Marina Moncada
Escucho al albañil tararear desentonado
la música de la radio AM que alcanza su pueblo
su rostro envuelto en el aserrín residuo del piso
de madera cansada, que lija, sacude y barniza
donde pasos antecesores se posaron one century ago
Igual canta cuando respira el tiner para arralar la pintura
con la que pintará mi cuarto
rehusa usar máscara protectora y ni siquiera estornuda
Desconozco el origen étnico de los antiguos moradores
aunque podría investigar en los records del Civic Center
me interesaría más saber cuál era su oficio
y si cantaban mientras trabajaban
Mi oído musical aguzado, se incomoda cuando escucha
cantar a alguien fuera de tono, pero ésta es la excepción
Jesús, se llama el señor, es hermano de mi vecina María
salvo que ella es ciudadana norteamericana y heredera
de una fortuna de su difunto marido, rubio, ojos azul Paul Newman
quien hizo su fortuna a punta de fontanería y nunca aprendió
a decir gracias ni a cantar en el idioma de su esposa
Karl- así se llamaba- llegó de Kansas al Golden State
del mero centro al oeste, algo así como del centro a la izquierda
con los bolsillos pálidos
Chu, tan católico como su hermana,
respetuoso me increpa cuando le digo
¿Sabe qué, Jesús? Solamente me hace falta ir a un brujo
para deshacerme de esta alergia
“¿Usted dice curandero? No, ni lo mande Dios”.
Lo tranquilizo diciendo que bromeo
El albañil desprovisto de documentos para residir
en the USA, regresa a su trabajo paciente, cantando sordo
junto a los Tucanes de Tijuana, envuelto en el polvillo de la madera
respirando los gases del tiner y sin alergias.
Marina Moncada
28/ 03/ 2012
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