REGION: Brasilia
Las
protestas en Brasil
Por Jorge Capelán
Enviado
por tortilla en Jue, 06/20/2013 - 15:59
Más abajo, versión también en inglés
Brasilia. Por Jorge Capelán, Radio La Primerísima.
En
los últimos 10 días se ha formado un movimiento en demanda de
"cambios" en Brasil. Todo comenzó con movilizaciones pequeñas, que no
lograron reunir a más de tres mil personas, protestando contra un aumento de
veinte centavos de real –menos de diez centavos de dólar– en los buses de San
Pablo. Ahora son decenas de miles en varias ciudades del país. Demandan una
serie de cosas, aparte de parar el alza del transporte: mejorar la pésima
calidad de los servicios públicos como la educación y la salud, así como la del
transporte colectivo en general. Protestan contra que se invierta en un mundial
de fútbol ante tantas necesidades. También protestan contra la corrupción del sistema
político brasileño, efectivamente diseñado para mediatizar todo esfuerzo que
intente realizar cambios profundos.
Pero
también, hay que decirlo, esas protestas tienen lugar en un país cuyo gobierno
ha sacado a unos 40 ó 50 millones de personas (20-25% de la población) de la
pobreza. La clase media brasileña es la que más ha crecido en América Latina
desde los años 90, del 20 al 50% o más hoy en día. En los últimos años, la
inflación se mantuvo bajo control, el poder adquisitivo del salario medio creció
en términos reales, el desempleo sigue en niveles mínimos y el gobierno de
Dilma Rousseff muestra cifras altísimas de aprobación. Incluso hoy, luego de la
difusión de escenas de represión policial contra las protestas en algunos
lugares, a pesar de haber caído 8 puntos porcentuales, ésta se mantiene en un
envidiable 55% para el gobierno y 77% para la presidenta.
Inicialmente,
los manifestantes fueron enfrentados con violencia de parte de las autoridades,
pero la actitud del gobierno ha sido conciliadora: Varias de las ciudades han
anunciado la suspensión de la planeada alza del precio del pasaje, así como
diálogo a los manifestantes. "Las protestas demuestran el valor de la
democracia y revelan que los ciudadanos están a la búsqueda de sus derechos",
afirmó ayer Rousseff después de que el lunes marcharan unas 250.000 personas en
todo el país.
La
presidenta valoró el espíritu pacífico de las personas que se movilización.
"Supera los mecanismos tradicionales de las instituciones, partidos
políticos o sindicatos", sostuvo. Según Rousseff, "las
manifestaciones comprueban la grandeza de nuestra democracia y el civismo de
nuestra población y suponen un mensaje directo a los gobernantes en todas las
instancias".
"Las
demandas de la población por ciudadanía, mejores escuelas, hospitales,
transporte público de calidad y a un precio justo, por el derecho a influir en
las decisiones de los gobiernos, en repudio de la corrupción y el desvío de
dinero público, comprueban el valor intrínseco de la democracia", dijo la
presidenta.
Obviamente,
las manifestaciones en el Brasil obedecen a problemas reales, pero no son el
inicio de una revolución contra un gobierno reaccionario, o al menos no contra
un partido de gobierno reaccionario, sino contra uno de amplia base popular.
A
estas manifestaciones, que han llegado a movilizar a 250 mil personas en 12
ciudades, se las ha comparado a las que en 1992 obligaron a renunciar al
entonces presidente Fernando Collor de Mello. En lo que no se piensa es que el
Brasil de hoy tiene 30% más habitantes que entonces, está mucho más urbanizado
y ha mejorado notablemente sus ingresos. En 1992, las protestas habían sido
organizadas por partidos políticos y movimientos sociales que se unieron para
perseguir un objetivo común. Había consignas claras, actos de masas
organizados, es decir, eran movimientos orgánicos, con fuerte adhesión popular.
En
las manifestaciones de hoy en día, no está claro cuáles son sus líderes. Se
dice que fueron convocadas por medio de las redes sociales. Lo cierto es que
los interesados externos en utilizar el descontanto no faltan:
"¡No
es por 20 centavos! #CHANGEBRAZIL!" El sonriente jóven pelirrojo que
sostiene la hoja tamaño A4 con letras escritas a mano en la foto es el fundador
de Facebook, Mark Zuckerberg, una de las personas más ricas del planeta (más de
13.300 millones de dólares) e importantísimo recurso de la Agencia Central de
Inteligencia de los Estados Unidos. Fue la CIA la que a través de su fachada
In-Q-Tel le dio a Zuckerberg el capital semilla que le permitió fundar al Capo
de Todos los Capos de las redes sociales.
