Alejandro Carrillo
El pensamiento neoliberal se ha impuesto en la mayoría de las economías del llamado primer mundo a pesar de que la piedra angular de su ideario es la privatización total de la actividad económica, lo cual solo beneficia a unos cuantos miles de personas en todo el mundo, por lo que esta idea no suele gozar de mucha popularidad, y sin embargo, el sistema democrático no materializa en políticas este descontento masivo de la población. Se deduce que si no todo, algo falla. Sus seguidores son partidarios de llevar a cabo las recomendaciones de un nuevo dios al que llaman “Los Mercados”.
En los medios se habla constantemente de ellos y de sus exigencias, pero en ningún caso se cuestionan. Como todo dios que se precie, los mercados también tienen sus portavoces y gurús: FMI, BM, FED, BCE, OMS, entre otros, cumplen a la perfección con el rol de “neo-predicadores”, y consiguen sus objetivos mediante el sistema de puertas rotatorias, que consiste en infiltrar a miembros de compañías privadas en los puestos más influyentes del gobierno, y utilizan el sistema democrático como una fachada de cara a la galería para hacer creer a los ciudadanos que tienen voz y voto. Prueba de ello es que cada vez son más los políticos que tras su paso por la gestión pública, son recluidos por corporaciones multinacionales en las que su lealtad se ve recompensada con sueldos millonarios, aunque también suelen proponer a defensores de sus intereses en puestos de poder. Con este modo de actuar corrupto y antidemocrático se explica cómo una ex-directiva de la industria cinematográfica termina como titular del ministerio de cultura, para acto seguido llevar a cabo una campaña contra la descarga de archivos en Internet, e incluso intentar promover leyes que criminalizan la conducta de millones de personas para beneficio de la industria, caso de la ministra Sinde. O cómo un hombre de la industria del petróleo como G. Bush acaba convirtiéndose en presidente de EE.UU., para más tarde involucrar al mundo en una guerra para hacerse con el control del petróleo en Irak. Sin olvidar que tubo que contar con la inestimable ayuda de los medios de comunicación controlados por el capital privado de las corporaciones (los más influyentes) para manipular a la opinión pública y aterrorizarla con el fin de que respaldase, e incluso algunos pidiesen, una actuación bélica.
Como hemos podido observar con la reforma laboral, todos los gobiernos sean de izquierdas o de derechas acatan las ordenes que dictan los predicadores del nuevo dios, lo que guarda una estrecha similitud con las antiguas relaciones entre los reyes y la Iglesia, otra estafa para manipularlo todo, al gobierno con los mercados y la población con la publicidad y la desinformación.
La tendencia al bipartidismo es una muestra más de lo totalmente manipulada que está la población. Como señalé al principio, el objetivo de la élite empresarial y financiera es la privatización de toda la actividad económica, y para ello deben eliminar toda empresa o servicio público. La dinámica con la que la corporatocracia lleva a cabo sus planes consiste en controlar la cúpula de ambos partidos mediante la financiación de campañas y las “puertas rotatorias”, de manera que aunque ambos partidos defiendan ideales contrarios de cara a la opinión pública, en realidad forman parte de una superestructura dirigida desde la sombra con el único fin de privatizar todos los servicios y hacer a la sociedad totalmente dependiente de las grandes corporaciones. Esta conclusión no suena en absoluto descabellada si se observa la tendencia privatizadora que ha desmantelado la empresa pública en España durante los últimos treinta años de apertura económica. Telefónica, Repsol, la educación (proliferación de lo concertado), la industria eléctrica, y ahora las cajas de ahorros, son sólo algunos ejemplos de nefastas privatizaciones.
Lo que se observa es que, cuando gobierna el partido llamado de izquierdas o socialista, impulsa una serie de políticas despilfarradoras que son presentadas como avance social que, por un lado causan enfrentamiento social al afrontar temas de gran controversia (así no se habla de otra cosa), y por otro lado dejan la economía del país hundida, y preparan la escusa perfecta para que el partido de derechas pueda privatizar empresas públicas durante su mandato para sanear loas cuentas públicas. Pero las políticas sociales primeramente deben ser económicas. Defender e impulsar la empresa pública, garantizar el alimento, la comunicación, el acceso a la cultura, la energía libre, es decir, hacer a la sociedad independiente, en la medida de lo posible, de las grandes empresas privadas que solo buscan rentabilidad y no tienen escrúpulos a la hora de fijar el precio que más beneficios le reporte, aunque esto suponga dejar a una parte de la población sin poder cubrir sus necesidades, con lo que además traen inseguridad para todos, quien no tiene roba. Pero, ¿quién es más ladrón? ¿Es más ladrón quien roba por necesidad, o quien lo hace por codicia? ¿Quién es más depravado y psicópata? ¿Es quien mata para comer, o quien mata de hambre para ostentar?
La campaña contra lo público es evidente. Les preocupa mucho la deuda pública, pero parece que no les importa la privada, el ciudadano de a pie es una presa más fácil de extorsionar y expropiar que el Estado. Sin embargo, la deuda de los españoles es la suma de ambas deudas, de nada sirve poner limites a una (pública) y desatender la otra (privada). Yo particularmente prefiero enfrentarme a los bancos en coalición que por separado.
También es bastante habitual oír que la empresa privada garantiza la eficiencia, mientras que la pública suele tener perdidas. Pero este tipo de argumentaciones son totalmente capciosas, pues mientras que en la empresa privada tanto a los administradores como a los trabajadores se les exige profesionalidad y rendimiento, en la empresa pública solo se les requiere afinidad con algún político. Llegados a este punto, he de subrayar que los aproximadamente 80.000 altos cargos con los que cuenta la administración española son designados a dedo sin excepción. De modo que la ineficiencia de la empresa pública no es un problema inherente a su condición, sino la consecuencia de una gestión nefasta por parte de la casta política sin preparación para el cargo.
Quisiera destacar el crecimiento de la capacidad devoradora de los grandes capitales. Durante la gran depresión tras el crac de 1929, los grandes banqueros internacionales se las arreglaron para llevar a la quiebra a casi 20.000 bancos fuera de la Reserva Federal, y otros tantos miles de corporaciones fueron compradas por centavos de dólar. Esto es crucial para entender, que del mismo modo que hicieron quebrar a esas compañías durante la gran depresión, hoy en día, su voracidad y su expansión descontrolada le han otorgado poder para hundir la economía nacional que les venga en gana. Lo vimos con Grecia, ahora con Irlanda, y tal vez mañana seamos nosotros, ¿a quién le importa?
De las 100 economías más grandes del mundo 53 son corporaciones, y 48 de ellas con sede en EE.UU. Corporaciones como Exxon tienen un volumen de negocio similar al PIB de Arabia Saudita. Con este dato sobran las palabras. Ya no hay naciones ni autodeterminación, vivimos en corporatocracia: en un sistema fascista donde el poder financiero impone las reglas del juego, crea los problemas, dicta las soluciones, nos manipula con los medios en su poder, y nos mantiene analfabetos, obedientes, resignados, y esclavos con un salario alineado. En un sistema donde las personas pagan por lo que ellas mismas producen, y los hijos son adoctrinados por las instituciones para preservar su propia esclavitud.
“Somos gente extraña. Nos pasamos la vida haciendo cosas que detestamos con objeto de ganar dinero para comprarnos cosas que no necesitamos e impresionar a las personas que no nos caen bien”
Vegamediapress, 28/11/10
http://firgoa.usc.es/drupal/node/47968
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