Haití: La lección de Haití
Desde hace dos días, casi a las 6 de la tarde hora de Cuba, ya de noche en Haití por su ubicación geográfica, las emisoras de televisión comenzaron a divulgar noticias de que un violento terremoto, con magnitud de 7,3 en la escala Richter, había golpeado severamente a Puerto Príncipe. El fenómeno sísmico se había originado en una falla tectónica ubicada en el mar, a sólo 15 kilómetros de la capital haitiana, una ciudad donde el 80% de la población habita casas endebles construidas con adobe y barro.
Las noticias continuaron casi sin interrupción durante horas. No había imágenes, pero se afirmaba que muchos edificios públicos, hospitales, escuelas e instalaciones de construcción más sólida se reportaban colapsadas. He leído que un terremoto de magnitud 7,3 equivale a la energía liberada por una explosión igual a 400 mil toneladas de TNT.
Descripciones trágicas eran transmitidas. Los heridos en las calles reclamaban a gritos auxilios médicos, rodeados de ruinas con familias sepultadas. Nadie, sin embargo, había podido transmitir imagen alguna durante muchas horas.
La noticia nos tomó a todos por sorpresa. Muchos escuchábamos con frecuencia informaciones sobre huracanes y grandes inundaciones en Haití, pero ignorábamos que el vecino país corría riesgo de un gran terremoto. Salió a relucir esta vez que hace 200 años se había producido un gran sismo en esa ciudad, que seguramente tendría unos pocos miles de habitantes.
A las 12 de la noche no se mencionaba todavía una cifra aproximada de víctimas. Altos jefes de Naciones Unidas y varios Jefes de Gobierno hablaban de los conmovedores sucesos y anunciaban el envío de brigadas de socorro. Como hay desplegadas allí tropas de la MINUSTAH, fuerzas de Naciones Unidas de diversos países, algunos ministros de defensa hablaban de posibles bajas entre su personal.
Fue realmente en la mañana de ayer miércoles cuando comenzaron a llegar tristes noticias sobre enormes bajas humanas en la población, e incluso instituciones como Naciones Unidas mencionaban que algunas de sus edificaciones en ese país habían colapsado, una palabra que no dice nada de por sí o podía significar mucho.
Durante horas ininterrumpidas continuaron llegando noticias cada vez más traumáticas de la situación en ese hermano país. Se discutían cifras de víctimas mortales que fluctúan, según versiones, entre 30.000 y 100.000. Las imágenes son desoladoras; es evidente que el desastroso acontecimiento ha recibido amplia divulgación mundial y muchos gobiernos, sinceramente conmovidos, realizan esfuerzos por cooperar en la medida de sus recursos.
La tragedia conmueve de buena fe a gran número de personas, en especial las de carácter natural. Pero tal vez muy pocos se detienen a pensar por qué Haití es un país tan pobre. ¿Por qué su población depende casi en un 50 por ciento de las remesas familiares que se reciben del exterior? ¿Por qué no analizar también las realidades que conducen a la situación actual de Haití y sus enormes sufrimientos?
Lo más curioso de esta historia es que nadie pronuncia una palabra para recordar que Haití fue el primer país en que 400.000 africanos esclavizados y traficados por los europeos se sublevaron contra 30.000 dueños blancos de plantaciones de caña y café, llevando a cabo la primera gran revolución social en nuestro hemisferio. Páginas de insuperable gloria se escribieron allí. El más eminente general de Napoleón fue derrotado. Haití es producto neto del colonialismo y el imperialismo, de más de un siglo de empleo de sus recursos humanos en los trabajos más duros, de las intervenciones militares y la extracción de sus riquezas.
Este olvido histórico no sería tan grave como el hecho real de que Haití constituye una vergüenza de nuestra época, en un mundo donde prevalecen la explotación y el saqueo de la inmensa mayoría de los habitantes del planeta.
Miles de millones de personas en América Latina, África y Asia sufren de carencias similares, aunque tal vez no todas en una proporción tan alta como Haití.
