DEL CAPITALISMO AL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI.
Perspectiva desde la antropología crítica.
(Primera entrega)
(Primera entrega)
Caracas. 2009
A Iraida, mi compañera de vida y de lucha
Índice
PREÁMBULO……………………………………………………………7
PARTE 1:
CRITICA DEL PARADIGMA OCCIDENTAL DEL PROGRESO.
CAPÍTULO 1. El ideal del progreso y la civilización occidental…………24
CAPÍTULO 2. Civilización y Procesos Civilizadores……………………..33
Evolución Cultural, Progreso y Civilización ............................................36
El Paradigma Civilizador de Occidente y las Raíces del Capitalismo… 38
El Capitalismo Mercantil …………………………………………… …56
CAPITULO 3. El Materialismo Histórico y el Paradigma Occidental del Progreso...........................................................................................................64
El Modo de Producción Asiático: otra expresión del clasismo inicial.......... 71
La diversidad cultural de las sociedades clasistas iniciales o asiáticas y las vías hacia el capitalismo y el socialismo.................................................................74
De los pueblos pastores de Eurasia a la Revolución Soviética....................... 74
Mesopotamia, Irak, Turquía.............................................................................79
Egipto y el Mahgreb, las sociedades africanas y el Islam................................82
La India y Pakistan...........................................................................................87
China................................................................................................................90
Japón................................................................................................................93
PARTE 2: CRÍTICA DEL PARADIGMA CIVILIZADOR Y DE LOS PROCESOS CIVILIZADORES AMERICANOS.
CAPÍTULO 4. El paradigma civilizador americano y la Arqueología Social
La civilización suramericana caribeña: procesos civilizadores del Atlántico y el Pacífico..............................................................................................93.
El proceso civilizador clasista andino-pacífico.........................................94
El proceso civilizador amazónico- orinoquense.…………………..…….95
El proceso civilizador caribeño…………… ...........................................101
La civilización norteamericana.
El proceso civilizador clasista mesoamericano…..……………………...102
El proceso civilizador de la costa este de Estados Unidos........................105
El proceso civilizador del suroeste de los Estados Unidos.......................107
El proceso civilizador de la costa noroeste de los Estados Unidos y Canadá
....................................................................................................................107
¿Centroamérica, proceso civilizador autónomo?...........................................108
La imposición forzada del capitalismo……………………………..……109
La Civilización Latinoamericana o Nuestra América...............................111
¿Feudalismo en América?..........................................................................113
El pasado y la interpretación revolucionaria del presente: la arqueología social………..........................................................................................…117
PARTE 3:
PRÁCTICA PARA LA CONSTRUCCIÓN DEL MODO DE VIDA SOCIALISTA.
CAPÍTULO 5. Estrategia para llegar al Socialismo.....................................128
La abolición de la propiedad burguesa…......................................................134
CAPÍTULO 6. El método nacionalista revolucionario para construir el socialismo
El Estado como práctica socialista.................................................................140
Definición del modelo nacionalista revolucionario…………………….......151
La política cultura socialista: método ideológico para el cambio revolucionario................................................................................................152
El Estad como praxis antiimperialista: motor del desarrollo revolucionario.157
Los estados nacionales de nuevo tipo............................................................158
CAPÍTULO 7. El Neoevolucionismo y la energía: legitimación ideológica del colonialismo...................................................................................................165
CAPITULO 8.Desarrollo socialista vs. Subdesarrollo Capitalista………....169
CAPÍTULO 9. Condiciones necesarias para construir la democracia socialista
La crisis del marxismo en Europa……………………............……………..177
La emergencia del marxismo en Nuestra América…………………............185
BIBLIOGRAFÍA CITADA……………………………………...........……195
Ilustraciones.
