Portada de antigua versión de Revista Libre Pensamiento

jueves, 18 de octubre de 2012

Octubre de 1962:Moscú ofrece fórmulas incoherentes para solucionar la Crisis, sin contar con Cuba (XXII); Controversia sobre la orden que derribó al U-2 (XXIII)



 
 
LA FLOTA NORTEAMERICA DESARROLLA SU “CUARENTENA” EN TORNO A CUBA


Entregas XXII y XXIII

Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (XXII)
Moscú ofrece fórmulas incoherentes para solucionar la Crisis, sin contar con Cuba
RUBÉN G. JIMÉNEZ GÓMEZ (*)


Tarde en la noche del 26 de octubre, el Comandante en Jefe Fidel Castro visitó la Embajada soviética con el objetivo de enviar un mensaje a Jruschov para darle ánimo, fortalecer sus posiciones morales y exhortarlo a que se mantuviera firme, sin errores ni vacilaciones irreparables en caso de que la guerra estallara. En la misiva comunicó al Primer Ministro soviético que la agresión contra Cuba era casi inminente dentro de las próximas 24-72 horas, y que la variante más probable era el ataque aéreo, aunque no se debía descartar la invasión. Fidel creyó conveniente comunicar su opinión de que la invasión de la Isla significaría de hecho la guerra contra la Unión Soviética , por lo que más tarde o más temprano sería asestado un golpe nuclear contra el territorio de la URSS , pues los norteamericanos no esperarían la reacción soviética y tomarían la iniciativa. Por tanto debía evitar que se repitieran los errores de la Segunda Guerra Mundial, no debía dejarse sorprender bajo ningún concepto. El dirigente cubano opinaba que la Unión Soviética no debía permitir jamás que los imperialistas pudieran descargar contra ella el primer golpe nuclear.


En relación con esta carta surgieron después serias incomprensiones, pues Jruschov entendió que le estaban proponiendo que asestara un golpe nuclear preventivo contra los Estados Unidos, es decir, antes de que comenzaran cualquier tipo de acciones combativas. En realidad lo que le proponían era que no se dejara sorprender después de que los norteamericanos comenzaran la agresión contra Cuba y las tropas y armas soviéticas que se encontraban en el país. Semejante confusión pudo surgir como consecuencia de alguna inexactitud en la traducción o debido a la gran tensión nerviosa que debió presionar entonces sobre los dirigentes soviéticos.


Sábado 27 de octubre


Durante los últimos días, en los Estados Unidos se había desarrollado la movilización de una gran fuerza de ataque con todos los ingredientes que se consideraban necesarios, y se habían tomado toda una serie de medidas adicionales de preparación que permitieran responder a cualquier giro que tomaran los acontecimientos. En aquellos momentos ya estaban listos para comenzar ataques aéreos y marítimos de gran envergadura si se tomaba la decisión correspondiente.

 
Los preparativos realizados incluían entre otros aspectos los siguientes: la agrupación naval concentrada en el Caribe contaba con alrededor de 200 buques de guerra, lidereados por varios portaaviones, decenas de destructores y embarcaciones de diferentes tipos y destinaciones; además, este día zarpaba desde la costa del Pacífico hacia el Mar Caribe una Brigada Expedicionaria de Infantería de Marina; el Comando de Defensa Antiaérea Continental tenía 183 interceptores en el sudeste de los Estados Unidos, entre ellos había 22 en alerta de cinco minutos, 72 en alerta de 15 minutos y 48 en alerta de una a tres horas; cuatro interceptores estaban constantemente en el aire, a los que se sumaban otros cinco desde una hora antes del amanecer hasta una hora después del crepúsculo; la Marina , el Cuerpo de Marines y el Comando Aéreo Táctico de la Fuerza Aérea tenían 850 aviones en conjunto en la Florida para efectuar ataques aéreos contra Cuba, y los incluidos en el OPLAN-312 (golpe aéreo sorpresivo) se mantenían en alerta de una hora, pudiendo pasar a niveles superiores de disposición si se daba la orden; a lo largo de la costa este el Ejército había entregado cuatro divisiones al Comando del Atlántico para la invasión, además de la artillería de apoyo necesaria, mientras que desde Texas se dirigían hacia el este una división blindada, una fuerza de tarea de infantería y diversas unidades de artillería; el Comando Aéreo Estratégico mantenía constantemente en el aire a 66 bombarderos estratégicos pesados B-52 con 196 municiones nucleares a bordo, los que cubrían blancos en la Unión Soviética por si estallaba la guerra nuclear general en cualquier momento, además, se mantenían en tierra en alerta de 15 minutos para el despegue 271 B-52 y 340 bombarderos medianos B-47, con un total de 1 630 municiones nucleares a bordo de los mismos; había cerca de 200 cohetes intercontinentales Atlas, Titán y Minuteman en distintos grados de preparación para el lanzamiento y cinco-seis submarinos con cohetes Polaris se mantenían en sus posiciones de combate en el Mar de Noruega.