Situaciones como la de ese país no deberían existir en ningún lugar de la Tierra, donde abundan decenas de miles de ciudades y poblados en condiciones similares y a veces peores, en virtud de un orden económico y político internacional injusto impuesto al mundo. A la población mundial no la amenazan únicamente catástrofes naturales como la de Haití, que es sólo una pálida sombra de lo que puede ocurrir en el planeta con el cambio climático, que fue realmente objeto de burla, escarnio y engaño en Copenhague.
Es justo expresar a todos los países e instituciones que han perdido algunos ciudadanos o miembros con motivo de la catástrofe natural en Haití: no dudamos que realizarán en este instante el mayor esfuerzo por salvar vidas humanas y aliviar el dolor de ese sufrido pueblo. No podemos culparlos del fenómeno natural que ha tenido lugar allí, aunque estemos en desacuerdo con la política seguida con Haití.
No puedo dejar de expresar la opinión de que es hora ya de buscar soluciones reales y verdaderas para ese hermano pueblo.
En el campo de la salud y otras áreas, Cuba, a pesar de ser un país pobre y bloqueado, desde hace años viene cooperando con el pueblo haitiano. Alrededor de 400 médicos y especialistas de la salud prestan cooperación gratuita al pueblo haitiano. En 227 de las 237 comunas del país laboran todos los días nuestros médicos. Por otro lado, no menos de 400 jóvenes haitianos se han formado como médicos en nuestra Patria. Trabajarán ahora con el refuerzo que viajó ayer para salvar vidas en esta crítica situación. Pueden movilizarse, por lo tanto, sin especial esfuerzo, hasta mil médicos y especialistas de la salud que ya están casi todos allí y dispuestos a cooperar con cualquier otro Estado que desee salvar vidas haitianas y rehabilitar heridos.
Otro elevado número de jóvenes haitianos cursan esos estudios de medicina en Cuba.
También cooperamos con el pueblo haitiano en otras esferas que están a nuestro alcance. No habrá, sin embargo, ninguna otra forma de cooperación digna de calificarse así, que la de luchar en el campo de las ideas y la acción política para poner fin a la tragedia sin límite que sufren un gran número de naciones como Haití.
La jefa de nuestra brigada médica informó: “la situación es difícil, pero hemos comenzado ya a salvar vidas”. Lo hizo a través de un escueto mensaje horas después de su llegada ayer a Puerto Príncipe con refuerzos médicos adicionales.
Tarde en la noche comunicó que los médicos cubanos y los haitianos graduados de la ELAM se estaban desplegando en el país. Habían atendido ya en Puerto Príncipe a más de mil pacientes, poniendo a funcionar con urgencia un hospital que no había colapsado y utilizando casas de campaña donde era necesario. Se preparaban para instalar rápidamente otros centros de atención urgente.
¡Sentimos un sano orgullo por la cooperación que, en estos instantes trágicos, los médicos cubanos y los jóvenes médicos haitianos formados en Cuba están prestando a sus hermanos de Haití!
Fuente: http://www.cubadebate.cu/reflexiones-fidel/2010/01/15/la-leccion-de-haiti/
Haití: Un país ocupado por fuerzas extranjeras y castigado por la pobreza
En 2004, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó una nueva invasión de Haití. Desde entonces, 7.031 "cascos azules" y 2.034 policías, apoyados por 488 funcionarios internacionales, controlan el país. Las tropas ocupantes de la "Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah) son comandadas por los generales de Lula, y están compuestas principalmente por Brasil, Uruguay, Chile, Argentina, Bolivia, Ecuador, Perú y Guatemala, entre otros. Brasil y Uruguay son los que tienen el mayor contingente de soldados.
El jefe de policía haitiano es un africano: Mamadou Moutanga Diallo, de la República de Guinea.
Cinco años después de la invasión, el pueblo haitiano sigue en la miseria más espantosa. La "intervención humanitaria" de la ONU solo ha traido más "estabilidad" para las empresas multinacionales que instalan fábricas maquiladoras en las zonas francas y explotan los recursos naturales. Para el pueblo pobre y trabajador ninguna mejora. La salud y la educación derruídas. La infraestructura civil colapsada. Cuando el pueblo protesta (lo que ocurre regularmente), le va peor: es brutalmente reprimido por los "cascos azules". Las organizaciones populares y humanitarias hablan de centenares de muertos, heridos y encarcelados.
