Sun, 08/07/2011 - 20:14 — tortilla
Dizdira Zalakain, 6 de agosto de 2011
http://dizdira.blogspot.com/2011/08/por-que-soy-musulmana.html
G. K. Chesterton escribió en 1926 un ensayo titulado "¿Por qué soy católico?" Ignoro si su intención fue hacer proselitismo o simplemente responder por escrito y sistemáticamente a sus amigos y conocidos, que estaban extrañados ante sus cambios en materia de creencias religiosas. Tras este libro, han aparecido muchos otros con títulos similares. El más celebre fue el "¿Por qué no soy cristiano?" de Bertrand Russell, publicado al año siguiente. Otros famosos ensayos que parodian el título han sido el de Hans Küng, "¿Por qué sigo siendo cristiano?" o el de Ibn Warraq, "¿Por qué no soy musulmán?". Éste último -como, por desgracia, cabía esperar- no es simplemente un libro en el que un ex-musulmán explica por qué ha dejado de serlo (lo cual sería muy interesante y respetable) sino una obra de propaganda puramente política en la que se intenta allanar ideológicamente la escarpada campaña del Imperio por los desiertos de Oriente Medio.
En esta entrada me he decidido a exponer mis propias razones acerca de por qué soy musulmana incitada por la pregunta de un amable comentarista. Mi objetivo, aparte de satisfacer su curiosidad, es aclarármelo a mí misma mientras lo escribo y aprovechar este mes de Ramadán para pensar un poco sobre mi fe. Tampoco negaré mi intención de hacer proselitismo, pero no en el sentido literal del término: desde luego que no es mi ilusa intención provocar en un posible lector el deseo de convertirse al Islam. Solo me gustaría que quienes lean esto (la mayoría de ellos, seguramente, agnósticos o ateos) puedan ver a la religión y, en concreto, al Islam como una opción respetable y hasta razonable.
Bertrand Russell termina su ensayo atribuyendo a la religión buena parte de los males pasados y presentes del mundo y concluyendo que "lo que un buen mundo necesita es conocimiento, compasión, y coraje."
Yo creo que una parte no desdeñable de estas tres virtudes que sobreviven todavía hoy en este mal mundo se las debemos al Islam.
El mundo consiste en experiencias
Según la concepción filosófica general a la que me adscribo, el mundo consiste en un conjunto de experiencias. Qué sea el mundo más allá de esas experiencias o, dicho de otro modo, sin la mediación de esas experiencias, es algo imposible de conocer por definición: tener experiencia (directa o indirecta) de algo es el requisito indispensable para conocerlo.
La capacidad humana del raciocinio permite que podamos realizar una serie de tareas con esas experiencias: especialmente hacerlas comunicables a otros humanos mediante el lenguaje, inducir leyes a partir de experiencias particulares y luego deducir experiencias que no podemos tener mediante esas leyes.
Escucho muchas veces decir que la fe es irracional, con el argumento de que sus afirmaciones no son comprobables científicamente o incluso contradicen los conocimientos científicos actuales. Considero que esto supone confundir ciencia y racionalidad. Si bien la ciencia ha de ser racional, no todo la racional ha de ser científico.
Para comprender esto último (por qué no todos los conocimientos racionales son científicos) es importante darse cuenta de que en ese conjunto de experiencias que es el mundo, existen varios tipos de ellas.
-Experiencias "empíricas" (valga la redundancia)
Las experiencias que consisten en percepciones sensoriales teóricamente mensurables y que nos permiten conocer nuestro entorno físico son las que enseguida nos vienen a la mente. Estas experiencias, por lo menos hasta la llegada de la física cuántica, podemos ubicarlas en un punto del espacio y del tiempo y relacionarlas causalmente con otras experiencias. Al hacerlo así, podemos verificar empiricamente tanto su existencia como la pertinencia de dichas relaciones causales. La aplicación de la razón a estas experiencias verificables (o, en su caso, refutables) es lo que denominamos ciencia. La particularidad de la ciencia es que, al aplicar razonamientos abstractos sobre experiencias verificables, puede aspirar a la objetividad. Así, que la luna gira alrededor de la Tierra y la Tierra, a su vez, alrededor del Sol, son datos objetivos, científicos. No se puede ser razonable y no aceptarlos.
