Están los que quieren ver a Cristina en camisón
Hay una frase que resulta una herramienta maestra para aproximarse a entender la historia en movimiento: preguntarse ante los hechos ¿a quién beneficia y a quién perjudica? Es una primera manera de acercarse al foco de los asuntos de la historia presente. Claro que inmediatamente la pregunta nos lleva a otras más. Por ejemplo, ¿Quiénes son unos y otros? ¿Son sólo dos grupos?,¿Son personajes individuales? ¿Son siempre los mismos? La historia es compleja pero si no nos hacemos preguntas para explicarla, sólo nos queda repetir lo que se escucha en varios canales televisivos y muchas más voces que repiten como loros, que se han comido muchos sapos y no se dieron cuenta por qué están tan indigestados.
Partamos de lo más simple. Vivimos en el capitalismo y más allá de las experiencias de los años 70 por terminar con el capitalismo para construir una sociedad socialista, hoy no existe esa voluntad, no sólo del gobierno, ni de las grandes mayorías ni de ninguna organización aunque varias lo pregonen y hagan teatro. Todo el arco político está haciendo lo posible para mantener el capitalismo, aún aquellos que pintan consignas revolucionaristas, pero su revolucionarismo los lleva a hacer lo necesario para que todo siga igual o peor. Entonces si todos quieren sostener el capitalismo ¿cuál es el problema por el cual se crean reiteradamente tantas tensiones sociales y políticas con repercusiones en lo económico y financiero?
La burguesía no es monolítica como quizás en parte creíamos los militantes de los 70. La gran oligarquía financiera con profundas raíces en el poder económico dentro del país y afuera, es una poderosa fracción que choca con otros sectores que también son poderosos y que, en ciertas circunstancias, se unen momentáneamente hasta que los peces grandes se van comiendo a los más chicos.
El gobierno actual y el del período anterior de Néstor Kichner es hasta ahora la expresión aggiornada de lo que planteaba el peronismo de los años 40 / 50. Si caracterizamos bien ese proyecto de país, preguntándonos a quién /quiénes benefició, veremos que aunque hubo voces y muchas que quisieron que avance hacia una propuesta revolucionaria de poder popular, en esencia fue un proyecto de la burguesía nacional cimentado en un rápido desarrollo capitalista y una más justa distribución del ingreso. Pero a pesar de que eso fue un logro notable para las capas populares en cuanto a elevar su nivel de vida, quienes recibieron las enormes ventajas de la acumulación del excedente económico generado por grandes masas obreras en la industria y en el campo, fueron sectores de la burguesía. Fue el embrión de la oligarquía financiera nativa que no tuvo empacho en el 55 en derribar el gobierno y luego, cada vez más concentrados, en arbitrar todos los medios a su alcance para tomar el poder del estado y conformarlo a su servicio, sobre todo a partir del golpe del 76 y, desde entonces, a esta parte. Sin embargo algo tan importante pasó en Argentina en diciembre de 2001 en varios aspectos que ya nada pudo seguir igual. El pueblo no tuvo en esa coyuntura del estallido popular ninguna forma política propia. Fue muy fuerte la consigna gritada a voz en cuello en todo el país, “que se vayan todos”, pero la realidad es que si no hay otra cosa para ocupar el lugar, en la historia no quedan vacíos. No se va nadie o apenas se hacen un poco al costado algunos o intentan reciclarse ignorando la historia.