Fig 1: Posible moneda en bronce en forma de piel de ganado, 2000 a.C........62
Fig. 2. Cuadro cronológico comprarativo; orígen del calcolítico en la región atlantico.mediterranea (Andalusia)..................................................................62
Fig. 3: bases de la formación mercantil europea.............................................64
Fig.4: Juguetes medoamericanos con ruedas............................................... 109
Fig. 5:expansión del capitalismo mercantil hacia America. Siglo XVI.........148
Fig.6: El Imperio Capitalista: siglo XXI........................................................199
Fig.7: el antiimperio: alianzas energéticas del siglo XXI..............................200
PREÁMBULO
I
El desarrollo histórico de los países de Nuestra América refleja los procesos socioculturales generales que han afectado y afectan el desarrollo general de la sociedad humana. La expresión de los mismos, sin embargo, asume formas particulares que reflejan la diversidad histórica de la región. Por esa razón, cuando queremos analizar como ahora las transiciones del capitalismo al socialismo del siglo XXI, consideramos necesario desarrollar, desde la perspectiva de la antropología crítica, una comprensión teóricamente bien informada sobre los procesos históricos particulares que determinaron la formación de la cultura de los pueblos y las naciones en el Viejo Mundo y en Nuestra América.
Como ya ha sido expuesto en torno a este tópico por el filósofo Vega Cantor (2007: 13):
“…pretender analizar los fenómenos culturales como si no tuvieran nexos materiales es una quimera reaccionaria, y más en un continente como el latinoamericano tan lleno de problemas y dificultades de tipo material, como la pobreza, la desnutrición, la enfermedad y el desempleo...”
Esta exigencia tiene muchas implicaciones importantes para la antropología crìtica: la necesidad de desmontar los mitos construidos por el positivismo y el neopositivismo sobre la historia de la humanidad, el origen de la cultura y los procesos culturales e históricos de la llamada civilización occidental, entre ellos el llamado eurocentrismo, los cuales no han servido sino para encubrir la acción genocida y rapaz del capitalismo. Este sistema económico ha sido útil para tratar de consolidar la hegemonía mundial de las naciones de Europa Occidental y los Estados Unido, así como la de Japón y ahora la de Israel, a costa de la pobreza y la miseria de los paises y sociedades que -hasta ahora- hemos estado sometidos a su violencia cultural, económica, mediática y militar (Patterson, 1997; Amín, 1989).
El discurso de la globalización que enmascara esta nueva fase colonial del capitalismo occidental, atenta contra la viabilidad de las naciones y el nacionalismo, contra las culturas nacionales y particularmente contra los esfuerzos de las mismas, como es el caso de UNASUR y el Banco del Sur, para constituirse en bloques de poder alternativos al Grupo de los Ocho países capitalistas centrales. Es preciso, por tanto, que reivindiquemos el nacionalismo de izquierda como estrategia de resistencia y como arma ideológica revolucionaria para nuestras luchas nacionales e antiimperialistas a partir de territorios claramente definidos (Vargas Arenas y Sanoja, 2005; Sanoja y Vargas Arenas, 2005ª, 2008; Vargas Arenas, 2007a; Vega Cantor, 2008: 203).
Para contribuir al logro de aquellos objetivos, los análisis arqueológicos y antropológicos críticos deben tener como referencia espacial, no solamente los límites de los actuales Estados nacionales, sino la latitud de las regiones geohistóricas que se han venido estructurando desde hace milenios y han culminado, en unestro caso particular, con la formación de bloques políticos y económicos concretos en Suramérica, el Caribe y Centroamérica. Con base a estos estudios, la comprensión tanto de los procesos sociohistóricos originarios que han llevado a la formación de nuestras civilizaciones y procesos civilizadores como a las naciones y las modernas comunidades de Estados nacionales en proceso deberían ser el referente para investigar los procesos políticos contemporáneos
Como explicaremos en el curso de la presente obra, nuestra propuesta se apoya en la idea de los clásicos del marxismo de considerar el socialismo como una formación social cuyo sistema económico y social se concreta con la creación de una cultura de la solidaridad social en los pueblos. Ésta tendría como meta la eliminación de su opuesto, la cultura de la injusticia, la pobreza y la desigualdad social que caracteriza el sistema económico social de la formación capitalista. Desarrollaremos también el tema de los orígenes remotos del capitalismo cuyas raíces históricas, de acuerdo con los estudios de la arqueología y la etnología se hallarían en Europa occidental, representados por diversos procesos culturales civilizadores originarios que dieron nacimiento a la llamada civilización occidental y a su expresión socioeconómica: el capitalismo. De la misma manera, analizaremos los diversos procesos culturales civilizadores y los modos de vida originarios de la civilización suramericana caribeña que continúan influyendo en los procesos históricos actuales de los pueblos o grupos de ellos que la integran, los cuales serían el fundamento histórico y cultural del socialismo del siglo XXI.
