La guerra imperial contra el Méjico de 1846-1848 y el actual
Manuel Moncada Fonseca
Véase la primera entrega en:
I. LA GUERRA CONTRA MÉJICO EN EL SIGLO XIX
La guerra contra Méjico tuvo como causa
las pretensiones expansionistas de los EEUU -evidenciada, desde su
independencia de Inglaterra el 4 de julio de 1776- al adoptar el nombre de todo el continente
americano[1] como
proyección de su temprana ambición de conquistarlo entero. Como anotaba William
Foster, quien se desempañara como presidente del Partido Comunista de EEUU: “Ningún otro país del Hemisferio Occidental
jamás intentó monopolizar el término general de América”[2]
El primer paso en esta dirección fue la
creación de la República de Tejas sobre una parte del territorio de Coahuila,
Tamaulipas, Chihuahua y Nuevo Méjico. Pero EEUU no se conformaba con
esto. Deseaba adquirir, además, los territorios de Alta California y Nuevo
Méjico, lo que dio lugar a la invasión del territorio mejicano por el ejército
de EEUU. El presidente James Knox Polk (marzo de 1845, marzo de 1849)
se encargó de desatar la agresión contra su vecino. Antecedentes del
anexionismo estadounidense fueron, entre otros, la compra de Louisiana[3] a
Francia en 1803, y la suscripción del Tratado Adams-Onís de 1819, que obligó a
España a ceder La Florida.[4] y[5]
De hecho, la expansión de EEUU a expensas
de Méjico comenzó antes de que, oficialmente, aquél le declarara a éste la
guerra. Más aún, desde antes de la guerra de independencia de Méjico, y en el
transcurso de la misma, EEUU quiso inútilmente apoderarse de Tejas. Finalmente,
para lograr su propósito, encontró una vía legal. Bajo, ciertas condiciones, Méjico
permitió que colonos estadounidenses se instalaran en dicho territorio. Sin
embargo, los expansionistas decidieron poblarlo a ritmos acelerados, lo cual obligó
a Méjico a revocar su buen gesto con su vecino del Norte.
Con todo, los colonos siguieron llegando,
a tal grado que, a mediados de los años treinta del siglo XIX, su número superó
las 30 mil personas. En 1835, tras apoderarse del poblado de Anáhuac, usado
como punto para apropiarse de toda Tejas, comenzó la guerra no declarada contra
Méjico. Faltaba, nada más, la farsa de 1837, consistente en el reconocimiento
oficial de su “independencia”; mismo que fue seguido -¡vaya sorpresa!- por Inglaterra
y Francia.
Para justificar esta artera anexión, se
llegó a sostener que, en el pasado, Tejas había pertenecido a EEUU, cuando
tratados entre éste y la Nación Azteca, como los de 1819 y 1828, desmentían,
por completo, semejante infundio, toda vez que establecían la línea fronteriza
entre ambos países. Tras Tejas -que fue incluido a territorio estadounidense el
29 de diciembre de 1845- vino después la guerra declarada contra Méjico, el 13
de mayo de 1845.
