Una república
atada al pasado y pensada en él
Revista Libre Pensamiento
Palabras preliminares
Pedro
Joaquín Chamorro Cardenal obró con valentía y honestidad contra la Dictadura
Somocista, de cuyas balas asesinas cayó víctima el 10 de enero de 1978. Empero,
más allá de su sincera y abnegada lucha contra este régimen opresor,
entreguista y genocida, erróneamente, creía posible que la acción del estado
burgués se podía encaminar de modo directo a mejorar las condiciones de las “clases
desheredadas”, en función de que el “pobre” alcanzara “un mejor estándar de
vida”. Más aún, concebía posible que el capitalismo dejara de ser
voraz y carente de escrúpulos. Hablaba incluso “de la Justicia Social,
Occidental y Cristiana, pero revolucionaria y amplia.”
Si
lo anterior es iluso, no es aceptable el supuesto que EEUU enmendara sus
errores, porque tal cosa nunca ha ocurrido en ningún rincón del orbe; tampoco
es aceptable su admiración por lo que llama, refiriéndose a esta potencia, “su
legítima y grandiosa lucha contra el comunismo.”[1] Porque,
debe decirse que, aún en la actualidad, persiste el apoyo de EEUU a las
dictaduras de América Latina y Caribeña; así como a la mayoría de las que se
han implantado y siguen implantándose en el planeta, así sea bajo
circunstancias y modalidades diferentes.
Y más allá de ello, el Capital ha sido
y es, por doquier, una fuerza en sí misma dictatorial, por mucho que se hable
de democracias en abstracto; aún y cuando use el ropaje nórdico o quiera dar
atol con el dedo con cantos engañosos como los de la Renta Básica.
Siempre
en relación con ese apoyo, en lo que atañe a Nicaragua, baste como muestra la
observación que hiciera la revista Newsweek, en enero de 1979: “Los
cuerpos de la marina de EE.UU., 42 años atrás pusieron en el poder a la familia
Somoza, y el actual dictador, Anastasio Somoza Debayle, ha sabido sacar buen
provecho de ello, ha acumulado una fortuna personal estimada en 500 millones de
dólares”.[2]
Carlos Fonseca Amador, esclarece
el asunto, anotando que la dictadura somocista, a la par de ser el instrumento
económico de la estructura semicolonial y feudal del país, funge “como agencia
internacional del Departamento de Estado norteamericano en Nicaragua.” Y expone
que el somocismo, lejos de ser el resultado de una política errónea por parte
de EEUU, “formó parte del plan fascista internacional de implantar gobiernos
basados en la fuerza reaccionaria.”[3]
Ricardo Morales Avilés, por su
lado, alejado de principios universales y eternos,
acota que la burguesía, soslayando sus intereses de clase, pretende convertir
las normas del capitalismo en norma de lo humano, cuestionando: “¿Qué es esa
universalidad de los ideales humanos de que habla la burguesía, sino la
expresión de los intereses de clase de la misma burguesía?”[4]
Nicaragua:
¿una república pendiente?
Sergio Ramírez Mercado, quien fuera holgado Vicepresidente de Nicaragua
en los años ochenta del pasado siglo -al grado que no debiera escupir para
arriba como suele hacerlo-, siguiendo los pasos de Pedro Joaquín Chamorro con
su escueta “Nicaragua volverá a ser República”, como este último, sabe
perfectamente que su “República pendiente”, a la que piensa una suerte de Arcadia
criolla, no se ciñe al presente, ni desea el futuro al que en verdad teme, pues
se encuentra atado con mucha fuerza al pasado, lo que conduce, de modo
ineluctable, a una incongruencia.
No es inocente que acaricie esa
sui generis república, aunque, a primera vista, parezca saltar un gesto
patriótico franco, dirigido a todos los nicaragüenses sin distingo de
clase, ni de credos políticos y -no faltaba más- tampoco de fortunas, hermanados
por el ideal de una patria para todos, viviendo en paz y armonía, sin que
importe nada que ello resulte del soslayo flagrante de la realidad existente
fuera de nosotros.
Pero en ese proyecto que se empantana
en el ayer por más que se niegue, no hay, ni puede haber, nada semejante. Y
como ocurre siempre dentro de los marcos de una sociedad de clases confrontadas
de forma real y no imaginaria, su planteo, a fuerza, posee un sello indeleble:
el de la clase que defiende, misma que detenta fortunas a costa del esfuerzo ajeno,
se llame como se llame y opere desde adentro o desde fuera.
Así las cosas, el enfoque de
clases debe estar presente en todo estudio que pretenda alumbrar la comprensión
del desenvolvimiento social; igual debe estarlo el factor externo, asociado con
vigor al anterior, y vinculado no a simples lazos diplomáticos, económicos y
financieros, sino a una compleja madeja de propósitos intervencionistas, de
modo preferente.
¿Qué república está a la vista?
Veámoslo: los
dos personajes plantean, en cierta manera, el restablecimiento de la República Conservadora de 1857-1893, la de los
35 años, que representó los intereses de las élites de entonces. No
casualmente, ha sido idealizada, de forma abierta o solapada, por todas las
generaciones de conservadores, y ahora por todas las fuerzas de corte elitista.
