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lunes, 19 de marzo de 2012

Rusia y la evolución del mundo. 1ª y 2ª parte

VLADIMIR PUTIN EXPLICA SU POLÍTICA EXTERIOR (1ª PARTE)
Rusia y la evolución del mundo
Por Vladímir V. Putin


La Red Voltaire reproduce el artículo que el candidato Vladimir Putin dedicó a su futura política exterior, artículo publicado en el diario Moskovskie Novosti. En esta primera parte, el candidato Putin señala la erosión del derecho internacional como resultado de la política injerencista de Occidente y enuncia la interpretación rusa de la llamada «primavera árabe» como revolución coloreada. Aborda además la catástrofe humanitaria y moral resultante del ataque contra Libia y se interroga sobre los causas del belicismo occidental en Siria. Finalmente pasa en revista los desafíos que enfrenta Rusia, específicamente en Afganistán y Corea del Norte. Cinco años después de su discurso en la conferencia de Munich, Vladimir Putin se mantiene fiel a los mismos principios. La Federación Rusa estima que tiene un papel que desempeñar como garante de la estabilidad mundial, basada en el respeto del derecho internacional.

RED VOLTAIRE
MOSCÚ (RUSIA)
8 DE MARZO DE 2012

Ya he abordado en mis artículos [1] los principales desafíos que Rusia enfrenta hoy en materia de política exterior. El tema merece, sin embargo, une discusión más detallada, y no sólo porque la política exterior sea parte integrante de toda estrategia nacional. Los desafíos externos y la evolución del mundo que nos rodea nos llevan a tomar decisiones de orden económico, cultural, presupuestario y en materia de inversiones.

Rusia forma parte de un vasto mundo, tanto desde el punto de vista de la economía y la difusión de la información como en lo tocante a la cultura. No podemos ni queremos aislarnos. Esperamos que nuestra apertura permita mejorar el bienestar y la cultura de los ciudadanos rusos y fortalecer la confianza, que está convirtiéndose en un recurso difícil de encontrar.

Pero nos apoyaremos sistemáticamente en nuestros propios intereses y objetivos, y no en decisiones dictadas por terceros. A Rusia sólo se le respeta y se le toma en serio cuando es fuerte y cuando defiende sus posiciones con firmeza. Rusia ha tenido prácticamente siempre el privilegio de poder aplicar una política exterior independiente. Y así será en el futuro. Más aún, tengo la convicción de que sólo es posible garantizar la seguridad mundial con el concurso de Rusia, y no tratando de marginarla y de debilitar sus posiciones y su capacidad de defensa.

Los objetivos de nuestra política exterior revisten un carácter estratégico, no coyuntural, y reflejan el lugar exclusivo de Rusia en el mapa político mundial, su papel en la historia y en la evolución de la civilización.

Aplicaremos, por supuesto, una política proactiva y constructiva, tendiente a fortalecer la seguridad global, a renunciar a la confrontación, a actuar con eficacia ante desafíos como la proliferación del armamento nuclear, los conflictos regionales y las crisis, el terrorismo y el tráfico de droga. Haremos todo lo que esté a nuestro alcance para que Rusia disponga de los últimos avances del progreso científico y tecnológico, y para garantizar a nuestras empresas un lugar importante en el mercado mundial.

Haremos todo lo que esté a nuestro alcance para que la construcción del nuevo orden mundial, basado en las realidades geopolíticas contemporáneas, se desarrolle de forma progresiva, sin perturbaciones inútiles.

La confianza erosionada


Pienso, al igual que antes, que entre las bases principales se encuentra el derecho fundamental de todos los Estados a la seguridad, la inadmisibilidad de uso excesivo de la fuerza y el respeto al pie de la letra de los principios fundamentales del derecho internacional. El desprecio por esas reglas desestabiliza las relaciones internacionales.

Y es precisamente a través de ese prisma que vemos ciertos aspectos del comportamiento de Estados Unidos y de la OTAN, que no se inscriben en la lógica del desarrollo contemporáneo y que se basan en estereotipos de la política de bloques. Todo el mundo sabe a qué me refiero. Se trata de la expansión de la OTAN, que se traduce esencialmente en el despliegue de nuevos medios de infraestructura militar, así como de los proyectos de la propia OTAN (por iniciativa de los estadounidenses) para la instalación del escudo antimisiles (ABM) en Europa. No abordaría yo ese tema si esos planes no estuviesen desarrollándose muy cerca de las fronteras rusas, si no afectaran nuestra seguridad y si no contribuyeran a la inestabilidad del mundo.

Nuestra argumentación es harto conocida. No vale la pena exponerla nuevamente. Pero, por desgracia, nuestros socios occidentales, que se niegan a escucharla, no la están teniendo en cuenta.

Es preocupante ver que, en momentos en que nuestras “nuevas” relaciones con la OTAN no han alcanzado aún su forma definitiva, la alianza atlántica ya está cometiendo actos que en ningún modo contribuyen al establecimiento de un clima de confianza. Esa práctica afecta de por sí el calendario internacional, impide definir una agenda positiva en las relaciones internacionales y frena los cambios estructurales.

Una serie de conflictos armados, desatados bajo el pretexto de objetivos humanitarios, socava el principio secular de soberanía nacional. Otro vacío, moral y jurídico, está apareciendo en las relaciones internacionales.

Se dice a menudo que los derechos humanos están por encima de la soberanía nacional. Es innegable, de la misma manera que los crímenes contra la humanidad deben ser sancionados por la Corte Penal Internacional. Pero cuando se usan esas disposiciones para violar la soberanía nacional, cuando los derechos humanos se defienden desde el extranjero de forma selectiva y esos mismos derechos se violan durante ese proceso de “defensa”, incluyendo el sagrado derecho a la vida, ya no se trata de una causa noble sino de pura y simple demagogia.

Es importante que la ONU y el Consejo de Seguridad puedan oponerse eficazmente al dictado de ciertos países y a la arbitrariedad en la escena internacional. Nadie tiene derecho a atribuirse las prerrogativas y poderes de la ONU, sobre todo en lo tocante al uso de la fuerza contra Estados soberanos. Me refiero ante todo a la OTAN, que trata de arrogarse competencias que no corresponden a una “alianza de defensa”. Todo ello es extremadamente grave. Recordamos inútiles exhortaciones al respeto de las normas jurídicas y de la más elemental decencia humana provenientes de Estados que fueron víctimas de operaciones “humanitarias” y de bombardeos realizados en nombre de la “democracia”. Pero no fueron escuchados y no se quiso escucharlos.

Parece que la OTAN y, en primer lugar, Estados Unidos tienen su propia percepción de la seguridad, muy diferente a la nuestra. Los estadounidenses están obsesionados por la idea de garantizarse a sí mismos una invulnerabilidad absoluta, lo cual es utópico e irrealizable, tanto en el plano técnico como en el geopolítico. Ese es precisamente el fondo del problema.