El presidente James Knox Polk, el 11 de mayo de ese mismo año, declaró
cínicamente: “México ha violado la
frontera de Estados Unidos, ha invadido nuestro territorio y vertido sangre
estadounidense sobre tierra estadounidense”. Abraham Lincoln (marzo de 1861, abril de 1865)
lo desmintió anotando que, en verdad, las acciones bélicas se habían iniciado
en suelo que, desde antaño, era mejicano. En suma, EEUU arrebatándole a México
más de la mitad de su superficie, vio aumentado el propio en más de 1/3.[6]
El carácter de conquista de la guerra a
Méjico fue reconocido incluso por personajes de los círculos gobernantes de
EEUU. Ulysses Grant (1822-1885), quien fuera
presidente de esta nación (1869–1877), escribió: “Esta guerra es una de
las más injustas que alguna vez haya mantenido una nación fuerte contra una
débil.”[7]
Al contrario de Grant, antes de ello, Thomas
Jefferson (presidente en el periodo marzo de 1801, marzo de 1809),
sin tapujos, anotaba en 1786: “Nuestra
confederación ha de verse como un nido del cual se poblará América entera,
tanto la del Norte como la del Sur. Aunque por hoy nuestros intereses nos fuercen a permanecer en nuestras
actuales fronteras, es imposible dejar de prever lo que ocurrirá cuando nuestra
población crezca y se extienda y cubra por entero no solo al norte del
continente sino también al sur.”[8]
La guerra culminó al firmarse el tratado
Guadalupe-Hidalgo[9],
aprobado por EEUU en marzo de 1848, y por Méjico, en mayo del mismo año. Los
representantes de la nación azteca pudieron evitar la cesión de Sonora,
Chihuahua y Baja California; amén de lograr el libre tránsito por el istmo de
Tehuantepec. Los invasores permanecieron en suelo mejicano hasta el 12 de junio
de 1848, cuando salieron de la ciudad de Méjico, rumbo a Veracruz, donde se
embarcaron hacia su país. Corolario del conflicto con la guerra que EEUU le impuso, Méjico perdió dos millones
400 mil Km2.[10]
Su superficie actual es de, aproximadamente, 2 millones de KM2[11]
II.
LA GUERRA CONTEMPORÁNEA
La
guerra “contra” el narcotráfico y el terrorismo
Hoy, el imperio yanqui desata otra
guerra contra la nación azteca. Esta vez, disfrazada de lucha contra el
narcotráfico. Así el papel que antes se confería al comunismo, hoy lo ocupan
el narcotráfico y el terrorismo que, en absoluto, nada en común guardan
con el primero. Solo que la guerra actual utiliza a los gobiernos de turno
para emprenderse; como Felipe Calderón (2006-2012), quien primero desencadenó
la “guerra contra el narcotráfico” y, luego “pidió” el auxilio
estadounidense. Ahora bien, amén de negocio, el narcotráfico actúa como
cualquier corporación capitalista: en términos políticos, se encarga de
instalar el terror por medio de la violencia, tomándolo de pretexto para
militarizar, en este caso particular, a Méjico y criminalizar todas las luchas
sociales. De esta forma, los aparatos represivos logran justificar el
control sobre la población, los trabajadores y los territorios, facilitándose, con ello, la penetración del capital.[12]
Niños
primeras víctimas de la “guerra” contra las drogas
Pero el eufemismo “guerra al narcotráfico”
esconde una verdad muy lacerante para el pueblo mejicano en general,
particularmente, para la niñez y las mujeres, quienes se convierten en víctimas
reales, contadas como personas particulares, y no como números indefinidos, sin
carne y hueso.
En efecto, a
los niños se les ha convertido
en “las
primeras víctimas de la lucha contra las drogas que libra
el gobierno mexicano desde hace 7 años, ya sea como instrumentos de las bandas
criminales o como huérfanos e hijos de personas desaparecidas.” Y aunque esta guerra
ya ha provocado, según algunos datos, “unos
100.000 muertos, 27.000 desaparecidos y unos 250.000 desplazados”, aun se
carece de parámetros que hagan posible evaluar
las consecuencias que provocará el desenfreno de la violencia contra los niños
mejicanos. “Los menores de edad suelen
ser […] las víctimas ideales para el
crimen organizado, que ve en ellos una mano de obra “fácil de conseguir y muy
barata”.”
Basta saber que 27.ooo niños y niñas trabajan en función de
ese flagelo que los esgrime para perpetrar todo tipo de delitos, incluso
asesinatos, según estimaciones de la Red por los Derechos de la Infancia en Méjico.