Siguiendo esta línea de pensamiento, trataremos también de sistematizar, desde la perspectiva de la antropológica crítica, la explicación de otro paradigma del desarrollo social alternativo al de la civilización occidental, el denominado por Marx como modo de producción asiático, para que dicha discusión nos ayude a entender el surgimiento de los socialismos del siglo XXI en Nuestra América y a sustentar una propuesta teórico-metodológica particular para la construcción de un modo de vida socialista venezolano. Dicho modo de vida debería representar la transformación revolucionaria de las condiciones de dependencia económica y política, y la ruptura definitiva con la desigualdad y la injusticia social de cinco siglos de dominio colonial y neocolonial del imperio que es expresión de la civilización occidental europea y estadounidense.
La fuente de nuestra inspiración son los logros de la revolución bolivariana misma, la realización concreta de los objetivos sociales y políticos que se llevan a cabo en Venezuela bajo la dirección de nuestro Presidente Hugo Chávez Frías. Analizados desde nuestra perspectiva y de nuestra experiencia como investigador en antropología, no podemos menos que hacer honor al pensamiento revolucionario y la voluntad nacionalista del actual líder venezolano, carismático y brillante, quien ha logrado enrumbar nuestro pueblo hacia un destino soberano, socialista, democrático y participativo.
II
El interés por escribir este ensayo comenzó en Julio de 2007. La Universidad de los Andes, Venezuela, me invitó en aquella fecha para dar la clase magistral inaugural del curso de Doctorado en Antropología, del cual he sido también profesor, por lo cual me pareció importante dar a los estudiantes mi visión como antropólogo del interesante proceso de liberación nacional que vive hoy nuestro país y en general casi todos los países de Nuestra América, como nos denominó José Martí, el apóstol bolivariano de la independencia de Cuba.
Ya habíamos escrito en años anteriores un trabajo académico sobre el tema del evolucionismo y el neo-evolucionismo (Sanoja, 1987), pero no fue sino a partir de nuestras reflexiones conjuntas con Iraida Vargas-Arenas sobre el tema de la Revolución Bolivariana y el Humanismo Socialista del Siglo XXI, (Sanoja y Vargas-Arenas 2008), cuando consideré armar una propuesta teórica que permitiese ubicar nuestra experiencia revolucionaria venezolana dentro del ámbito de la historia de las ideas y –sobre todo- resaltar su importancia como referencia para los procesos de liberación nacional emprendidos por otros pueblos de Nuestra América.
Aquella reflexión cobraba particular importancia en este momento cuando los pueblos de la América Meridional, como los llamó Simón Bolívar, estamos viviendo uno de los momentos más trascendentes de nuestra historia, librando el combate por obtener nuestra definitiva independencia política, cultural y económica del Imperio Angloamericano que hoy, Enero de 2009, parece vivir su fase terminal. Por esa razón, creimos necesario ampliar dicho texto y escribir este ensayo. En él comenzamos por este preámbulo que recoge la propuesta general y -como exponemos en los capítulos 1 y 2- continuamos haciendo la crítica del concepto del Progreso y analizando las raíces remotas del capitalismo, partiendo del conjunto de proceso civilizadores culturales originarios de la cultura neolítica europea una civilización, sobre cuyos hombros surgió finalmente en el siglo XVI una formación capitalista, cuyo sistema económico-social se impuso a la fuerza -a partir de entonces- sobre las civilizaciones originarias americanas, asiaticas y africanas. Desde ese momento comienza a forjarse la relación de dependencia –cultural, política, económica, y tecnológica- de los pueblos de Nuestra América con el llamado Primer Mundo, lo que denomina Dussel (1998)el segundo paradigma de la modernidad, por lo cual creemos necesario hacer la crítica histórica de la teoría de la Evolución Cultural y del Progreso que son la justificación ideológica del proyecto mundial de dominación hegemónico capitalista, tema que ha sido analizado in extenso por el antropólogo mexicano Héctor Díaz Polanco (1989).