 
Por su parte, en Cuba, el primer grupo de combate del regimiento de cohetes de alcance medio ubicado en Santa Cruz de los Pinos-San Cristóbal alcanzaba la posición de listo para el combate y tenía comprobados todos los cohetes y los equipos auxiliares de los mismos, con lo que la división coheteril estratégica estaba lista con sus 24 rampas de lanzamiento, y las cargas nucleares se encontraban en posiciones cercanas a las regiones de emplazamiento.

 
Este mismo día, el general de ejército Pliev recibió otro telegrama cifrado del ministro de Defensa de la URSS , en el que se repetía la prohibición categórica de emplear el arma nuclear, por su decisión, con cualquier tipo de cohete y con la aviación. ¡Así habían cambiado las concepciones sobre el empleo de este armamento durante el período transcurrido desde el inicio de la Operación hasta el punto culminante de la Crisis ! Además, desde el amanecer las baterías antiaéreas cubanas comenzaron a disparar contra todos los aviones que trataron de realizar vuelos rasantes sobre el territorio de Cuba, mas los pilotos de aquellos aviones veloces y maniobrables, al percatarse de que los recibían con fuego aumentaban velocidad y altura y se retiraban hacia el mar, de forma que ninguno fue derribado por las ráfagas de los cubanos.

 
A las 9 de la mañana, hora de Washington, se conoció un nuevo mensaje de Jruschov para el presidente Kennedy. Esta vez se había dado a conocer públicamente a través de radio Moscú. El nuevo mensaje se diferenciaba mucho del anterior, no era largo, vago ni emotivo, al contrario, resultaba más firme y formal. Su tono era duro. Demandaba que se retiraran los cohetes estadounidenses Júpiter de Turquía a cambio de la retirada de los cohetes de Cuba, además, los norteamericanos se comprometerían a no invadir a Cuba y no permitir que otros lo hicieran, mientras que los soviéticos contraerían compromisos similares con respecto a Turquía.


A las 10 de la mañana comenzó la reunión del Comité Ejecutivo del Consejo Nacional de Seguridad; al iniciarla, el Presidente dio lectura al mensaje de Jruschov que había sido transmitido por radio Moscú poco antes y comentó que era una posición muy dura en comparación con la idea expuesta en el mensaje recibido la noche anterior: Pensaba también que aquella posición soviética tendría amplio apoyo en la opinión pública internacional, por lo que debían considerar hacer pública la carta precedente del Primer Ministro soviético.

 
El problema radicaba en que aquella proposición no era absurda, ni entrañaba un perjuicio para los Estados Unidos o sus aliados de la OTAN. Durante los últimos tiempos, el Presidente había planteado varias veces al Departamento de Estado que se llegase a un acuerdo con Turquía para retirar los Júpiter de allí, pues eran francamente anticuados y los submarinos con cohetes Polaris en el Mediterráneo serían mucho mejores militarmente. Los turcos siempre habían planteado objeciones y dificultades ante la retirada de los Júpiter y el asunto se había dejado correr en más de una ocasión. El Presidente estaba irritado ahora, pues se resistía a ordenar la retirada de aquellos cohetes bajo las amenazas de la Unión Soviética y a propuesta de ellos. Por otra parte, no quería ser empujado a una guerra catastrófica por unos proyectiles anticuados y de poca utilidad. Hizo la observación al Departamento de Estado y a todos los demás, de que el trato parecería bueno a cualquier persona razonable, que la posición de los Estados Unidos ante los ojos del mundo se había hecho sumamente vulnerable, y que había sido por culpa de ellos, de nadie más.

 
La cuestión se debatió ampliamente, pues la reacción de los integrantes del Comité fue contradictoria. Algunos propusieron que debían dirigirse al Gobierno turco para que este solicitara a los Estados Unidos la retirada de los cohetes, mientras que otros consideraban que no debían estar de acuerdo con lo planteado por los rusos, pues los problemas de la seguridad del Hemisferio Occidental y de Europa eran cuestiones independientes, además de que la decisión de emplazar los cohetes en Turquía no era norteamericana sino de la OTAN , por lo que la decisión contraria también debía ser de esa Organización y eso llevaría tiempo; argumentaban que primero había que regular la Crisis presente para después ocuparse de otros problemas.

 
También se planteó que el segundo mensaje no parecía hecho por la misma persona que el primero, e incluso se consideraba la posibilidad de que Jruschov hubiera sido dominado por los partidarios de la línea dura, si no derrocado. Entre las especulaciones más o menos fundamentadas que se hacían estaba presente la incertidumbre de si el líder soviético habría perdido o no el control de la situación, o era que estaba indeciso o tratando de presionar al presidente Kennedy. Se suponía que una forma de interpretar aquellos mensajes controvertidos era que los mismos constituían una muestra de la lucha por el poder que se desarrollaba tras bambalinas en Moscú, y surgían diversas preguntas: ¿quién mandaba en realidad en el Kremlin en aquellos momentos?, ¿habría sido sustituido Jruschov de la noche a la mañana por algún grupo de intransigentes? Si eso había sucedido, el resultado sería una tendencia indetenible hacia el enfrentamiento violento, por lo que la guerra fría parecía estar a punto de culminar en una terrible explosión, lo que estaba agravado por el hecho de que la explosión de marras podría ser termonuclear. En realidad, la explicación era mucho más sencilla: al conocerse en Moscú el contenido de la conversación de Robert Kennedy y Dobrinin, relacionada con los cohetes norteamericanos instalados en Turquía, se había redactado un segundo mensaje al presidente Kennedy, el que fue transmitido por Radio Moscú para ganar tiempo, pues se conocía que aumentaba el peligro de confrontación entre ambas potencias.(1)