El narcotráfico, en momentos dados, sirve de única salida para los menores de
toda la nación. Ilustra muy claramente esta cruda realidad impuesta, el ejemplo
de Chihuahua, estado fronterizo con Estados Unidos, mismo en el que la
industria maquiladora emplea a miles de madres solteras que, al ir a trabajar,
se ven forzadas a dejar solos a sus niños y adolescentes, desde temprano de la
mañana a la entrada de la tarde. En Ciudad Juárez, los niños menores, que
corren esta suerte, se estiman en 100.000, hecho que los torna blanco cómodo para
que las pandillas los recluten en calidad de vigilantes, o como vendedores de
droga al por menor.[13]
Con el cinismo que caracteriza a los que
se encuentran detrás de la tragedia que se le impone a la nación azteca, León
Panetta, exministro de defensa del imperio yanqui, habla como si nada ocurriera
en ella; y valiéndose de las cifras que, pretendidamente, le fueron proporcionadas
por los burócratas mexicanos, señala que un total de 150 mil personas han
muerto en la guerra contra el narcotráfico, sin precisar el periodo al que
corresponden esas cifras, las que contrastan con el cálculo oficial de Méjico:
47 mil 500 personas. Pero esos números, mayores o menores, se endosan por
completo al narcotráfico, sin acusar la propia responsabilidad de EEUU, ni la
del mismo gobierno mejicano, en esa terrible tragedia apenas esbozada. No
extraña que Panetta hable de muertes que, según su visión, solo ocurren entre
los cárteles de Méjico. Oculta, de esta suerte, que las víctimas mayores sean
personas no vinculadas a los mismos, reduciéndolo todo a la violencia del
narcotráfico.
Y lo que estima problema para
Méjico, Panetta lo hace extensivo al resto del continente, haciendo caso omiso
de la gran responsabilidad que en ello tienen las fuerzas que gobiernan en su
país y en no pocos países del hemisferio
occidental, sobre todo, entre los adeptos a sus políticas y fines. “Obviamente –acusa- una de las graves amenazas que están enfrentando Norteamérica,
Centroamérica y Sudamérica son los cárteles de la droga y el tráfico de la
droga que se está produciendo”. / “El peligro aquí está en varios frentes.
Número uno es la tremenda violencia.”[14]
Se puede fácilmente constatar que, acá,
la violencia aparece como por encanto,
de la nada. Forma sutil de evadir el examen real de las cosas.
Con
la determinación y convicción que le caracterizan, Daniel Ortega, presidente de
Nicaragua, insiste en que si EEUU quiere, en verdad, combatir al narcotráfico,
debe comenzar por impedir que su propio territorio sea el gran consumidor de
droga y, al mismo tiempo, aportar más recursos a Centroamérica para, en este
campo, hacer lo suyo en los países que la conforman. “Controlando el consumo –expresó el mandatario nicaragüense a fines del 2011- estarán realmente atacando de raíz este problema del narcotráfico,
pero mientras tanto nosotros vamos a seguir siendo víctimas”.[15]
En
contraposición con lo que asumen como versión los gobiernos de Méjico y EEUU acerca
de lo ya expresado, la escritora Lolita Bosch, autora del libro Campos de amapolas antes de esto, proporciona el cuadro real del drama
del pueblo azteca, precisando las cosas de esta forma: “Estamos en guerra, nos
están matando y llevamos más de medio millón de víctimas”, y desnuda "cómo la alianza entre el narcotráfico,
las autoridades políticas y las redes financieras forjó en México un campo de
batalla que ya se ha cobrado “más víctimas que las tres dictaduras del Cono Sur
juntas”.”
