La
campaña contra Rusia: Ladrón que grita “¡al ladrón!
Por:
César Gómez Chacón
7
MARZO 2014
El
mundo está aterrado. “Rusia ataca de nuevo”, parece ser el titular de la nueva
película que la gran prensa mundial (léase norteamericana y europea) nos quiso
vender apenas unos días después de culminada la ceremonia de los Oscares.
A
estas alturas, a partir de bagaje de “información” la inmensa mayoría de las
personas del planeta debería estar ya completamente convencida de que el
gigante comunista ruso, el oso peligroso herido de muerte en la guerra fría, ha
vuelto a levantarse y tiene sed de venganza.
La
colosal campaña mediática de las últimas semanas, a partir de los
acontecimientos desencadenados en Ucrania, apuntó desde el comienzo hacia el
objetivo principal: la Federación de Rusia. No era un guión de última hora,
sino un bien hilvanado proceso de producción, a partir de un libro escrito hace
ya más de veinte años.
La
arremetida casi unánime, en fuerza, argumento y clara dirección, de los grandes
medios de (in)comunicación y (des)información mundiales, no es más que la punta
del iceberg. Es la geopolítica del “mundo al revés” lo que subyace detrás
del telón. Ucrania era sólo el señuelo (verdad que apetitoso, aunque difícil de
tragar), pero Rusia fue y es, desde el principio, el pato principal.
Sólo
dos décadas después de desmoronada la URSS, el país más grande del
mundo, con más de 17 millones de kilómetros cuadrados, y una población superior
a los 143 millones de habitantes, resurgió unido y poderoso. La Federación de
Rusia, sin un atisbo de alarde, comenzó poco a poco a ocupar el lugar que le
corresponde en el concierto de naciones.
Su
rol creciente en la arena internacional, junto a China, agrietó finalmente la
hegemonía de los poderosos en el mundo “unipolar”. El firme enfrentamiento a
los intentos yanquis por repetir en Siria el libreto de Irak y Libia, demostró
el poder y la habilidad de la diplomacia rusa. El presidente Vladímir Putin y
su equipo del Ministerio de Exteriores pusieron en ridículo a norteamericanos,
europeos e israelíes, y dejaron al Premio Nóbel de la Paz, Barack Obama,
vestido para la fiesta de la nueva guerra. Otro pecado que ni uno, ni otros, le
van a perdonar.
La
carrera por el pastel
Ucrania
viene a ser entonces la nueva carta de triunfo en los intentos por aislar y
destruir a Rusia. Ya se sabe mucho, y se sabrá aún más en la medida que pasen
los días. Es el mismo modus operandi que los Estados Unidos
han utilizado en los últimos años y en diversas regiones del mundo. Es
el mismo argumento que hoy se vuelve a repetir en Venezuela.
Detrás
de los disturbios en Kiev y en otras ciudades de la ex república soviética,
está la garra peluda de la CIA y
no sólo… Hoy se afirma que ex-miembros de unidades especiales de las Fuerzas de
Defensa Israelíes (IDF) participaron en las acciones subversivas en Ucrania.
Hay
que ser tullido político para no advertir que el nivel de rapidez, violencia y
resolución con que se movilizaron y actuaron los manifestantes de la Plaza de
la Independencia (Maidán) y otros sitios del país, de ninguna manera tenía que
ver con un movimiento “espontáneo” de unos pobladores supuestamente indignados
por una decisión del gobierno del presidente Víctor Yanukovich, que
en última instancia los perjudicaría a largo plazo. En las barricadas de la
Maidán, como ya también se conoce, no sólo se repartió mucho vodka.
Este
jueves la prensa rusa desenmascara una llamada de teléfono entre el ministro de
Exteriores estonio, Urmas Paet, y la jefa de la diplomacia europea, Catherine
Ashton, en la que el primero le indica que detrás de los francotiradores que
actuaron en Kiev no estaba el presidente Víktor Yanukóvich, “sino alguien de la
nueva coalición”,
El
objetivo de arrebatar a Ucrania en beneficio de las apetencias geopolíticas
norteamericana y europea es un plan minuciosa y largamente tramado. Ello
presupone de inmediato acercar aún más el alcance del poderío militar de la OTAN a las fronteras
occidentales de Rusia.