 
Durante la discusión se supo que el Gobierno turco acababa de hacer una declaración de prensa diciendo que la propuesta rusa sobre los Júpiter era inconcebible, con lo que se iba a pique la esperanza de convencerlos para que ellos mismos solicitaran a los norteamericanos la retirada de las desgraciadas antiguallas de la discordia. Entonces el Presidente planteó que si los cohetes en Cuba elevaban apreciablemente la capacidad de golpe nuclear de los soviéticos, negociarlos por los de Turquía era muy ventajoso, pero en esos momentos corrían el riesgo de ir a una guerra de incalculables consecuencias en Cuba, y posiblemente en Berlín, por culpa de unos proyectiles anticuados y de poco valor militar. Sería difícil recibir apoyo para dar un golpe aéreo contra Cuba pudiendo hacer un buen negocio si aceptaban el cambio propuesto. Estarían en una posición muy mala si aparecían atacando a Cuba para mantener cohetes inútiles en Turquía. Planteó de todos modos que los norteamericanos no podían proponer la retirada de los Júpiter en aquellos momentos, pero los turcos sí podrían solicitarlo, por lo que se les debía informar claramente acerca del tremendo peligro en que vivirían durante la próxima semana, ante la elevada probabilidad de que si ellos atacaban a Cuba los soviéticos respondieran atacando a Turquía.

 
Años más tarde, se supo que el Presidente Kennedy había estado a punto de aceptar el trueque de los cohetes de Turquía por los de Cuba, en medio de la Crisis. Esto se conoció por revelaciones que hizo McGeorge Bundy en 1987, durante la Conferencia que celebraron los norteamericanos en Hawk’s Key para analizar los sucesos de 1962. Bundy dijo que "el 27 de octubre el Presidente ordenó a Dean Rusk que hablara con Andrew Cordier, entonces presidente de la Universidad de Columbia y durante muchos años alto funcionario de la ONU , para que entregara a U Thant el texto de una declaración y propusiera, como si fuera de su propia iniciativa, el canje de los proyectiles. La declaración se pondría en manos del Secretario General de la ONU cuando Kennedy lo decidiera, y nunca lo hizo". (2)

 
Por su parte, la reacción del comandante Fidel Castro fue muy crítica, cuando conoció por Radio Moscú la proposición del trueque de cohetes hecha por Jruschov, y así se lo hizo saber al Embajador soviético, Alexander Alexeiev.

 
Moscú estaba ofreciendo fórmulas para solucionar la Crisis , pero fórmulas incoherentes, mientras que el tercer país comprometido ignoraba lo que sucedía. Siguiendo un razonamiento lógico, era muy difícil suponer que la URSS rindiera sus posiciones por promesas de escaso valor y, sobre todo, sin consultar con Cuba. Las posiciones de Jruschov durante los primeros días de la Crisis fueron firmes y consecuentes; esa actitud no se conjugaba con la inesperada proposición relacionada con los cohetes de Cuba y Turquía. Analizando objetivamente las cartas intercambiadas entre Moscú y Washington hay que llegar a la conclusión de que la URSS actuó con vacilaciones y que los Estados Unidos mantuvieron en todo momento una posición de fuerza y de amenazas contra Cuba y contra la URSS. (3)

 
Al final de la reunión, Robert Kennedy expresó su preocupación sobre la posición en que quedarían los norteamericanos si después de estar hablando con los rusos durante muchos días, los cubanos se negaban a permitir la inspección de la ONU para garantizar que los cohetes existentes en Cuba fueran realmente inoperantes. La respuesta fue que entonces podrían decidir atacar las bases de los proyectiles para garantizarlo.

 
En definitiva, la Casa Blanca hizo una declaración que fue el reflejo de las opiniones vertidas por los círculos de orientación más agresiva en la administración norteamericana; en esa declaración los últimos mensajes de Moscú fueron calificados como inconsecuentes y contradictorios uno con otro, además, se ratificaba una vez más la exigencia de la suspensión inmediata de los trabajos que se realizaban en los emplazamientos en Cuba, la inutilización de las armas y su retirada del territorio.

 
Los participantes en aquella reunión del Comité Ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional no lo sabían aún, pero durante el desarrollo de la misma se había producido un hecho trágico y de impredecibles consecuencias en el espacio aéreo de la Isla...