Cuando las espeluznantes imágenes del terremoto empezaban a difundirse, "Resumen Latinoamericano" informaba de un nuevo asesinato político. Al salir de la Universidad, fue acribillado el escritor Jn. Anil Louis-Juste, autor de numerosas denuncias sobre la ocupación de la Minustah y defensor de la autodeterminación del pueblo haitiano.
En medio de toda la tragedia, CNN en español destacaba, por fin, una "noticia alentadora": el gobierno Obama decidió la "suspensión temporal" de la deportación de "inmigrantes ilegales" haitianos.
Radiografía desoladora
- Haití tiene algo más de 9 millones de habitantes.
- Más de la mitad de la población es rural. El 95% son negros, y el resto, mulatos y blancos.
- Las lenguas oficiales son el francés y el creole. Casi la mitad de la población de más de 15 años (el 47,1%) es analfabeta.
- El PBI nominal anual ronda los 7.000 millones de dólares. Corregido por lo que se denomina "paridad de poder adquisitivo", el PBI anual per cápita es el más bajo de América Latina (el siguiente es Nicaragua), y sólo supera a países de Africa y a Nepal.
- Las remesas (enviadas por haitianos residentes en el exterior, mayoritariamente en Nueva York y Miami), representan el 40% del PBI.
- Haití es uno de los países con peor distribución del ingreso en todo el mundo. El 10% más pobre sólo recibe el 0,7%, mientras que el 10% más rico se lleva el 47,7%.
- El 80% de la población sobrevive por debajo de la línea de pobreza. Con un "ingreso" de menos de un dólar diario.
- Casi el 75% de las casas (de madera y lata) no tienen saneamiento.
- Menos del 40% de la población tiene acceso al agua potable.
- No existe servicio de recolección de basura.
- El 80% de la población está desempleada. El salario promedio no supera los 50 dólares mensuales.
- La tasa de mortalidad infantil es del 59,7 por mil nacidos vivos, la más alta de América y sólo superada por países africanos y algunos asiáticos.
- Sólo el 24% de los partos son atendidos por personal médico calificado.
- La expectativa de vida cayó de 52,6 años (2002), para 49,1 años (2005) . Es la más baja de América Latina y sólo superior a algunos países de Africa, Bangladesh, Laos y Afganistán.
- Con aproximadamente 120.000 infectados de VIH (el 2,2% de la población), es uno de los países con más problemas por el Sida.
- El país cuenta con apenas 108.000 líneas de telefonía fija.
Enviado por:
Sr. Marcos Jesús Concepción Albala
DIRECTOR DE ‘ARGOS IS-INTERNACIONAL’
«Somos soldados derrotados de una causa invencible»
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Si verdaderamente queremos ayudar a este país devastado, debemos cesar los intentos de controlarlo y explotarlo
Haití: Nuestro papel en el trance haitiano
The Guardian
Traducido para Rebelión por José Luis Vivas
Cualquier gran ciudad del mundo habría sufrido daños considerables por un terremoto como el que asoló la capital haitiana en la tarde del martes, pero no es ningún accidente que buena parte de la ciudad de Puerto Príncipe parezca ahora una zona de guerra. Gran parte de la devastación causada por la más reciente y desastrosa calamidad que ha golpeado a Haití se comprende mejor como el resultado de una larga e infame secuencia de acontecimientos históricos causados por el hombre.
El país ya ha tenido que enfrentar más catástrofes de las que en justicia le corresponden. Cientos de personas perecieron en Puerto Príncipe por un terremoto en junio de 1770, y el gigantesco terremoto del 7 de mayo de 1842 pudo matar a 10.000 personas solamente en la ciudad norteña de Cabo Haitiano. Los huracanes golpean a la isla con regularidad, los más recientes en 2004 y 2008; las tormentas del año 2008 inundaron la ciudad de Gonaives y destruyeron la mayor parte de su frágil infraestructura, matando a más de mil personas y destruyendo varios miles de viviendas. La extensión del actual desastre puede que no se conozca hasta dentro de varias semanas. Incluso reparaciones mínimas pueden tardar años en completarse, y el impacto a largo plazo es incalculable.