Ahora bien ¿son las experiencias empíricamente verificables las únicas de nuestro mundo? Está claro que no. Vamos a ver algunos otros tipos:
-Experiencias éticas.
En principio, casi todos los seres humanos (salvo, quizá, los psicópatas) tienen experiencias éticas. Esto es un hecho innegable. Muchos dispositivos tecnológicos están empezando a imitar la capacidad de tener experiencias empíricas, pero ningún artefacto es capaz de generar genuinas experiencias éticas ante un hecho. En este sentido, las experiencias éticas son netamente humanas. Por eso, cuando alguien parece carecer de dicha experiencia, lo denominamos "inhumano"
Casi todo el mundo ha tenido la experiencia de sufrir o cometer un acto injusto o malvado, o, por el contrario, un acto bondadoso. Sin embargo, comprobamos que lo que a algunos les parece una inmoralidad a otros les parece estupendo. Lo que para unos es un crimen horrible, para otros es una pequeña travesura. Un vistazo a la historia de la humanidad y a las diferentes culturas nos demuestra que en determinadas civilizaciones eran normales cosas que ahora nos parecen aberrantes y viceversa. Y también comprobamos lo difícil que es convencer a alguien de que nuestros puntos de vista éticos son los correctos y no los suyos. Aunque a mí me parezca tan evidente como que dos y dos son cuatro, no soy capaz de encontrar argumentos irrefutables que demuestren que torturar a un inocente por mera diversión es malo.
Esta subjetividad de las experiencias éticas ya ha sido reconocida por los filósofos. Son experiencias no verificables empíricamente. Podemos comunicarlas mediante palabras y hablar sobre ellas con racionalidad, pero las frases resultantes carecerán de sentido desde el punto de vista científico.
Por ejemplo, yo puedo decir: "Matar a un ser humano siempre es malo, así que es malo matar a Emilio Botín, ya que éste es un ser humano." Este razonamiento es lógicamente impecable. Sin embargo, con él solo podremos convencer a quienes acepten una de sus premisas, a saber, que matar a un ser humano siempre es malo (la otra, que el ilustre banquero es un ser humano, la vamos a dar por aceptada). Pero es imposible demostrar que esto es verdad, es imposible verificarlo empíricamente. Para ser exactos, no es que sea imposible demostrarla, es que desde el punto de vista científico, ni siquiera tiene sentido.
Esto es debido a que la ciencia no se ocupa de si los hechos son buenos o malos, del mismo modo que la geometría no se ocupa del color de las figuras geométricas. No es que las experiencias visuales que nos permiten percibir los colores no existan: es que están fuera del ámbito de estudio de la geometría. Del mismo modo, el hecho de que la ciencia no se ocupe de si los hechos son buenos o malos no significa que no existan las experiencias del bien y del mal.
La experiencia del bien y del mal existe: la tenemos todos. O casi todos, si es que, como dicen, los psicópatas carecen de ella, lo mismo que los ciegos de nacimiento carecen de la experiencia de los colores. Podemos hablar de ella con racionalidad y desde luego que no es de ignorantes ni de locos o impostores ni tener esa experiencia ni hablar de ella, por más que salga fuera del ámbito de la ciencia, por más que la ciencia se encoja de hombros ante ella.
Las experiencias éticas no solo existen sino que son muy importantes en nuestras vidas. Hay personas poco sensibles éticamente para las que dichas experiencias tienen menos peso en su visión del mundo y otras, en cambio, poseen una sensibilidad ética tan extraordinaria que pueden perder la vida por cuestiones éticas.
Las personas con unas experiencias éticas similares pueden probablemente entenderse bastante mejor entre sí que las que comparten cualquier otra cosa. Como dijo uno de los que dió la vida por sus experiencias éticas, científicamente irrelevantes, pero vitalmente esenciales, Ernesto Guevara:
"No creo que seamos parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es más importante."