 
CUANDO EL CABELLO DEL QUE PENDÍA LA PAZ MUNDIAL PERDIÓ LA MITAD DE SU ESPESOR

 
Tengo en las manos un libro y desde una de sus páginas me observa un hombre joven, de pelo corto, rostro regular de facciones agradables, en el que se aprecian unos ojos que parecen claros, aunque la foto es en blanco y negro. El autor del libro era Robert Kennedy y su título Trece días. El nombre del hombre de la fotografía: Rudolf Anderson, Jr., su profesión: piloto militar, su destino: derribado en cumplimiento de misión sobre Cuba el 27 de octubre de 1962.
Al igual que el "Marucia" fue el único barco abordado e inspeccionado durante una "cuarentena" que había comenzado con la pretensión de no dejar pasar hacia Cuba ningún barco sin que fuera registrado, el mayor Rudolf Anderson fue el único caído durante un conflicto que pudo arrastrar a la fosa a decenas o centenares de millones de seres humanos, e incluso a toda la Humanidad, en el criterio de muchos especialistas.

 
El mayor Anderson era piloto de aviones U-2, destinados para la exploración fotográfica a gran altura, y había realizado más de diez misiones sobre Cuba durante las últimas dos semanas.

 
Aquella fatídica mañana un avión U-2 ingresó al espacio aéreo de la Isla pasadas las 8 de la mañana y comenzó a realizar un vuelo de reconocimiento a lo largo de la misma, pasando sobre los objetivos importantes conocidos, fundamentalmente los emplazamientos de los cohetes soviéticos de alcance medio, y fue derribado con cohetes antiaéreos cuando estaba a punto de concluir la tarea encomendada. ¿Por qué y por decisión de quién fue derribado el U-2? Sobre esto se han propagado distintas versiones a lo largo de los años, comenzando de que había sido derribado por las baterías antiaéreas cubanas, y pasaban por la afirmación de que el propio comandante Fidel Castro oprimió personalmente el botón que disparó el cohete y terminando en que unos generales soviéticos dieron la orden de derribarlo.

 
Para el autor es imprescindible aportar una nueva versión de los hechos, que nunca ha sido publicada.

 
En primer lugar: ¿por qué fue derribado? No había necesidad militar de hacerlo, como no fuera la de disminuir la probabilidad de que nos sorprendieran en algún momento con el inicio de un golpe aéreo sorpresivo, aprovechando la rutina de los vuelos a baja altura; desde este punto de vista era un disparate y una locura permitir que continuaran los vuelos rasantes; por otra parte, la Isla había sido tan fotografiada desde el aire durante las últimas dos semanas que poco importaban algunas fotos más o menos, máxime que durante las últimas horas no se habían producido maniobras de importancia para cambiar de lugar las unidades principales ni nada por el estilo. Los vuelos continuaban diariamente para mantener el control de la marcha de los trabajos en los emplazamientos de los cohetes y del ensamblaje de los IL-28, además de verificar que el resto de las unidades continuaban en sus posiciones y tratar de detectar algo nuevo para actualizar los planes elaborados para el golpe aéreo sorpresivo. Seguramente ya los analistas de fotografía aérea de la CIA tenían hasta el control de los lugares en que vivían las mujeres más bonitas de la Isla.

 
Pero los sobrevuelos constantes tenían otros objetivos, según los generales del Pentágono: mantener la presión militar sobre soviéticos y cubanos, humillar a estos últimos y desmoralizarlos a todos. En realidad fallaban en lo de los efectos desmoralizantes, pues en realidad tenían un efecto indignante, por no decir otra cosa mucho más gráfica, sobre los defensores de Cuba, cubanos y soviéticos. Todos estaban llenos de irritación y de coraje por la demostración de prepotencia de los yanquis con sus vuelos a baja altura, la que muchas veces era tan baja que al ladearse un poco los aviones nos permitían apreciar perfectamente los cascos de vuelo anaranjados de los pilotos estadounidenses, y hasta se percibían sus rostros en ocasiones; picaban sobre las unidades como si fueran a bombardearlas y hasta pedían instrucciones para hacerlo en texto claro por sus medios de comunicaciones. Todo el mundo estaba loco por derribarlos de alguna forma, pero había orden de no disparar; no obstante, si hubiera sido posible hacerlo con piedras no hubiera sido Anderson la única víctima.

 
Pero por sobre todas las cosas estaba la cuestión de principios, pues todos aquellos vuelos eran violaciones flagrantes de nuestro espacio aéreo, por lo que teníamos todo el derecho del mundo para derribarlos. Cuando supimos en las trincheras la orden de advertencia del Comandante en Jefe de que a partir del día siguiente no admitiríamos los vuelos y les dispararíamos, todos estaban expectantes; muchos decían que al día siguiente no volarían de mansa paloma, pues a la todopoderosa CIA llegaría seguramente la información de la orden impartida, mas no fue así, parece que no eran tan ácidos como los pintaban.

 
El sábado por la mañana los aviones que hacían los vuelos rasantes se aparecieron "paseando" igual que siempre, y aunque les tiraron en muchos lugares, pudieron escabullirse sin complicaciones. Con los cañones antiaéreos y las ametralladoras que tenían las unidades cubanas había que tirar camiones y camiones cargados de proyectiles para derribar uno de aquellos veloces aparatos, y, además, no continuaron volando durante el resto del día. Sin embargo, el avión U-2, que ni se veía debido a la altura a que volaba, ni tan siquiera se oía el ruido de su motor, fue el que pagó los platos rotos. Cuando en las trincheras nos enteramos de lo sucedido, aquello fue una explosión de júbilo.