Nuestra toma de posición teórica alude igualmente al debate existente entre los antropólog@s e historiador@s modernistas formalistas quienes sostienen que los análisis económicos modernos son aplicables a la economía antigua, y los llamados primitivistas sustantivistas, quienes niegan la importancia de las relaciones de mercado, la acumulación orginaria de capitales y el comercio a larga distancia en el mundo antiguo ( Burling, 1976; Polanyi 1976; Kaplan 1976; Godelier 1976; Eden y Kohl, 1993; Frank, 1993: 385). Como veremos en el desarrollo de nuestra propuesta en los capítulos que siguen, nuestra posición como antropólogo marxista o que pretende serlo, se apoya en los conceptos elaborados por Marx, todavia en proceso de desarrollo, de modo de producción y formación económica y social, así como en los de modo de vida y modo de trabajo propuestos por Vargas-Arenas (1990). Como hemos analizado en trabajos precedentes (Sanoja y Vargas-Arenas, 2000), existe abundante evidencia publicada sobre la acumulación originaria tanto de capital expresado en fuerza de trabajo como de capital expresado en bienes materiales en las sociedades precapitalistas de Nuestra América que permiten substanciar el debate científico al respecto.
III
Hacer la crítica de la teoría del Evolucionismo Cultural, implica también hacer la crítica de los conceptos fundamentales que soportan el paradigma de la modernidad: el Progreso y la Civilización. Hemos creído relevante discutir el tema de las civilizaciones originarias americanas, ya que no podemos hablar de la soberanía de nuestros pueblos si no damos cuenta primero de las causas de su singularidad histórica. Hemos utilizado igualmente el concepto de proceso civilizador, emitido originalmente por el famoso antropólogo brasileño Darcy Ribeiro, porque permite establecer el flujo dialéctico de los procesos originarios tanto culturales identitarios como nacionales que confluyen para constituir la especificidad de los pueblos de Nuestra América, frente a las tendencias globalizadoras neoliberales que intentan desdibujar nuestra presencia en el escenario mundial.
No es nuestra intención introducirnos en un debate profundo sobre las tesis de la dependencia y el subdesarrollo en Nuestra América. Para los fines de la presente discusión, tratamos de centrarnos en el concepto de relación centro-periferia existente entre el núcleo de países capitalistas desarrollados y los menos desarrollados, sujeto que ha sido debatido y analizado in extenso –a nuestro juicio- en obras capitales como The Modern World System: Capitalist Agriculture and the Origins of the European World Economy in the Sixteenth Century, por Immanuel Wallerstein (1974), y Civilization & Capitalism. 15th-18th Century, por Fernand Braudel (1992). De la misma manera tratamos de analizar la terrible consecuencia que ha tenido y tiene dicha relación centro-periferia apoyándonos en las numerosas y profundas reflexiones que sobre el tema han elaborado divers@s científic@s sociales en muchas partes del mundo entre los cuales destacamos particularmente dos extraordinarios ensayos seminales: Las Venas Abiertas de América Latina (1973) de Eduardo Galeano, libro que sacudió la conciencia de nuestra generación al demostrar como Nuestra América era para el capitalismo simplemente el objeto de la explotación, el medio de producción y reproducción del sistema, y América Nuestra, Integración y Revolución (2007) de Luís Britto García, uno de los análisis más sólidos sobre la realidad contemporánea de Nuestramérica y el Caribe.
Nuestro ensayo, de manera muy modesta, intenta --en su primera parte-- discutir la forma cómo una escuela de pensamiento sobre la naturaleza y origen de la Cultura, el Evolucionismo Cultural, representa en verdad la ideología de la modernidad que ha intentado legitimar la relación desigual, colonial existente entre el núcleo de países desarrollados y los nuestros. En el siglo XVI, según Stern (1988), Europa resolvió la crisis general causada por el colapso del Feudalismo gracias particularmente a su expansión colonial hacia Nuestra América, lo cual le permitió constituir una economía mundo capitalista y consolidar el núcleo duro de la misma: un sistema político absolutista, un sistema productivo empresarial y una fuerza de trabajo asalariada local, hiper explotada, en los campos de la agricultura, la ganadería y la industria, mientras que explotaba también los pueblos de la periferia, Nuestra América y Europa Oriental mediante procesos de trabajo esclavistas o serviles –cuya eficacia había sido probada en Europa Occidental desde la Antigüedad Clásica- para aumentar la producción de tejidos de lana y algodón, bienes de consumo directo, cereales, azúcar, café, cacao, maderas, hierro, carbón, metales preciosos, etc. España y Portugal en particular, fungían como un eslabón intermedio para succionar los recursos primarios producidos en las regiones de Nuestra América, Asia y África para enviarlos luego al resto de Europa.