Como
es sabido, en las últimas semanas salió a la luz pública que las mayores
empresas del sector informático como Apple, Google, Facebook y Yahoo, dieron y
dan acceso irrestricto y "directo" a sus servidores a la Agencia
Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés). En realidad, es muy
difícil para estas empresas el negar que trabajan al servicio de un gobierno
que ve con bastante preocupación que el Brasil se esté consolidando como la
sexta economía mundial y uno de los agentes más activos del cambio hacia un
orden internacional multipolar.
Muchas
cosas van a depender de cómo el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff y el
Partido de los Trabajadores manejen estas protestas. Pueden ser una oportunidad
para consolidar la ruptura del gigante latinoamericano con el neoliberalismo, o
pueden llevar a nuevos incidentes de desestabilización que en el corto-mediano
plazo comprometan el proceso de integración de nuestro continente, tan
necesitado de un Brasil fuerte.
Pero también, hay que decirlo, esas protestas tienen lugar en un país cuyo gobierno ha sacado a unos 40 ó 50 millones de personas (20-25% de la población) de la pobreza. La clase media brasileña es la que más ha crecido en América Latina desde los años 90, del 20 al 50% o más hoy en día. En los últimos años, la inflación se mantuvo bajo control, el poder adquisitivo del salario medio creció en términos reales, el desempleo sigue en niveles mínimos y el gobierno de Dilma Rousseff muestra cifras altísimas de aprobación. Incluso hoy, luego de la difusión de escenas de represión policial contra las protestas en algunos lugares, a pesar de haber caído 8 puntos porcentuales, ésta se mantiene en un envidiable 55% para el gobierno y 77% para la presidenta.
Inicialmente, los manifestantes fueron enfrentados con violencia de parte de las autoridades, pero la actitud del gobierno ha sido conciliadora: Varias de las ciudades han anunciado la suspensión de la planeada alza del precio del pasaje, así como diálogo a los manifestantes. "Las protestas demuestran el valor de la democracia y revelan que los ciudadanos están a la búsqueda de sus derechos", afirmó ayer Rousseff después de que el lunes marcharan unas 250.000 personas en todo el país.
La presidenta valoró el espíritu pacífico de las personas que se movilización. "Supera los mecanismos tradicionales de las instituciones, partidos políticos o sindicatos", sostuvo. Según Rousseff, "las manifestaciones comprueban la grandeza de nuestra democracia y el civismo de nuestra población y suponen un mensaje directo a los gobernantes en todas las instancias".
"Las demandas de la población por ciudadanía, mejores escuelas, hospitales, transporte público de calidad y a un precio justo, por el derecho a influir en las decisiones de los gobiernos, en repudio de la corrupción y el desvío de dinero público, comprueban el valor intrínseco de la democracia", dijo la presidenta.
Obviamente, las manifestaciones en el Brasil obedecen a problemas reales, pero no son el inicio de una revolución contra un gobierno reaccionario, o al menos no contra un partido de gobierno reaccionario, sino contra uno de amplia base popular.
A estas manifestaciones, que han llegado a movilizar a 250 mil personas en 12 ciudades, se las ha comparado a las que en 1992 obligaron a renunciar al entonces presidente Fernando Collor de Mello. En lo que no se piensa es que el Brasil de hoy tiene 30% más habitantes que entonces, está mucho más urbanizado y ha mejorado notablemente sus ingresos. En 1992, las protestas habían sido organizadas por partidos políticos y movimientos sociales que se unieron para perseguir un objetivo común. Había consignas claras, actos de masas organizados, es decir, eran movimientos orgánicos, con fuerte adhesión popular.
En las manifestaciones de hoy en día, no está claro cuáles son sus líderes. Se dice que fueron convocadas por medio de las redes sociales. Lo cierto es que los interesados externos en utilizar el descontanto no faltan:
"¡No es por 20 centavos! #CHANGEBRAZIL!" El sonriente jóven pelirrojo que sostiene la hoja tamaño A4 con letras escritas a mano en la foto es el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, una de las personas más ricas del planeta (más de 13.300 millones de dólares) e importantísimo recurso de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos. Fue la CIA la que a través de su fachada In-Q-Tel le dio a Zuckerberg el capital semilla que le permitió fundar al Capo de Todos los Capos de las redes sociales.
Como es sabido, en las últimas semanas salió a la luz pública que las mayores empresas del sector informático como Apple, Google, Facebook y Yahoo, dieron y dan acceso irrestricto y "directo" a sus servidores a la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés). En realidad, es muy difícil para estas empresas el negar que trabajan al servicio de un gobierno que ve con bastante preocupación que el Brasil se esté consolidando como la sexta economía mundial y uno de los agentes más activos del cambio hacia un orden internacional multipolar.