 
¿Quién dio la orden de derribarlo? Los proyectiles de nuestras ametralladoras más potentes no alcanzaban ni la altura de tres kilómetros, mientras que los cañones antiaéreos de 100 mm , los que enviaban la bola más alto, no pasaban de los diez, pero el U-2 volaba en alturas de alrededor de veinte kilómetros, y los cohetes antiaéreos, únicos que podían alcanzarlos, solo estaban en manos de los soviéticos. Así que lo que se plantea en algunas obras y relatos sobre los sucesos de octubre de 1962, de que durante años los norteamericanos pensaron que ese avión había sido derribado por los cubanos, no se lo creen ni los autores de los mismos. Para los estadounidenses siempre estuvo perfectamente claro que lo habían hecho los soviéticos. En la conocida entrevista con María Shriver, en 1992, que hemos citado varias veces, el comandante Fidel Castro expresó al respecto lo siguiente:

 
"Lo más probable es que en la atmósfera que se crea, cuando nuestras baterías antiaéreas disparan contra todos los aviones en vuelo rasante, la orden de disparar contra el U-2 se originó en la orden dada a nuestras fuerzas antiaéreas. Si se me pregunta quién tiene la responsabilidad no vacilo en decir que fue nuestra. No se podía permitir que continuaran los vuelos rasantes, era un disparate y una locura, porque nadie sabía en qué momento podía empezar el fuego y las desventajas militares en ese caso eran tremendas.

 
"Pienso que nunca se debió dejar volar los aviones U-2, siempre se debió haber disparado contra ellos, y estuve de acuerdo en que se disparara contra el U-2. Podía lamentar la muerte de un piloto, pero la acción me pareció correcta." (Continuará)
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LOS RESTOS DEL AVIÓN ESPÍA U-2, DERRIBADO EN BANES, HOLGUÍN, EN 1962.

 Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (XXIII)
Controversia sobre la orden que derribó al U-2
RUBÉN G. JIMÉNEZ GÓMEZ (*)
 

Una variante tan absurda como la de que el propio comandante Fidel Castro había lanzado los cohetes contra el avión U-2 no requiere perder tiempo en desmentirla, aunque a él no le faltaran deseos de hacerlo. Sin embargo, analicemos también este planteamiento. En primer lugar, sería algo insólito que el Primer Ministro del país se dedicara personalmente a semejante actividad. Mas como los políticos y militares norteamericanos lo tildaban de loco, irresponsable y otros muchos epítetos, supongamos que hubiese querido hacerlo, pues son inimaginables los vericuetos que puede tener la psiquis humana.

 

La presencia del Comandante en un grupo coheteril antiaéreo para participar en aquella acción pudo ser coordinada con el mando soviético. Ahora bien, ¿a dónde hubiera ido el Primer Ministro? Lógicamente, se hubiera dirigido al grupo emplazado en El Mariel o al de Bahía Honda, los más cercanos a los regimientos de cohetes de alcance medio que se encontraban en la región de Santa Cruz de los Pinos-San Cristóbal-Candelaria, por donde era más probable que volara el U-2. Pero es que el avión fue derribado en la provincia de Oriente, por el grupo emplazado cerca de Banes; un lugar en el que difícilmente se hubiera pensado para que el Comandante Fidel Castro se dirigiera a esperar en sus supuestas funciones de cazador. Además de que durante los días de la Crisis no salió de la región occidental del país. Por lo que resulta perfectamente desechable esta tonta y malintencionada versión de los sucesos.

 
También se planteó que la acción había sido ordenada por el alto mando soviético. Sin embargo, resulta impensable que la orden la hubiera dado el general de ejército Pliev, pues este era un hombre de gran experiencia y muy disciplinado. Máxime sabiendo él perfectamente que lo ordenado por Moscú era no dispararles a los aviones norteamericanos. También es ilógico pensar que la orden la hubiera dado Jruschov, a no ser que quisiera que las cosas se pusieran mucho peores de lo que estaban, lo que no era así, evidentemente.
 

 
Llegamos a la variante de que la orden fue dada por algún general de la Agrupación de Tropas Soviéticas (ATS) que se encontraba en Cuba. Se han mencionado tres nombres: teniente general Gueorgui Voronkov, en aquel momento coronel y jefe de la división coheteril antiaérea que defendía la parte oriental de la Isla , a la que estaba subordinado el grupo coheteril que derribó el avión; mayor general Leonid Garbuz, quien entonces ostentaba ese grado militar y era sustituto del jefe de la ATS para la Preparación Combativa ; y coronel general Stepan Grechko, entonces teniente general y sustituto del jefe de la ATS para la Defensa Antiaérea. Es necesario señalar que los dos primeros no fueron mencionados por otros como autores de la orden, sino que ellos mismos se atribuyeron su autoría en entrevistas que concedieron o relatos que publicaron años más tarde.
 

