Por Nuria Barbosa León*
*Periodista de Radio Progreso y Radio Habana Cuba
Por fuerza del azar, una amiga me obsequió un hermoso libro que me tuvo extasiada por varios días, se trata de “El país bajo mi piel”, el cual recoge las memorias de la guerrillera nicaragüense Gioconda Belli acerca de la Revolución Sandinista.
La utilización de la primera persona en el estilo de narrar enmarca al texto en una autobiografía por lo que las opiniones vertidas son muy personales de la autora que se encierra en el personaje principal.
Es meritorio halagar las anécdotas tomadas de un proceso político para comprender la dimensión de un fenómeno social que se traduce en la gestación, vida y fracaso de una Revolución triunfante el 19 de julio de 1979.
Lo cuestionable es el razonamiento de trasfondo, porque la autora transita de una actitud revolucionaria a una posición contraria a los ideales por los cuales no dudó en algún momento de entregar su vida y sacrificar a su familia.
Si bien hay una entrega total a la causa guerrillera en el proceso de gestación, luego con el triunfo sobrevienen las diferencias ideológicas. Gioconda (como bien lo escribe en el libro) proviene de una familia de la burguesía media (no da el alcance de cuáles son las propiedades y los negocios de sus padres) y busca refugio en la causa política de los años 70 por amores fugaces que la hacen distraerse de un matrimonio aburrido y caído en la rutina.
Vio en los compañeros de lucha, el deber ser de los hombres, capaces de ofrecerlo todo a cambio de nada, anhelar una sociedad mejor y aspirar a un futuro de igualdad y justicia. Muchachos jóvenes entregados a la pasión por la denuncia, al alimento de la literatura y la música, al enriquecimiento del espíritu humano, al amor sin prejuicio y a los valores más íntimos de cada persona.
Le faltó dimensionar a Gioconda que una Revolución es un proceso radical de cambio donde se deben barrer las viejas estructuras e incorporar nuevas que no siempre se ajustan a la voluntad de los hombres sino que se imponen como lo único que pudiera dar continuidad inmediata mitigando las consecuencias. Por ello se pudieran hablar de errores en las decisiones de un presidente en algún gobierno determinado.
Es bueno explicar: para que haya socialismo tiene que imponerse la propiedad social sobre los medios de producción. De ahí que la burguesía tiemble y se oponga a un nuevo sistema social porque a la larga debe perder sus propiedades y sacrificar sus ganancias económicas.
Muchos de los que participan en un movimiento armado ú otra forma de lucha de clases, aspiran a verse representados en la nueva forma de estado que se desea y se sienten frustrados cuando son dañados sus intereses de clases, llámese expropiación.
Por demás los movimientos latinoamericanos no pueden jugar al ser o no ser, porque tienen economías muy dependientes al capital extranjero y el gran enemigo es Estados Unidos en tanto es quien más pierde propiedades.
La gran utopía de la autora radica: “ … el discurso sandinista era el producto del radicalismo de la época, de una conciencia heroica convencida de su propia verdad y decidida a cambiar el mundo a favor de los explotados y los oprimidos, pero también queríamos hacerlo como la primera revolución de izquierda tropical, irreverente, original y magnánima.”[1] De este planteamiento surge la gran incógnita: ¿Cómo?
Se ha demostrado que no es válido realizar una revolución burguesa al estilo europeo en los momentos actuales porque el capital está transnacionalizado y no es posible un proceso de acumulación originaria porque la propiedad individual (llámese también nacional) tiene el gran peligro de ser aplastada por ese gran capital y sólo puede subsistir si es necesario para los intereses económicos del capital imperial.
Por tanto no debe sembrarse en los países del tercer mundo un capitalismo originario y que se pueda convertir luego en desarrollado, nunca tendremos –a través de las relaciones de producción capitalista--una sociedad del primer mundo donde el nivel de vida de la población sea equitativo, justo y de acceso por igual a todos los ciudadanos.
La opción debe ser hacia el cambio en las relaciones de producción y la implantación del socialismo, para que el estado pueda distribuir las riquezas sociales en un nivel de igualdad, para ello la medida medular tiene que ser la expropiación de la propiedad y la nacionalización de las compañías por parte del estado.
Por supuesto que en este proceso se definen los revolucionarios y los contrarevolucionarios porque deben tomar partido hacia una posición política de primer orden.
El libro de Gioconda Belli tiene el valor de atraer al lector en una historia comentada pero luego se queda en el desaliento hacia todo lo que pueda convertirse en lucha de clases por un mundo mejor. Sólo basta un consejo: “Que la pasión no nos ciegue”.
[1] Belli, Gioconda “El país bajo mi piel” Editorial Vintage Español, impreso en Estados Unidos. año 2003 p. 362
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