El testimonio histórico de los diplomáticos ingleses y franceses
¿CÓMO Y POR QUÉ INTERVINO LA UNIÓN SOVIÉTICA EN LA GUERRA ESPAÑOLA?
Por Juan García Durán
Uno de los documentos más interesantes sobre la reacción soviética a la Guerra Civil española es un informe del Vizconde de Chilston, Embajador inglés en Moscú, enviado al Foreign Office el 14 de agosto de 1936. Dada su extensión, sólo presentamos algunos extractos.
Dice: «Aunque la guerra parece probable que termine con el establecimiento de un régimen comunista en ese país, yo no creo que la noticia del levantamiento haya sido recibida con entusiasmo alguno por el Gobierno soviético...». «Así, aunque desde el principio, la prensa soviética dedicó mucho espacio a la guerra con una inevitable parcialidad en la selección de la información extranjera, no dio muestra alguna, durante las primeras etapas, de que el Gobierno de Madrid pudiera esperar otra cosa de la URSS que una simpatía platónica».
«Esta actitud, correcta y neutra, creo que hubiera podido ser mantenida, si no fuera que lo impidió la evidencia, cada día más grande, de la ayuda activa de los dos principales estados fascistas a los insurgentes. Sin embargo, cuando el Gobierno soviético decidió actuar, actuó rápidamente. Hasta el 2 de agosto, unos quince días después del levantamiento, ni una palabra había sido dicha sobre una sola manifestación «popular», pero, al día siguiente, mítines y manifestaciones de indignación «popular» tuvieron lugar a millares en todas partes, y el Consejo Central de los sindicatos organizó colectas para ayudar a los «combatientes españoles de la República». El total recaudado fue de 12.145.000 rublos, cuyo equivalente en francos, al cambio oficial, es 36.435.000, o, aproximadamente, medio millón de libras esterlinas, que fueron enviadas al Primer Ministro español». «Desde entonces la prensa no ha vuelto a hablar de esta colecta». «...Yo tengo buenas razones para creer que el Chargé d’Affaires francés ha recomendado al Gobierno soviético el suspender, tan pronto como sea posible, toda publicidad sobre este asunto y aceptar el principio de No-Intervención. En el mismo informe el Embajador cita un artículo de Radek, aparecido en «Izvestia», en el cual éste dice: «Cuanto más fuerte los alemanes vociferan sobre la intervención soviética o francesa, más claro aparece que se preparan a acciones serias, no solamente contra España, sino también contra Francia».
El Embajador añade: «Este último juicio muestra, naturalmente, el fondo del problema soviético. Lenin profetizó hace ya tiempo, que España sería la primera en seguir el mismo camino que Rusia; pero España y la revolución universal pueden esperar. Entretanto, lo que es un peligro para Francia es un peligro para la Unión Soviética».
Casi al mismo tiempo (el 13 de agosto, 1936) el Teniente Coronel Simón, Agregado Militar de Francia en Moscú, comunica a Mr. Daladier, Ministro de Defensa Nacional (Dépéche N.° 275/S. Secret. Source sérieuse): «La actitud que debería adoptar el Komintern en presencia de los acontecimientos en España, parece ser apreciada de forma muy diferente por los miembros de esta organización».
«La fracción moderada, a la cual pertenece Stalin, desearía evitar toda intervención para no provocar una reacción de Alemania e Italia. La fracción extremista, por el contrario, estima que la URSS no debería permanecer neutral, sino sostener el Gobierno legal».
Todo parece indicar, como el Embajador inglés había supuesto, que la influencia francesa fue decisiva en cuanto al silencio de la prensa, sobre las colectas, ya que el 5 de agosto el Chargé d'Affaires francés,Mr. Payart, se entrevistó con Litvinov para decirle que: «El Gobierno francés considera muy deseable que la Unión Soviética acepte el principio de No-Intervención en los asuntos internos de España».