Sin embargo el pueblo encontró lo mejor dentro de lo posible. Primero Néstor Kichner y luego Cristina, iniciaron un proceso político que logró gobernabilidad, que no es poca cosa ni para el pueblo ni para el capital, e inició, primero tímidamente pero luego con más fuerza, un proceso de reconstrucción del estado nacional, aún cuando, pensándolo bien, en la etapa del estado en manos de los grupos gran monopólicos es un objetivo difícil de lograr, si no imposible. Sin embargo, algo serio pasa para que haya sectores de ese gran poder económico financiero que sueñen con ver a Cristina en camisón y sacarla de los pelos de la Casa Rosada para ponerse ellos. Aunque el fondo de todas las voces es el mismo o con pocas variantes, jurando la defensa del capitalismo o clamando por el socialismo como si fuera soplar y hacer botellas, hilando más fino descubrimos que las políticas que va tomando el gobierno para gobernar con más tranquilidad sin crear mayores tensiones sociales con los sectores más sufridos y sufrientes es mantener en lo posible el mercado interno y para eso usa recursos públicos que destina con diferentes formatos. Estas medidas han favorecido a grandes sectores sociales no sólo manteniendo o hasta aumentando el poder de compra de algunos sectores más humildes, sino sobre todo ha permitido la acumulación legal para sectores pudientes de la burguesía, entre los cuales se encuentran los mismos Kichner. Su enriquecimiento es legal, porque las reglas del juego del capitalismo lo permiten. Muchos se han enriquecido más y mucho más y como se sabe, con hechos de corrupción, pero no tienen obligación de denunciar sus patrimonios. El gobierno pertenece a esa burguesía pudiente, lo cual es necesario tenerlo en claro para no pedirle peras al olmo, pero a su vez, no taparse los ojos ante las maniobras de otros para debilitar y si fuera posible hacer caer ya a este gobierno. Alguien dijo que esta pulseada le recuerda la 125 y que sería la 126. Esa imagen no está lejos a nuestro entender de lo que está pasando.
¿Quiénes están detrás y quiénes están delante de la movida “enredada” con el BCRA? Los “mercados”, usados como sujetos de la historia en el discurso mediático por propios y ajenos, son un eufemismo. En realidad se trata del juego financiero de los propietarios de los grandes capitales transnacionales que tienen sus caras locales. No es un descubrimiento. Esas caras locales extrañan las políticas neoliberales y represivas que se aplicaron en las décadas pasadas. No pueden tolerar que haya un estado diferente, siendo que ellos son el estado, son el poder y lo demuestran a cada caso; pero chocan con la firmeza del gobierno para avanzar con sus políticas: por un lado, garantes del pago de deuda externa hacia los supuestos acreedores aún sabiendo que es en gran parte fraudulenta. (nadie desconoce el juicio Olmos 1982/2000 y todos los juicios en trámite al respecto). Por otro lado el gobierno continúa con su política de facilitar el crecimiento económico y a la vez lograr una cierta distribución del ingreso a favor de todos los sectores que componen el mercado interno.
Es cierto y lo reconocemos que el gobierno, concretamente la Presidenta de la Nación, tiene firmeza y sabe lo que quiere, aunque su “techo” es real y no puede explicitarlo con suficiente decencia para que se le haga claro a las masas. La autodenominada “oposición”, tiene base en el poder económico real y lo defiende a capa y espada usando a su servicio a los paladines de la “libertad de prensa”. El gobierno no logra -y pareciera que no lo intenta-, tener base popular sólida más allá y a pesar de las peripecias que sufre ante cada coyuntura electoral. Nos referimos a que no existe un movimiento de masas que respalde, que plantee ideas, que apoye y que exija al gobierno con dinamismo y creatividad cómo fue el movimiento de masas del peronismo de Perón. El pueblo no ha logrado tomar como propio a este plan de gobierno. Porque en realidad no es un proyecto que apunte a unir pueblo ni a desarrollar poder popular. El pueblo no es convocado para hacer SU proyecto. El gobierno va tomando resoluciones que favorecen a los sectores populares en alguna medida importante, pero sin embargo los mass media tienen poder y espacio todavía como para tergiversar, dar vuelta el bocho a grandes sectores sociales que no han sido formados para pensar. Por eso no se llega a saber a ciencia cierta si los sectores populares entienden qué oportunidades brinda este espacio – proyecto K para mejorar sus condiciones de vida comparándolo con lo que harían “los otros” (léase la “oposición”) y qué espacio está abierto para poder edificar un proyecto de poder popular. Se vio en las últimas elecciones de junio del 2009.