Estas líneas del que fuera, como
ya dijimos, holgado Vicepresidente
del país, refiriéndose a Pedro Joaquín Chamorro, lo dicen todo: “Si tantas
veces le escuchamos decir que cada quien era dueño de su propio miedo, también
nunca se cansó de repetir que Nicaragua volvería a ser república. Y esa es una
tarea aún pendiente.”[5]
Y aunque Chamorro responsabilizó de
modo inequívoco a EEUU por la imposición del somocismo; expresa que Nicaragua “salió de la democracia a fines del siglo pasado [el siglo XIX],
cuando los regímenes patriarcales derrocados por el general José Santos Zelaya
[…], fueron sustituidos por una dictadura castrense que dilató 17 años.”[6] Mas, para este caso omite de modo flagrante el macabro y cínico
intervencionismo contra Zelaya y Madriz, del cual fue cómplice directo el
conservatismo. ¿Hemos de olvidar la Nota del infame Philander Knox de fines de 1909?
Empero, esa historia no ha terminado. El tercer personaje de la misma es de signo diametralmente opuesto al
de los ya mencionados. Se trata del poeta leonés Rigoberto López Pérez, quien el
4 de septiembre de 1956, le escribió una carta a su madre Soledad López en la
que, en parte, dice: “Aunque usted nunca lo ha sabido, yo siempre he andado
tomando parte en todo lo que se refiere a atacar al régimen funesto de nuestra
patria y en vista de que todos los esfuerzos han sido inútiles para tratar de
lograr que Nicaragua vuelva a ser (o sea por primera vez) una patria libre, sin afrenta y sin mancha, he decidido aunque mis compañeros no
querían aceptarlo, el tratar de ser yo el que inicie el principio del fin de
esa tiranía.”[7]
Carlos Fonseca, haciendo un
análisis pormenorizado de esa Carta Testamento de Rigoberto, su hermano de lucha
y de ideales, apunta: “Hay que subrayar la expresión (o sea por primera vez).
Ello tiene para los nicaragüenses una trascendencia revolucionaria
extraordinaria. Esa posición, antes de Rigoberto López Pérez, solamente la
había asumido un nicaragüense: Augusto Cesar Sandino. Esa actitud de Rigoberto
marca la reanudación de la senda de Sandino.”[8] Acá sí se habla de un proyecto que mira firme hacia el futuro, sin quedarse
anclado en el pasado, lo cual se sintetiza en el lema “Siempre Más allá”... sin
llegar, jamás, al fin de la historia.
Nos resta saber lo que de fondo
se quiere rescatar, para todos los tiempos habidos y por haber, de esa
república decimonónica, así sea modificándola y retocándola de cara a los
nuevos tiempos, sin que deje de ser un proyecto anclado en el pasado, en tanto
que no representa nada esencialmente nuevo respecto a la historia pretérita y,
en lo primordial, respecto a la necesaria redistribución de la riqueza.
“El régimen de los Treinta Años
se organizó en concordancia con el estilo tradicional “paternalista-autoritario
del poder promovido y reproducido por las elites conservadoras granadinas. Este
estilo se expresaba en tres normas de conducta básicas: “sujeción al orden
establecido, obediencia a la jerarquía eclesiástica o seglar, y respeto a la
propiedad privada.””
Y completando el panorama acusado,
debe añadirse que se trató de un régimen agroexportador que, entre sus metas
principales tenía el ponerle coto al “desborde social”. Bajo esa línea,
implantó una rígida estratificación social, traducida en una distribución
profundamente desigual de obligaciones y derechos, legalizada en la
Constitución de 1858, que impuso que para ser ciudadano y optar a los
principales cargos dentro de la estructura de dominio, se requerían riquezas y
propiedades.[9]
¿Qué tanto de esto se vería en
verdad trastocado por la acusada república pendiente del conservatismo?
[1] Chamorro Cardenal,
Pedro Joaquín. Estirpe Sangrienta: Los Somoza. Quinta edición., Impresión
Comercial La Prensa, Managua 2001. pp. 247-248, 251-253.
[2] Tomado de: Ignatiev
Oleg, Borovik, Guenrij. La Agonía de una Dictadura. Crónica Nicaragüense.
Editorial Progreso, Moscú. 1978. p. 36.
[3] Carlos Fonseca. Obras.
Tomo 1. Bajo la bandera del sandinismo. Editorial Nueva Nicaragua, 1982. pp.
25, 40.
[4] Ricardo Morales Avilés.
Obras. No pararemos de andar jamás. .
Obras. Editorial nueva Nicaragua, 1983. p. 75.
[6] Chamorro Cardenal, Pedro
Joaquín. Ob. cit.
[9] Véase VII Congreso
Centroamericano de Historia. Antigua, Guatemala, 10 al 14 de julio/2006 Msc.
Ligia Ma. Peña Torres Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (UCA)
El período de los Treinta Años Conservadores y la salud pública.- http://ihnca.edu.ni/files/doc/1262724456_PonenGuat2006.pdf
ESTE Comentario me viene a la mente lo que sucede en México atados a un pasado de 80 años mismo partido, misma política, corrupción, me pregunto que tan débil es la Sociedad que no ha logrado imponer su poder? es bien cierto que la apatía, la desidia la irresponsabilidad y otros males del ser humano tienen graves consecuencias.
ResponderEliminarGracias por el comentario amigo Braga.
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