sabia,
Doña Marina más racional.

Desde el bohemio “El Guayacán”
hasta las  madrugadas  allá en “El Munich”
al  club de llave  “El 113”.
Desde la carretera a Granada,
donde un día mi valiente hermano,
Manuel, gracioso te preguntaba
¿Y  ésta es tierra soñada?
¡El que siguió sus propios pasos!
Ya nos contabas a todos los once.

Desde tus visitas a “Novedades”
a Don Gustavo Montalbán
del Diario “La Prensa”, los dos decían
“Que ve que soy tu amigo,
que te quiero mucho,
pero que te vas, te vas.”
Humildemente vos admitías,
que tu compañero del tablero,
se llevara a tu Rey….
Aunque de ninguna manera
a tu  dilecta Dama.

Desde tus serenatas a la mamacita,
acompañado de Don Pepe Ramírez y otros tríos
dominando -esta vez-  las emociones…
al Torneo de Ajedrez de Centroamérica,
y del Caribe
donde con estirpe e inteligencia
a Grandes Maestros dirigías.
Sin olvidar otras batallas,
que aunque no eran desde las mesas,
igual  vos siempre dominabas.

Desde el 6 de septiembre de 1924
Al 28 de marzo del 2003.
Después de Alvarito;
después de Roberto;
después de Tavo.
¡Cuánto dolor para los dos!
Al más chiquito bien lo entrenaste
en el dominio del Juego Ciencia.
Luego al  siguiente lo convertiste
en casi también un Gran Maestro.
Y luego Tavo, tu primer hijo,
a quien enseñaste el otro arte,
el más difícil…. ¡El de vivir!

Desde la Marlen, tu hija mayor
quien te diría “Sos virgoniano”
a María Elena,  a quien dirías
¡a qué zurda más brava ésta!
Luego Azucena ¡qué vos más linda,
de mí heredó!
Mi hermano Enrique ¡qué distinguido,
y parecido a vos es!
Eduardo José, como tu padre,
quien fue el que nunca te irrespetó.
La Jaqueline quien al final
de vos cuidó,
entre Alejandro dejá,
Farah vení,
y quien te escribe,
a quien honraste nombrando
igual que a Doña Marina.

Desde Chontales hasta Managua.
En California me acompañaste
hasta Miami…. vos me decías
de las ciudades en todo el mundo,
la más bonita.
En donde todos recién en marzo,
te despedimos aún sin creer….
que había dejado sola, el Papacito,
a su señora, la Mamacita.
Porque en este duelo y con esta Reina,
no nos queda otra que aceptar pronto
con la nobleza, y la prestancia que vos
a todos nos heredaste….
El tan reñido y bien defendido
Juego del Jaque Mate.

Marina Moncada
27 de agosto del 2003