Sin embargo, lo que ya está bastante claro es que ese impacto será el resultado de un proceso histórico aún más largo de debilitamiento y empobrecimiento deliberado. Haití se suele describir rutinariamente como “el país más pobre del hemisferio occidental”. Esa pobreza es el legado directo del que tal vez haya sido el sistema de explotación colonial más brutal de la historia, agravado por decenios de sistemática opresión poscolonial.
La noble “comunidad internacional” que en estos momentos se prepara con gran estruendo para enviar su “ayuda humanitaria” a Haití es en gran parte responsable de la extensión del sufrimiento que ahora quiere aliviar. Desde la invasión y ocupación norteamericana de 1925, cada tentativa política seria de permitir que el pueblo haitiano pudiera pasar (en la frase del anterior presidente Aristide) “de la miseria absoluta a la pobreza digna”, ha sido bloqueado deliberada y violentamente por el gobierno de EEUU y algunos de sus aliados.
El propio gobierno de Aristide (elegido aproximadamente por el 75% del electorado) fue la última víctima de esa injerencia al ser derrocado en 2004 por un golpe patrocinado internacionalmente en el año 2004, que mató a varios miles de personas y dejó gran parte del país hundida en resentimiento. Las ONU ha mantenido en el país desde entonces una enorme y muy onerosa fuerza militar de pacificación.
Haití es hoy un país donde, según el mejor estudio disponible, cerca de 75% de la población “vive con menos de 2 dólares al día, y el 56% -cuatro millones y medio de personas– vive con menos de 1 dólar diario”. Decenios de “ajuste” neoliberal e intervención neoimperial han despojado al país de cualquier porción significativa de capacidad para invertir en su pueblo o regular su economía. Condiciones punitivas de comercio y financiación internacional garantizan la permanencia, en un futuro previsible, de esa indigencia e impotencia como hechos estructurales de la vida haitiana.
Es exactamente esa pobreza e impotencia lo que explica la extensión del actual horror en Puerto Príncipe. Desde los últimos años de la década de los 70, un implacable asalto neoliberal a la economía agraria de Haití ha obligado a decenas de miles de pequeños agricultores a trasladarse a viviendas informales y deficientes, a menudo encaramadas en las faldas de barrancos deforestados. La selección de la gente que vive en tales lugares no es en si misma más “natural” o accidental que la extensión de las heridas que ha sufrido.
Como indica Brian Concannon, director del Instituto por la Justicia y Democracia en Haití, “esa gente llegó a esos lugares porque ellos o sus padres fueron expulsados intencionadamente de las áreas rurales por políticas de ayuda y de comercio diseñadas específicamente con la intención de crear en las ciudades una fuerza de trabajo cautiva, y por lo tanto fácil de explotar; por definición se trata de gente que no cuenta con los medios para construir casas resistentes a los terremotos”. Entretanto, la infraestructura básica de la ciudad –agua corriente, electricidad, carreteras, etc– permanece deplorablemente inadecuada, a menudo inexistente. La capacidad del gobierno para movilizar cualquier tipo de ayuda contra catástrofes es prácticamente nula.
La comunidad internacional ha gobernado efectivamente Haití desde el golpe de 2004. Los mismos países que ahora alardean con el envío de ayuda de emergencia a Haití han votado sin embargo consistentemente, durante los últimos 5 años, contra cualquier extensión del mandato de la misión de la ONU más allá de sus objetivos estrictamente militares. Propuestas para desviar parte de de estas “inversiones” hacia programas para la reducción de la pobreza o el desarrollo agrario se han bloquedado, en consonancia con las pautas de largo plazo que siguen caracterizando la “ayuda” internacional.