Un gobierno burgués no puede convocar al pueblo. Un gobierno burgués le teme más al pueblo que a los sectores más concentrados de la burguesía. Sólo le informa, toma medidas por él, es una manera de decir “síganme”. Esa es la diferencia cualitativa con un gobierno que está dispuesto a crear poder popular.
La encrucijada de la historia en que está la Argentina, lleva necesariamente a plantearse, este desafío: o se sigue intentando desde el gobierno hacer un estado nacional con instituciones que velen por “la nación” , “por los 40 millones de argentinos”, con voluntarismo, sin informar ni formar al pueblo para que entienda la situación concreta y desarrolle fuerzas para llegar a tocar de verdad los intereses del poder económico- financiero; y en ese caso mantener la situación al borde del precipicio a cada momento, con gran probabilidad de que después de la 126 haya una 127 y más; o ayudar a que el pueblo logre construir su proyecto propio. Por ahora, lamentablemente no hay indicios de que esta posibilidad fuera a ocurrir en breve plazo. Sólo saltan voces altisonantes que se hacen los revolucionarios pero no logran hacer el trabajo político que dé sus frutos para dar una vuelta a la historia al estilo de Bolivia o Venezuela con las particularidades de nuestro país.
Me preocupa la situación política que se está viviendo. Que éste es un gobierno que defiende el capitalismo para nuestro país y no pretende dejar de serlo, es obvio. Pero además también queda claro que las camarillas "opositoras" y, detrás de ellos, los grandes grupos financieros prefieren que caiga este gobierno porque parte de la riqueza que producimos va a parar a otros sectores sociales. Eso por un lado. Pero por otra parte, este gobierno crea un caldo de cultivo, condiciones tales en las que podría surgir (¡ojalá! oh! Alá!) una organización que marche hacia concretar el poder popular. Por eso desde el gobierno no favorecen esa alternativa, obviamente. Y por eso desde la “oposición” quieren frenar esta movida del Fondo del Bicentenario que libera los recursos asignados en el presupuesto de la Nación para pagar los vencimientos de deuda de este año 2010. Mientras el gobierno piensa destinarlos a obras públicas y distribución de esa parte de ingresos públicos en diversas formas (obras públicas, aumento de poder adquisitivo, etc. etc.), los "otros" quieren volver al ajuste neoliberal para lo cual no tienen ningún empacho en volver a la represión contra el pueblo . De todos modos es interesante observar que "los mercados" no se tambalearon con las noticias de las medidas de la Presidenta de la Nación y ni siquiera con todos los altibajos de los enredos con el “enredado”. Quiere decir que “el mercado”- ya lo caracterizamos más arriba y el comunicado de ADEBA lo ratifica- ve muy bien que el gobierno argentino garantice que va a afrontar los vencimientos de pago de la deuda. Es cierto que soñar con que ese monto en lugar de ir a parar a manos de los supuestos acreedores se use para inversiones sociales es muy loable y justo porque la mayor parte de esa deuda es fraudulenta. Pero ante esta controversia con los sectores “destituyentes” del gobierno nacional (tenemos muy fresco a Honduras o debiéramos tenerlo, si nos olvidamos del caso de Panamá pocos años atrás, o de las bases en Colombia en instalación), ponerse a pretender en esta álgida coyuntura que la deuda no debe pagarse, resulta un absurdo, una irresponsabilidad y un oportunismo. Se puede decir que no se investigó y que se concedió, que no hubo auditoría oficial como en el Ecuador de Rafael Correa, pero ahora hay que parar este atropello de los sectores "buitres" locales y los "enredrados" que los representan como Prat Gay, Pou, Cavallo, López Murphy, Machinea, Roque Fernández, Melconian, Barra, etc. etc. lo peor de las corrientes políticas neoliberales y del terrorismo de estado.