La invulnerabilidad absoluta de uno implicaría la vulnerabilidad absoluta de todos los demás. Es imposible aceptar esa perspectiva. Sin embargo, por razones bien conocidas, muchos países prefieren no hablar de ello abiertamente. Rusia siempre llamará las cosas por su nombre, y lo hará abiertamente. Quisiera señalar nuevamente que la violación de los principios de unidad y del carácter inalienable de la seguridad, a pesar de los numerosos compromisos contraídos según esos principios, puede engendrar amenazas muy graves. A fin de cuentas, ello incumbe también a los Estados que, por diversas razones, dan origen a tales violaciones.

La primavera árabe: lecciones y conclusiones



Desde hace un año, el mundo se ha visto confrontado a un nuevo fenómeno. Manifestaciones contra los regímenes autoritarios contra los regímenes autoritarios han surgido en numerosos países árabes de forma prácticamente simultánea. Al principio, la primavera árabe era interpretada como portadora de una esperanza de cambios positivos. Los rusos estaban del lado de quienes aspiraban a las reformas democráticas.

Sin embargo, rápidamente resultó que en numerosos países la situación no evolucionaba según un escenario civilizado. En vez de fortalecer la democracia y de defender los derechos de las minorías, lo que vimos fue la expulsión del adversario, su derrocamiento, y como se se sustituía una fuerza dominante con otra fuerza aún más agresiva.

La injerencia externa, aliada a una de las partes en conflicto, así como el carácter militar de dicha injerencia, han contribuido a una evolución negativa de la situación. A tal extremo que ciertos países eliminaron el régimen libio gracias a la aviación, justificándose con eslóganes humanitarios. Y se alcanzó la apoteosis durante la repugnante escena del bárbaro linchamiento de Muammar el Gaddafi.

Hay que impedir que el escenario libio se reitere en Siria. Los esfuerzos de la comunidad internacional deben girar ante todo alrededor de la reconciliación en Siria. Es importante que se logre detener la violencia lo más rápidamente posible, sea cual sea el origen de esta, que se inicie al fin el diálogo nacional, sin condiciones previas, sin injerencia extranjera y respetando la soberanía del país. Ello establecería premisas para la verdadera aplicación de las medidas de democratización anunciadas por el gobierno sirio. Lo más importante es impedir una guerra civil generalizada. La diplomacia rusa ha trabajado y seguirá trabajando en ese sentido.

Después de una experiencia amarga, nos oponemos a la adopción de tales resoluciones por parte del Consejo de Seguridad de la ONU, resoluciones que serían interpretadas como la luz verde a una injerencia militar en los procesos internos de Siria. Es en función de ese enfoque fundamental que Rusia y China bloquearon, a principios de febrero, una resolución que, por su ambigüedad, habría estimulado en la práctica la violencia ejercida por una de las partes en conflicto.

En ese sentido, dada la reacción muy violenta y casi histérica ante el veto chino y ruso, quisiera poner a nuestros colegas occidentales en guardia contra la tentación de recurrir al esquema simplificador ya utilizado anteriormente: ante la ausencia de aval del Consejo de Seguridad de la ONU, se forma una coalición con los Estados interesados y… al ataque.

La lógica misma de ese tipo de comportamiento resulta perniciosa. Y no conduce a nada bueno. En todo caso, no ayuda a solucionar la situación en un país víctima de un conflicto. Lo peor es que desestabiliza aún más el sistema internacional de seguridad en su conjunto y deteriora la autoridad y el papel central de la ONU. Debemos recordar que el derecho al veto no es un capricho sino parte integrante del orden mundial establecido por la Carta de las Naciones Unidas –por cierto, debido a la insistencia de Estados Unidos. Ese derecho implica el hecho que las decisiones a las que se opone al menos un miembro permanente del Consejo de Seguridad no pueden ser coherentes ni eficaces.

Espero que Estados Unidos y otros países tengan en cuenta esa amarga experiencia y que no traten de desencadenar una operación militar en Siria sin el aval del Consejo de Seguridad de la ONU. No logro entender, por demás, de dónde vienen esos “ímpetus belicosos”. ¿Por qué se carece de paciencia para elaborar un enfoque colectivo apropiado y equilibrado, sobre todo si se tiene en cuenta que ese enfoque ya venía tomando forma en el proyecto de resolución sirio anteriormente mencionado? Sólo faltaba exigir a la oposición armada lo mismo que al gobierno, específicamente el retiro de las unidades armadas presentes en las ciudades. Resulta cínico el no haber querido hacerlo. Si queremos garantizar la seguridad de los civiles, lo cual constituye la prioridad de Rusia, hay que hacer razonar a todas a las partes implicadas en el conflicto armado.

Existe también otro aspecto. Resulta que en los países que han vivido la primavera árabe, al igual que en Irak en otra época, las empresas rusas pierden las posiciones ganadas en los mercados locales a lo largo de décadas y pierden importantes contratos comerciales. Y los espacios vacíos son ocupados por los actores económicos de los países que contribuyeron al derrocamiento de los regímenes que se hallaban en el poder.

Pudiera pensarse que, en cierta medida, esos trágicos acontecimientos no tuvieron como causa la preocupación por el respeto de los derechos humanos sino el deseo de redistribuir los mercados. Como quiera que sea, no podemos quedarnos de brazos cruzados. Y tenemos la intención de trabajar activamente con los nuevos gobiernos de los países árabes para restablecer rápidamente nuestras posiciones económicas.

Los acontecimientos en el mundo árabe resultan, en su conjunto, muy instructivos. Están demostrando que la voluntad de instaurar la democracia mediante el uso de la fuerza puede conducir y a menudo conduce al resultado contrario. Vemos el surgimiento de fuerzas, incluso de extremistas religiosos, que tratan de cambiar la dirección misma del desarrollo de los países y la naturaleza laica de su administración.

Rusia siempre ha mantenido buenas relaciones con los representantes moderados del Islam, cuya ideología se aproxima a las tradiciones de los musulmanes rusos. Y estamos dispuestos a desarrollar esas relaciones en las actuales condiciones. Estamos interesados en dinamizar lazos políticos, comerciales y económicos con todos los países árabes, incluyendo, y lo reitero, a aquellos que acaban de atravesar periodos de desorden. A mi entender, existen además condiciones reales que permiten que Rusia conserve intactas sus posiciones de líder en la escena del Medio Oriente, donde tenemos numerosos amigos.

En lo tocante al conflicto israelo-árabe, sigue sin aparecer la “receta milagrosa” que permitiría resolver la situación. En todo caso, no podemos cruzarnos de brazos. Dada la proximidad de nuestras relaciones con el gobierno israelí y con los dirigentes palestinos, la diplomacia rusa seguirá contribuyendo activamente al restablecimiento del proceso de paz de forma bilateral y en el marco del Cuarteto para el Medio Oriente, coordinando sus acciones con la Liga Árabe.