Las mismas tormentas que mataron a tanta gente en 2008 golpearon a Cuba con la misma fuerza, pero aquí dejaron solamente 4 muertos. Cuba ha eludido los peores efectos de las “reforma” neoliberales y su gobierno conserva la capacidad de defender a su pueblo contra los desastres naturales. Si queremos seriamente ayudar a Haití a salir de su última crisis, deberíamos tomar en consideración esos resultados.
Juntamente con el envío de ayuda de emergencia, deberíamos preguntarnos qué podemos hacer para favorecer el fortalecimiento de la autodeterminación del pueblo de Haití y sus instituciones públicas. Si queremos en serio ayudar, tenemos que dejar de intentar controlar el gobierno haitiano, pacificar a sus ciudadanos, y explotar su economía. Y luego tendremos que empezar a pagar al menos una parte del destrozo que ya hemos causado.
Fuente: http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2010/jan/13/our-role-in-haitis-plight
Enviado por:
Sr. Waldo Darío Gutiérrez Burgos.
DIRECTOR REGIONAL GENERAL DE ‘AMERICA LATINA’
…"Ustedes los blancos presumían que éramos salvajes... Cuando cantábamos nuestras alabanzas al Sol, a la Luna o al Viento, ustedes nos trataban de idólatras. Sin comprender, ustedes nos han condenado como almas pérdidas, simplemente porque nuestra religión era diferente de la vuestra. Nosotros veíamos la Obra del Gran Espíritu en casi todo: el Sol, la Luna, los Árboles, el Viento y las Montañas; y veces nos aproximábamos de El a través de ellos: ¿Era eso tan malo?...
Quebrada de Humahuaca (CP. 4626), Provincia de Jujuy, Argentina
@: argosisdrgamericalatina@yahoo.com – argosisinternacional@yahoo.com
Web: http://espanol.groups.yahoo.com/group/ArgosIs-DRGAmericaLatina
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Haití: Dependiendo de sí mismos
PUERTO PRÍNCIPE, 15 ene (IPS) - El techo de la penitenciaría nacional de Haití ya no existe. Las cuatro paredes de la prisión se elevan hasta un punto a partir del cual se ve apenas el cielo vacío.
El portón de ingreso a la cárcel, en el centro de Puerto Príncipe, está totalmente abierto. Los prisioneros y la policía se han ido. Los transeúntes entran y salen libremente, pasando por encima de los restos todavía ardientes del techo destruido.
El terremoto de magnitud 7.0 en la escala de Richter que se desató en la tarde del martes lo hizo añicos.
"No sé si mi hijo está vivo o no", dijo Margaret Barnett, madre de un prisionero.
"Mi casa fue aplastada. He salido a buscar miembros de mi familia", explicó.
"¿Dónde está la ayuda? ¿La Organización de las Naciones Unidas (ONU) está realmente aquí? ¿Estados Unidos realmente ayuda a Haití?", preguntó esta ex empleada del gobierno.
En ausencia de cualquier esfuerzo visible de alivio en la ciudad, la ayuda la aportaron pequeños grupos de haitianos trabajando juntos. Los ciudadanos se convirtieron en trabajadores humanitarios y rescatistas. Médicos solitarios salieron a las calles a ofrecer asistencia.
La Cruz Roja estima que en el terremoto murieron entre 45.000 y 50.000 personas, y que otros tres millones quedaron sin hogar y necesitan agua y alimentos.
En la desmoronada catedral nacional, una decena de hombres y mujeres se amontonaban en torno a un hombre blandiendo una piqueta para hacer espacio a fin de liberar a una mujer bañada en polvo, que parecía casi muerta.
La noche del sismo, un grupo de amigos retiraron ladrillos de los restos de una casa destruida, despejando un estrecho sendero zigzagueante, guiados por los gritos de un niño procedentes de debajo de los escombros.
Dos edificios más allá, Joseph Matherenne lloraba mientras iluminaba con la escasa luz de su teléfono celular el cadáver ensangrentado de su hermano de 23 años. Su cuerpo estaba cubierto por los escombros de la oficina donde trabajaba como técnico de vídeo.