-Experiencias estéticas:
Conozco a algunas personas que tienen muy pocas experiencias estéticas (a veces se diría que carecen por completo de ellas.) Cualquier música les viene bien: les da lo mismo Beethoven que Lady Gaga. No les molesta que un cuadro esté torcido, o que ese cuadro sea un Vermeer o una panorámica de Disneyworld. Les da lo mismo un tranchete o un Idiazábal. Luego hay otras personas que sí que tienen experiencias estéticas, pero unas manifiestan gustos que a mí me parecen horribles y otras que coinciden bastante con los míos. Además, hay personas para las que las experiencias estéticas tienen poca importancia y otras para las que esas experiencias son muy intensas y frecuentes. Confucio dijo que cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla.
El dicho "sobre gustos no hay nada escrito" resume perfectamente el hecho de que no es posible encontrar ningún criterio objetivo sobre las experiencias estéticas. Por increíble que parezca, nadie puede demostrar científicamente que la música de "Los 40 Principales" es estéticamernte abominable. En realidad, la belleza o fealdad de esa música es un tema ante el que la ciencia nada puede decir. Sin embargo no por ello diremos que quien tiene intensas experiencias estéticas (quien llora ante una música o siente náusea ante otra) está loco, o es un ignorante o un impostor.
-Experiencias religiosas:
A lo que quiero llegar con todo esto es a que hay un tipo especial de experiencia, que podemos denominar experiencia religiosa. Al igual que las experiencias estéticas y éticas, las experiencias religiosas son empíricamente inverificables. Sin embargo, poseen una peculiaridad que las hace especialmente polémicas: su infrecuencia.
Todos los humanos conscientes tenemos experiencias empíricas. Casi todos (salvo, quizá, los psicópatas) tenemos experiencias éticas. La mayoría tenemos experiencias estéticas. Pero, experiencias religiosas, ciertamente, no las tiene la mayoría de la gente. O, cuando menos, no con la suficiente intensidad y frecuencia como para descubrir que se trata de un tipo especial de experiencia. Yo misma me he pasado casi toda mi vida sin ellas. De ahí la perplejidad que me invadía cuando me encontraba con personas aparentemente cuerdas, inteligentes y sinceras que, sin embargo, hablaban de Dios como si fuera algo que cualquiera puede ver todos los días. Como buena atea, atribuía esto a la autosugestión, al miedo a la muerte, a condicionantes sociales, etc.
Me pasaba como le pasa a esa gente con nulo gusto estético, que cree que quienes se quedan extasiados escuchando una música o viendo un cuadro están haciendo teatro, quizá para dárselas de sensibles y cultos. Como él no ha sentido jamás algo así, ni siquiera concibe qué clase de experiencia puede ser ésa y piensa que debe haber gato encerrado.
Eso me pasaba a mí hasta que yo misma tuve una experiencia religiosa. También me pasó algo parecido (y esto seguramente le habrá sucedido a mucha gente) cuando era niña y pensaba que los adultos que se decían todas esas cosas de amor eran unos imbéciles o unos cursis... hasta que yo misma me enamoré y me vi diciendo las mismas cursilerias e imbecilidades.
¿En qué consisten las experiencias religiosas?
Sinceramente, me siento incapaz de explicarlo con palabras. Si lo intento, soy consciente de que esas palabras no sirven de nada para quienes no han tenido nunca experiencias religiosas. ¿De qué sirve que le expliquemos con palabras a un ciego de nacimiento en qué consiste la experiencia de ver los colores? Cualquier metáfora o rodeo que demos resulta abismalmente lejano a la experiencia vivida.