Muchas cosas van a depender de cómo el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff y el Partido de los Trabajadores manejen estas protestas. Pueden ser una oportunidad para consolidar la ruptura del gigante latinoamericano con el neoliberalismo, o pueden llevar a nuevos incidentes de desestabilización que en el corto-mediano plazo comprometan el proceso de integración de nuestro continente, tan necesitado de un Brasil fuerte.
http://www.tortillaconsal.com/albared/node/2137
When FB calls the shots, revolutionaries should worry
By Jorge Capelán
When Facebook's Chairman and CEO, Mark Zuckerberg, say it's revolutionary one should be wary. The past 10 day's protests in Brazil have been hailed by most progressives in the West as well as by activists and politically committed people all over the world as a revolutionary event. Although they might have a positive political effect, they are not revolutionary per se, and they actually could be used by forces interested in preventing Brazil from playing a decisive role in the budding multipolar world order.
During the last 10 days, a movement has grown, apparently out of thin air, demanding "changes" in Latin America's largest country. According to various reports, it all started with small demonstrations of less than 3.000 people protesting against the rise of 20 cents of Real (less than USD 0.10) in the price of the ticket of the collective transportation system in the city of Sao Paulo. Now it's tens of thousands of people demonstrating in tens of cities all over the country. The demonstrators protest not only against the price and lousy quality of collective transportation, but also against the deficiencies in other public services such as education and health care. They protest against the building of expensive stadiums to host the coming soccer World Championship instead of cheap housing projects, as well as against the corruption of a political system designed to render ineffective any attempt to carry out deep changes.
All this sounds wonderful but, it has to be said, this is not a revolutionary situation.
Who can imagine a revolution ousting a government which has shown that economic policy is not about first creating wealth in order to later distribute it, but the other way around? What is revolutionary about destabilizing a government that has proved that one can both expand the internal market through popular consumption and boost exports? Those are two of the basic tenets of neoliberal Capitalism, and both have been crushed to pieces by Lula's and Rousseff's governments.
These protests are taking place in a country where a progressive government has managed to lift 40-50 million people (about 20-25% of the population) out of poverty. The Brazilian middle class is the one with the largest growth in Latin America - from about 20% in the 1990's to 50% or more today. Inflation is under control and real wages are rising; unemployement is at a all-time low and the government is very popular. Even today, after images of police repression against the demonstrators have been broadcasted, with a popularity drop of 8%, 55% of the Brazilians have a positive view of the government and 77% think President Dilma Rousseff is doing a good job.
Initially, the protesters were met with violence by the authorities, but the government's attitude promptly changed to a conciliatory one. In several cities, the local governments have cancelled their plans to raise the bus ticket and are open to dialogue with the demonstrators.
According to president Rousseff "the protests show the value of democracy and reveal that the citizen are demanding their rights". She condemned isolated cases of violence but valued the prevailingly peaceful attitude of the participants in the protests. That, she said, is "proof of the greatness of our democracy and of the civic character of our people, and is a direct message to those in charge at all levels".
The issues raised by the protesters are not baseless - they are acknowledged as problems by the government and by ruling PT's leaders. Even many of their criticisms of PT itself have been acknowledged by Lula and others. The neoliberal political system is one of the forces holding back Brazil's development. But this is not an insurrection. 250.000 demonstrators do not make a revolution in a country of 205 million. 1/1000% does not make a revolution. Political majorities do. The left in Brazil does not have a majority of its own and is dependent on broad alliances in order to govern, which in turn reflects on its ability to deepen the changes.
These demonstrations have been compared to the mass mobilizations that took place in 1984 and 1990. In 1984, millions of Brazilians took to the streets to demand democratic elections. In 1990, it was to force the then president Collor de Mello to renounce. 250.000 Brazilians today is not much considering that the country's population is 30% larger and is more urbanized. Back in the 80's and 90's, it was political parties and social movements, with clear agendas and slogans with a common objective that took to the streets. Those were organic movements, with strong roots among the popular sectors.
It is not clear who is leading today's protests in Brazil. There is a strong anti-establishment sentiment and a mixture of left-wing and right-wing agendas of urbanized middle-class strata.
It's been said that these demonstrations were convoked through the social media. Facebook's Mark Zuckerberg, one of the world's richest men (13 billion dollars) holds a sign in front of the camera: "IT'S NOT 20 CENTS! #CHANGEBRAZIL!" Revolution? Come on... Zuckerberg got the seed capital to start his firm from CIA's front In-Q-Tel. Facebook, one of the capo di tutti capi in the Internet is a regular informant of the National Security Agency, it was revealed a couple of days ago. In fact, the revelations go, FB and companies such as Apple, Google and Yahoo gave the agency "direct" and unrestricted access to their servers.
I'm not saying that Facebook organized the protests, but it's clear that the CIA's department for Cyberwarfare has a stake on what is going on in Brazil.
The protests may be an opportunity to consolidate the South American giant's rupture away from neoliberal policies, but they might also lead to further destabilizing incidents which in the short or medium term could compromise the process of integration and independence of our continent. So far Dilma Rousseff has reacted wisely. Let's hope she and the PT succeed, because we need a strong Brazil.
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