La interculturalidad en la multiculturalidad de nuestras universidades
En los últimos años, diferentes sectores de la población nicaragüense y, particularmente, el sector educativo, han venido desarrollando una mayor conciencia de la realidad pluricultural, multilingüe y multiétnica del país, así como, del derecho y obligación que todos y todas tenemos a respetar esa diversidad.
Este interés por lo multiétnico y lo multicultural, también ha motivado profundas transformaciones en los distintos ámbitos del Estado y la sociedad en general. En este contexto, surge la Ley 28 o Ley de Autonomía, La Ley de Lenguas, El Sistema Educativo Autonómico Regional (SEAR) únicamente para mencionar algunos.
Cada vez se ve con mayor frecuencia, a jóvenes costeños, egresados de las distintas universidades del país en posiciones de jueces, fiscales y hasta Magistrados en el Sistema Judicial, hombres y mujeres de las distintas etnias han alcanzado el grado de oficiales en las filas del ejército y la policía.
Se hace referencia a todo lo antes mencionado dado a que, en décadas anteriores todo servidor público de alguna importancia, que llegaba a Bluefields o Bilwi, era del Pacífico y en muchos casos, estos funcionarios hasta sus secretarios llevaban consigo, sometiendo al costeño (a) a una completa marginación en la opción de un simple puesto publico. Esta situación ocasionó que el costeño que lograba prepararse en las Universidades de Managua o León optará por quedarse en el Pacífico, perdiendo el pueblo caribeño no sólo un ciudadano, sino que un profesional que bien podía desarrollarse en su propio pueblo.
Sin embargo, ningún cambio de los actuales hubiese sido posible sin que antes no se hubiese ido adquiriendo una visión distinta del país, de los pueblos que nos conforman, pero muy particularmente de la diversidad cultural en una Nicaragua eminentemente multiétnica y desde luego multicultural.
Las vías de comunicación y la tecnología existentes en todas partes del mundo, prácticamente han permitido que las fronteras, al menos virtualmente sean cosas del pasado. Nosotros no hemos sido una excepción. Hace treinta o cuarenta años, venir a Managua desde Bluefields, era toda una odisea que solía tomar hasta dos días y si de Bilwi se trataba, peor aún, pues si no salían por avión tenían que venir primero a Bluefields en donde tomaba la carretera hacia el interior del país. De tal manera, que la mayoría de la población optaba por quedarse en su lugar de origen disuadido por la distancia y lo caro que costaba movilizarse.
Cabe mencionar que, de alguna manera u otra, la facilidad de comunicación también ha sido factor decisivo en el desarrollo de lo que voy a llamar acercamiento cultural más positivo entre el Atlántico y el Pacifico. Todo parece indicar que en la actualidad es mayor la conciencia que se tiene de que es inconcebible el desarrollo de una cultura nacional sin el reconocimiento de la cultura de los pueblos indígenas y afrocaribeños que conforman nuestra nación. Es por ello que, a diferencia del pasado cuando se prohibía hablarles a los alumnos en su lengua materna (para obligarlos a aprender el español) , la política educativa y cultural actualmente ha venido orientándose en el reconocimiento, respeto y fomento de los valores de nuestros pueblos indígenas y afrodescendientes-. Pero, el viejo adagio reza:
”Obras son amores y no meras palabras”. lo que implica decir que es mucho lo que se ha alcanzado, pero, también es mucho lo que falta realizar en el contexto educativo y muy especialmente a nivel de las universidades.
Por lo que cabe preguntarse ¿Con la enorme migración que año con año se da de jóvenes costeños a las universidades del país pueden estas universidades seguir con su trabajo educativo como hasta ahora lo han venido haciendo?
¿Será cierto que las dos universidades costeñas están ofreciendo la educación que reúne la pertinencia educacional que los jóvenes de las comunidades requieren?
Las preguntas van formuladas a universidades del Pacífico como del Caribe porque ajeno adonde estudien los jóvenes, nuestras instituciones están obligadas a velar para que éstos en ningún momento y bajo ninguna circunstancia pierdan su identidad cultural, pero que tampoco sea olvidada la nicaraguanidad que nos cobija a todos.
Debe considerarse que, dado que somos un país multicultural, la única educación válida para nuestros niños, niñas y jóvenes de cualquier parte del país ha de ser intercultural , lo que implica decir que debemos educar a nuestros jóvenes en el conocimiento, comprensión y respeto de las diversas culturas, pero en un plano de igualdad en la que entendamos la diversidad como un elemento que nos enriquece a todos y a todas-. Es por ello que apoyamos a aquellos que propugnan por una definición y redefinición de algunos contenidos nacionales y otros que propugnan por la elaboración de currículos específicos y pertinentes con respecto a la diversidad cultural de nuestro país. En ese sentido en las regiones autónomas se han hecho significativos avances con el Sistema Educativo Autonómico Regional (SEAR). Pero en el resto del país, ¿cuánto se sabe del mismo? Y si diez o veinte en esta asamblea levantan la mano, no se crea que es un logro, porque estamos hablando de temas que deberían ser del dominio público y no sólo del ámbito universitario o gubernamental.