En primer lugar hay que señalar algo común para los tres. Todos eran altos oficiales de un ejército disciplinado, por lo que resulta difícil de imaginar que pudieran violar las órdenes de sus superiores de no actuar contra los aviones norteamericanos, máxime si estos eran tan superiores que radicaban en Moscú, lo que equivalía a decir Nikita Jruschov, Secretario General del Partido Comunista y Primer Ministro del Gobierno. Y seguramente conocían, principalmente los dos últimos debido a los cargos que desempeñaban, que el general Pliev había pedido autorización para disparar a Moscú y se lo prohibieron o recibió la callada por respuesta. También hay que tener en cuenta que las declaraciones o relatos de los dos generales fueron hechos quince o más años después de los acontecimientos.
 

 
En una entrevista publicada en 1989, el general Voronkov declaró lo siguiente: "Los aviones yanquis sobrevolaban el cielo cubano a diferentes alturas. Hasta el 26 de octubre no se autorizó la salida al aire de nuestros radares (...) Yo era del criterio de que así no se podía continuar. Los norteamericanos se sentían con derecho a todo. El 27 me informan que un avión espía U-2 está cruzando el espacio aéreo de la Isla y vuela sobre posiciones cercanas. Luego lo hace por encima de dos pequeñas unidades bajo mi mando, y al acercarse a una tercera, ¡ahí mismo di la orden combativa! ¡Con el primer proyectil lo derribamos"!(1)


 
La división coheteril subordinada al general Voronkov tenía doce grupos emplazados al este del límite Caibarién-Trinidad, y el que derribó al U-2 fue el emplazado en Banes, el último a la derecha por la costa norte. Si el avión volaba desde occidente hacia oriente, antes de llegar al grupo de Banes tenía que haber pasado por las zonas de destrucción de cuatro grupos de la división subordinada a Voronkov, por lo menos, antes de ser derribado, no sobre dos, como dijo el general en la entrevista; pero además surge una pregunta: ¿si él fue quien decidió derribarlo, porqué esperó a hacerlo con el último grupo, antes de que abandonara el territorio?, hubiera sido más lógico darle la orden a una unidad anterior, para tener reserva por si el que recibiera la orden fallaba.


Examinemos ahora los aspectos principales de lo relatado por el general Garbuz: "Llegué al puesto de mando de la Agrupación en la mañana del 27 de octubre. Allí se encontraba el sustituto del comandante para la Defensa Antiaérea , teniente general Stepan Grechko, quien ese día era oficial de guardia superior. El general me dijo: ‘Hace más de una hora da vueltas sobre nosotros un ‘visitante’. Considero que es necesario derribarlo, ya que puede descubrir nuestras posiciones en toda la profundidad y dentro de varias horas esos datos se conocerán en Washington’. Decidimos comunicarnos con el general Pliev, pero no estaba en el estado mayor. En aquellos momentos el oficial de guardia informó que el U-2 variaba el curso de vuelo; al llegar a Guantánamo había girado hacia el norte, era evidente que se marchaba después de cumplir su misión combativa (...) El general Grechko intentó comunicarse varias veces con el comandante de la Agrupación , pero no pudimos localizarlo en aquellos minutos decisivos, y no era posible establecer comunicación con Moscú en un plazo breve (...) Después de algunas reflexiones Grechko exclamó: ‘Bueno, pues respondamos juntos’. Al puesto de mando de la defensa antiaérea llegó la orden de destruir el blanco número 33, el avión U-2 (...) Los coheteros cumplieron la orden sin tardanza (...) El primer cohete solo averió la máquina, e incluso el piloto logró abrir la cubierta de la cabina, pero el segundo proyectil fue fatal (...) La decisión de interrumpir el vuelo fue dictada por la necesidad operativa. No se podía permitir que en los Estados Unidos recibieran la información sobre la dislocación y las cantidades de armamento y técnica de combate que poseían las tropas soviéticas y cubanas, y en primer lugar los datos sobre las posiciones de lanzamiento de los cohetes de alcance medio y de los antiaéreos".(2)
 


Analicemos ahora algunos puntos débiles de este relato. En la mañana del 27 de octubre las unidades se encontraban en completa disposición combativa desde hacía cinco días, se esperaba un ataque inminente del enemigo y todo el sistema de la defensa antiaérea había sido activado por primera vez desde la noche anterior; además, el U-2 estuvo volando sobre Cuba durante más de hora y media. Por mi propia experiencia del servicio conozco que en tales circunstancias los jefes se encuentran permanentemente en el puesto de mando del nivel correspondiente o están en lugares donde pueden ser localizados de inmediato. De otra forma no puede suceder en las condiciones del combate moderno, donde las acciones se desarrollan con gran rapidez y es necesario adoptar decisiones de mucha responsabilidad. Además, estos dos generales estaban en el puesto de mando del general de ejército Pliev, por lo que resulta inconcebible que este no pudiera ser localizado tras múltiples intentos y durante más de una hora, a no ser que el general de ejército fuera tremendo irresponsable, lo que es muy poco probable.
 