A diferencia de la mayoría de los cadáveres que atestaban las calles, el suyo no tenía ninguna manta cubriendo su rostro.
La parte central de Puerto Príncipe parece una zona de guerra. Algunos edificios están en pie. Los que resultaron dañados colapsaron completamente, desparramándose en las calles sobre automóviles y postes telefónicos.
Al día siguiente del sismo no hubo violencia generalizada. En las calles no se vio ni armas ni cuchillos ni robos. Familia tras familia se alineaban portando sus pertenencias y manifestando su enojo y frustración con canciones tristes que se escucharon toda la noche, no con sus puños.
"Sólo en las películas he visto esto", dijo Jacques Nicholas, de 33 años, quien saltó sobre un muro cuando se derrumbó la casa donde estaba jugando al dominó.
"Es lo que veo cuando los estadounidenses envían misiles a Iraq, o cuando Israel hace eso con Gaza", agregó.
Tarde en la noche, Nicholas oyó falsos rumores de que se avecinaba un tsunami y se unió a un torrente de personas que se alejaban del agua.
Nadie sabe qué esperar. Algunos dijeron que Haití necesita una fuerte intervención internacional, un esfuerzo coordinado de asistencia de parte de todos los países grandes. Pero en las calles no hubo evidencias de ningún envío inmediato de rescatistas procedentes de Estados Unidos u otras naciones.
"Mi situación no es tan mala. La de otras personas es peor. Eso me afecta. Todos quieren ayudar, pero nosotros no podemos hacer nada", dijo Nicholas.
Los haitianos hacen lo que pueden. Se ayudan entre sí con sus manos y las pocas herramientas que encuentran, pero carecen de recursos para coordinar un esfuerzo de reconstrucción más amplio.
Agencias de la ONU y organizaciones humanitarias en el terreno se esfuerzan por ayudar a los sobrevivientes, pero muchos ven su tarea entorpecida por el daño a gran escala que fue infligido a sus propias casas, así como por la falta de maquinaria para despejar escombros.
La logística seguía siendo el principal obstáculo este viernes, según reportes de prensa. El aeropuerto más importante está dañado, las rutas intransitables, y los problemas en los muelles continúan dificultando la llegada de socorristas y de suministros básicos.
La ONU solicitó este viernes más asistencia, como parte de una respuesta inmediata coordinada y de un plan de reconstrucción a largo plazo.
Un popular conductor de radio recordó a todos que la fortaleza del pueblo haitiano no puede subestimarse, publicando en su espacio de la red social Twitter: "¡Podemos reconstruir! ¡Superamos mayores desafíos en 1804!". Ese año Haití se liberó del yugo de la esclavitud colonial en una revuelta masiva.
A medida que pasen los días y los cadáveres se acumulen, será necesaria una visión osada y un trabajo duro, de esas mismas dimensiones, para que Haití se recupere del terremoto del martes.
(FIN/2010)
Enviado por:
Sr. Waldo Darío Gutiérrez Burgos.
DIRECTOR REGIONAL GENERAL DE ‘AMERICA LATINA’
…"Ustedes los blancos presumían que éramos salvajes... Cuando cantábamos nuestras alabanzas al Sol, a la Luna o al Viento, ustedes nos trataban de idólatras. Sin comprender, ustedes nos han condenado como almas pérdidas, simplemente porque nuestra religión era diferente de la vuestra. Nosotros veíamos la Obra del Gran Espíritu en casi todo: el Sol, la Luna, los Árboles, el Viento y las Montañas; y veces nos aproximábamos de El a través de ellos: ¿Era eso tan malo?...
Quebrada de Humahuaca (CP. 4626), Provincia de Jujuy, Argentina
@: argosisdrgamericalatina@yahoo.com – argosisinternacional@yahoo.com
Web: http://espanol.groups.yahoo.com/group/ArgosIs-DRGAmericaLatina
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Haiti: La doble maldición de Haití
Por: Maurice Lemoine
Le Monde diplomatique
Traducido para Rebelión por Caty R.