Sin embargo, en relación a esto de expresar con palabras las experiencias religiosas, hay un dato que creo que me permite confiar en que ese tipo de experiencia no solo lo he tenido yo, sino otras personas y que, además, no está motivado exclusivamente por condicionantes culturales. Se trata de la literatura mística. Es un fenómeno conocido y de lo más curioso que las personas dotadas de talento literario, sea educado o natural, que han tratado de comunicar por escrito sus experiencias religiosas inmediatas, utilizan prácticamente las mismas metáforas, para tratar de expresarlas a los demás, con independencia del lugar o época en que hayan vivido, pero también, y esto es lo más sorprendente, con independencia de la religión que profesen. Y ello en civilizaciones tan alejadas que no cabe postular influencia cultural entre ellas. Leer los ensayos de Mircea Elliade resulta muy ilustrativo. Así, vemos que un chamán siberiano, un sacerdote egipcio, un profeta hebreo, un monje budista, un místico cristiano, un sufí musulmán y hasta algunos escritores agnósticos pueden llegar a relatar experiencias similares con casi el mismo tipo de palabras, de recursos literarios, de imágenes.
Yo no soy poeta, ni mucho menos mística, pero creo que Juan de la Cruz explica perfectamente, aunque a base de no explicarlo, en qué consiste una experiencia religiosa (que no tiene por qué consistir, me parece, en éxtasis y visiones de ángeles, puede ser algo mucho más modesto.) Podríamos resumirlo en estos maravillosos versos suyos:
"Entréme dónde no supe
y quedéme no sabiendo (...)
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo."
¿Por qué el Islam?
He intentado explicar por qué soy creyente, basándome en que he tenido una experiencia religiosa que me parecería absurdo, inhumano y muy difícil obviar. Pero aun es necesario explicar por qué esa experiencia religiosa me ha conducido a considerarme musulmana en concreto y no cristiana, budista o a crearme mi propia religión ya que, según acabamos de ver, las experiencias religiosas han sido algo propio de todas las civilizaciones.
Yo diria que en esta decisión hay una parte que surge en el mismo momento de la experiencia religiosa. Claro está que para que yo pueda vivir una experiencia religiosa como relacionada con el Islam he debido conocer previamente de la existencia del Islam. En mi caso así era, aunque, desde luego, yo no me había molestado en hacer averiguaciones más allá de lo que se conoce por mera cultura general. Pero algo había en esa experiencia (no puedo explicar el qué, por la naturaleza inexpresable de las experiencias religiosas) que la ponía en relación con el concepto de Dios y de la necesidad de que mi universo interior y mi universo exterior se amoldaran a su designio. Esto suena como palabras abstractas, vacuas, pero no sé expresarlo de otro modo. Yo hasta entonces tomaba a Dios por un invento de la fantasía humana. Que ese Dios que yo había creído experimentar era como el que yo sabía que se invocaba en el Islam -el Clemente, el Misericordioso- fue lo que desde el primer momento me llevó a iniciar mi necesidad de búsqueda en el ámbito del Islam en vez de en otros.
Esa búsqueda, que apenas ha comenzado, no me ha decepcionado. He encontrado que las doctrinas del Islam dan una expresión formal, objetiva muy cercana a esa experiencia religiosa que tuve y que hay pasajes del Corán que confirman, extienden y matizan lo que al principio era un presentimiento intenso pero sin forma. El Islam no solo puede ser entendido como una religión más, "inventada" en el siglo VII, sino como la permanente disposición del mundo y de los seres humanos a plegarse a la voluntad de Dios que ha existido desde que el mundo existe. Esta concepción explica por qué en culturas tan distintas y lejanas y bajo formas religiosas tan diversas, la experiencia religiosa haya sido siempre tan similar.
Pero también, y sobre todo, me confirmo cada día en mi fe, mirando la belleza del mundo, el paraíso que el mundo podría ser y, sin embargo, el mundo globalmente criminal, feo y cobarde que nos tratan de imponer. Y, frente a esa imposición del capitalismo imperialista, el Islam es un milagro incomparable de obstinada resistencia a las agresiones físicas e ideológicas. Agradezco a Dios el haberme otorgado esa experiencia religiosa que me ha permitido acercarme, aunque solo sea tangencialmente, al mayor baluarte de eso que Bertrand Russell echaba de menos en el mundo: conocimiento, compasión y coraje.
