NO ESTÉIS TRISTES…¡La Jamahiriya es eterna!
“No estéis tristes pues os volveréis débiles y perderéis vuestras fuerzas en la lucha por la victoria” (Muammar Gadafi)
Anteanoche lloré la muerte de Muammar Gadafi. Era un hombre bueno. (Digo esto para los que no me conocen; que sepáis mi posición y sigáis leyéndome, o no, si queréis.) Leí el anuncio de su muerte escrito en el facebook del portavoz del gobierno legítimo libio, Dr. Moussa Ibrahim.
Si Gadafi ha muerto realmente, o no, no soy yo quien para averiguarlo. Gadafi ha muerto ya más veces. Murió en el 86 cuando le mataron a su hija Hana en el bombardeo estadounidense, reconocido, de su residencia en Trípoli. Murió hace cinco meses cuando le mataron a su nieto y a sus dos nietas, Saif, Cartage y Mastura, de cuatro meses, y a su hijo Saif al Arab, en el bombardeo de la OTAN, reconocido, de la residencia de este. “Sé que nos han condenado a muerte a mí y a todos mis parientes y seres queridos, pero no acabo de comprender cuál es el crimen cometido por mi nieta pequeña”, le dijo a su amigo ruso Ilyumzhinov.
Muerto o no, Muammar Gadafi ya ha entrado en la leyenda, en la Historia, con mayúscula, de los líderes populares que se han enfrentado al imperio de turno hasta dar su vida por su pueblo, Omar Mukhtar, Che Guevara, Luther King, y tantos otros.
Su sueño es que el pueblo sea libre, las instituciones sean justas, el gobierno sea legítimo, legitimado por el pueblo, que las riquezas cubran todas las necesidades de las gentes; ni religión, ni ideología, ni imperio subyuguen la voluntad individual y colectiva de los ciudadanos.
No es ese el sueño de las élites gobernantes, no es ese el sueño de la pequeña clase oligárquica, no lo es el de los pocos sujetos, con nombre y apellido, que detentan el poder financiero, el poder industrial, el poder armamentístico y el poder mediático. Su sueño, nos guste o no, se ha de realizar sobre las aspiraciones ostentosas de estos. El sueño de aquellos es la pesadilla del imperio.
El imperio estadounidense debe caer. El imperio no son los ciudadanos estadounidenses; también los afros y latinos, nativos o nacionalizados, son estadounidenses de pleno derecho. El imperio son unos cuantos americanos, europeos y algún asiático, con nombre y apellido. El imperio debe caer para que el sueño de los Gadafis, que es el sueño nuestro, se realice y se instaure.
Y no me cabe la menor duda de que ese sueño llegará a realizarse. No hay poder en el mundo que detenga la voluntad de la persona y, con ella, de los colectivos de realizar sus sueños de libertad, de justicia, de autogobierno, de prosperidad y de paz.
¿Que pueden destruir el mundo? ya lo sabíamos. También la ciudadanía tiene el poder del suicidio colectivo, también el Sol tiene el poder de destruir toda la vida sobre la tierra. Emplean estas élites la coartada del miedo, pero sobre el miedo avanzan las/os valientes. Hay que atravesar los miedos para franquear las etapas de la vida, lo aprende cada persona de su experiencia vital, y aprende que la muerte de cada uno nos está asegurada. Pero eso es otra historia.
Mi preocupación aquí, que es por lo que escribo, es la unidad necesaria para desbancar los poderes de esa clase oligárquica. Se puede lamentar que el movimiento 15-M o el del 15-O no hagan bandera de la Resistencia Libia, pero se debe reconocer que a quien se marca como enemigo es al mismo objetivo.
La dictadura sanguinaria, en verdad, es la que ejerce Estados Unidos desde que es la cabeza visible imperial. No se discute su autoría de las masacres de Hiroshima y Nagasaki, ni su sanguinaria intervención en pro de las dictaduras chilena y nicaragüense, ni su acción genocida en la guerra de Vietnam, etc. No se discuten, sólo se matizan, se subvierten, se justifican, pero son hechos probados, reconocidos, recurrentes en la actividad de este imperio.
Ni lo de Lockerbie, ni lo de Berlín son atentados de probada ejecución por parte de Gadafi; ni este reconoce su autoría, y no por falta de valor, pues sí reconoce, en cambio, su apoyo económico y militar a movimientos tildados en su momento de terroristas, como la OLP. En cambio la OTAN no reconoce su ataque aéreo deliberado sobre la población civil en Trípoli, Sirte y Bani Walid. Esa es su mala catadura. La OTAN niega y esconde el uso probado de uranio empobrecido y bombas de racimo entre sus más de 18.000 bombardeos sobre Libia. Esa es la mala calaña de los sujetos que mueven los hilos de la OTAN.
Héroes como Gadafi, mártires como Ali al Ahwal, los guardará Dios en nuestra memoria. El pueblo de Libia, más temprano que tarde, vencerá a los títeres sanguinarios que le bailan al imperio. Y los Gadafis libios volverán a levantar su país ejemplar en su autogobierno.
Pronto nos tocará a nosotros, occidentales, enfrentarnos al uso sanguinario de la violencia contra el pueblo pacífico, porque los que mandan no tienen otro método para detener la marea que quiere cambiar este sistema imperial. El pueblo libio, hombres y mujeres, viejos y niños, han puesto bien alta la capacidad de lucha y resistencia de la humanidad.
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