Aquella relación comercial parasitaria de las metrópolis con sus satélites de la periferia meridional, y con la periferia nuestramericana, asiática y africana, permitió a los imperios europeos extraer de nuestros pueblos todas las riquezas y recursos posibles:
“...Solamente entre 1503 y 1660, llegaron al puerto de San Lúcar de Barrameda 185.000 kilos de oro y 16 millones de kilos de plata. La plata transportada a España en poco más de siglo y medio, excedía tres veces las reservas europeas... Con estas magnitudes colosales arranca la acumulación primitiva de capital en Europa... Al nuevo Mundo solo le quedan socavones de minas vacías, osamentas de millones de seres sacrificados a la minería y a la agricultura de plantación... Medio milenio después, todavía la producción esencial de América es de “materias primas”...” (Britto García, 2007: 77).
Gracias a esta explotación inmisericorde de nuestros recursos logró Europa, pues, consolidar un proceso regional de acumulación originaria de capitales, el cual le facultó -en términos de cultura, ciencia y tecnología- para ponerse a la cabeza del resto de los pueblos que colonizaban y expoliaban. En el caso particular de Nuestra América, los enclaves coloniales locales constituidos por las oligarquías criollas mercantilistas se modernizaron también cultural, tecnológica y económicamente, según los valores capitalistas europeos, para dirigir y apropiar su parte del proceso de explotación de las clases medias y las mayorías pobres de Nuestra América. Estas oligarquías siguen conformando hoy día la principal causa histórica del atraso y la pobreza de Nuestra América, en lo que diversos autores han denominado como “relaciones de producción feudales” (Laclau, 1971).
A diferencia de la colonización española y portuguesa de Nuestra América, llevada a cabo mayormente por individuos aislados, la colonización inglesa y europea en general de los actuales Estados Unidos significó, no solamente una transferencia organizada de poblaciones completas, sino también de tecnologías productivas industrialistas y agrarias que eran entonces de última generación. Estas poblaciones europeas transplantadas exterminaron casi completamente a los pueblos americanos originarios e introdujeron una masa considerable de esclavos africanos (al igual que hacen hoy día con los inmigrantes llamados hispanos) para llevar a cabo los trabajos serviles, sobre todo en la agroindustria del algodón, que la sociedad capitalista angloamericana necesitaba para proyectar su desarrollo como potencia capitalista. Ello produjo la formación de un nuevo proceso civilizador capitalista más dinámico y moderno el cual, en el siglo XIX, comenzó a competir con el proceso civilizador capitalista europeo originario hasta finalmente dominarlo y absorberlo en el siglo XX, conformando así la fase hegemónica mundial del llamado Imperio o Civilización Occidental (Sanoja y Vargas-Arenas, 2005: 19-25).
Recapitulando sobre lo anterior vemos, a partir del siglo XVI, que la expansión geográfica del capitalismo mercantil fuera de Europa Occidental se tradujo en la conquista, subordinación y sojuzgamiento de poblaciones humanas que habían vivido por milenios, libres y autónomas. La expansión de la formación capitalista determinó la instauración de una compleja relación colonial entre los nuevos imperios que se estaban formando en Europa Occidental tras el colapso de la sociedad feudal y su novedosa e inmensa periferia integrada por América, Asia, África y Oceanía.
Los pueblos americanos colonizados, particularmente los de Mesoamérica, Suramérica y el Caribe, proporcionaron a aquellos imperios materias primas que los europeos e incluso los asiáticos no poseían o no poseían en cantidad suficiente. Entre estos últimos se cuentan los metales preciosos como el oro y la plata, las piedras preciosas y las perlas, recursos sobre los cuales se construyó posteriormente la riqueza de las naciones e imperios de Europa e incluso de Asia.