El capitalismo que pretende Cristina tiene algo de afinidad con el estado nacional del peronismo histórico y con las políticas keinesianas anticrisis. Hasta aquí pudo tomar importantes medidas aunque grandes sectores del pueblo no pueden valorarlas porque necesitan mucho más, muchísimo más, y es muy fácil hacerles creer como les dice “la oposición”, que el “gobierno hace caja”, “que roba sus dineros”, etc., discursos falaces. Lo cierto es que además de sostener el mercado interno que quiere decir mucho, porque muchos sectores pudieron mantener su trabajo y cierto poder de compra a pesar de la crisis mundial, el gobierno de Néstor y ahora de Cristina sirvió de apoyo internacional a Venezuela, Ecuador, Bolivia, etc. lo cual es realmente mucho; el gobierno toma posiciones avanzadas en la mayoría de los foros internacionales, contando su papel en la UNASUR. Y este también, junto a los juicios a los represores de la dictadura militar, es uno de los más grandes entripados de los “destituyentes” y sus gerentes, por lo que no pueden conciliar tranquilos el sueño.
El poder financiero local y sus ensamblados con los intereses del poder financiero transnacional están pergeñando un golpe de estado de nuevo tipo como ya han ensayado otros, pero saben que la lucha de clases no es un invento sino un descubrimiento científico. Saben, por más que sean aniquiladores del marxismo, que no hay recetas y que las políticas deben hacerse conociendo bien la realidad a cambiar. Conocen, van conociendo, tienen sus asesores internos, sus mercenarios, que propalan sus discursos hechos por intelectuales a su servicio. Lo peor que puede ocurrir es que el gobierno siga teniendo cierta actitud como que es fácil y que podrá afrontar sin recurrir al pueblo y a sus intelectuales orgánicos los embates antidemocráticos, antipopulares y hasta fascistas que están dentro de los grupos autodenominados “la oposición”. Está claro que un tipo como Cobo (toda comparación con de la Rúa corre por quien la haga) puede ser la figura "legal" de recambio si logran sacar a Cristina con o sin camisón. Es natural que estén buscando recambios por vías supuestamente “democráticas”, recurso con el que pretendieron ocultar el carácter de golpe de estado en Honduras.
Creo que el pueblo no alcanza a ver como propios los pasos dados por el gobierno. Este todavía no sabe, no supo o no quiere convocar en serio al pueblo; ayudarlo a ubicar al enemigo de clase. Cosa difícil porque si bien es otro sector de la burguesía y con otra política para salvar al capitalismo, mostrar la esencia de clase del conflicto es renegar de sus propias ataduras. La “oposición” y quienes están solapadamente detrás de esas caras televisivas vergonzantes, temen que este gobierno dé cabida a tensiones sociales mayores y dé espacio para avanzar solidariamente con otros procesos revolucionarios de América latina.
La primera que debiera en ese caso vivir una revolución dentro de sí sería la misma presidenta Cristina. Cosa que es difícil, aunque no imposible. En los 70 muchos pequebu e hijos de la gran burguesía rompieron con su clase, porque llegaban a vivir la injusticia y a rechazarla, y encontraban un lugar en la historia concientes de su protagonismo. Daban el salto hacia el campo popular. ¿Se animará? Por ahora no tiene suficientes presiones del conjunto del pueblo para que le permitan dar ese salto. Grandes mayorías siguen confundidas con estas groseras, pero pareciera todavía eficaces, movidas mediáticas.
Por si hiciera falta lo reiteramos: la historia no la hace un personaje, sino que estos son producto de las masas. Y entre ambos personaje- masas, se produce una fascinante relación dialéctica.
* Historiadora. Directora del Grupo de Trabajo Hacer la Historia. Argentina.
Buenos Aires, enero 2010
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