http://www.tortillaconsal.com/tortilla/node/9154
Dizdira Zalakain, 6 de agosto de 2011
http://dizdira.blogspot.com/2011/08/por-que-soy-musulmana.html
G. K. Chesterton escribió en 1926 un ensayo titulado "¿Por qué soy católico?" Ignoro si su intención fue hacer proselitismo o simplemente responder por escrito y sistemáticamente a sus amigos y conocidos, que estaban extrañados ante sus cambios en materia de creencias religiosas. Tras este libro, han aparecido muchos otros con títulos similares. El más celebre fue el "¿Por qué no soy cristiano?" de Bertrand Russell, publicado al año siguiente. Otros famosos ensayos que parodian el título han sido el de Hans Küng, "¿Por qué sigo siendo cristiano?" o el de Ibn Warraq, "¿Por qué no soy musulmán?". Éste último -como, por desgracia, cabía esperar- no es simplemente un libro en el que un ex-musulmán explica por qué ha dejado de serlo (lo cual sería muy interesante y respetable) sino una obra de propaganda puramente política en la que se intenta allanar ideológicamente la escarpada campaña del Imperio por los desiertos de Oriente Medio.
En esta entrada me he decidido a exponer mis propias razones acerca de por qué soy musulmana incitada por la pregunta de un amable comentarista. Mi objetivo, aparte de satisfacer su curiosidad, es aclarármelo a mí misma mientras lo escribo y aprovechar este mes de Ramadán para pensar un poco sobre mi fe. Tampoco negaré mi intención de hacer proselitismo, pero no en el sentido literal del término: desde luego que no es mi ilusa intención provocar en un posible lector el deseo de convertirse al Islam. Solo me gustaría que quienes lean esto (la mayoría de ellos, seguramente, agnósticos o ateos) puedan ver a la religión y, en concreto, al Islam como una opción respetable y hasta razonable.
Bertrand Russell termina su ensayo atribuyendo a la religión buena parte de los males pasados y presentes del mundo y concluyendo que "lo que un buen mundo necesita es conocimiento, compasión, y coraje."
Yo creo que una parte no desdeñable de estas tres virtudes que sobreviven todavía hoy en este mal mundo se las debemos al Islam.
El mundo consiste en experiencias
Según la concepción filosófica general a la que me adscribo, el mundo consiste en un conjunto de experiencias. Qué sea el mundo más allá de esas experiencias o, dicho de otro modo, sin la mediación de esas experiencias, es algo imposible de conocer por definición: tener experiencia (directa o indirecta) de algo es el requisito indispensable para conocerlo.
La capacidad humana del raciocinio permite que podamos realizar una serie de tareas con esas experiencias: especialmente hacerlas comunicables a otros humanos mediante el lenguaje, inducir leyes a partir de experiencias particulares y luego deducir experiencias que no podemos tener mediante esas leyes.
Escucho muchas veces decir que la fe es irracional, con el argumento de que sus afirmaciones no son comprobables científicamente o incluso contradicen los conocimientos científicos actuales. Considero que esto supone confundir ciencia y racionalidad. Si bien la ciencia ha de ser racional, no todo la racional ha de ser científico.
Para comprender esto último (por qué no todos los conocimientos racionales son científicos) es importante darse cuenta de que en ese conjunto de experiencias que es el mundo, existen varios tipos de ellas.
-Experiencias "empíricas" (valga la redundancia)
Las experiencias que consisten en percepciones sensoriales teóricamente mensurables y que nos permiten conocer nuestro entorno físico son las que enseguida nos vienen a la mente. Estas experiencias, por lo menos hasta la llegada de la física cuántica, podemos ubicarlas en un punto del espacio y del tiempo y relacionarlas causalmente con otras experiencias. Al hacerlo así, podemos verificar empiricamente tanto su existencia como la pertinencia de dichas relaciones causales. La aplicación de la razón a estas experiencias verificables (o, en su caso, refutables) es lo que denominamos ciencia. La particularidad de la ciencia es que, al aplicar razonamientos abstractos sobre experiencias verificables, puede aspirar a la objetividad. Así, que la luna gira alrededor de la Tierra y la Tierra, a su vez, alrededor del Sol, son datos objetivos, científicos. No se puede ser razonable y no aceptarlos.