No
debe olvidarse algo de suma importancia: los gasoductos que atraviesan Ucrania,
calculados en unos 28.602 kilómetros de tuberías, bombean el gas desde Rusia
hacía el resto del continente europeo. Tenerlos bajo control “amigo” es también
parte de la estrategia contra Moscú.
Los
acontecimientos de última hora apuntan hacia esa dirección. Muy poco
antes de que el secretario de Estado, John Kerry, aterrizara en Kiev, este 4 de
marzo, con el anuncio de una ayuda económica de unos 1.000 millones de dólares
para apuntalar a los sucesores de Yanukóvich, ya la prensa había filtrado que
Ucrania podría acoger “elementos” del escudo antimisiles de EEUU en su
territorio, a cambio de ayuda financiera de Washington.
Al
mismo tiempo, una delegación del Fondo Monetario Internacional tiene
previsto empezar a trabajar en el propio terreno el martes; y se dice Kiev
espera de éste un préstamo de al menos 15.000 millones de dólares (unos 10.900
millones de euros) para evitar la bancarrota.
Dicho
más claramente: la lucha por el pastel ya comenzó, pero –valga insistir–el
plato fuerte es y ha sido siempre Moscú.
La Unión
Europea, desgastada por sus propios problemas económicos, no quería –y
nunca lo prometió– sumar a su nómina una Ucrania empobrecida, dividida, y con
un altísimo nivel de corrupción a todos los niveles. Las limosnas que
últimamente había ofrecido a Kiev, no resolvían ninguno de sus grandes y
verdaderos problemas, eran más que todo parte del plan propagandístico para
acercar a su cazuela, como finalmente logró, a una parte del movimiento nacionalista
y anti-ruso que históricamente vivió en la parte más occidental del país.
Otra
guerra que empezó en la prensa
Convertidos
desde hace tiempo en parte importantísima del mismo modus operandi de
quienes mueven los hilos de la política hegemónica, los principales medios de
la “gran em-prensa” mundial desataron convenientemente su campaña de mentiras y
medias verdades, a partir de la primera chispa que ardió en Kiev.
A
finales de noviembre de 2013, aún antes de caldearse la muy mediática Maidán,
los estrategas de la información sentaron inmediatamente a Rusia en el
banquillo de los acusados, dando a entender que el Kremlin presionaba a Kiev
para que no firmara el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea.
Rusia
presiona a Ucrania para que el gobierno de Yanukovich no cambie el rumbo
político, afirmaba
uno de aquellos muchos titulares entonces, y acto seguido se explicaba: Moscú
está preocupado por un posible acercamiento del país a la Unión Europea, tras
la reunión del presidente con Catherine Ashton. Amenazó con retirar la ayuda
financiera…
A
partir de ahí, y ante los acontecimientos violentos en Ucrania, que los medios
occidentales se encargaron de amplificar y azuzar convenientemente, no faltó un
día en que no se hablara de Rusia y sus posibles y “peligrosas” reacciones. La
guerra ya estaba avisada.
De
modo que hace menos de una semana, al darse la lógica decisión de Moscú de
proteger del vandalismo y las amenazas extremistas y fascistas a sus tropas
acantonadas en Crimea, según un viejo acuerdo anterior al gobierno de
Yanukóvich, se dispara una campaña de mentiras, que casi convence al mundo del
inicio de una guerra verdadera en Ucrania.
Un
titular de la agencia Reuters del sábado 1ro de marzo es bien claro: Rusia,
lista para invadir Ucrania; Kiev advierte sobre guerra. Y un par de
frases tomadas al azar de lo mucho que se publicó a la sazón, lo complementan: La
flota rusa en el Mar Negro tiene una base en Crimea y Moscú estableció un
control efectivo sobre la península, que es parte de Ucrania (…) Más temprano
el lunes, Interfax citó a una fuente no identificada del Ministerio de Defensa
diciendo que el comandante de la flota en el Mar Negro había establecido un
plazo límite de rendición a las 0300 GMT.
