El asesinato de Pedro Joaquín Chamorro y el Frente Sandinista
Por: Carlos Escorcia Polanco
Por: Carlos Escorcia Polanco
Pedro Joaquín Chamorro era oligarca, pero no actuaba como tal. Durante toda su vida mantuvo una vertical e insobornable posición contra la tiranía somocista. Muchos miembros de su clase se entendieron con Somoza, pero no Pedro Joaquín. Al momento de su muerte, se preparaba para entenderse con el Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Por esa época el Frente Sandinista estaba organizando al grupo de los doce. Chamorro se consideraba el número trece del grupo que orientado por el grupo guerrillero, daría la batalla política y diplomática para dar al traste con la dictadura militar somocista. Somoza le temía a su demoledora pluma y decía que Chamorro le ayudaba a gobernar con sus constantes denuncias y críticas.
Somoza era un tirano sanguinario y asesino, culpable de “Crímenes de Guerra y Crímenes de Lesa Humanidad” formulados nada menos que por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. La mediocre e inepta oposición antiSandinista actual solo sueña con algún día lograr igual “hazaña” contra Daniel Ortega y equiparar al actual presidente con el abominable verdugo de los nicaragüenses.
El asesinato del doctor Chamorro la mañana del 10 de Enero de 1978, estremeció hasta lo más profundo las fibras de la sociedad nicaragüense. Fue una sacudida brutal que sacó de su letargo a miles de ciudadanos que hasta ese momento solo miraban los toros de largo, mientras la autodenominada “invicta” guardia somocista masacraba a los mejores cuadros del Frente Sandinista.
El que más tenía que perder con la muerte de Chamorro, irónicamente era el propio Somoza. Chamorro le era políticamente más útil vivo que muerto, por mucho que el dictador odiara los mortales dardos salidos de la elegante pluma de Pedro Joaquín. Era una política editorial brillante, que nada tiene que ver con la pobreza ideológica que hoy muestran las elucubraciones de su antigua república de papel.
Somoza fue supuestamente el primer sorprendido y a quien más le interesaba aclarar el crimen, ya que el pais entero lo señalaba como el gran culpable. Somoza era un asesino “por definición” pero no era tonto. En un tiempo corto, el dictador había logrado desenmarañar la madeja del magnicidio. El dictador presentó ante la prensa nacional e internacional los resultados de sus pesquizas.
Entre los autores intelectuales se sindicaba al cubano batistiano antiCastrista, Pedro Ramos, dueño de un vampiresco negocio de sangre conocido como Plasmaféresis y a Fausto Zelaya, ministro de Somoza. El dictador pasó por alto el involucramiento de su hijo Anastasio, apodado por el pueblo con el remoquete de “el chigüin” y el de Cornelio Hüeck, presidente del congreso nacional.
El sicario principal era Silvio Peña Rivas, quien con Harold Cedeño contrataron a un campesino de León, Domingo Acevedo Chavarría, apodado por los periodista como “cara de piedra” para dispararle al doctor Chamorro.
En su libro “Nicaragua traicionada” ni el mismo dictador acusa al Frente Sandinista de Liberación Nacional. Sin embargo, los enemigos del pueblo, quienes siempre hacen causa común con la misma potencia extranjera que desde William Walker ha ultrajado la dignidad nacional, han creado una fantasiosa novelita que atribuye la autoría del magnicidio al Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Jamás han presentado la mas mínima evidencia creíble que confirme tan peregrina tesis, repetida cada año que se acerca el aniversario de la muerte del mártir, a quien curiosamente la Oligarquía actual no reinvindica como su héroe.
En su libro “Sueños del corazón” la viuda del doctor Chamorro, doña Violeta acusa al FSLN de todos los males habidos y por haber en Nicaragua, menos de ser los asesinos de su marido. Doña Violeta fue presidenta de Nicaragua por 6 años, período durante el cual tuvo acceso a información privilegiada y pudo también ordenar se reabriera la investigación sobre el caso del Dr. Chamorro, pero no lo hizo.
Ni Anastasio Somoza Debayle, con todo su odio visceral contra el FSLN, ni doña Violeta Chamorro, la principal afectada, se atrevieron a acusar al Frente Sandinista de la autoría intelectual del crimen. Sin embargo, muchos adversarios del Sandinismo, siguen repitiendo los cargos sin aportar prueba alguna más que su frondosa imaginación y sus cualidades novelísticas en el género de la política ficción.