La primavera árabe también ha puesto de relieve el uso particularmente activo de las tecnologías avanzadas de la información y la comunicación en la formación de la opinión. Puede decirse que Internet, las redes sociales, los teléfonos celulares, etc. se han convertido, junto a la televisión, en una herramienta eficaz tanto de la política nacional como de la política internacional. Es un nuevo factor que exige reflexión, sobre todo para que mientras se sigue promoviendo la excepcional libertad de comunicación en la web, se reduzca también el riesgo de su uso por parte de terroristas y criminales.

Se usa cada vez más la noción de “poder suave” (soft power), un conjunto de herramientas y métodos que permiten alcanzar objetivos de política exterior sin recurrir a las armas, gracias a herramientas informativas y de otros tipos. Desgraciadamente, esos métodos a menudo se usan para estimular y exacerbar el extremismo, el separatismo, el nacionalismo, la manipulación de la conciencia de la opinión pública y la injerencia directa en la política nacional de los Estados soberanos.

Es importante establecer claramente la diferencia entre, por un lado, la libertad de expresión y la actividad política normal y, por el otro, el uso de herramientas ilegítimas del poder suave. No podemos más que saludar el trabajo civilizado de las organizaciones humanitarias y caritativas no gubernamentales, incluso cuando emiten críticas a las autoridades establecidas. Sin embargo, resultan inaceptables las actividades de las “seudo ONGs” y de otros organismos cuyo objetivo es desestabilizar, con apoyo extranjero, la situación en tal o más cual país.

Quiero referirme a los casos en que la actividad de una organización no gubernamental no estaba motivada por los intereses (y recursos) de los grupos sociales locales, sino financiada y mantenida por fuerzas exteriores. Existen actualmente en el mundo numerosos “agentes de influencia” de las grandes potencias, de las alianzas y las corporaciones. Cuando actúan abiertamente, se trata simplemente de formas de cabildeo civilizado. Rusia también tiene ese tipo de instituciones, como la agencia federal Rosotrudnitchestvo, la fundación Ruski mir (Mundo ruso), y nuestras principales universidades, que amplían la búsqueda de estudiantes talentosos en el exterior.

Pero Rusia no utiliza las ONGs nacionales de otros países, ni tampoco financia esas ONGs y las organizaciones políticas extranjeras con vistas a promover sus propios intereses. Tampoco lo hacen China, la India y Brasil. Para nosotros, la influencia en la política nacional y sobre la opinión pública en otros países debe ser únicamente abierta. De esa forma, la acción de los actores será lo más responsable posible.

Los nuevos desafíos y amenazas



Irán se encuentra actualmente bajo la luz de los proyectores. Es evidente que Rusia siente preocupación por la creciente amenaza de desencadenamiento de una operación militar contra ese país. Si eso ocurriese, las consecuencias serían desastrosas. Es imposible imaginar su verdadero alcance.

Estoy convencido de que ese problema debe resolverse de forma pacifica. Nosotros proponemos que se reconozca el derecho de Irán a desarrollar su programa nuclear de carácter civil, incluyendo la producción de uranio enriquecido. Pero eso debe hacerse poniendo toda la actividad nuclear iraní bajo el control minucioso y confiable del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Si eso funciona, será posible levantar todas las sanciones adoptadas contra Irán, incluyendo las de carácter unilateral. Occidente se ha dejado llevar por su tendencia a querer castigar a ciertos países. A la menor contrariedad, [Occidente] impone sanciones e incluso emprende una operación militar. Yo quisiera recordar que ya no estamos en el siglo XIX y ni siquiera en el siglo XX.

También es muy seria la situación alrededor del problema nuclear norcoreano. En contradicción con el régimen de no proliferación, Pyongyang exige abiertamente el derecho a disponer de un programa nuclear de carácter militar y ya ha realizado dos ensayos nucleares. El estatuto nuclear de Corea del Norte es inaceptable para todos. Seguimos siendo favorables a la desnuclearización de la península de Corea, por vías exclusivamente políticas y diplomáticas, y exhortamos al restablecimiento de las negociaciones a seis bandas.

Sin embargo, es evidente que no todos nuestros socios comparten ese enfoque. Tengo la convicción de que en este momento hay que ser especialmente prudentes. Son inadmisibles los intentos de poner a prueba la resistencia del nuevo dirigente norcoreano, lo cual puede provocar reacciones apresuradas.

Recordemos que Rusia y Corea del Norte tienen una frontera común y, como sabemos, nadie escoge a sus vecinos. Continuaremos un diálogo activo con el gobierno de ese país y el desarrollo de relaciones de convivencia, mientras incitamos a Pyongyang a resolver el problema nuclear. Es evidente que ello sería más fácil si se fortaleciera la atmósfera de confianza mutua en la península y se reanudara el diálogo intercoreano.

En el contexto de las pasiones que los programas nucleares de Irán y de Corea del Norte han desencadenado, se comienza a reflexionar inevitablemente sobre cómo aparecen los riesgos de proliferación del armamento nuclear y aquello que los refuerza. Tenemos la impresión de que los casos cada vez más frecuentes de injerencia extranjera, brutal e incluso armada, en los asuntos nacionales de un país pueden incitar a tal o más cual régimen autoritario (y no sólo a estos) a dotarse del arma nuclear, creyendo que la posesión de esa arma puede protegerlos. Y a quienes no la tengan sólo les queda esperar una “intervención humanitaria”.

Nos guste o no, la injerencia extranjera da lugar a esa manera de pensar. Y es por ello que aumenta, en vez de disminuir, el número de países donde las tecnologías nucleares militares están “al alcance de la mano”. En esas condiciones, crece la importancia de las zonas libres de armas de destrucción masiva creadas en diferentes partes del planeta. Por iniciativa de Rusia, ha comenzado una discusión sobre los parámetros para la creación de ese tipo de zona en el Medio Oriente.

Hay que tratar por todos los medios de que nadie se sienta tentado a obtener el arma nuclear. Para lograrlo tiene que producirse un cambio entre los propios combatientes de la no proliferación, sobre todo entre aquellos que están acostumbrados a castigar a otros países recurriendo a la fuerza militar, despreciando así la diplomacia. Fue ese, por ejemplo, el caso de Irak, cuyos problemas no han hecho más que empeorar después de casi 10 años de ocupación.

Si lográsemos eliminar por fin las razones que llevan a los Estados a tratar de poseer el arma nuclear pudiéramos dar por fin al régimen internacional de no proliferación un carácter verdaderamente universal y sólido gracias a los tratados en vigor. Gracias a ese régimen, todos los países podrían beneficiarse plenamente con la tecnología nuclear de carácter civil bajo el control del OIEA.

