La
guerra contra las drogas, un fraude total
Por
Iván Márquez, FARC-EP
Posted on marzo 19, 2014 | by Ramon Martinez
Iván Márquez
El
mundo está librando la lucha contra las drogas en medio de las tinieblas. Todos
los esfuerzos están condenados al fracaso si no encendemos la luz de la verdad
sobre el nauseabundo crimen del narcotráfico que lacera a la humanidad. Rodeada
por esa oscuridad, la pobre Colombia está enredada y perdida en un laberinto
más intrincado que el del mito del Minotauro.
Se
reafirma esta certeza de las impactantes denuncias del ex gobernador de
Minnesota, Jesse Ventura, director del programa de Televisión “Conspiracy
Theory” (Teoría de la conspiración), un hombre al cual hay que creerle, no solo
por haber sido autoridad de un Estado de los Estados Unidos, sino por su rigor
investigativo y compromiso con la humanidad. No estamos provocando lluvias
sobre un terreno mojado al traer versiones muy difundidas por todo el mundo.
Simplemente posicionamos como verdad irrefutable, que no se puede tapar ni
ocultar más, el sucio rol de la CIA y de la DEA, como motores y generadores de
la calamidad humanitaria del flagelo del narcotráfico.
Desde
hace más de medio siglo, la CIA está utilizando las ganancias criminales del
tráfico de drogas para financiar sus operaciones encubiertas de guerra sucia,
como recurso pérfido para eludir el tener que rendir cuentas al Congreso y al
propio pueblo norteamericano. Esos dineros son usados para desestabilizar
gobiernos legítimos, elegidos democráticamente, financiar atentados contra
líderes del hemisferio que se oponen a la política hegemónica de Washington…
Pero lo más grave, es que esa desviación, sigue siendo consentida y tolerada
por autoridades corruptas de los Estados Unidos, conductas consideradas como
una traición a la Constitución, los principios y las leyes de ese país.
Sostiene
Jesse Ventura, que la participación de la CIA en el negocio está totalmente
documentada. En Francia, entre 1947 y 1951. En el Sudeste asiático en los años
50. Lo mismo que en Indochina, Panamá, Centroamérica, México y Colombia.
Afganistán se ha convertido durante la guerra –denuncia el ex gobernador- en el
mayor proveedor de opio y heroína en Europa, y que el cultivo de amapola, que
prácticamente había sido erradicado en el gobierno de los talibanes, volvió a
florecer con la invasión de los Estados Unidos.
Michel
Levine, agente encubierto de la DEA durante 25 años -el más condecorado de la
historia-, afirma en su libro Deep Cover, que cuando se disponía a capturar a
peces gordos del narcotráfico, recibió órdenes de sus superiores de no hacerlo
porque se trataba de colaboradores de la CIA. El periodista, Gary Webb, que
develó cómo la CIA introdujo a través de Los Ángeles, cientos de toneladas de
cocaína para ser distribuidas en todo el territorio de los Estados Unidos,
terminó muerto con dos balazos en la cabeza. Ya en 1976, el inspector general
de la CIA había reconocido en C-SPAN que esa institución introdujo la epidemia
del “crack”.
Tanto la DEA como los barones de la droga, están haciendo el
negocio del siglo, porque, según los denunciantes, mueven una gran masa de
dinero que oscila entre 500 mil billones y un trillón de dólares al año, una
cantidad anual mayor que la del negocio del petróleo y el gas natural juntos, y
el doble de la industria de automóviles. Y en ese gran negocio ubican la razón por
la cual, el ejército de los Estados Unidos, el aparato militar más grande del
mundo, con un presupuesto de cientos de billones de dólares, es totalmente
incapaz de controlar el ingreso de drogas a su país.
Por
eso la guerra contra las drogas es un fraude y una farsa total. Esto explica el
fracaso de la política antidrogas. La causa de la persistencia en esa política
son los negocios, y Colombia y México aportan las víctimas de un
prohibicionismo hipócrita.
Donde huela a drogas, ahí están las tropas estadounidenses
erradicando la cocaína, la heroína y el opio de los demás, y protegiendo a los
barones de la droga que blanquean sus dineros a través de los bancos de Estados
Unidos y de Europa, como señala Ventura. Mientras los insignificantes capos
colombianos, lavan su plata y la ponen a circular en los circuitos financieros
del país, antes de ser asesinados, encarcelados, o extraditados al norte.
Cualquiera
puede sentir que en esas condiciones es estéril el esfuerzo de la Oficina de
Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, dirigido a castigar a los
delincuentes del sector financiero responsables del lavado de activos, y que la
legalización del consumo que ahora propone la ONU para desestimular el negocio,
no deja de ser una vana prédica esparcida en la soledad del desierto.
Todo
lo anterior nos obliga a repensar lo que ha pasado en Colombia. ¿Qué movió a Álvaro Uribe, el Karsai colombiano con
antecedentes de narcotráfico, a permitir la instalación de 7 bases militares
norteamericanas en nuestro territorio? En esa decisión anti soberana hay muchas
cosas ocultas y oscuras. Hay también razones geopolíticas. ¿Qué papel han
jugado realmente varios directores de la policía de Colombia en las últimas
décadas? Al final no se sabe si trabajaban atraídos por los estipendios jugosos
de los capos, o trabajaban como agentes encubiertos para la DEA y la CIA.
El
ministro de Defensa de Colombia, al acusar a la guerrilla, sólo hace el
ridículo. Preguntémonos mejor, qué hacer para salir de este laberinto. De
nuestra parte cerramos el 21 ciclo de conversaciones de La Habana presentando
50 propuestas, que de ser asumidas con sensatez por el gobierno, pueden
coadyuvar a encontrar un camino, que al menos, mediante la sustitución gradual,
saque a los campesinos del pantano de miseria en que se encuentran. Una
conferencia de naciones deberá trazar las líneas estratégicas que permitan, con
la espada de la verdad, darle la estocada final a ese monstruo, que es el
Minotauro del narcotráfico.
/(Por:
Iván Márquez, integrante del Secretariado de las FARC-EP
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