Por esa época el Frente Sandinista estaba organizando al grupo de los doce. Chamorro se consideraba el número trece del grupo que orientado por el grupo guerrillero, daría la batalla política y diplomática para dar al traste con la dictadura militar somocista. Somoza le temía a su demoledora pluma y decía que Chamorro le ayudaba a gobernar con sus constantes denuncias y críticas.
Somoza era un tirano sanguinario y asesino, culpable de “Crímenes de Guerra y Crímenes de Lesa Humanidad” formulados nada menos que por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. La mediocre e inepta oposición antiSandinista actual solo sueña con algún día lograr igual “hazaña” contra Daniel Ortega y equiparar al actual presidente con el abominable verdugo de los nicaragüenses.
El asesinato del doctor Chamorro la mañana del 10 de Enero de 1978, estremeció hasta lo más profundo las fibras de la sociedad nicaragüense. Fue una sacudida brutal que sacó de su letargo a miles de ciudadanos que hasta ese momento solo miraban los toros de largo, mientras la autodenominada “invicta” guardia somocista masacraba a los mejores cuadros del Frente Sandinista.
El que más tenía que perder con la muerte de Chamorro, irónicamente era el propio Somoza. Chamorro le era políticamente más útil vivo que muerto, por mucho que el dictador odiara los mortales dardos salidos de la elegante pluma de Pedro Joaquín. Era una política editorial brillante, que nada tiene que ver con la pobreza ideológica que hoy muestran las elucubraciones de su antigua república de papel.
Somoza fue supuestamente el primer sorprendido y a quien más le interesaba aclarar el crimen, ya que el pais entero lo señalaba como el gran culpable. Somoza era un asesino “por definición” pero no era tonto. En un tiempo corto, el dictador había logrado desenmarañar la madeja del magnicidio. El dictador presentó ante la prensa nacional e internacional los resultados de sus pesquizas.
Entre los autores intelectuales se sindicaba al cubano batistiano antiCastrista, Pedro Ramos, dueño de un vampiresco negocio de sangre conocido como Plasmaféresis y a Fausto Zelaya, ministro de Somoza. El dictador pasó por alto el involucramiento de su hijo Anastasio, apodado por el pueblo con el remoquete de “el chigüin” y el de Cornelio Hüeck, presidente del congreso nacional.
El sicario principal era Silvio Peña Rivas, quien con Harold Cedeño contrataron a un campesino de León, Domingo Acevedo Chavarría, apodado por los periodista como “cara de piedra” para dispararle al doctor Chamorro.
En su libro “Nicaragua traicionada” ni el mismo dictador acusa al Frente Sandinista de Liberación Nacional. Sin embargo, los enemigos del pueblo, quienes siempre hacen causa común con la misma potencia extranjera que desde William Walker ha ultrajado la dignidad nacional, han creado una fantasiosa novelita que atribuye la autoría del magnicidio al Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Jamás han presentado la mas mínima evidencia creíble que confirme tan peregrina tesis, repetida cada año que se acerca el aniversario de la muerte del mártir, a quien curiosamente la Oligarquía actual no reinvindica como su héroe.
En su libro “Sueños del corazón” la viuda del doctor Chamorro, doña Violeta acusa al FSLN de todos los males habidos y por haber en Nicaragua, menos de ser los asesinos de su marido. Doña Violeta fue presidenta de Nicaragua por 6 años, período durante el cual tuvo acceso a información privilegiada y pudo también ordenar se reabriera la investigación sobre el caso del Dr. Chamorro, pero no lo hizo.
Ni Anastasio Somoza Debayle, con todo su odio visceral contra el FSLN, ni doña Violeta Chamorro, la principal afectada, se atrevieron a acusar al Frente Sandinista de la autoría intelectual del crimen. Sin embargo, muchos adversarios del Sandinismo, siguen repitiendo los cargos sin aportar prueba alguna más que su frondosa imaginación y sus cualidades novelísticas en el género de la política ficción.
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Miércoles, 6 de enero, 2010 06:13
Miércoles, 6 de enero, 2010 06:13
Para: vozdgigantegritandoadelante@yahoogroups.com
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