Eso sería muy positivo para Rusia ya que trabajamos activamente en los mercados internacionales, construimos nuevas centrales nucleares con tecnologías modernas y seguras y participamos en la creación de centros internacionales de enriquecimiento de uranio y de bancos de combustible nuclear.

El futuro de Afganistán es igualmente preocupante. Hemos respaldado la operación militar tendiente a aportar ayuda internacional a ese país. Pero el contingente militar internacional dirigido por la OTAN no ha cumplido con la misión asignada. Subsisten el peligro terrorista y la narcoamenaza provenientes de Afganistán. Mientras anuncia la retirada de sus tropas de ese país para el 2014, Estados Unidos está creando bases militares en ese mismo país y en los países vecinos sin disponer de ningún mandato para ello, sin objetivo claramente definido y sin anunciar plazos de duración de la actividad. Está claro que eso no nos conviene.

Rusia tiene intereses vitales en Afganistán. Y esos intereses son perfectamente legítimos. Afganistán es nuestro vecino inmediato y nos interesa que ese país se desarrolle de forma estable y pacífica. Y sobre todo que deje de ser la principal fuente de narcoamernaza. El tráfico de estupefacientes se ha convertido en una de las principales amenazas, está socavando el fondo genético de naciones enteras, crea un ambiente favorable a la corrupción y el crimen y conduce a la desestabilización de la situación en el propio Afganistán. Hay que señalar que la producción de estupefacientes afganos no sólo no se reduce sino que el año pasado incluso aumentó en cerca del 40%. Rusia está siendo blanco de una verdadera agresión de la heroína, que inflige une enorme perjuicio a la salud de nuestros conciudadanos.

Dada la envergadura de la amenaza que representa la droga afgana sólo es posible luchar contra ella uniéndonos, con el apoyo de la ONU y de las organizaciones regionales –la OTSC (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva), la OCS (Organización de Cooperación de Shangai) y la CEI (Comunidad de Estados Independientes). Estamos dispuestos a prever un significativo aumento de la participación de Rusia en la operación de ayuda al pueblo afgano. Pero con la condición de que el contingente internacional en Afganistán actúe de manera más enérgica también en interés nuestro, de que se dedique a la destrucción física de las plantaciones de droga y los laboratorios clandestinos.

La intensificación de las operaciones antidroga en Afganistán debe acompañarse con el desmantelamiento de las redes de transporte de los opiáceos hacia los mercados externos, la supresión de los flujos financieros que sostienen el tráfico de estupefacientes, así como el bloqueo del aprovisionamiento de los productos químicos utilizados en la fabricación de heroína. El objetivo es instaurar en la región un complejo sistema de seguridad antidroga. Rusia contribuirá realmente a la eficaz unificación de los esfuerzos de la comunidad internacional por lograr un cambio radical en la lucha contra la narcoamenaza mundial.

Es difícil hacer pronósticos sobre la evolución de la situación en Afganistán. La historia nos enseña que la presencia militar extranjera no le ha aportado la paz. Sólo los afganos pueden resolver sus propios problemas. A mi entender, el papel de Rusia consiste en ayudar al pueblo afgano a crear una economía estable y a mejorar la capacidad de las fuerzas armadas nacionales en la lucha contra la amenaza del terrorismo y del tráfico de droga, con la participación activa de los países vecinos. No nos oponemos a que la oposición armada, incluyendo los talibanes, se una al proceso de reconciliación nacional, a condición de que renuncie a la violencia, de que reconozca la constitución del país y rompa sus vínculos con Al-Qaeda y con otras organizaciones terroristas. En principio, estimo que el establecimiento de un Estado afgano pacífico, estable, independiente y neutro es algo perfectamente realizable.

La inestabilidad anclada a lo largo de años y décadas es terreno fértil para el terrorismo internacional. Todo el mundo reconoce que constituye uno de los más peligrosos desafíos para la comunidad internacional. Yo quisiera subrayar que las zonas de crisis que engendran las amenazas terroristas se hallan mucho más cerca de las fronteras rusas que de las fronteras de nuestros socios europeos o americanos. Las Naciones Unidas han adoptado una Estrategia Antiterrorista Mundial, pero da la impresión de que la lucha contra ese mal no siempre se desarrolla siguiendo un plan universal común y de manera coherente sino en respuesta a las manifestaciones más agudas y bárbaras del terror, cuando llega a su apogeo la indignación pública ante acciones provocadoras de los terroristas. El mundo civilizado no debe esperar a que se produzca otra tragedia similar a la del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York o algo parecido a lo ocurrido en la escuela de Beslan para empezar a actuar de forma colectiva y decidida.

Lejos estoy, sin embargo, de negar los resultados obtenidos en la lucha contra el terrorismo internacional. Están a la vista. En estos últimos años, se ha fortalecido la cooperación entre los servicios de inteligencia y las fuerzas del orden de diversos países. Pero son evidentes las reservas en la cooperación antiterrorista. ¿Qué otra cosa podemos decir ante el hecho que hasta ahora se mantiene una política de doble rasero y que los terroristas son vistos de forma diferenciada, según los países, considerándoselos como “buenos” o “no demasiado malos”. Algunos no vacilan en utilizar a estos últimos en sus rejuegos políticos, por ejemplo, para desestabilizar regímenes considerados indeseables.

Yo diría igualmente que todas las instituciones de la sociedad –los medios de prensa, las asociaciones religiosas, las ONGs, el sistema de educación, la ciencia y las empresas– deben utilizarse plenamente en la prevención del terrorismo. Es necesario un diálogo interconfesional y, en un sentido más amplio, intercivilizacional. Rusia es un país multiconfesional y nunca hemos tenido guerras de religión. Nosotros podríamos aportar nuestra contribución a la discusión internacional sobre ese tema.




VLADIMIR PUTIN EXPLICA SU POLÍTICA EXTERIOR (2ª PARTE)
Rusia y la evolución del mundo
por Vladímir V. Putin


En la segunda parte de su artículo sobre política exterior, Vladimir Putin pasa revista a la relaciones de Rusia con Asia y su nueva asociación con China, aborda la cuestión del escudo antimisiles estadounidense, la crisis en Europa y el proyecto de Unión Económica Euroasiática, la incorporación de Rusia a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el soft power ruso en el mundo. La visión que tiene Vladimir Putin de la política exterior, ya demostrada mediante la firme posición de Moscú en el Consejo de Seguridad de la ONU, tiene en cuenta los intereses rusos pero abre además el camino a los países que aspiran a emanciparse de la dominación imperial.

RED VOLTAIRE
15 DE MARZO DE 2012
 
Nueva dimensión de la zona Asia-Pacífico
 
China, centro crucial de la economía mundial, es vecina de Rusia. Hoy en día están de moda las deliberaciones sobre su futuro papel en la economía mundial y los problemas internacionales. El año pasado, China alcanzó el segundo lugar mundial en términos de PIB y a corto plazo, según los expertos internacionales –sobre todo los estadounidenses–, sobrepasará a Estados Unidos en ese índice. También va en aumento el poderío global de la República Popular China, incluyendo su aptitud para proyectar sus fuerzas en diversas regiones.