Transcurridos
cinco años desde que el ex presidente Felipe Calderón desatara la llamada
guerra contra el narcotráfico - convertido en atrocidad y barbarie que aquejan a
casi cada familia mejicana- muchos activistas por la paz le reclamaron al
expresidente, expone la escritora, una explicación del por qué “entró en una guerra que no tenía ninguna
posibilidad de ganar” y la razón por la cual “están matando a familiares y amigos”. A su parecer, la historia
que se ha tejido en torno al narco, tiene como finalidad que los mejicanos tengan
la impresión de saber dónde están y quiénes son los capos; así como dónde opera cada cártel. Se trata de un discurso
que se apoya en prejuicios sociales, como el que los narcos son hombres de piel
oscura y del norte, carentes de miedo; dedicados de lleno a traficar droga;
cuando, en verdad, son un triunvirato
de personas de poder; responsables, ciertamente, de la guerra y del tráfico de
estupefacientes; pero son, asimismo, los
que se ocupan del blanqueo de dinero en las redes financieras y los que
permiten que ello sea posible, es decir, autoridades políticas. Y, no
en vano, la autora precisa: “muchas
veces le tenemos más miedo al gobierno que al narco”.[16]
En
lo atinente a los problemas que afectan a la población mejicana, la inacción
del gobierno conduce a que las organizaciones
delictivas, tanto locales como extranjeras, sigan dedicadas al tráfico
de drogas y de personas; a la extorsión y al contrabando. Ello, expresa Edgardo Buscaglia, presidente del Instituto de
Acción Ciudadana para la Justicia y la Democracia, las hace más poderosas, al
grado que nadie ha tocado sus patrimonios; lo cual les ha permitido
diversificar tanto sus capitales en diversos sectores, como sus riesgos, acrecentando
así sus ganancias.
Desde
2006, las autoridades mejicanas incautaron casi 1.000 millones de dólares en
efectivo, una cifra minúscula si se coteja con los montos estimados por
consultoras y organizaciones internacionales. Según el informe “México: Flujos
financieros ilícitos, desequilibrios macroeconómicos y la economía informal”,
publicado en enero de 2010, los casos de corrupción, sobornos, crímenes y ocultamiento
de riqueza, entre 1970 y 2010, generaron un 5,2 % del PIB de Méjico. Y un
informe del Global Financial Integrity, programa del Center for International
Policy encargado de la promoción de mejores controles sobre los
capitales ilegales, acusa que, en los años 70, los montos recaudados -derivados
de dinero ilícito salido de Méjico- sumaron 10.000; en los 80 ascendieron a 17.400
millones de dólares; finalmente, del
2000 en delante de Méjico se fugaron unos 49.600 de la misma divisa.
Eso
no es todo. Resulta más que sospechoso que Méjico no haya sido, hasta ahora,
penalizado ni por la OCDE, ni por el Grupo de los 20 estados ricos y emergentes,
instancias a las que está adscrito -presuntamente
encargadas de la transparencia fiscal y financiera y de la lucha contra el
lavado de activos-; ni tampoco por el Grupo de Acción Financiera Internacional
(GAFI), organismo que dice combatir delitos económicos, fiscales y
transfronterizos, para lo cual posee 40 recomendaciones relativas al lavado de
dinero y 9 al financiamiento al terrorismo; ello pese a que la nación mejicana
incumple la mayoría de esas recomendaciones. Peor aún, en su informe de 2008,
el GAFI sostuvo que Méjico había realizado esfuerzos sin precedentes en aras de
combatir los delitos señalados.