Si el U-2 voló desde la provincia de Pinar del Río hasta la de Oriente, pasando sobre los puntos fundamentales de importancia militar, debe haber atravesado las zonas de destrucción de no menos de quince grupos coheteriles, entonces: por qué esperaron hasta que llegara a Guantánamo y girara hacia el norte para destruirlo con el último grupo coheteril que quedaba en su recorrido; además de que después de pasar sobre Guantánamo podía haber seguido recto, sin girar allí hacia el norte, con lo que los hubiera dejado con un palmo de narices y se hubiera retirado tranquilamente con toda su "valiosísima" información, que "no podía llegar a los Estados Unidos", según el relato del general Garbuz; además de que también pudo girar al norte en Guantánamo y continuar vuelo sin pasar sobre el grupo de Banes.


 
Por la forma del relato da la impresión de que aquel era el primer vuelo de un U-2 sobre Cuba y no se podía dejar que escapara con toda la información recogida sobre las unidades soviéticas y cubanas; pero no era así, desde hacía dos semanas esos aviones volaban diariamente sobre la Isla , con frecuencia varias veces al día, por lo que todo lo que ese vuelo pudo fotografiar ya había sido fotografiado más de una vez, es decir, no constituía una información nueva, de primera mano e importancia decisiva, que lo revelaría todo en Washington. También podría alegarse que el sistema de defensa antiaérea solo se había activado la noche anterior, debido a lo cual los generales desconocían sobre los vuelos precedentes de los U-2, por lo que se horrorizaron con aquel. Eso sería por lo menos dudoso; recuérdese que el día 18 el general Pliev le había informado al general Gribkov, cuando este llegó a Cuba procedente de la URSS , acerca de la continuación de los vuelos de esas naves de exploración, por lo que sería muy difícil que no lo supieran dos de sus sustitutos, especialmente el general Grechko que era el jefe de toda la defensa antiaérea de la Agrupación. Pero aceptemos que no lo supieran porque no habían sido informados sobre ello y no podían ver ni oír a los U-2, sin embargo, desde el 23 de octubre el país era peinado diariamente por los vuelos rasantes de los norteamericanos, y para darse cuenta de eso no había ni que salir de los locales de trabajo, pues el aullido de los motores a reacción era tremendo y todo se estremecía prácticamente cuando pasaban. Los generales debían saber que aquellos aviones que volaban a baja altura también llevaban cámaras y lo fotografiaban todo, por lo que el mayor Anderson con su vuelo no tendría la exclusiva.
 


Entonces, ¿quién ordenó derribar el U-2? Sencillo: ningún gran jefe tomó la decisión, el pequeño jefe del grupo emplazado en Banes, mayor Ivan Minovich Guerchenov, localizó el avión, lo comunicó al puesto de mando de su regimiento y pidió autorización para derribarlo, le contestaron que habían solicitado el permiso al mando superior, que esperara; en eso se dijo que perdió temporalmente la comunicaciones y, basándose en lo que planteaba el reglamento de combate, que estaba vigente en aquellos momentos en las Tropas Coheteriles Antiaéreas soviéticas, referente a que al perder las comunicaciones en una situación combativa el jefe del grupo tomaba las decisiones de forma autónoma, tomó su decisión y la puso en práctica, derribando al violador del espacio aéreo cubano que estaba realizando una labor ilegal de espionaje.
 

 
El autor de esta obra, varios meses más tarde, en mayo de 1963, fue uno de los cubanos que ingresaron voluntariamente en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, respondiendo al llamado hecho por el comandante Fidel Castro, para que personal con el nivel de preparación necesario asimilara la compleja técnica y armamento que los soviéticos entregaron después de la Crisis. Durante los meses que estuvieron en las unidades asimilando la técnica, los mismos soviéticos relataron en múltiples ocasiones, a los fundadores cubanos de las Tropas Coheteriles Antiaéreas, la forma en que había sido derribado el U-2. En la actualidad no existen documentos que describan en detalle cómo se produjeron los hechos aquella mañana, pues los informes que deben haber sido confeccionados al respecto nunca fueron publicados por los soviéticos. Solo hay varios relatos muy generales y superficiales en que algunos de los participantes describen a grandes rasgos lo sucedido, los que están en correspondencia con la versión de que la decisión de derribar el avión fue tomada por generales pertenecientes a la Agrupación de Tropas Soviéticas en Cuba. Ahora bien, en base a la experiencia, ¿cómo debe haberse desarrollado la acción?
 

 
Si el avión llegó a Guantánamo y giró hacia el norte, debe haberse aproximado hasta allí volando sobre la parte sur de la antigua provincia de Oriente. Antes de llegar al grupo de Banes pudo ser derribado por otros dos grupos por lo menos, de los emplazados en aquella región. Es seguro que durante todo el vuelo sobre la Isla solicitaron autorización para derribarlo no menos de diez jefes de grupos, pero ningún otro perdió las comunicaciones en el momento preciso ni tuvo la audacia y los... pantalones del mayor Guerchenov. También es seguro que todos ellos daban cualquier cosa por liquidar al espía.
 

 
La técnica de la unidad había sido debidamente comprobada desde la noche anterior, cuando habían autorizado por primera vez a que los radares de los grupos coheteriles antiaéreos irradiaran al espacio. Durante la noche había llovido varias veces, por lo que las trincheras y algunos refugios estaban inundados. A media mañana el radar P-12 del grupo se encontraba conectado y realizaba la exploración del espacio aéreo circundante. En esos momentos llovía a cántaros en la zona donde estaba emplazado el grupo coheteril antiaéreo. El jefe del radar comunica que aparece un blanco que es dictado por el radiocircuito de aviso y por sus características de vuelo se aprecia como avión de exploración del tipo U-2.
 

