Viernes 29 de abril de 2011
La revolución es un sueño eterno
Por Adrián Pérez
La correntina Felisa Lemos participó de la Revolución Sandinista y aportó sus conocimientos y prácticas como epidemióloga para mejorar la salud de la población.
"Ernesto y los amigos de visita comentan juntos un capítulo del evangelio que ese día era el arresto de Jesús en el huerto, un tema que la gente de Solentiname trataba como si hablaran de ellos mismos, de la amenaza de que les cayeran en la noche, o en pleno día, esa vida en permanente incertidumbre de casi toda América Latina.” En Nicaragua tan violentamente dulce, Julio Cortazar describió el perfume de un pueblo que peleó para librarse de la dictadura de Anastasio Somoza. María Felisa Lemos fue uno de los brigadistas internacionales que abandonó todo para abrazarse a esa causa. “Fue un sueño que hicimos realidad, todos los que fuimos participamos de un modo u otro. Nunca me sentí extranjera ni distinta”, recuerda.
Una tórrida brisa de febrero marca el ritmo de la tarde en Buenos Aires. Felisa desanda sin prisa las calles del predio de la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), durante el rodaje de Nicaragua: el sueño de una generación, documental que reúne los testimonios de un puñado de argentinos que participaron en la Revolución Sandinista. La médica correntina se detiene, como un reflejo, frente a una gigantografía con rostros de desaparecidos en la carpa del pañuelo blanco. Allí busca a la “Negrita”, su compañera desaparecida. El acoso de la dictadura militar sólo le dio tiempo para armar un bolso con algo de ropa y discos de chamamé, Los Olimareños y Mercedes Sosa. Dejó la casa de Rivadavia 6164 a las apuradas. Junto a Enrique, su compañero de vida, la esperaba el amargo sabor del exilio.
Se casaron en Francia donde trabajó en el Instituto Nacional de la Salud e Investigación Médica. "Probablemente, porque soy medio guaraní, sentía la latinoamericanidad a flor de piel", confiesa. Ante la tumba del poeta peruano César Vallejo juró que no iba a morirse en ese país. Había planeado viajar a Mozambique para apoyar el proceso de liberación que comenzaba a consolidarse. Los expatriados seguían militando en el exilio parisino y mantenían una relación muy activa con el Comité Latinoamericano de la Lucha de los Pueblos. "Todos los jueves, sistemáticamente, íbamos a escrachar la embajada argentina en París", asegura la epidemióloga.
Pero su destino estaba en Latinoamérica. El Consejo Mundial de Iglesias había lanzado una convocatoria para voluntarios que quisieran viajar a Nicaragua. La defensa demandaba la inmediata presencia de combatientes: "Los que nos quedamos pagamos los pasajes de los compañeros que ingresaban por Costa Rica para pelear en el frente sur nicaragüense". Luego llegaron médicos, periodistas (que crearon la Agencia Nueva Nicaragua), artistas plásticos y músicos. Cientos de militantes en el exilio viajaron a apoyar la incipiente revolución.
LA CANCION URGENTE
El avión de Felisa aterrizó en Managua el 11 de noviembre de 1979. Al pasar por la aduana le dijeron: “Bienvenida compañera, gracias, hermana, por venir a aportar”. Al igual que lo hizo en Argentina, donde trabajó en los Esteros del Iberá, se encaminó al norte nicaragüense para ofrecerse como médica rural. Con el traslado de agua potable a los barrios, la puesta en marcha de planes de vacunación y la capacitación de parteras para mejorar las condiciones de salud en los nacimientos, la revolución logró que la mortalidad infantil descendiera de 120 por mil a 30 por mil. El analfabetismo trepaba al 52 por ciento, pero a partir de la Cruzada Nacional de Alfabetización dirigida por el jesuita Fernando Cardenal, en la cual participaron 90 mil jóvenes, descendió al 12 por ciento en seis meses.
Entonces, la contra nicaragüense dirigió sus ataques hacia maestros, agentes de salud y técnicos de la reforma agraria. El parasitólogo francés Jean Pierre Grosjean fue asesinado en Rancho Grande durante una investigación sobre leishmaniasis. “Fuimos a un poblado que aparentemente no iba a ser atacado. Sabíamos que todo el país era peligroso pero nunca pensamos que Pierre iba a tener tal final”, recuerda Felisa. La historia de Benjamin Linder también destaca el valor internacionalista de la revolución.