Al
exponerse la temática que nos ocupa, no debe soslayarse que los ingresos que
provienen del narcotráfico, aunque ello constituye parte informal de la
economía real, deja en la sombra la infraestructura; es decir, como señala
Buscaglia lo relativo a “edificios,
bodegas, camionetas, sistemas de distribución tangibles”. Y explica: “El lavado es solo un pedacito. La parte
real es identificar quién es el dueño de tal fábrica y si tiene alianzas con
grupos ilegales”. Y refiere que la parte financiera y económica no la
aborda nadie, porque cuando se intenta develar a las empresas legales que
financian campañas electorales, los partidos se defienden evitando que las
mismas se vean afectadas. No en vano, el parlamento se rehusó a aprobar, en mayo
de 2012, un proyecto de ley contrario al lavado de dinero proveniente del
tráfico de estupefacientes.[17]
La guerra impuesta a los pueblos de Méjico
se mezcla con la impuesta a los pueblos originarios que han sido, y siguen
siendo, víctimas de la violencia sistemática, la ancestral, entretejida ahora con la del narcotráfico. De
esta suerte, como declaran los promotores de la resistencia al crimen, la
injusticia y la opresión social multifacética, se impone como reto dejar el
miedo a un lado, como única arma efectiva para atajar a la delincuencia y a las
autoridades. De ahí que no asombre, en absoluto, que el llamado hecho para ponerle
fin a las insoportables lacras impuestas a los pueblos de Méjico, se haga a las
personas que las soportan, y no tanto a un gobierno coligado con el mundo de la
delincuencia y el narcotráfico. Se trata, entre otras cosas, de aprender de la efectiva resistencia histórica de los pueblos
originarios. Al respecto, son de mucho valor las experiencias de las
comunidades zapatistas, mismas que no dejan de sufrir hostigamientos,
tanto de parte de grupos paramilitares como de los partidos políticos.
Los migrantes del sur que llegan a Méjico
sin documentos legales, tratando de llegar desde allí al paraíso “americano”,
son parte inseparable de los sometidos a
la brutalidad de la ley y el crimen
organizado. Ellos tratan de sortear controles migratorios, retenes policiales y
a fuerzas paramilitares como los Zetas y, más aún, a otros migrantes que,
ofreciéndose, entre otras cosas, como guías,
le trabajan a la delincuencia organizada, a la Policía, a los narcos o la
delincuencia común.
Como evidencia, Fray Tomás González,
padre franciscano que, en Palenque, dirige un albergue en el que se hospedan
emigrantes señala: “Estamos en una región
verdaderamente ingobernable, la ruta migratoria es un verdadero viacrucis, los
albergues donde los recibimos huelen a enfermedad, persecución, muerte, a
crucifixión… ”.
Y
el colmo entre los colmos: el Instituto Nacional de Migración es cómplice tanto
del crimen organizado como del gobierno que lo protege. Y de ello las más
perjudicadas son las mujeres: “hay
personas – expresa una de ellas- que
nos ofrecen guiarnos a cambio del poco dinero que llevamos, o gratis,
incluso compañeros nuestros, pero que lo que quieren es propasarse con
nosotras, hay violaciones, maltratos, robos, secuestros…”
Y como en Colombia –indiscutiblemente otro narcoestado-, sale a flote el perverso invento de los “falsos positivos”. A este respecto, Javier Sicilia, activista, poeta, ensayista, novelista y periodista mejicano acota: “Joaquín Figueroa y sus dos compañeros, criminalizados, humillados, manchados se llaman falsos positivos. Como la guerra se cuenta por bajas se mata uno, dos, tres delincuentes y se agregan tres inocentes y ya son seis. Esos son los falsos positivos. Pedimos que se limpie el nombre de estos hombres.”
Para
Sicilia, todos los agravios, sean del norte o del sur, son el corolario del sistema económico imperante, mismo que maximiza
la ganancia vía la explotación “de la
naturaleza reducida a ‘recursos materiales’ y de los seres humanos reducidos a
‘recursos humanos’, ha arrasado tierras, despojado territorios, culturas,
memorias, provocado desplazamientos, generado fuerzas paramilitares y
asesinatos terribles”. Luego, dice que para eternizar el despojo, y
desgarrar el tejido de la nación, el crimen organizado no ha hecho más que extremar
este orden de cosas, consistente en: “secuestros,
tráfico de personas, asesinatos, uso de la fuerza de trabajo desocupada” en
aras de maximizar los recursos de la economía legal para fines delictivos, garantizando
así la maximización del capital y el poder, recurriendo a la explotación
ilimitada del ‘recurso humano’, perverso eufemismo para hablar de la fuerza de trabajo
como mercancía.