La adopción y utilización por la población europea de cultígenos americanos tales como el maíz (Zea mays), la papa (Solanum tuberosa), el tomate (Lycopersicum esculentum), el cacao (Theobroma cacao), el algodón (Gossypium barbadensis), el tabaco (Nicotiana tabacum) contribuyeron a mejorar la calidad de vida de los pueblos de Europa y Asia azotados secularmente -hasta entonces- por hambrunas cíclicas. Por otra parte, aquellos productos no perecederos que no podían ser cultivados en Europa tales como el cacao, el tabaco, el café, el algodón, etc., y derivados de las mismos como las melazas, el azúcar y otros, se convirtieron en commodities, materias primas de uso comercial que estimularon el surgimiento de bolsas de comercio para la especulación comercial con productos de ultramar (Braudel, 1992-I: 1, 2 y 3; Sanoja y Vargas, 2005: 13-15). Hoy día proveemos a Estados Unidos, a Europa y el mundo entero con mineral de hierro, carbón, salitre, petróleo, gas, uranio, titanio, tungsteno, níquel, germanio, etc., para su posterior reelaboración como bienes manufacturados que importamos a un costo superior al de nuestras materias primas (Britto Garcia, 2007: 77).
A partir del siglo XVIII en Europa occidental, con el triunfo definitivo de la burguesía, la asimetría en el desarrollo histórico existente entre las metrópolis y su periferia colonial comenzó a ser racionalizada por las elites burguesas como el producto de una superioridad innata de los pueblos y la civilización europea sobre los pueblos periféricos, particularmente los pueblos indígenas y mestizos que conformaban el dominio colonial español en América. A este respecto, Hegel (1978; 192) escribió que en los Estados Norteamericanos (Estados Unidos de inicios del siglo XIX), enteramente colonizados por europeos industriosos, el Estado era una institución meramente externa cuyo fin era proteger la propiedad privada. Los españoles, por el contrario, conquistaron y tomaron posesión de Suramérica ocupando posiciones políticas vía la rapiña. La inferioridad de los aborígenes que constituyen la mayoría de la población –decía aquel autor- era manifiesta (Hegel 1978: 191).
Con el surgimiento en Europa occidental del pensamiento antropológico y la creación de la escuela de la Evolución Cultural en el siglo XIX, se trató de dar una explicación científica a la supremacía material, intelectual y política alcanzada por la civilización occidental, proponiendo para ello la existencia de un paradigma del progreso universal inspirado en la historia de Europa, proceso evolutivo por el cual tendrían que pasar todos los otros del mundo para igualar el nivel de desarrollo material e intelectual alcanzado por los europeos y angloamericanos. Dicho paradigma del progreso alentó y legitimó una nueva expansión colonial capitalista de Europa hacia África y Asia y de Estados Unidos hacia su periferia nuestramericana y las islas del Pacífico Sur.
Pensadores anticapitalistas como Carlos Marx y Federico Engels también aceptaron la validez de aquel paradigma civilizador occidental, aunque proponiendo para el mismo la existencia de una nueva etapa en el desarrollo de la sociedad, el Comunismo, la cual significaba la abolición de la propiedad burguesa. El comunismo, fase final y superior del progreso de la humanidad, surgiría en un tiempo futuro como consecuencia del desarrollo máximo de las fuerzas productivas del capitalismo y el predominio de la clase trabajadora sobre la burguesía (Marx y Engels, 2008).
IV
El tiempo es el modo de existencia de la materia. Tiempo y movimiento, unidad fundamental de la dialectica de los contrarios, son conceptos inseparables que solamente se explican dentro del espacio, el cual a su vez indica también cambios de posición ya que la materia se mueve a través del espacio. La cantidad de maneras como el movimiento que es el socialismo puede suceder es infinita: el movimiento de la materia en el espacio, como hemos visto en el caso de la antigua Unión Sovietica, es reversible en tanto que su movimiento en el tiempo es irreversible. El tiempo constituye, pues, un proceso permanente de autocreación y auto reproducción mediante el cual la materia se transforma en un número infinito de formas. Cuando esta concepción del tiempo irreversible y de cambio penetra en la conciencia humana, nos damos cuenta que dialécticamente la vida surge de la muerte, el orden del caos. Asi pues vemos que el marxismo al aplicarse al más complejo de los sistemas no lineales que es la sociedad humana nos revela por contradicción, como expondremos en los capitulos 2,3 y 4, que la diversidad de formas y posibilidades que es capaz de crear la naturaleza humana es la palanca fundamental del progreso intelectual y social que se resuelve en la transformación diaria y constante de la humanidad, mediante la cual llegaremos quizàs, algún día, a concretar vía el socialismo, la utopía del comunismo (Woods y Grant, 139-162; 395).