No iremos a ningún lado en cuanto a lo que interculturalidad se refiere si cualquier avance que se realice es únicamente unilateral.
Considero que hemos llegado a un punto en que todas las culturas de nuestros pueblos deben aportar sus mejores elementos y en esta ocasión se trata de aportar: valores, conocimientos, prácticas sociales y culturales, de manera que sea posible establecer una nueva síntesis cultural entre pueblos que tienen que afrontar juntos otros componentes que no establecen diferencias entre el color de la piel, la lengua o la cultura y me estoy refiriendo a la pobreza que conlleva a la desigualdad social, a la desigualdad de oportunidades de educación, trabajo y otras necesidades básicas y fundamentales para todos...
Sin embargo, también estoy consciente de que cuando se propugna por una idea como la que aquí se expresa, se debe de tener mucho cuidado en el sentido que de ninguna manera se vaya a caer en el asimilismo y fusión cultural. El asimilismo y la fusión tienen en común que ambos implican un proceso de pérdida de cultura. El asimilacionismo produce un abandono de la propia cultura, totalmente o reduciéndola al ámbito intimo, familiar o comunitario, para acceder a la cultura dominante. Y en la fusión se trastoca la propia cultura para supuestamente configurar un nuevo “molde cultural”.
La fusión cultural definida crudamente considera que algunos pueblos se mantienen en estado primitivo y salvaje y por lo tanto, deben evolucionar a estados superiores de “civilización” desarrollo y modernidad. No se trata de eso, porque ello implicaría dos culturas distintas en la que una se sobrepone a la otra y, desde luego, la dominante impondría sus particularidades haciendo desaparecer la cultura del pueblo absorbido, lo que implicaría que la medicina resultó peor que la enfermedad..
El multiculturalismo que es el tema que nos ocupa, desde mediado de los años setenta hasta mediados de los años ochenta se empleó como equivalente de pluralismo cultural. Sin embargo, diferentes especialistas en el tema como Kottak (1986) señala importantes diferencias entre ambas.
Sostiene, que el multiculturalismo expresa la coexistencia de varios pueblos en una nación y se refiere a una mera coincidencia en el tiempo y espacio de estos pueblos El Multiculturalismo, pues, tiene una connotación algo negativa “tuvieron que coexistir” o sea que si analizamos nuestras relaciones como pueblo multiétnico y pluricultura lo que hemos tenido hasta hoy es una simple coexistencia.
El pluriculturalismo por su parte, es un concepto basado en la propuesta de igualdad de convivencia. Es más positivo que el Multiculturalismo, está cargado de ilusión, de proyectos y de búsqueda de la convivencia. Sin embargo, cuando en esta ocasión hablamos de convivencia nos referimos a una convivencia que hay que construirla entre todos y esto implica aprendizaje de ambos lados, tolerancia, normas comunes y regulación de los conflictos. La convivencia es pues un arte que hay que aprender. Inclusive si en las familias no existe voluntad para la convivencia se arma el caos. Para que la convivencia funcione se requiere que haya flexibilidad y tolerancia, pero no en el sentido de concesión donde el dominado hace concesiones, sino en el sentido de aceptar y valorar la diferencia. Lo anterior implica que tolerancia enmarcada dentro del pluriculturalismo nuestro consiste en: el convencimiento de que todos los ciudadanos nicaragüenses sean estos mestizos, creoles, miskitos garifonas etc., somos libres e iguales y gozamos de los mismos derechos ante la ley aunque cada grupo tenga sus particularidades. El pluriculturalismo enfocado de la manera antes señalada nos dice entonces que es posible la unidad dentro de la diversidad.
Entonces ocupémonos de la interculturalidad, palabra muy en boga hoy en día porque el sistema de la interculturalidad recoge los principios positivos de multiculturalismo y del pluralismo y le agrega el de la interacción positiva, lo que lleva a entender la relación entre las culturas de una manera distinta. De manera sencilla podemos decir que la interculturalidad va más allá del respeto entre los pueblos , buscando que las relaciones que de hecho existen ,sean positivas y mutuamente enriquecedoras para la convivencia.
Dado a la diversidad cultural a la que tanto nos hemos referido, la interculturalidad se hace necesaria en el proceso nacional que requiere de una intensa y continuada participación activa y conjunta de todos los actores sociales de este país. Managua no es Nicaragua, la Costa Caribe no es ajena al resto del país, todos somos un solo pueblo en busca de una convivencia más equitativa. Debemos de comenzar a pensar en un principio de unidad nacional no impuesto, sino construido por todos y todas y asumido voluntariamente.
