De Chávez, utopías y filosofía
Silvya De Alarcón
Del 7 al 14 de julio, se realizó el V Foro Internacional de Filosofía en la ciudad de Caracas. La convocatoria del Ministerio del Poder Popular para la Cultura establecía como tema central de este Foro La historia como herramienta de transformación liberadora de la sociedad. Una veintena de filósofos e historiadores respondió a esa convocatoria.
Este podía ser uno más entre muchos eventos y sin embargo tiene algunas particularidades que lo hacen destacable y que es de las que quiero hablar.
Para empezar, se trata de un evento convocado por el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, no por una universidad como suele suceder. Con su característica agudeza, Fernando Buen Abad –mexicano, comunicador, filósofo y constructor de utopías- se preguntaba: ¿le interesa a Chávez la filosofía? Y claro, la pregunta es inevitable porque éste debe ser uno de los pocos gobiernos en el mundo que convoca a un grupo de obreros del pensamiento para debatir con ellos temáticas que hacen al núcleo de su proceso de transformación. Bolivia hizo algo similar con el ciclo de debates Pensando el mundo desde Bolivia, que inició en 2006. En el caso de Venezuela, el sólo hecho de que ésta sea la quinta versión del Foro habla ya del esfuerzo por sostener ese diálogo.
¿Le interesa a Chávez la filosofía? Sí, le interesa, porque asume la filosofía como un instrumento para pensar su quehacer y la devuelve a su principio más básico: la voluntad de comprender para transformar.
¿Le interesa a Chávez la filosofía? Sí, le interesa. Como acto colectivo humilde, honesto y comprometido con la construcción de una nueva realidad justa, solidaria y fraterna. Por eso este V Foro Internacional no quedó encerrado entre cuatro paredes y los participantes se desparramaron por todo el país para dialogar y compartir con los obreros de fábricas, con productores agrarios, con sonrientes y combativas mujeres miembros de los consejos comunales ese quehacer que se ha vuelto la tarea más urgente de la América Latina de hoy.
Sí, a Chávez le interesa la filosofía y hay otras razones más que podrían sustentar esta afirmación, pero, para efectos de nuestras propias preocupaciones, habría también que preguntarse si a la filosofía le interesa Chávez y el proceso que está viviendo Venezuela.
Bajo los siempre presentes pliegues positivistas del trabajo de la academia tradicional, seguramente la respuesta sería no. Y no es difícil imaginar el argumento -falso- a esgrimir: la libertad del pensamiento. Un mentiroso objetivismo retrocede alarmado ante el desafío de pensar lo real, de involucrarse con lo que está pasando, de mirar, oler y sentir a los seres humanos que construyen la historia cotidianamente. Esa filosofía, encerrada en el pensamiento que piensa a otros pensamientos, se ansía libre de vínculos -y de responsabilidades- con nuestras realidades, se sueña impune frente a los efectos de las ideas que sostiene y se horroriza ante la osadía de enfrentar la descolonización también a su interior.
Y sin embargo, a la filosofía tiene que interesarle Chávez y lo que en esta parte del mundo se está haciendo. No sólo porque el saber libresco y tautológico ha demostrado cuánto ha sus límites, no sólo porque una filosofía que únicamente reconoce como tal lo producido en occidente desconoce lo que nuestros pueblos –originarios y mestizos- han producido durante siglos; sino porque el núcleo de muchos procesos liberadores están en Venezuela, en Suramérica y el Caribe y no puede haber filosofía al margen de la realidad. A la filosofía tiene que importarle Chávez y la revolución bolivariana y todos los procesos emancipadores de nuestro continente porque es aquí donde está naciendo un nuevo pensamiento y construyéndose nuevas realidades como actos colectivos, desde abajo, sin ortodoxias y falsos respetos, con la libertad festiva de los hacedores.
Al inicio de la segunda década de este siglo XXI, Chávez y Evo, y Correa, y todos aquellos líderes que quieren asumir el principio del mandar obedeciendo a sus pueblos, constituyen el principio de una nueva universalidad del pensamiento, desde la voluntad de descolonización, desde la complejidad de nuestra diversidad y, sobre todo, desde un ansia de justicia histórica. Involucrar la reflexión filosófica con esos procesos no significa renunciar al pensamiento crítico y sí, más bien, hacer carne la necesidad de aproximarse a lo real. Si somos parte de la realidad, tomemos sitio.
A mi criterio puedo decir que es el momento culminante para hacer filosifías o utopías que permitan transformar la realidad con paradigmas nuevos robustos y dinamicos que ayuden a comprender la realidad iberoamerica. Es curioso que el presidente Chavés convocara a participar algunos eruditos entendidos en el tema. al fin de cuenta la Filosofía es y será siempre un sentimiento respecto al mundo y la vida. Es una arma para debatir, responder, atacar, y proyectarse por el camino que más no conviene.
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