Los hilos del entramado propagandístico tienen una vez más
su punta en la maquinaria mediática de los Estados Unidos, el país que más
bombas, tropas, agresiones e invasiones ha lanzado por todo el mundo en los
siglos XX y XXI, una versión ridícula de la conocida historia del ladrón que
grita ¡al ladrón!, para desviar la atención de sus perseguidores.
La
llamada gran prensa y hasta algunos políticos occidentales no se han cansado de
calificar desde entonces el mínimo movimiento o fortalecimiento de las fuerzas
rusas en sus bases como: “ocupación”, “agresión”, e “intervención” en Crimea.
No importó que el presidente Vladímir Putin confirmara en su encuentro con la
prensa, este 4 de marzo, que no había habido “ni un solo disparo, ni una sola
víctima” en Crimea. En la mayoría de las personas del planeta que siguen los
acontecimientos por los medios, ya fue sembrada la idea de que allí hay una
guerra desatada por los rusos y sus “tropas de ocupación”.
Capítulo
aparte merecerían las versiones de prensa sobre ese mismo encuentro, de hace
unas horas, de Putin con los periodistas. Un cable de AP relataba que: Mientras
el mandatario ruso hablaba con los periodistas en su residencia personal, el
secretario de Estado norteamericano John Kerry se reunía en Kiev con el nuevo
gobierno de Ucrania y exhortó a Putin a retirarse de ese país. Todo
muy claro, el líder ruso estaba fresquito en su casa, mientras sus tropas
invadían Ucrania, y el sacrificado de Kerry iba al campo de batalla a resolver
diplomáticamente el entuerto.
Fue
uno de sus discursos característicos, lleno de arrogancia machista y burlas
sarcásticas, en el que acusó a Occidente…, continuaba refiriéndose AP a las
importantísimas declaraciones del presidente ruso a la prensa. Para luego
reafirmar lo que sí era para ellos “noticia”: la guerra que hasta hoy no
sucedió:
Rusia
ocupó la estratégica península de Crimea el sábado y sus tropas tomaron el
control de la terminal del transbordador, las bases militares y los puestos
fronterizos. Dos buques de guerra de Ucrania se mantenían fondeados en el
puerto de Sebastópol, en Crimea, con sus movimientos bloqueados por buques de
guerra rusos.
Y
como en toda contienda bélica, al final debe haber un vencedor, o al menos un
derrotado. De eso ya la prensa “libre” también se encargó, al publicar hace
apenas algunas horas: “El desenlace parcial de la crisis de Ucrania ha
sido considerada por analistas como una derrota en los planes expansivos de
Rusia”.
La
crisis, por cierto, aún no ha terminado, pero la campaña contra Rusia y su
presidente, a quien de paso ya se le cuestiona su nominación al Premio Nóbel de
la Paz, ¡Dios salve a Obama!, se multiplica e infla por minutos. En ella vale
todo, hasta revivir el fantasma del comunismo. La foto de un hombre enarbolando
la bandera roja de la Unión Soviética, en alguna manifestación en ni se sabe
dónde, ocupa ya hoy espacio en las primeras planas de los grandes medios
digitales.
Norteamericanos y europeos se desgarran ahora las camisas
pidiendo e inventando sanciones contra Rusia. Es el colmo de la doble moral, o
–mejor dicho–, es la moral con la que se hace y deshace en esta “aldea global”
del siglo XXI.
Los dueños del planeta nos están dando, además, una
interesante lección de cómo debió haber reaccionado el mundo (y la prensa, si
fuera realmente libre), ante las agresiones verdaderas, los bombardeos y los
asesinatos en masa cometidos por las tropas yanquis y sus aliados en
Afganistán, Irak, Libia…
¡Cuidado,
el verdadero ladrón y sus cómplices doblaron por aquella esquina!
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