¿Qué actitud debe adoptar Rusia en el contexto del factor chino que gana importancia rápidamente?

En primer lugar, estoy convencido de que el crecimiento de la economía china no constituye una amenaza sino un desafío que implica un colosal potencial de cooperación en el campo de los negocios, así como una oportunidad de hinchar con el “viento chino” las “velas” de la economía rusa. Rusia debería ser más activa en cuanto al establecimiento de lazos de cooperación con China, conjugando los potenciales tecnológico e industrial de los dos países y aprovechando el potencial chino de forma inteligente a favor de la reactivación económica de la Siberia y del Extremo Oriente rusos.

En segundo lugar, la política de China en el escenario mundial no proporciona pretextos que permitan acusar a Pekín de estar tratando de dominar el planeta. En efecto, la voz de China se oye cada vez más en el mundo, y Rusia se alegra de ello ya que Pekín comparte la visión rusa del orden mundial equilibrado que actualmente se gesta. Ambos países seguirán ayudándose mutuamente en la arena internacional, solucionando conjuntamente los agudos problemas existentes a escala regional y mundial y fortaleciendo la cooperación en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU, del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), de la Organización de Shangai (OCS), del G20 y de otros organismos multilaterales.

Finalmente, y en tercer lugar, Rusia ha resuelto todos los problemas políticos cruciales en sus relaciones con China, de los que el más importante era el litigio fronterizo. Se ha creado un mecanismo sólido y basado en documentos que implican compromisos de orden jurídico en el marco de las relaciones bilaterales. Ambos gobiernos han alcanzado un nivel de confianza sin precedentes en sus relaciones. Ello permite a Rusia y a China actuar con un auténtico espíritu de asociación basado en el pragmatismo y en el respeto de los intereses mutuos. El actual modelo de las relaciones entre China y Rusia parece extremadamente prometedor.

Lo anterior no implica que las relaciones entre Rusia y China estén exentas de problemas. A veces se producen fricciones. No siempre coinciden los intereses comerciales de ambos Estados en terceros países, Rusia no está enteramente satisfecha con la estructura de los intercambios comerciales y con el poco elevado nivel de inversiones mutuas. Rusia se prepara para vigilar de cerca los flujos migratorios provenientes de China.

Sin embargo, mi idea fundamental es la siguiente: Rusia necesita una China próspera y estable, y tengo la convicción de que China necesita a su vez una Rusia fuerte y floreciente.

Otro gigante asiático, la India, también está mostrando un rápido crecimiento. Rusia y la India tradicionalmente mantienen relaciones de amistad que ambos gobiernos califican de asociación estratégica privilegiada.

Su fortalecimiento será beneficioso, tanto para nuestros dos países como para todo el sistema multipolar que se está gestando en el mundo. Estamos viendo no sólo el crecimiento de China y de la India sino el aumento del papel de toda la región Asia-Pacífico en su conjunto. En ese contexto, nuevas perspectivas de trabajo fructífero surgen en el marco de la presidencia rusa en el seno de la Cooperación Económica para la zona Asia-Pacífico (APEC). En septiembre de 2012, Rusia albergará la cumbre de la APEC en Vladivostok, donde está creando rápidamente una moderna infraestructura, lo cual contribuirá al desarrollo de la Siberia y del Extremo Oriente rusos y permitirá a Rusia incorporarse a los dinámicos procesos de integración en el seno de la “nueva Asia”.

Rusia concede y seguirá concediendo en el futuro una importancia prioritaria a las relaciones con sus asociados del grupo BRICS. Esta estructura inédita creada en 2006 es la demostración más espectacular del paso de un mundo unipolar a un orden mundial más equilibrado. El grupo reúne 5 países cuya población total se eleva a cerca de 3,000 millones de personas, países que cuentan con las más importantes economías emergentes, con gigantescos recursos naturales y con mano de obra y mercados internos de proporciones colosales. A raíz de la incorporación de Sudáfrica, el grupo BRICS ha adquirido una dimensión realmente mundial, y ya está generando más del 25% del PIB del planeta.

Los países miembros del grupo BRICS están tratando de acostumbrarse a trabajar juntos en el seno de esta estructura y de adaptarse los unos a los otros. Se trata, específicamente, de establecer una mejor coordinación en materia de política internacional y de cooperar más estrechamente en el seno de la ONU. Sin embargo, después de haber alcanzado su velocidad media, el BRICS, gracias a sus 5 miembros, ejercerá una influencia extremadamente perceptible en la economía y la política mundiales.

Durante estos últimos años, la diplomacia y el sector ruso de los negocios han comenzado a conceder mayor importancia al desarrollo de la cooperación con los países de Asia, Latinoamérica et África. Sigue existiendo en esas regiones una sincera simpatía hacia Rusia. Pienso que uno de los objetivos del próximo periodo será la intensificación de la cooperación comercial y económica entre Rusia y los países de esos continentes, así como la aplicación de proyectos conjuntos en sectores como la energía, infraestructura, las inversiones, la ciencia y la tecnología, la banca y el turismo.

El creciente papel de las regiones anteriormente mencionadas en el sistema democrático de gestión de la economía y de las finanzas mundiales se refleja en la actividad del G20. Pienso que ese grupo se convertirá próximamente en un instrumento estratégicamente importante, no sólo de gestión en periodo de crisis sino también de reformas a largo plazo de la arquitectura financiera y económica del planeta. Rusia presidirá el G20 en 2013. Es evidente que el país debería aprovechar su periodo como presidente del grupo para mejorar, entre otras cosas, la interacción entre el G20 y otras estructuras multilaterales, como el G8 y, por supuesto, la ONU.

El factor europeo
 
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Rusia es parte integrante y orgánica de la Gran Europa, de la civilización europea en el más amplio sentido de la expresión. Los ciudadanos rusos se consideran europeos. Lejos estamos de ser indiferentes a la evolución de la Unión Europea.

Es por ello que Rusia está iniciando la transformación del espacio situado entre los océanos Atlántico y Pacífico en una entidad económica y humanitaria unificada que los expertos rusos califican de Unión de Europa y que fortalecerá más aún los medios y las posiciones de Rusia en el marco de su relación económica con la “nueva Asia”.

En el contexto del florecimiento de China, de la India y de otras economías emergentes, no nos dejan indiferentes los problemas financieros y económicos que sacuden Europa, que antes fue un oasis de estabilidad y de orden. La crisis de la eurozona forzosamente se repercute en Rusia, ante todo porque la Unión Europea es el mayor socio económico y comercial de nuestro país. Es evidente que la situación en Europa resulta ampliamente determinante para las perspectivas de desarrollo del sistema económico mundial en su conjunto.

