18-07-2009
Si el ex presidente norteamericano Ronald Reagan resucitara podría comprobar cuán equivocada estuvo su política terrorista contra Nicaragua en la década de 1980-1990. Su guerra sucia, que después Bush siguió, dejó más de 50 000 muertos e incontables heridos, huérfanos y desplazados, a la vez que enormes destrucciones en los escasos recursos económicos de ese pueblo centroamericano.
Todo comenzó cuando el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), al frente de una heroica insurrección, logró expulsar el 19 de julio de 1979 a la dinastía Somoza y a su Guardia Nacional que habían estado más de cuatro décadas en el poder de Nicaragua, sin faltarles ni un solo día el apoyo militar, financiero y político de los Estados Unidos. Célebre e ilustrativa es aquella frase de Franklyn Delano Roosevelt sobre "Tacho" Somoza, entrenado militarmente en Estados Unidos: "Puede que sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta".
Cuando en 1956 "Tacho" Somoza fue baleado por el poeta Rigoberto López Pérez, otro ocupante de la Casa Blanca, Dwight D. Eisenhower, sin pensarlo le envió un avión para que lo atendiesen en un hospital de la entonces Zona del Canal de Panamá. Dos días después el dictador falleció.
Con Augusto César Sandino, en cambio, nadie tuvo la misma consideración, tras la traición y asesinato ejecutado por orden de Somoza, entonces al frente de la Guardia Nacional, y quien cumplía instrucciones del embajador yanki Arthur Bliss Lane. El cuerpo de Sandino nunca fue encontrado y nunca tuvo tumba.
La historia tiene muchos ejemplos de que los gobernantes de Estados Unidos han sido humanitarios con los gobernantes represores y corruptos, torturadores y asesinos, y no con aquellos que han luchado por la libertad, la justicia social y la prosperidad de los pueblos.
Después del triunfo de la Revolución Sandinista, el FSLN comenzó a trabajar para construir una nueva Nicaragua. Enarboló banderas como la reforma agraria, la erradicación del analfabetismo, dar gratuitamente la educación y la salud, acabar con el desempleo y garantizar la participación del pueblo en cada acción y programa de mejoramiento de las condiciones de vida, a la vez que tener un Gobierno libre y soberano.
Todo ese rumbo empezó a frenarse por la política de hostilidad implantada por EE.UU. contra Nicaragua, que incluyó un férreo bloqueo económico a partir de 1981 y la recomposición de los efectivos de la Guardia Nacional que habían huido hacia Honduras, Costa Rica y Miami. Centenares de millones de dólares se destinaron a formar lo que se llamó "la contra", un ejército integrado por más de 15 000 hombres, y cuando hubo tropiezos con la asignación de fondos por el Congreso, la ultraderecha norteamericana puso en marcha una doble operación: la venta ilegal de armas a Irán, entonces en guerra con Iraq, y vínculos con el narcotráfico internacional para trasladar a Estados Unidos cargamentos de drogas usando los mismos aviones que abastecían de armas y explosivos a la contra. Con esas operaciones se recaudaron cuantiosas sumas para la guerra contra Nicaragua. Mil millones de dólares se estima destinó Estados Unidos a esa sucia guerra.
Aparte del costo humano atroz que produjo, la guerra afectó algunos de los programas sociales de la Revolución Sandinista y condujo a un decaimiento de la producción agrícola. Los gastos destinados a adquirir medios militares y sostener al Ejército Popular Sandinista fueron gigantescos. Más del 50 % del Producto Interno Bruto se tuvo que invertir en la defensa. Creció el desempleo. Hubo una creciente inflación. Y también alguna desesperación y estado de descontento, causado más por las campañas sicológicas de terror lanzadas por el gobierno de Estados Unidos y la prensa de derecha.
Aunque también es justo decir que muchas conquistas inviolables y duraderas dio el FSLN al pueblo, entre ellas la Constitución aprobada en 1987, que estableció el papel inviolable del Ejército Popular Sandinista como brazo armado del pueblo y garantía en la defensa de la patria.