Es preciso recordar que jamás habrá una coexistencia aceptable si antes no hay igualdad de oportunidades a nivel socioeconómico y político y tampoco mientras no haya interculturalidad y relaciones equitativas entre nuestros pueblos. De allí que hay que trabajar por promover la convivencia y la interculturalidad y luego trabajar por la justicia y la igualdad.
El promover la justicia y la interculturalidad es un objetivo que debemos trabajar simultáneamente. Es más, debemos trabajar y luchar por establecer condiciones de igualdad, justicia y equidad en toda la sociedad y hacerlo desde la interculturalidad. Lo que sí es completamente inaceptable es pretender establecer relaciones interculturales a nivel regional o nacional, sin trabajar por transformar las condiciones económicas y políticas de desigualdad o promover la igualdad y equidad sin tomar en cuenta el factor cultural.
Es por ello que la riqueza de culturas es una condición básica para una interculturalidad rica y creativa. Y diversidad cultural tenemos de sobra tanto en el Caribe como en el Pacifico. En otras palabras, somos un pueblo rico. La pregunta es si estamos aprovechando esta manifiesta riqueza como es debido o la hemos venido desperdiciando. Esa es una pregunta que cada uno de nosotros debemos de respondernos.
Después de haber planteado algunos conceptos y teorías queremos decir que la gestión de la diversidad en el ámbito educativo a nivel superior en términos generales, se ha centrado fundamentalmente en subsanar las deficiencias en el acceso y la calidad de la educación que reciben nuestros estudiantes indígenas.
Hay que recordar que la perspectiva intercultural puede convocar diversos asideros. Es por ello que la interculturalidad debe aparecer en nuestras universidades como un nuevo paradigma de la educación y como una necesidad de dinamizar y hacer explícitas las relaciones entre las diferentes culturas en un marco de diálogo constructivo y de aprendizaje mutuo. (Saldivar 2006) sostiene que la interculturalidad no es una propuesta sólo para los indígenas, sino que también debe servir de puente entre las culturas para construir una nueva comprensión del otro y de uno mismo. y esta es una verdad irrevocable para nosotros.
Nuestras universidades, y no estoy refiriéndome a las costeñas sino a todas en general, tienen el compromiso de generar un proceso de cambio gradual en la flexibilización de los currículos que permitan reconocer y trabajar, sobre las filosofías, la literatura, la medicina indígena, etc., pero en un marco no de exclusión sino de relación con los demás conocimientos y que esto no implique caer en un paternalismo o un sobreproteccionismo, como a veces creo hemos caído.
Nuestras universidades deben centrar sus acciones en los procesos de construcción de las relaciones con sus demás interlocutores, tanto a nivel político, académico, así como de organizaciones y particularmente indígenas. Bajo esa perspectiva cobra sentido la universidad en la diversidad, pues debe ser el referente en la construcción del conocimiento, pero también debe ser un receptor de las voces externas, para dar cabida y generar nuevos conocimientos.
Es preciso que en nuestras universidades los estudiantes aparte de ser receptores, contribuyan a la interculturalidad, a través de la participación, discusión y diálogo en eventos académicos y otras actividades Se trata entonces de posicionarlos como actores sociales para que, de manera activa, construyan y desconstruyan sus propios destinos.
En dicho sentido el instrumento que posibilitará ese vínculo es la comunicación establecida en varias direcciones: entre los estudiantes indígenas y no indígenas, entre los profesores y la sociedad buscando el establecimiento de la relación y el encuentro. En la medida que estos escenarios se construyan en un plano de reconocimiento y de mutuo aprendizaje, estaremos abriendo caminos en los procesos de la ciudadanización intercultural.
El proceso de construcción de una educación con pertinencia cultural, debe ser reflexivo y mantener un alto sentido autocrítico y pensarse desde los diversos ámbitos de los actores sociales. Las universidades están integradas no solamente por los cuerpos académicos, sino también por una importante masa crítica de estudiantes indígenas y no indígenas que pueden aportar sobre ese destino
La interculturalidad debe ser entonces un asunto de las universidades interculturales y no interculturales. En dicho sentido, valdría entonces proponer la interculturización de los espacios educativos de nivel superior, a través de la creación de programas que gradualmente impacten en el modelo educativo universitario. Vale entonces reconocer que su verdadero impacto también radicaría entonces en la voluntad institucional.
Insto a que nos dejemos de ver como diferentes, pues ya lo dijo (Martín, 2003). “no se trata de saldar una deuda histórica, se trata de fortalecer capacidades, construir liderazgos y de generar intelectuales que propicien el cambio."
* Profesor de la BICU
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