Rusia se ha incorporado activamente a las medidas internacionales tendiente a respaldar las economías europeas que actualmente enfrentan dificultades y participa activamente en la toma de decisiones colectivas en el seno del Fondo Monetario Internacional (FMI). Rusia no excluye en principio la posibilidad de ofrecer, en ciertos casos, una ayuda financiera directa.

Estimo, sin embargo, que las inyecciones financieras provenientes del extranjero no pasan de ser una solución parcial. La solución integral del problema exige enérgicas medidas de orden sistémico. Los dirigentes europeos se encuentran ante la necesidad de aplicar importantes reformas que deben modificar a fondo varios mecanismos financieros y económicos destinados a garantizar una verdadera disciplina presupuestaria. Es interés de Rusia relacionarse con una Unión Europea fuerte, conforme a la visión de Alemania y de Francia, ya que desearíamos concretar el poderoso potencial de asociación entre Rusia y la UE.

La interacción actual de Rusia con la Unión Europea no está, sin embargo, a la altura de los desafíos mundiales, ante todo en lo tocante al fortalecimiento de la competitividad de nuestro continente común. Nuevamente sugiero la realización de un esfuerzo tendiente a la creación de una comunidad armoniosa de economías entre Lisboa y Vladivostok. Se trata, a más largo plazo, de crear una zona de libre comercio, y de aplicar incluso mecanismos de integración económica aún más sofisticados. Eso nos permitiría disponer de un mercado común continental que ascendería a varios miles de millardos de euros [1 millardo = 1 000 millones]. ¿Puede alguien dudar esa sería una excelente idea y que ello correspondería a los intereses de rusos y europeos?

Una cooperación más estrecha en el sector de la energía, llegando a la creación de un complejo energético unificado de toda Europa, constituye otro tema digno de reflexión. Las importantes etapas tendientes a alcanzar ese objetivo son la construcción de los gasoductos North Stream del lado del mar Báltico y South Stream por el mar Negro. Ambos proyectos han gozado del respaldo de varios gobiernos y en ellos participan las más importantes empresas energéticas europeas. Cuando estos gasoductos estén totalmente en explotación, Europa dispondrá de un sistema de aprovisionamiento de gas confiable, flexible e independiente de los caprichos políticos de quien sea. Se trata de un problema que reviste especial importancia dada la decisión de varios países europeos de reducir o de renunciar totalmente a la energía nuclear.

Debo decir con toda franqueza que el Tercer Paquete Energético, cuyo cabildeo realizó la Comisión Europea y cuyo objetivo es sacar del mercado a las empresas rusas integradas, no contribuye al fortalecimiento de nuestras relaciones. Más aún, dada la creciente desestabilización de los demás proveedores de hidrocarburos no vinculados a Rusia, está exacerbando los riesgos sistémicos que amenazan el sector energético europeo y representa un obstáculo a las posibles inversiones en nuevos proyectos de infraestructura. Numerosos políticos europeos que se mantienen en contacto conmigo se muestran críticos hacia el paquete. La cuestión es tener el coraje de sacar ese obstáculo del camino que puede conducir a nuestra cooperación mutuamente beneficiosa.

Creo que una auténtica asociación entre Rusia y la Unión Europea es imposible sin la abolición de las barreras que obstaculizan los contactos humanos y económicos, ante todo la barrera del régimen de visas. La introducción de un régimen sin visas daría un potente impulso a una verdadera integración entre Rusia y la Unión Europea y permitiría ampliar los contactos culturales y de negocios, sobre todo entre las pequeñas y medianas empresas. La amenaza de un flujo hacia Europa de supuestos inmigrantes económicos provenientes de Rusia es esencialmente imaginaria.

Los rusos tienen la posibilidad de explotar sus habilidades profesionales en su propio país, y las posibilidades en ese aspecto van en aumento. En diciembre de 2011, Rusia se puso de acuerdo con la Unión Europea para elaborar medidas conjuntas tendientes a establecer un régimen sin visas. Esas medidas pueden y deben aplicarse sin vacilación. Es mi intención seguir dedicándome a ese problema de la manera más activa.

Las relaciones entre Rusia y Estados Unidos

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Un gran esfuerzo por desarrollar las relaciones entre Rusia y Estados Unidos ha venido realizándose en estos últimos años. La matriz de esas relaciones, sin embargo, no se transformado radicalmente y estas siguen registrando altas y bajas. Esa inestabilidad en la asociación entre Rusia y Estados Unidos se debe, en parte, a la subsistencia de ciertos estereotipos y fobias. Resulta particularmente reveladora la percepción de Rusia que tiene el Congreso de Estados Unidos. Pero el problema crucial reside en el hecho que el diálogo y la cooperación bilaterales carecen de una base económica sólida.

Los intercambios comerciales están lejos de hallarse a la altura del potencial de las economías rusa y estadounidense. Lo mismo sucede en lo tocante a las inversiones bilaterales. Así que no se ha tejido aún la tela protectora que evitaría fluctuaciones coyunturales en nuestras relaciones. Hay que crear ese medio de protección.

Tampoco contribuyen a mejorar la comprensión entre ambos países los constantes esfuerzos de Estados Unidos por aplicar una “ingeniería política”, esencialmente en regiones tradicionalmente importantes para Rusia así como en ocasión de las campañas electorales rusas.

Reitero que la iniciativa estadounidense de crear el ABM europeo suscita entre nosotros una preocupación totalmente legítima. ¿Por qué se alarma Rusia más que los demás países? El hecho es que el ABM europeo influye en las fuerzas estratégicas de disuasión nuclear, de las que sólo Rusia dispone en ese teatro, lo cual compromete el equilibrio militar y político que con tanto trabajo se creó a lo largo de décadas.

La relación indisoluble entre el ABM y las armas estratégicas ofensivas aparece reflejada en el nuevo tratado de reducción de armas nucleares START firmado en 2010. El tratado entró en vigor y resulta eficaz. Es un resultado crucial en el plano político internacional. Rusia está dispuesta a examinar diversos elementos que pueden pasar a ser parte de la agenda ruso-estadounidense en materia de control de armamentos para el primer periodo. La regla inalterable en ese sector es el respeto de la correlación de fuerzas y el abandono de las tentativas tendientes a utilizar las negociaciones para buscar ventajas unilaterales.

Permítanme recordar que ya en 2007 yo mismo propuse al presidente George W. Bush, en Kennebunkport, que solucionásemos el problema del ABM. De haberse adoptado, mi iniciativa habría modificado la naturaleza tradicional de las relaciones ruso-estadounidenses y habría dado al proceso un impulso positivo. Mejor aún, si en aquel entonces hubiésemos progresado en el tema ABM, habríamos abierto literalmente el camino hacia la creación de un modelo de cooperación decididamente nuevo, cercano a una alianza, esencialmente en otros sectores sensibles.