Como respuesta a aquellas inquietudes, desde nuestra perspectiva como antropólogo intentamos discutir en este ensayo -en líneas generales- el desarrollo de conceptos como Civilización y Progreso a partir del siglo XVIII como parte de la teoría evolucionista de la Cultura, teoría que ha servido a los países del núcleo capitalista desarrollado como justificación y coartada de su política de dominación imperial mundial. En el capítulo 4 hacemos una crítica científica al paradigma civilizador occidental, el cual sirvió de fundamento a la tesis de Marx y Engels sobre el desarrollo de los modos de producción precapitalistas (Marx y Hobsbawn, 1971; Engels, sf.) Compartimos plenamente la idea de que el socialismo es la solución para los problemas del subdesarrollo o el no-desarrollo capitalista que existen en Nuestra América, pero pensamos así mismo, como explicamos en el capítulo 6, que surgirá por razones históricas diferentes a las propuestas para el paradigma civilizador europeo.
La discusión planteada en este ensayo intenta también demostrar, como se expone en los capítulos 5 a 7, que la construcción del socialismo debe fundamentarse en el conocimiento y el estudio crítico de los diferentes procesos históricos que han vivido los pueblos en los diversos continentes a los cuales también, en un cierto momento, el colonialismo europeo impuso el sistema capitalista. Aunque pueda parecer excesivamente académico, este conocimiento es necesario para construir una teoría general del desarrollo de las sociedades regionales partiendo desde las sociedades originarias hasta las del presente, con base al materialismo histórico comparado. La historia marxista –dijo Vere Gordon Childe- “es materialista porque considera un hecho biológico, material, como la principal clave para descubrir el patrón general que subyace a un aparente caos de hechos superficiales sin relación alguna entre sí” (1981: 364). El método materialista histórico sigue siendo, en nuestra opinión, el único paradigma intelectual lo suficientemente amplio como para vincular en una misma teoría la dialéctica del desarrollo social, el ideal socialista, las contradicciones y movimientos sociales del presente y la influencia que ejercen sobre el mismo las estructuras del pasado.
Compartimos la propuesta esbozada inicialmente por los maestros venezolanos Domingo F. Maza Zavala y Ramón Losada Aldana en la década de los años sesenta del pasado siglo, de formular una estrategia concreta para la transición y un método para alcanzar la meta del socialismo. Dicha estrategia o habilidad para dirigir el proceso socialista pasa por el método del nacionalismo revolucionario, el cual permite a los pueblos profundizar sus propios procesos de acumulación de capitales que le den base material a sus luchas por lograr la soberanía política, social, económica y cultural. De acuerdo con dicha estrategia, la lucha por la liberación nacional debe comenzar con el desmontaje de los enclaves imperiales y oligárquicos y el desarrollo de un sector económico público dominante para lograr nuestra plena soberanía política y económica, etapa imprescindible para lograr la transformación de nuestro pueblo en una nueva calidad histórica como es el socialismo.
La lucha por la liberación nacional de los pueblos de Venezuela y Nuestra América en general, adquiere relevancia en momentos como el actual cuando el Imperialismo Occidental y el neocolonialismo español en particular tratan de construir un bloque ideológico prooccidental capitaneado por la llamada Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) dirigida por el líder del neofascista Partido Popular español José María Aznar. El argumento primordial de la FAES, contrariamente a lo que queremos demostrar en este ensayo, es que Nuestra América es parte sustancial de Occidente, el cual no sería un concepto geográfico sino un sistema universal de valores. En tal sentido, esta argumentación considera, que existiría una izquierda “buena” que se ajusta al socialismo neoliberal europeo (el socialismo chileno de Bachelet y el socialismo brasileño de Lula da Silva, por ejemplo) y una izquierda “mala” antioccidental que trata de implantar el Socialismo del Siglo XXI, de raigambre histórica indoamericana, cuyos exponentes más malévolos serían Fidel Castro y Hugo Chávez (Roitman, 2008).