El ingeniero hidráulico norteamericano, que había tomado un curso de payaso en la Escuela de Circo de Managua, fue convocado a participar en acciones contra el sarampión. Montado sobre su monociclo, Linder recorría las calles disfrazado con una sábana blanca salpicada con merthiolate; la vacunación perdía todo dramatismo mientras los chicos perseguían por el pueblo al “monstruo del sarampión”. Su conquista fue la construcción de una represa en San José de Bocay y El Cuá, pueblo donde vivía la médica correntina. Esa represa daba luz eléctrica a los pueblos de montaña. El 28 de abril de 1987 fue asesinado junto a Sergio Hernández y Pablo Rosales en una emboscada organizada por la contra. Linder tenía 27 años.
Una noche de verano, mientras Felisa dormía junto a su familia, la contra rodeó San José de Bocay y El Cuá con la intención de destruir la represa. La mujer y su compañero se pusieron el uniforme sandinista en la oscuridad, despertaron a su hijo de ocho años y lo llevaron a una casa de seguridad. Despidió a Enrique con un beso y se fueron a la colina que les tocaba defender. Angustiada por la incertidumbre de no saber si volvería a verlo con vida, se abrazó a la tranquilidad de saber que había dejado a su hijo en aquella casa. Sabía que si la mataban o era capturada en el combate, su hijo no quedaría desamparado porque estaba en manos de la revolución. "En ese momento te sentís acuerpada por todo un pueblo, sos capaz de continuar porque otros también siguen adelante, no estás luchando solo", resalta.
A pesar del doloroso balance que dejó la Revolución Sandinista, la epidemióloga rescata su experiencia en Nicaragua. "Es imposible dimensionar lo que significa vivir una revolución: es crear todo el tiempo, innovar”, afirma. Además de su tarea como epidemiología, participó del Movimiento de Mujeres Luisa Amanda Espinoza, fue miliciana y fotógrafa en la zona de guerra. "Tenía muy claro que debía dar testimonio de las injusticias y difundir lo que se estaba viviendo", sostiene. Con el argumento de que no tenían recuerdos en vida, los deudos del tendal de muertos que dejaron las incursiones de la contra le pidieron que tomara fotos de sus familiares muertos.
La médica correntina destaca que, a partir de la gesta nicaragüense, el pueblo comprendió que se podía llevar adelante una revolución y obtener conquistas como la reforma agraria, salud y educación para todos y el armado de una constitución más participativa. Por último, traza un puente entre la Revolución Sandinista y el actual contexto regional. “Ni por asomo ibas a pensar en este presente, con un continente sembrado de dictaduras, pero ahora se están cumpliendo un montón de sueños. Hablamos de gobiernos progresistas y dos mujeres presidentas”, señala. Tiempo atrás, un grupo de jóvenes le prometió que en diez años harían la revolución. Ella redobló la apuesta: “Me voy a cuidar para vivir veinte años más y verlo con mis propios ojos”.
En 2009 viajó a Nicaragua para celebrar el 30º Aniversario de la Revolución Sandinista. Y en mayo regresará nuevamente para asistir al 25º aniversario del asesinato de Ambrosio Mogorrón y entregar 1500 fotografías y 700 diapositivas al Centro de Estudios Sandinista. Luego volará a México, donde tiene pensado reunirse con movimientos sociales. En Guajaca le prometieron llevarla con los zapatitas. “Ahí pegaría la vuelta para quedarme con mis nietos”, agrega con una sonrisa pícara. Con 73 años recién cumplidos, Felisa sigue militando con la misma pasión que la llevó a Nicaragua.
http://lacienciadelreggae.blogspot.com/2011/04/la-revolucion-es-un-sueno-eterno.html
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Qué bueno que hayas posteado la nota que le hicieron a la amiga y compañera Felisa Lemos! Un fuerte abrazo desde Rosario, Argentina
ResponderEliminarQué grande María Felisa!!!!!! Un ejemplo de vida, es un orgullo conocerla.
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