 
Cuando el blanco está a 45 kilómetros , el jefe de Grupo ordena: destruirlo, con dos cohetes contra el blanco, empleando el método de conducción de semipredicción, con diez segundos entre el primer lanzamiento y el segundo. De pronto, se escucha un estampido seco, como el producido por un martillazo sobre una mesa de madera, y al instante se oye el rugido ensordecedor del motor del cohete que lo hace saltar vertiginosamente hacia delante. El motor es tan potente que aquella masa de dos toneladas supera en pocos metros la velocidad del sonido y se aleja velozmente bajo la intensa lluvia, perseguida por una llamarada anaranjada de unos 30 metros de largo.
 

 
Diez segundos después es lanzado el segundo cohete. El blanco es destruido. Eran las 10:17 de la mañana y continuaba lloviendo a cántaros.

 

Hay que decir que el mayor Anderson debió ser un militar disciplinado, pues toda la zona estaba cubierta por una espesa capa de nubes, por lo que las cámaras del U-2 solamente fotografiaron allí la superficie superior de aquel manto, y la misión del mayor no estaba relacionada, precisamente, con las investigaciones meteorológicas; sin embargo, Anderson cumplió su plan de vuelo hasta el final. Eso le costó la vida.


Mientras tanto, el acribillado avión U-2, con el cuerpo de Anderson gravemente herido o muerto en sus entrañas metálicas ha comenzado una gran caída de 21 kilómetros, aunque todavía planea algo y continúa avanzando por inercia; poco a poco comienza a desviarse hacia la izquierda de la trayectoria hasta que la parte fundamental del cuerpo del avión cae cerca del poblado Vega III junto a un camino y no lejos de un platanal, mientras que una de sus alas se había desprendido poco antes y cayó en las inmediaciones del poblado y el empenaje de cola, que también se separó del cuerpo, se sumergió en las aguas de la Bahía de Banes.
 

 
Cinco años más tarde, el autor se encontraba en Minsk, capital de la República de Bielorrusia, en la antigua Unión Soviética; allí era jefe de un grupo de varias decenas de cubanos que estudiaban ingeniería en la Escuela Superior de Ingeniería Coheteril Antiaérea, ubicada a nueve kilómetros de la ciudad. Meses antes, el ya mayor general Voronkov había sido designado segundo jefe de la Escuela. En una cena dedicada a la celebración de una fiesta nacional cubana, el general Voronkov y el autor estuvieron sentados a la misma mesa, y después de comer y beber convenientemente cayeron en el tema del derribo del U-2 en Cuba. El general señaló una de las órdenes de la Estrella Roja que llevaba prendidas en la chaqueta y dijo que se la habían dado por el U-2, e interrogado sobre si era verdad que el jefe del grupo había tirado por su propia decisión, respondió que sí, pero que no había hecho más que interpretar el sentir de todos los oficiales. Después manifestó, medio en broma y medio en serio, que cuando recibió la información de que Ivan Guerchenov había derribado el avión, le ordenó al jefe de cuadros de la división que preparara una orden de condecoración para Ivan y otra orden de arresto, y que las tuviera a mano, pues todo dependería de las circunstancias. Así sucedió, el mayor Guerchenov fue enviado inicialmente al estado mayor del regimiento, en Victoria de Las Tunas, donde estuvo retenido varios días, y cuando se le dio una connotación positiva al derribo del U-2, regresó a su unidad, donde terminó el cumplimiento de la misión internacionalista; en ese lapso de tiempo fue condecorado y ascendido al grado de teniente coronel. En el momento en que sosteníamos esta conversación aún faltaban 22 años para la entrevista citada anteriormente, en la que el general se atribuyó la impartición de la orden para derribar el avión. Además, a inicios de la década de los noventa Herman Wainshtok Rivas, coronel jubilado de las Fuerzas Armadas cubanas, se encontró en Moscú con el teniente general retirado Voronkov, a quien le habían amputado una pierna por motivos de salud y se dirigía a Cuba para descansar por un corto periodo, y en la conversación que sostuvieron, el general admitió nuevamente que el U-2 había sido derribado por decisión personal del jefe del grupo coheteril antiaéreo emplazado en las cercanías de Banes, al perderse temporalmente las comunicaciones con el regimiento.
 

 
Ahora bien, es necesario señalar que a los integrantes de la primera unidad militar cubana que llegó al grupo coheteril antiaéreo de Banes para asimilar la técnica junto con los soviéticos, algunos de ellos les manifestaron que en la mañana del 27 de octubre de 1962 no se habían perdido las comunicaciones con el regimiento en ningún momento, que aquella solo fue una excusa empleada por el mayor Guerchenov para derribar al U-2. Uno de los que lo afirmaba era el jefe de la estación de radio del grupo, y este debía saber bien lo que decía. (Continuará)

 
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