Es
alentador para la lucha que libran los mejicanos en contra del régimen
existente en su país, percatarse de que, en las zonas sureñas donde están vivas
las costumbres comunitarias, el crimen organizado se ve limitado. En este sentido,
Acteal y las zonas zapatistas son los territorios más seguros. Por ahora, la
meta a alcanzar de parte de quienes en Méjico luchan por transformar
radicalmente la cruda realidad que impera es frenar la propuesta de Ley de
Seguridad Nacional que el gobierno pretende aprobar, ya que ella dejaría sentadas las bases de un
Estado militar, toda vez que, con la misma, el Ejecutivo dispondría de las
fuerzas armadas a su discreción, sin recurrir para nada al Congreso. Lo ahora
conseguido consiste en sacar a las víctimas de la guerra a luz, poniéndolas en agenda. [18]
Evidentemente, los problemas de Méjico, no se agotan
con lo hasta ahora abordado. El TLCAN, mucho más que un beneficio para la
población de este país latinoamericano -si es que existe alguno, cosa que
dudamos sobremanera- ha sido un factor multiplicador de la pobreza. De hecho, de
1984–año en que se iniciara este
tratado comercial entre EEUU, Canadá y Méjico- al 2008, la riqueza de
este último ha multiplicado la cantidad de pobres y enriquecido a unos cuantos
criollos y extranjeros. En
términos concretos, “se han “gastado” 200
mil mdd, es decir: 2´400, 000, 000, 000. 00 de pesos en programas asistenciales
para los pobres.” Estos pasaron del 39% al 78%; propiamente, si a comienzos
de 1984 existían 30 millones de pobres, en 2008 ya eran 78 millones, pese a que
el gobierno solo reconocía a 44.7
millones. [19]
Según informe de la CEPAL de diciembre
de 2013, Méjico es el único país de América Latina y el Caribe que registra crecimiento
de la pobreza. En él, los más privilegiados perciben ingresos que superan 14
veces a los que tienen los más desamparados, cuyo número se elevó a 60.6 millones
de personas; un millón más que en 2010. 51 de cada cien mejicanos, carece de
los bienes y servicios esenciales para estar en el nivel mínimo de bienestar; entre
2010 y 2012, las personas sin acceso a la seguridad social creció de 69.6
millones a 71.8 millones. En 2012, 20 por ciento de los hogares más enriquecidos acaparaba el 46.2 por ciento del ingreso
nacional; en tanto que el 20 por ciento de los hogares más empobrecidos captó,
apenas, el 6.6 por ciento del mismo. [20]
Al entregar Pemex a las petroleras
extranjeras y eliminando derechos históricos que golpean fuertemente el poder
adquisitivo de las personas trabajadoras y pobres, los émulos actuales de Santa
Anna casi han completado el proceso de destrucción de la soberanía e
independencia de Méjico. Dada la destrucción del campo y la emigración
masiva, casi un 60 por ciento de los alimentos que se consumen en Méjico se importan,
pagándose con la exportación de combustibles y de bienes agrícolas e
industriales, producidos por las transnacionales mediante la superexplotación de los trabajadores locales.[21]
Lo que queda claro, muy claro de la
realidad mejicana actual es que la distancia entre los discursos oficiales -que
no pasan de ser hermosas promesas incumplidas- y la cruda realidad que envuelve
a la aplastante mayoría de los ciudadanos y ciudadanas, es cada vez mayor; es como
la distancia entre la quimera de las palabras huecas y algo que de, algún modo,
se asemeja al infierno dantesco,
sembrado como real en la nación azteca.
[2] Citado por Valentín
Selivánov en “La expansión de EE.UU en América Latina”. En Historia de las Intervenciones
Norteamericanas. Tomo II. Agresión Imperialista de EE.UU en América
Latina. Segunda edición. Redacción “Ciencias Sociales Contemporáneas”. Academia
de Ciencias de la URSS, Moscú, 1982. p. 12.