«A la muerte le gustan los pobres», decía Le Monde diplomatique en febrero de 2005 tras el tsunami que acababa de golpear a Indonesia, las costas de Sri Lanka, el sur de la India y Tailandia (1). Es muy pronto para hacer balance del terremoto de 7 grados en la escala Ritcher que ha arrasado el país más pobre de América Latina, Haití, el 12 de enero. Pero se puede temer lo peor.
Ahora se trata, urgentemente, de buscar y rescatar a las víctimas, llevar asistencia sanitaria a los supervivientes, habilitar refugios, proporcionar alimentos y agua y evitar las epidemias. La solidaridad internacional y la ayuda humanitaria de todos, de la ONU a Estados Unidos pasando por la Unión Europea -especialmente Francia, que no puede desentenderse de su deuda histórica con la isla- o América Latina, se moviliza según (o no) sus posibilidades.
Otra vez el seísmo golpea una región del globo poco respetada por los fenómenos naturales. En 2008, Haití ya sufrió el infierno de cuatro huracanes tropicales –Ike, Anna, Gustav y Fay-. No se pueden comparar con este terremoto, obviamente tan imprevisible como imprevisto, difícil de anticipar. Sin embargo, surge la primera pregunta: ¿Por qué durante esos huracanes, que las arrasan de la misma forma (con consecuencias económicas desastrosas), en Haití hubo que lamentar setecientas noventa y tres muertes y «sólo» cuatro en Cuba? Como un efecto de lupa, las catástrofes ponen de manifiesto el estado «real» de las sociedades.
Una vez pasado el choque inicial y la conmoción, los gobiernos, ONG, instituciones internacionales y medios de comunicación se dedicarán, todos a una, al tema de la «reconstrucción». Si es que se puede emplear el término «reconstruir» en un país que carece de todo.
Pero, ¿de qué reconstrucción hablarán? Después del huracán Micht, que en octubre y noviembre de 1998 se cobró casi diez mil vidas y cientos de miles de damnificados en América central, los movimientos sociales avanzaron la idea de vincularla a un nuevo tipo de desarrollo destinado a reducir la vulnerabilidad social. El tiempo se ha encargado de demostrar que desde entonces no se ha hecho nada en ese sentido. El único intento, emprendido mucho después por el presidente hondureño Manuel Zelaya, acabó por el golpe de Estado del 28 de junio de 2009…
A una clase política haitiana amenazada por el espectro de la autodestrucción, y que no está exenta de responsabilidad en el estado calamitoso del país, ¿quién le va a leer la cartilla? ¿Las instituciones financieras internacionales que han demorado el proceso de anulación de la deuda a pesar de los problemas a los que ya se enfrenta la población? ¿Washington, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Interamericano de Desarrollo, etcétera? ¿Los países denominados «amigos» que cínicamente han empujado al descenso a los infiernos a la sociedad haitiana?
Desde 1984, el FMI obligó a Puerto Príncipe a liberalizar su mercado. Los escasos y últimos servicios públicos se privatizaron negando el acceso a ellos a los más necesitados. En 1970, Haití producía el 90% de los alimentos que consumía, actualmente importa el 55%. El arroz estadounidense subvencionado ha matado la producción local. En agosto y septiembre de 2008, el estallido de los precios alimentarios mundiales hizo que aumentaran su precio el 50%, lo que dio origen a los «motines del hambre».
Un cataclismo natural se puede imputar a la fatalidad. El vergonzoso e insoportable empobrecimiento de las poblaciones urbanas y rurales de Haití, no.
(1) Ver «Tsunamis, cyclones, inondations, des catastrophes si peu naturelles...».
(2) Fuente: http://www.monde-diplomatique.fr/carnet/2010-01-14-Haiti-doublement-maudite
Enviado por:
Lic. Julio Ramón Pérez González
SUB-DIRECTOR DE ‘ARGOSIS-INTERNACIONAL’
… “La honestidad y la honradez no deben ser en nosotros una virtud. Deben ser nuestra propia esencia”…
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