Ahora bien ¿son las experiencias empíricamente verificables las únicas de nuestro mundo? Está claro que no. Vamos a ver algunos otros tipos:
-Experiencias éticas.
En principio, casi todos los seres humanos (salvo, quizá, los psicópatas) tienen experiencias éticas. Esto es un hecho innegable. Muchos dispositivos tecnológicos están empezando a imitar la capacidad de tener experiencias empíricas, pero ningún artefacto es capaz de generar genuinas experiencias éticas ante un hecho. En este sentido, las experiencias éticas son netamente humanas. Por eso, cuando alguien parece carecer de dicha experiencia, lo denominamos "inhumano"
Casi todo el mundo ha tenido la experiencia de sufrir o cometer un acto injusto o malvado, o, por el contrario, un acto bondadoso. Sin embargo, comprobamos que lo que a algunos les parece una inmoralidad a otros les parece estupendo. Lo que para unos es un crimen horrible, para otros es una pequeña travesura. Un vistazo a la historia de la humanidad y a las diferentes culturas nos demuestra que en determinadas civilizaciones eran normales cosas que ahora nos parecen aberrantes y viceversa. Y también comprobamos lo difícil que es convencer a alguien de que nuestros puntos de vista éticos son los correctos y no los suyos. Aunque a mí me parezca tan evidente como que dos y dos son cuatro, no soy capaz de encontrar argumentos irrefutables que demuestren que torturar a un inocente por mera diversión es malo.
Esta subjetividad de las experiencias éticas ya ha sido reconocida por los filósofos. Son experiencias no verificables empíricamente. Podemos comunicarlas mediante palabras y hablar sobre ellas con racionalidad, pero las frases resultantes carecerán de sentido desde el punto de vista científico.
Por ejemplo, yo puedo decir: "Matar a un ser humano siempre es malo, así que es malo matar a Emilio Botín, ya que éste es un ser humano." Este razonamiento es lógicamente impecable. Sin embargo, con él solo podremos convencer a quienes acepten una de sus premisas, a saber, que matar a un ser humano siempre es malo (la otra, que el ilustre banquero es un ser humano, la vamos a dar por aceptada). Pero es imposible demostrar que esto es verdad, es imposible verificarlo empíricamente. Para ser exactos, no es que sea imposible demostrarla, es que desde el punto de vista científico, ni siquiera tiene sentido.
Esto es debido a que la ciencia no se ocupa de si los hechos son buenos o malos, del mismo modo que la geometría no se ocupa del color de las figuras geométricas. No es que las experiencias visuales que nos permiten percibir los colores no existan: es que están fuera del ámbito de estudio de la geometría. Del mismo modo, el hecho de que la ciencia no se ocupe de si los hechos son buenos o malos no significa que no existan las experiencias del bien y del mal.
La experiencia del bien y del mal existe: la tenemos todos. O casi todos, si es que, como dicen, los psicópatas carecen de ella, lo mismo que los ciegos de nacimiento carecen de la experiencia de los colores. Podemos hablar de ella con racionalidad y desde luego que no es de ignorantes ni de locos o impostores ni tener esa experiencia ni hablar de ella, por más que salga fuera del ámbito de la ciencia, por más que la ciencia se encoja de hombros ante ella.
Las experiencias éticas no solo existen sino que son muy importantes en nuestras vidas. Hay personas poco sensibles éticamente para las que dichas experiencias tienen menos peso en su visión del mundo y otras, en cambio, poseen una sensibilidad ética tan extraordinaria que pueden perder la vida por cuestiones éticas.
Las personas con unas experiencias éticas similares pueden probablemente entenderse bastante mejor entre sí que las que comparten cualquier otra cosa. Como dijo uno de los que dió la vida por sus experiencias éticas, científicamente irrelevantes, pero vitalmente esenciales, Ernesto Guevara:
"No creo que seamos parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es más importante."