[3] “La compra de Luisiana y la batalla de
Nueva Orleans–”. Napoleón Bonaparte
obligó a Carlos IV, rey de España a devolvérsela a Francia. Thomas Jefferson, la había comprado al primero.
“Al ser izada el 20 de diciembre de 1803, la bandera estadounidense ondea sobre
una Luisiana muy vasta que se extiende aproximadamente desde el golfo de México
hasta el Canadá, y desde el río Mississippi hasta las montañas Rocosas. Al
final, ese territorio se dividirá para formar otros 13 estados”. http://www.iadb.org/EXR/cultural/catalogues/orleans/louisiana_purch_sp.html
[4] Wikipedia.
“Intervención estadounidense en México”. http://es.wikipedia.org/wiki/Intervenci%C3%B3n_estadounidense_en_M%C3%A9xico
[5] Wikipedia. “Tratado de Adams-Onís”. “El Tratado de Adams-Onís o Tratado
de Transcontinentalidad de 1819-1821 (antiguamente titulado Tratado
de amistad, arreglo de diferencias y límites entre su Majestad Católica el Rey
de España y los Estados Unidos de América y algunas veces
denominado Florida Purchase Treaty o Tratado de La Florida de
1819-1821) fue el resultado de la negociación entreEspaña y Estados Unidos para fijar la
frontera entre la nación norteamericana y el entonces virreinato de la Nueva
España./ Luis de Onís acudió como representante del
rey Fernando VII de España y por los estadounidenses el secretario
de estadoJohn Quincy Adams. La negociación se inició en 1819 y aunque se firmó en ese mismo año no fue ratificado hasta el 22 de febrero de 1821 por ambas partes. /La frontera se fijó más allá del río Sabina y Arkansas hasta el paralelo 42°, como consecuencia inmediata España perdió sus
posesiones más allá de esa latitud como lo fue el territorio de Oregón, también perdió definitivamente las Floridas, la Luisianay la posibilidad de navegar el río Misisipi. La Corona Española quedó como única
soberana de Texas, territorio que los
Estados Unidos reclamaba como parte de la Luisiana y, por lo tanto, comprada a
los franceses en 1803 según los
estadounidenses. http://es.wikipedia.org/wiki/Tratado_de_Adams-On%C3%ADs
[6] Iván Kumarián. “LA
GUERRA DE EE.UUC ONTRA MÉXICO (1846-1848”.
México: Historia Cultura,
Desarrollo Contemporáneo. Tomo I. Redacción “Ciencias Sociales
Contemporáneas”. Academia de Ciencias de
la URSS. Moscú 1981. pp. 112-113,115-116, 118-120, 146.
[7] Manuel Moncada Fonseca.
El mundo que el imperio nos impone. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=85847
[8] Citado por Leopoldo Zea.