Y el mismo día recibió la respuesta siguiente: «El Gobierno de la URSS acepta el principio de No-Intervención en los asuntos de España y está presto a participar en el acuerdo propuesto. Es de desear que Portugal participe en esta convención y que la ayuda que ciertos estados dan a los rebeldes, contra el Gobierno legal de España, cese inmediatamente».
Es pues de la segunda declaración rusa, del 23 de agosto, confirmando la adhesión a la No-Intervención, transcurrió un período de más de tres semanas sin ninguna manifestación o declaración de ayuda, pero hacia mediados de septiembre, cuando todas las informaciones mostraban que Alemania e Italia continuaban abasteciendo a los rebeldes con material de guerra, se produjo una nueva ola de reuniones, manifestaciones y colectas. Y, hacia mediados de octubre, la prensa rusa anunciaba que la suscripción había alcanzado la suma de 47.600.000 rublos.
¿POR QUÉ RUSIA SE DECIDIÓ A AYUDAR LA ESPAÑA REPUBLICANA?
La respuesta a esta pregunta no es fácil... Sin embargo, siguiendo las etapas sucesivas de la guerra, podemos encontrar una o varias razones.
A pesar de que la guerra civil ha nacido de la sola voluntad española, dependió desde el principio —y aún antes en cuanto a los rebeldes—del apoyo extranjero. Y hasta es posible que sin este apoyo hubiera terminado con otro «Abrazo de Vergara». Pero, como hemos visto más arriba, Italia y Alemania saltaron sobre la ocasión tan pronto como ésta se presentó, dándole un carácter internacional, dramatizado por la intervención de ejércitos, aviación y marina, a pesar de los esfuerzos de Francia e Inglaterra por limitar a España y a los españoles.
Ante este ataque concertado del fascismo internacional probado por los hechos, y ante la decisión anglofrancesa de no venderles armas, los republicanos no tuvieron otra alternativa que recurrir a a la Unión Soviética, incluso si salían perjudicados, ya que la propaganda identificaba la causa republicana con el comunismo ruso. Por otra parte, si el fascismo utilizaba el anticomunismo casi como su«rai-son detre» (táctica seguida por Franco), el comunismo hacía del antifascismo su primera virtud y su mot d'ordre internacional para la movilización de masas.
Así las cosas, fue tan inevitable que los republicanos pidieran ayuda a a la Unión Soviética, como que ésta se sintiera obligada a darla.
En la carta confidencial dirigida por Stalin, Molotov y Vorochilova Largo Caballero, el 21 de diciembre de 1936, decía: «...Hemos juzgado y seguimos juzgando que es nuestro deber, en los límites de nuestras posibilidades, el acudir en ayuda del Gobierno español, que encabeza la lucha de todos los trabajadores y de toda la democracia española, contra la camarilla militar - fascista, subsidiaria de las fuerzas fascistas internacionales...».
En sendas conversaciones sostenidas por el Embajador francés, Mr. Labonne, con Azaña, el 25 de febrero de 1938 y con el Embajador ruso, Rosemberg, anteriormente, constatamos otros aspectos justificativos de la intervención rusa que, aunque diferentes, son complementarios de lo antedicho.
Habla Azaña: «Sí, es bien cierto que la URSS ha jugado un papel tan considerable como inesperado en España. ¿Quién hubiera podido prever que Rusia, que en la historia ha tenido tan pocas relaciones con España, que la Rusia de los soviets sobre todo, estaría llamada a jugar un tal papel? Sin duda, es una vicisitud desconcertante, pero es un hecho histórico de un gran alcance, porque su papel ha sido considerable». «Cuando la rebelión de los generales se produjo en julio de 1936, ...la URSS permaneció a la expectativa, no indiferente, incluso vigilante, pero lejana».