-Experiencias estéticas:
Conozco a algunas personas que tienen muy pocas experiencias estéticas (a veces se diría que carecen por completo de ellas.) Cualquier música les viene bien: les da lo mismo Beethoven que Lady Gaga. No les molesta que un cuadro esté torcido, o que ese cuadro sea un Vermeer o una panorámica de Disneyworld. Les da lo mismo un tranchete o un Idiazábal. Luego hay otras personas que sí que tienen experiencias estéticas, pero unas manifiestan gustos que a mí me parecen horribles y otras que coinciden bastante con los míos. Además, hay personas para las que las experiencias estéticas tienen poca importancia y otras para las que esas experiencias son muy intensas y frecuentes. Confucio dijo que cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla.
El dicho "sobre gustos no hay nada escrito" resume perfectamente el hecho de que no es posible encontrar ningún criterio objetivo sobre las experiencias estéticas. Por increíble que parezca, nadie puede demostrar científicamente que la música de "Los 40 Principales" es estéticamernte abominable. En realidad, la belleza o fealdad de esa música es un tema ante el que la ciencia nada puede decir. Sin embargo no por ello diremos que quien tiene intensas experiencias estéticas (quien llora ante una música o siente náusea ante otra) está loco, o es un ignorante o un impostor.
-Experiencias religiosas:
A lo que quiero llegar con todo esto es a que hay un tipo especial de experiencia, que podemos denominar experiencia religiosa. Al igual que las experiencias estéticas y éticas, las experiencias religiosas son empíricamente inverificables. Sin embargo, poseen una peculiaridad que las hace especialmente polémicas: su infrecuencia.
Todos los humanos conscientes tenemos experiencias empíricas. Casi todos (salvo, quizá, los psicópatas) tenemos experiencias éticas. La mayoría tenemos experiencias estéticas. Pero, experiencias religiosas, ciertamente, no las tiene la mayoría de la gente. O, cuando menos, no con la suficiente intensidad y frecuencia como para descubrir que se trata de un tipo especial de experiencia. Yo misma me he pasado casi toda mi vida sin ellas. De ahí la perplejidad que me invadía cuando me encontraba con personas aparentemente cuerdas, inteligentes y sinceras que, sin embargo, hablaban de Dios como si fuera algo que cualquiera puede ver todos los días. Como buena atea, atribuía esto a la autosugestión, al miedo a la muerte, a condicionantes sociales, etc.
Me pasaba como le pasa a esa gente con nulo gusto estético, que cree que quienes se quedan extasiados escuchando una música o viendo un cuadro están haciendo teatro, quizá para dárselas de sensibles y cultos. Como él no ha sentido jamás algo así, ni siquiera concibe qué clase de experiencia puede ser ésa y piensa que debe haber gato encerrado.
Eso me pasaba a mí hasta que yo misma tuve una experiencia religiosa. También me pasó algo parecido (y esto seguramente le habrá sucedido a mucha gente) cuando era niña y pensaba que los adultos que se decían todas esas cosas de amor eran unos imbéciles o unos cursis... hasta que yo misma me enamoré y me vi diciendo las mismas cursilerias e imbecilidades.
¿En qué consisten las experiencias religiosas?
Sinceramente, me siento incapaz de explicarlo con palabras. Si lo intento, soy consciente de que esas palabras no sirven de nada para quienes no han tenido nunca experiencias religiosas. ¿De qué sirve que le expliquemos con palabras a un ciego de nacimiento en qué consiste la experiencia de ver los colores? Cualquier metáfora o rodeo que demos resulta abismalmente lejano a la experiencia vivida.