“Los retos de Latinoamérica en el tercer milenio”. En Cuadernos Latinoamericanos
89. Nueva Época. Año XV. Vol. 5. Septiembre. Octubre del 2001. p. 14.
[9] Pbs.org. “El Tratado de Guadalupe Hidalgo”. “En 1848, al final de la guerra entre los dos países, éstos firmaron el
Tratado de Guadalupe Hidalgo, el cual asentaba que México cedería casi la mitad
de su territorio, incluyendo California, Arizona, Nuevo México, Texas y parte
de Colorado, Nevada y Utah. Como compensación, los Estados Unidos pagaría 15
millones de dólares por daños al territorio mexicano durante la guerra./ “Entre
los notables aspectos del tratado, se encuentran los siguientes: estableció al
Río Grande como la línea divisoria entre Texas y México; estipuló la protección
de los derechos civiles y de propiedad de los mexicanos que permanecieron en el
nuevo territorio estadounidense. Además, Estados Unidos aceptó patrullar su
lado de la frontera y los dos países aceptaron dirimir futuras disputas bajo
arbitraje obligatorio. Sin embargo, cuando el senado estadounidense ratificó el
tratado, eliminó el Artículo 10, el cual garantizaba la protección de las
concesiones de tierras dadas a los mexicanos por los gobiernos de España y de
México. También debilitó el Artículo 9, el cual garantizaba los derechos de
ciudadanía de los mismos./ Esto, a su vez, provocó una atmósfera antimexicana que
dio lugar a la violación de los derecho civiles de los mexicanos. En Texas, se
les restringió el voto; en Nuevo México, fueron víctimas de la violencia y en
California, las autoridades aprobaron leyes contra ellos, algunas de las cuales
se les conoció como Greaser Laws, o Leyes contra los Grasosos (grasoso siendo
un término de desprecio). / “Durante el periodo del tratado, alrededor de
80,000 mexicanos vivían en el terreno cedido por México, población que
comprendía el 4 por ciento de la población mexicana. Pocos de ellos decidieron
conservar su ciudadanía mexicana. La mayoría de los 80,000 mexicanos,
continuaron viviendo en el para entonces Sudoeste estadounidense, con la
creencia que sus derechos civiles y de terratenientes serían protegidos. Ese no
sería el caso. A fines del Siglo 19, la mayoría de ellos perdieron sus tierras
a través del despojo o del fraude./ “Durante el Movimiento Chicano de los años
60, el líder de los derechos a la tierra de Nuevo México, Reies López Tijerina,
y su grupo Alianza invocaron el Tratado de Guadalupe Hidalgo en su lucha por recobrar
las tierras que les fueron despojadas a los mexicanos de aquella época. En
1972, los Brown Berets, o Gorras Café, una organización de jóvenes activistas
latinos, también invocaron el tratado cuando se apoderaron temporalmente de la
Isla Catalina./ “En cuanto a la tenencia de la tierra, muchas de las antes
mencionadas concesiones de tierra no fueron reconocidas por los Estados Unidos.
En California, cerca del 27 por ciento de ellas fueron rechazadas; en el
territorio de Nuevo México, el 76 por ciento de las mismas también fueron
rechazadas.” http://www.pbs.org/kpbs/theborder/espanol/history/timeline/6.html
[12] La Haine. El narcotráfico sirve de excusa para militarizar el país. http://www.librepenicmoncjose.blogspot.com/2014/04/el-narcotrafico-sirve-de-excusa-para.html
[13] Los niños son las
primeras víctimas de la guerra contra el narcotráfico en México. http://www.cubadebate.cu/noticias/2013/12/08/los-ninos-son-las-primeras-victimas-de-la-guerra-contra-el-narcotrafico-en-mexico/#.U1GgYfl5PDs
[14]
Informador.com.mx. “Los ministros
de Seguridad de EU, México y Canadá se reúnen en Canadá”. http://www.informador.com.mx/mexico/2012/366237/6/van-150-mil-muertos-por-la-guerra-contra-el-narco-en-mexico-eu.htm
[15] Radio La primerísima.com. EE.UU. debe frenar consumo de droga, dice Daniel http://www.radiolaprimerisima.com/noticias/111821/eeuu-debe-frenar-consumo-de-droga-dice-daniel
[16]. Periodismohumano. “Estamos en guerra, nos están matando y llevamos más de
medio millón de víctimas”
[17] Emilio Godoy. “El
intocable dinero del crimen en México” http://periodismohumano.com/sociedad/el-intocable-dinero-del-crimen-en-mexico.html
[18] Periodismohumano. “Vamos a hacer un cambio, vamos a dejar el
miedo” http://periodismohumano.com/en-conflicto/%E2%80%9Cvamos-a-hacer-un-cambio-vamos-a-dejar-el-miedo.html
[20] Roberto González Amador. Periódico
La Jornada. “Panorama social de América Latina y el Caribe 2013”.
http://www.jornada.unam.mx/2013/12/06/economia/031n1eco
[21] Guillermo Almeyra. “Es necesario un cambio radical”.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=183899&titular=es-necesario-un-cambio-radical-
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