Nicaragua, en medio de una situación bien crítica, efectuó elecciones. Las agresiones imperialistas y la guerra, sin duda, causaron cierto desgaste al FSLN que, en las urnas, fue superado por 14 fuerzas políticas opositoras neoliberales, que se unieron en una alianza coyuntural, lo que se convirtió en un segundo golpe asestado contra el pueblo. No puede olvidarse tampoco que, no obstante, más de medio millón de nicaragüenses votaron por el Frente, aunque sabían que su triunfo no podía considerarse el fin de la guerra, ni el levantamiento del bloqueo imperialista, ni el cese de otras sanciones impuestas por Washington.
En realidad, en todo momento, los sandinistas ofrecieron resistencia y, al mismo tiempo, intentaron hacer avanzar su programa y las conquistas revolucionarias, pese a los factores adversos impuestos por la guerra sucia de Estados Unidos, la contra, e incluso de fuerzas terroristas provenientes de países sudamericanos con dictaduras militares, como Argentina, por ejemplo.
Los gobiernos neoliberales estuvieron más de 15 años en el Palacio de Gobierno de Managua. Privatizaciones y corrupción caracterizaron su ejecutoria. Miles de millones de dólares fueron robados. La educación y la salud pública dejaron de ser gratuitas; el analfabetismo, que el sandinismo había logrado reducir considerablemente aun en medio de la guerra, alcanzó a un 35 % de la población; el desempleo creció aún más; apagones de 12 horas diarias se registraron en esos duros años; la población empobreció y sufrió como nunca antes. El neoliberalismo, en fin, fue una verdadera pesadilla.
El FSLN siguió luchando sin faltar a sus deberes y principios. Con el coraje y rebeldía de siempre. Y en el 2006 retornó al Gobierno con más experiencia y con más bríos, y con Daniel Ortega al frente, uno de sus líderes históricos. Se regresó al poder para seguir el camino del proceso revolucionario iniciado en 1979.
La nueva realidad existente en el siglo XXI en América Latina, donde soplan vientos diferentes, ha contribuido a que el proceso revolucionario en Nicaragua haya podido avanzar rápidamente en el desarrollo de sus planes sociales. Hace pocos días, por ejemplo, una Comisión de la UNESCO verificó que la tasa de analfabetismo era menor al 5 %, es decir Nicaragua podría ser declarada en breve Territorio Libre de Analfabetismo. Al desarrollo del programa de alfabetización Yo sí puedo, han contribuido Cuba y Venezuela. Y también a la Operación Milagro. Hay tres centros oftalmológicos construidos por Cuba en Nicaragua, y varias decenas de miles de nicaragüenses han recuperado la visión operándose en esos centros y, anteriormente, en la Isla.
Nicaragua ha sido una pieza de gran importancia en el desarrollo de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Su apego a principios, junto a la firmeza y solidaridad, han ayudado a consolidar esa fuerza de integración económica y social en la región. Por otra parte, hechos como las cumbres del Grupo de Río y la de Puerto España, la reunión de cancilleres de la OEA que revocó la suspensión de Cuba en esa organización, y, más recientemente, los acontecimientos del golpe militar y de la oligarquía en Honduras, han tenido a la Nicaragua sandinista en la primera línea de combate por el retorno del presidente constitucional Manuel Zelaya a su país. La voz de Daniel Ortega no se ha callado. Ha sido un látigo denunciando la actitud y las maniobras del imperialismo contra los pueblos de América Latina.
En 1990, días después de las elecciones en Nicaragua, en un trabajo publicado en Granma se afirmó: "Se perdió el voto, no la Revolución". Los hechos de casi 20 años después lo están demostrando. La Revolución no se ha perdido.
Sandino, el General de Hombres Libres, Carlos Fonseca Amador, y muchos otros mártires y héroes, inspiradores de las luchas del pueblo nicaragüense, pueden descansar tranquilos. Sus ideas y principios se cumplen en la Nicaragua de hoy.
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