Sin embargo, en relación a esto de expresar con palabras las experiencias religiosas, hay un dato que creo que me permite confiar en que ese tipo de experiencia no solo lo he tenido yo, sino otras personas y que, además, no está motivado exclusivamente por condicionantes culturales. Se trata de la literatura mística. Es un fenómeno conocido y de lo más curioso que las personas dotadas de talento literario, sea educado o natural, que han tratado de comunicar por escrito sus experiencias religiosas inmediatas, utilizan prácticamente las mismas metáforas, para tratar de expresarlas a los demás, con independencia del lugar o época en que hayan vivido, pero también, y esto es lo más sorprendente, con independencia de la religión que profesen. Y ello en civilizaciones tan alejadas que no cabe postular influencia cultural entre ellas. Leer los ensayos de Mircea Elliade resulta muy ilustrativo. Así, vemos que un chamán siberiano, un sacerdote egipcio, un profeta hebreo, un monje budista, un místico cristiano, un sufí musulmán y hasta algunos escritores agnósticos pueden llegar a relatar experiencias similares con casi el mismo tipo de palabras, de recursos literarios, de imágenes.
Yo no soy poeta, ni mucho menos mística, pero creo que Juan de la Cruz explica perfectamente, aunque a base de no explicarlo, en qué consiste una experiencia religiosa (que no tiene por qué consistir, me parece, en éxtasis y visiones de ángeles, puede ser algo mucho más modesto.) Podríamos resumirlo en estos maravillosos versos suyos:
"Entréme dónde no supe
y quedéme no sabiendo (...)
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo."
¿Por qué el Islam?
He intentado explicar por qué soy creyente, basándome en que he tenido una experiencia religiosa que me parecería absurdo, inhumano y muy difícil obviar. Pero aun es necesario explicar por qué esa experiencia religiosa me ha conducido a considerarme musulmana en concreto y no cristiana, budista o a crearme mi propia religión ya que, según acabamos de ver, las experiencias religiosas han sido algo propio de todas las civilizaciones.
Yo diria que en esta decisión hay una parte que surge en el mismo momento de la experiencia religiosa. Claro está que para que yo pueda vivir una experiencia religiosa como relacionada con el Islam he debido conocer previamente de la existencia del Islam. En mi caso así era, aunque, desde luego, yo no me había molestado en hacer averiguaciones más allá de lo que se conoce por mera cultura general. Pero algo había en esa experiencia (no puedo explicar el qué, por la naturaleza inexpresable de las experiencias religiosas) que la ponía en relación con el concepto de Dios y de la necesidad de que mi universo interior y mi universo exterior se amoldaran a su designio. Esto suena como palabras abstractas, vacuas, pero no sé expresarlo de otro modo. Yo hasta entonces tomaba a Dios por un invento de la fantasía humana. Que ese Dios que yo había creído experimentar era como el que yo sabía que se invocaba en el Islam -el Clemente, el Misericordioso- fue lo que desde el primer momento me llevó a iniciar mi necesidad de búsqueda en el ámbito del Islam en vez de en otros.
Esa búsqueda, que apenas ha comenzado, no me ha decepcionado. He encontrado que las doctrinas del Islam dan una expresión formal, objetiva muy cercana a esa experiencia religiosa que tuve y que hay pasajes del Corán que confirman, extienden y matizan lo que al principio era un presentimiento intenso pero sin forma. El Islam no solo puede ser entendido como una religión más, "inventada" en el siglo VII, sino como la permanente disposición del mundo y de los seres humanos a plegarse a la voluntad de Dios que ha existido desde que el mundo existe. Esta concepción explica por qué en culturas tan distintas y lejanas y bajo formas religiosas tan diversas, la experiencia religiosa haya sido siempre tan similar.
Pero también, y sobre todo, me confirmo cada día en mi fe, mirando la belleza del mundo, el paraíso que el mundo podría ser y, sin embargo, el mundo globalmente criminal, feo y cobarde que nos tratan de imponer. Y, frente a esa imposición del capitalismo imperialista, el Islam es un milagro incomparable de obstinada resistencia a las agresiones físicas e ideológicas. Agradezco a Dios el haberme otorgado esa experiencia religiosa que me ha permitido acercarme, aunque solo sea tangencialmente, al mayor baluarte de eso que Bertrand Russell echaba de menos en el mundo: conocimiento, compasión y coraje.
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