No fue eso lo que sucedió. Seguramente sería de utilidad reexaminar la grabación de las conversaciones de Kennebunkport. En estos últimos años, el gobierno ruso ha presentado también otras iniciativas tendientes a encontrar un camino al entendimiento sobre la cuestión ABM. Todas esas proposiciones se mantienen en vigor.

No quisiéramos, en todo caso, renunciar a la búsqueda de un compromiso en cuanto a la solución del problema del ABM. Quisiéramos evitar que el sistema estadounidense se despliegue a una escala tal que se haga necesaria la aplicación de las medidas de respuesta que Rusia ha dado a conocer.

Hace poco tuve un encuentro con el señor Kissinger. Nos vemos regularmente. Y comparto enteramente la opinión de ese verdadero profesional, según el cual una cooperación estrecha y caracterizada por la confianza entre Moscú y Washington es particularmente necesaria en momentos en que el mundo atraviesa periodos turbulentos.

Globalmente, Rusia estaba dispuesta a realizar un esfuerzo realmente importante para desarrollar sus relaciones con Estados Unidos y concretar un progreso definitivo, a condición sin embargo de que los estadounidenses apliquen el principio de asociación equitativa y mutuamente respetuosa.

La diplomacia económica

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En diciembre de 2011, Rusia entró a la Organización Mundial del Comercio (OMC) al cabo de una larga epopeya de varios años. Me gustaría subrayar que en la etapa final de aquel proceso, la administración de Barack Obama y los dirigentes de varias potencias europeas contribuyeron activamente a la finalización de los acuerdos.

Para ser honesto, ese largo y trabajoso proceso a menudo nos dio ganas de “dejarlos con un palmo de nariz” y abandonar la negociación. Pero Rusia no cedió a las emociones. Al final, nuestro país obtuvo compromisos ventajosos: se respetaron los intereses de los productores industriales y agrícolas rusos en espera de un aumento de la competencia de parte de las empresas extranjeras. Los actores económicos rusos tendrán nuevas y considerables posibilidades de acceso al mercado mundial y para proteger sus derechos de forma civilizada. A mi modo de ver, es ese el principal resultado y no el hecho simbólico de la entrada de Rusia al “club” mundial del comercio.

Rusia respetará las normas de la OMC, al igual que todos sus demás compromisos internacionales. Espero que nuestros socios también respeten las reglas del juego. Permítanme señalar de paso que ya hemos incorporado los principios de la OMC a la base jurídica del Espacio Económico Común conformado por Rusia, Bielorrusia y Kazajstán.

Al analizar nuestra manera de promover los intereses económicos rusos en el escenario mundial, puede verse que todavía estamos aprendiendo cómo hacerlo de manera sistemática y coherente. Al contrario de nuestros socios occidentales, no tenemos aún la técnica para promover correctamente las medidas que beneficien a las empresas rusas en las plataformas donde se realizan los intercambios comerciales internacionales.

Es, sin embargo, nuestro deber resolver problemas cruciales en ese sector teniendo en cuenta que el desarrollo innovador reviste para Rusia una importancia prioritaria. Se trata de garantizar a Rusia posiciones equitativas dentro del actual sistema de mundial de relaciones económicas y de reducir al mínimo los riesgos inherentes a la integración del país a la economía mundial, sobre todo en el contexto de la mencionada adhesión a la OMC y de la inminente adhesión de Rusia a la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE).

La condición sine qua non es un acceso más libre y no discriminatorio de Rusia a los mercados exteriores. Hoy en día, los actores económicos rusos son tratados con rudeza en el exterior. Tienen que afrontar medidas restrictivas de carácter comercial y político, se levantan barreras que perjudican a las empresas rusas en materia de competencia.

Lo mismo sucede en el área de la inversión. Rusia está tratando de atraer capitales extranjeros hacia su economía mediante la apertura de los sectores más interesantes y ofreciéndoles verdaderas “manjares”, sobre todo en el sector de la energía y de los hidrocarburos. Pero los inversionistas rusos no son bien recibidos en el extranjero, incluso a menudo son rechazados de forma ostensible.

Muchos son los ejemplos. Basta con recordar la historia del grupo alemán Opel, que los inversionistas rusos finalmente no pudieron adquirir, a pesar incluso de que el gobierno de la República Federal de Alemania aprobó la transacción y a pesar también de la reacción positiva de los sindicatos alemanes. También hay casos escandalosos en los que se negó a las empresas rusas el disfrute de sus derechos como inversionistas después de haber invertido sumas considerables en activos en el extranjero. Esos ejemplos abundan sobre todo en Europa Central y en Europa del Este.

Todo ello nos hace pensar que es necesario fortalecer el acompañamiento político y diplomático a las empresas rusas en los mercados externos y dar más apoyo a nuestros proyectos de envergadura y a los que revisten importancia simbólica. Tampoco hay que olvidar que Rusia tiene la capacidad necesaria para responder de forma simétrica a la competencia desleal. El gobierno y las asociaciones de los sectores de negocios de Rusia deberían coordinar sus esfuerzos en la arena internacional con más precisión, promover mejor los intereses de las empresas rusas y ayudarlas a implantarse en nuevos mercados.

Me gustaría también llamar la atención hacia un hecho importante que determina ampliamente el papel y el lugar de Rusia en la correlación de fuerzas políticas y económicas actual y futura a nivel internacional. Se trata del inmenso territorio de nuestro país. Aunque ya no dispone de la sexta parte de las tierras no sumergidas, la Federación Rusa sigue siendo el Estado más extenso del mundo y el más dotado de riquísimos recursos. No estoy hablando solamente del petróleo y del gas sino también de los bosques, de las tierras agrícolas y de las reservas puras de agua dulce.

En otras palabras, el territorio ruso es la fuente del potencial de Rusia.

Antes, la inmensidad del territorio ruso garantizaba principalmente la protección de Rusia contra las invasiones extranjeras. Hoy en día, con la aplicación de una estrategia económica juiciosa, puede convertirse en la base fundamental del aumento de la competitividad del país.

Me gustaría mencionar sobre todo la escasez de agua dulce que rápidamente está agravándose en el mundo. Ya puede preverse a corto plazo el comienzo de una competencia geopolítica por los recursos acuíferos y por la posibilidad de fabricar productos que exigen un gran consumo de agua. Rusia dispone, por lo tanto, de una importante carta de triunfo. Pero está conciente de que es necesario administrar esa riqueza con cuidado y haciendo cálculos estratégicos.

El apoyo a los rusos del exterior y la cultura rusa en el contexto internacional
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El respeto por la patria depende esencialmente de la capacidad de esta última para proteger a sus ciudadanos y a las personas pertenecientes a la misma etnia en el exterior. Es importante no olvidar nunca los intereses de los millones de rusos que viven en el exterior o que viajan a otros países en vacaciones o por cuestiones de trabajo.