En una entrevista concedida recientemente al diario español La Vanguardia el 23-02-2008, en la cual el Maestro Maza Zavala expresó también opiniones adversas al proceso de bolivariano de liberación nacional, éste tuvo sin embargo la honestidad de reconocer que:
“…En Venezuela la existencia de un importante sector público de la economía –que comprende las fuentes principales de ingreso nacional en el presente y el futuro previsible- puede considerarse como una circunstancia que facilita la transición al socialismo. El financiamiento más importante de la gestión pública procede de la explotación de un patrimonio nacional y ello da vigencia al concepto de propiedad social y, por tanto, a la posibilidad de un sistema de relaciones sociales de propiedad y producción que sustituya al sistema de relaciones privadas en vigencia".
Las ideas que habían sido sostenidas por Maza Zavala hasta las últimas décadas del pasado siglo, se convirtieron entonces en un patrimonio intelectual compartido por muchos pensadores de izquierda profundamente preocupados por lograr finalmente una patria socialista, independiente y soberana. Por estas razones, reivindicamos hoy las ideas expuestas por Maza Zavala cuando era nuestro maestro progresista y revolucionario.
¿Cómo llegaremos al socialismo?, ¿Existen diversas vías hacia el socialismo?, ¿Cómo será definitivamente el socialismo en Nuestra América? Esas preguntas las están respondiendo nuestros pueblos. Nosotros solamente intentamos aportar argumentos para la discusión que se plantean los ciudadanos y ciudadanas de a pié.
No queremos finalizar este preámbulo sin hacer referencia a la necesidad que tenemos de desarrollar una actitud crítica y autocrítica sobre nuestra labor como antropólogos en los movimientos sociales revolucionarios, única garantía de poder acceder a un cambio histórico verdadero y permanente. En tal sentido, es relevante aludir a al pensamiento de Carlos Marx cuando, al analizar en su obra El 18 Brumario de Luis Bonaparte (1971:16) los eventos sociales que culminaron en 1848 con la restauración de la dinastía napoleónica en Francia, describe la autocrítica como un proceso que necesariamente tiene que cumplirse en el seno de todas las revoluciones proletarias, las cuales interrumpen su marcha, vuelven a cuestionar lo que parecía ya terminado para iniciarlo de nuevo desde el principio, critican sus errores iniciales y pareciera que le dan armas a los adversarios para que ataquen más fuerte. Sólo de esta manera pueden las revoluciones generar una teoría autocrítica capaz de explicar su génesis y transformación. En ese espíritu creemos necesario revisar el alcance teórico de los contenidos del paradigma de desarrollo de la humanidad expuesto inicialmente por el materialismo histórico, ya que con base a él se han construido y se construyen estrategias para acceder al modo de vida socialista tanto en Venezuela como en el resto del mundo.
Para plantearnos el objeto del presente ensayo, nos inspiramos también en el pensamiento de Antonio Gramsci cuando nos dice que la vida se desarrolla por avances parciales, es decir a través de las diferentes líneas de acción humana que se expresan en procesos civilizadores y modos de vida muchos de los cuales, a pesar de haberse transformado en un obstáculo para el avance de la humanidad es necesario estudiar para preguntarse si en cada proceso o modo de vida particular, existen todavía las condiciones sobre las cuales se fundamentaba la racionalidad de la existencia de los mismos. Precisamente porque los modos de vida y procesos civilizadores se representan como si fuesen naturales, absolutos a quienes los viven, es muy importante demostrar su historicidad, demostrar que aquéllos solo se justificaban cuando existen ciertas condiciones históricas y para lograr determinados objetivos. Por tanto, nos dice Gramsci:
“es objeto del moralista y del creador de costumbres, el análisis de los modos de ser y de vivir y criticarlos, separando lo permanente, lo útil, lo racional, lo conforme a su finalidad, de lo accidental, de lo superficial, de lo simiesco…” (1977: 218-219),
Tal como hemos expuesto en la mayoría de nuestros últimos libros o ensayos, nuestro interés primordial en esta nueva etapa de nuestra carrera intelectual, es producir textos que provoquen en el lector y la lectora, el interés por la reflexión sobre el futuro de nuestra sociedad, sobre la responsabilidad de los colectivos y de las personas en la construcción del socialismo.
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