Estados Unidos al mejor estilo de los sádicos curas católicos o rabinos judíos
Javier Monagas Maita
Me decía una compatriota en un comentario, que el delito yanqui, es mayor al de los imperios del pasado, porque aquellos, no tenían leyes y normas escritas que respetar para garantizar la paz y el respeto entre las naciones. También me refería la ilustre compatriota, que al igual que los pederastas curas, o los libidinosos rabinos, el imperio sibilinamente se introdujo en la confianza de los países y les sacó la información conveniente para desnudarlos y conocer sus intimidades más secretas, para luego someterlos. Lo mismo que los curas y rabinos sádicos, que se aprovechan de la inocencia de la niñez, o la candidez adulta, para engañarlos y violarlos sin defensa alguna, física y espiritualmente, basándose en la mentira primero y en la fuerza después. Es así como la complicidad miserable de gobiernos del llamado primer mundo, tal como los sacerdotes y obispos, callan ante el abuso contra el débil y lo justifican con palabras en fuga inmoral, por carecer de argumentos ciertos para justificar o, simplemente para explicar semejante vulgaridad.
Utilizar el poder mortífero de unas armas sin parangón en la historia criminal del mundo, en contra de pueblos civiles desarmados y desvalidos, como Irak, Palestina, Afganistán, Pakistán, etc. Es una simple demostración de sentimiento cloacal inhumano, que convierte al dinero en sentimiento antinatural del absurdo, en manos de unos mafiosos que controlan un imperio maquiavélico y sanguinario.
Los seres humanos no somos mercancía, no somos objetos de intercambio comercial para engrosar las arcas de unos locos enfermizos de riquezas, de la que al final ellos mismos, resultan ser esclavos, a veces sin saberlo. Los seres humanos somos una especie natural que nació del amor, para el amor fraternal de la especie y para sostener al mundo y servir a la naturaleza como agradecimiento a su bondad evolutiva. El capitalismo, avaro y posesivo, nos pretende convertir en simples objetos sin sentimientos ni respeto por nosotros mismos, nos pretende hacer ver como cosas con el valor que aparentamos por la simple observación vacía e interesada de cualquier mediocre tasador que juzga y valora por la ropa, los modales falsos y las joyas insensibles que lucimos o no. No por lo grandioso de nuestra conciencia y acción para con los demás. Esa no es nuestra verdadera esencia.
Somos herederos de un cosmos que se expande permanentemente, que tienen sus leyes naturales, que tienen sus principios, su ética y su moral, en un balance o equilibrio perfecto, honesto, pero que se altera por medio de la ambición, el egoísmo, la jactancia y la vanidad de unos pocos necios, que se inyectan enfermizamente unos privilegios falsos, que se auto asumen descendientes de unos dioses oscuros e inexistentes, que les hace creer ser superiores a los demás seres de la existencia cósmica, cuando en realidad son unos acomplejados con signos de inferioridad auto asumidos, para esconder su incapacidad para la convivencia en armonía con sus semejantes. Eso es capitalismo, es imperialismo, es religión, es maldad, es crimen, es guerra, es odio, es rencor, es deslealtad, es traición, es cobardía… es irrespeto a la naturaleza, al ser humano, al universo. Es manipular, es maniobrar, es engañar, es mentir, es robar, es creer en una figura de palo o yeso, con forma dada por la mano del hombre, para luego asignarles poderes y convertirlos en negocio que genera miseria y pobreza por un lado y gula por el otro.
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