Quisiera señalar que el ministerio ruso de Relaciones Exteriores, así como todas las misiones diplomáticas y consulares tienen la obligación de proporcionar ayuda y asistencia verdaderas a los rusos durante las 24 horas del día. Los diplomáticos tienen que reaccionar de inmediato, sin esperar que la prensa tenga que dar la alarma, ante los problemas que surjan entre nuestros ciudadanos y las autoridades locales, al igual que ante los casos de incidentes y los accidentes de transporte.

Actuaremos con la mayor determinación para lograr que los gobiernos letón y estonio apliquen las numerosas recomendaciones de las más importantes organizaciones internacionales sobre el respeto de los derechos generalmente reconocidos de las minorías étnicas. El infame estatus de “no ciudadano” es inaceptable. ¿Cómo puede además aceptarse el hecho que uno de cada 6 letones y uno de cada 13 estonios sean “no ciudadanos” sin derechos políticos, electorales, sociales y políticos fundamentales, sin derecho incluso a utilizar libremente el idioma ruso?

Veamos, a título de ejemplo, el referéndum que se desarrolló recientemente en Letonia sobre el estatus del idioma ruso. La consulta mostró claramente a la comunidad mundial la gravedad del problema. El hecho es que se negó nuevamente a más de 300 000 “no ciudadanos” el derecho a participar en el voto. Y la negativa de la Comisión Electoral Central de Letonia a conceder a la Cámara Social Rusa la categoría de observador en el referéndum es totalmente indignante. Sin embargo, las organizaciones internacionales encargadas de hacer respetar las normas democráticas generalmente reconocidas parecen esconderse tras un muro de silencio.

Globalmente, la manipulación de la problemática relativa a los derechos humanos en el contexto de las relaciones internacionales no resulta del agrado de Rusia. Primeramente, Estados Unidos y otros países occidentales tratan de monopolizar la protección de los derechos humanos, de politizarla íntegramente y de convertirla en un medio de presión. Paralelamente, no toleran las críticas que se les dirigen a ellos y reaccionan de forma extremadamente enfermiza. En segundo lugar, la designación de los blancos de monitoreo de parte de los defensores de los derechos humanos se hace de forma selectiva. En vez de aplicar criterios universales, los Estados que han “privatizado” esta cuestión actúan como les viene en ganas.

Rusia se siente víctima de un tratamiento parcial y prejuicioso así como de la agresividad de las críticas de la que es objeto y que a veces no respetan el menor límite. Las críticas justificadas de los defectos no pueden más que ser bienvenidas y dar lugar a conclusiones adecuadas. Pero, ante las críticas infundadas, que llegan por oleadas y que tratan de manipular sistemáticamente la actitud de los ciudadanos de los mencionados países hacia Rusia, puede verse que no se trata precisamente de esfuerzos motivados por principios democráticos del más alto nivel moral.

Nadie debe monopolizar la cuestión de los derechos humanos. Rusia es una democracia joven y a menudo se muestra excesivamente modesta para no herir el amor propio de sus aguerridos socios. Pero Rusia tiene mucho que decir: nadie es perfecto en materia de derechos humanos y de libertades fundamentales. Hasta las democracias bien establecidas cometen serias violaciones en ese campo, violaciones que no se deben pasar por alto. No se trata, por supuesto, de enzarce estúpidamente en un vano intercambio de acusaciones insultantes, cuando está claro que todas las partes pueden beneficiarse con una discusión constructiva sobre los problemas vinculados a los derechos humanos.

A finales de 2011, el ministerio ruso de Relaciones Exteriores publicó su primer Informe Sobre la Situación de los Derechos Humanos en varios países del mundo. Creo que esa actividad debería intensificarse, esencialmente en aras de contribuir a una cooperación más amplia y equitativa en todo el campo de los problemas humanitarios y a la promoción de los principios fundamentales de la democracia y los derechos humanos.

En ese aspecto, los hechos mencionados son sólo parte del acompañamiento informativo y propagandístico de las actividades internacionales y diplomáticas de Rusia y de la creación de una imagen objetiva de Rusia en el exterior. Tenemos que reconocer que no son numerosos nuestros éxitos en la materia. Acabamos a menudo derrotados en el terreno informativo. Se trata de un verdadero problema que tiene varias facetas y al que tenemos que dedicarnos seriamente.

Rusia es heredera de una gran cultura, reconocida en Occidente tanto como en el Oriente. Pero siguen siendo muy insuficientes nuestras inversiones en la industria cultural y en su promoción en el mercado mundial. El resurgimiento del interés mundial hacia el sector cultural y el de las ideas, que se traduce en la implicación de las sociedades y las economías en la red informativa mundial, ofrece nuevas oportunidades a Rusia, país que cuenta con talentos confirmados en la producción de valores culturales.

Rusia no sólo dispone de la capacidad necesaria para conservar su cultura sino que puede también utilizarla como un poderoso factor de promoción en los mercados mundiales. El espacio rusoparlante engloba prácticamente a todos los países de la ex URSS y una parte significativa de Europa Oriental. No se trata de un imperio sino de una expansión cultural. No se trata de cañones ni de la importación de regímenes políticos sino de la exportación de la enseñanza y de la cultura que contribuirán a la creación de un marco favorable a los productos, servicios e ideas rusos.

Rusia debe intensificar en varios niveles su presencia en el mundo en materia de enseñanza y cultura y aumentarla especialmente en los países en los que una parte de la población habla o comprende la lengua rusa. Es necesario que se discuta seriamente sobre la manera más eficaz de mejorar la percepción objetiva de Rusia gracias a la organización en nuestro país de importantes eventos internacionales, como la cumbre de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en 2012, las cumbres del G20 y del G8 en 2013 y 2014, los Juegos Universitarios de 2013 en Kazán, los Juegos Olímpicos de invierno en 2014 y las Copas del Mundo de hockey sobre hielo y de fútbol en 2016 y 2018.

Rusia está dispuesta a seguir garantizando su propia seguridad y haciendo respetar sus intereses nacionales a través de su más activa y su más constructiva participación en la política mundial y en la solución de los problemas mundiales y regionales.

Nuestro país se mantiene abierto a una cooperación seria y mutuamente ventajosa, así como al diálogo con todos sus socios extranjeros. Nos esforzamos por entender y tener en cuenta los intereses de nuestros socios, pero les pedimos que ellos también respeten los nuestros.

Vladímir V. Putin

Traducido del ruso por la Red Voltaire.

Primer Ministro de la Federación de Rusia (1999-2000 y 2008-2012); Presidente de la Federación de Rusia (2000-2008 y despues 2012).

http://www.voltairenet.org/Rusia-y-la-evolucion-del-mundo,173096

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