Después de explicar las gestiones ante Francia e Inglaterra, que fueron negativas en cuanto a obtener material de guerra, añade Azaña: «A finales de agosto y principios de septiembre, la situación se deteriora y la rebelión progresa. Entonces la URSS envía como Chargé d'Affaires y luego como Embajador al Sr. Rosemberg, espíritu sutil, hábil, inteligente e inquieto, observador cargado de tradiciones y costumbres, siempre a gusto en cualquier clase de asunto que se trate, sea éste mediterráneo, asiático o cualquier otro. Sabe ver rápidamente, con decisión y, sin embarazo, en sus concepciones diplomáticas, sin escrúpulos ni ideología. El ve que el apoyo militar alemán e italiano se desarrolla abiertamente, a una cadencia insospechada. Ve la impotencia de la diplomacia francesa y las veleidades del Gobierno del Frente Popular. En consecuencia, sabe emplear los términos convenientes para dar la alarma, para presentar, bajo su verdadero aspecto y con todas sus consecuencias funestas, la carencia de Francia e Inglaterra. A esta carencia, Rusia debe hacer frente, actuar bajo el plan mismo de la estrategia y de la relación de fuerzas».
«Así, Moscú se convence rápidamente, las decisiones son tomadas con prontitud y es por ello que, con la circunspección habitual de sus métodos, en impenetrable misterio de las idas y venidas de sus agentes, los socorros llegan a España, a partir del mes de octubre». «Luego —continúa— Rusia no ha intervenido, y esto es para mí una evidencia, que en razón de la carencia de las naciones occidentales. Mejor que ellas mismas, Rusia ha comprendido a qué punto su inercia y su impotencia las debilitaría. Que fuese por la preocupación de fortificarlas defendiendo a la España republicana, o con la intención de crear al Oeste un derivativo a la amenaza germana, un acceso de fijación, la URSS ha sabido actuar enérgicamente, potentemente y con una justa y vasta concepción de sus intereses esenciales».
«Que algunos agitadores impenitentes, operando de manera incontrolable, hayan querido aprovechar esta intervención para desarrollar aquí la acción comunista; que algunos convencidos, interpretando equivocadamente el verdadero sentido de la iniciativa rusa, hayan creído ver en ello un acto de propaganda a secundar y que de todo esto haya resultado un cierto recrudecimiento del comunismo en España, es posible. Pero, en todo caso, la agitación fue sin gran consistencia y sin gran continuidad. Desde luego nada en común con lo que hubiera sido un esfuerzo apoyado por el Kremlin o por el Komintern con una finalidad ideológica de subversión y de conquista comunista».
Después de citar la fuerza que el comunismo tenía antes y durante la guerra, añade: « Mañana no será más que un factor fragmentario. Porque España, al rehacerse dueña de sí misma, al volver a encontrar su alma, consciencia y virtud para la lucha definitiva, se une espontáneamente a su ideal, a sus modelos, a sus vecinos las naciones democráticas de Occidente. ¡Y cuál no sería la fuerza doblada, triplicada de este movimiento espontáneo, si el apoyo que recibimos de Moscú viniera de París y de Londres!».
Hasta aquí Azaña, pero seguimos con el comentario delEmbajador francés, porque, como se verá, no es menos interesante.
Dice: «He debido resumir en algunas páginas esta larga digresión rusa, tan evidente, tan próxima de los hechos, esta emocionante evocación de acontecimientos que fueron decisivos en la guerra civil. Porque, a falta de esta decisión rusa, la España republicana no sería más que una veleidad y un recuerdo desde hace mucho tiempo, y los acontecimientos hubieran seguido otro curso. La relación integral que he establecido se extiende sobre más de veinte páginas. Cuando tenga tiempo la confrontaré atentamente con la que, aún más extensa, he recogido de boca del Sr. Rosemberg. A excepción de Stalin, que, sin conocer los detalles, tuvo que, por lo menos, tomar la decisión; a excepción quizá de Máximo Litvinov y una o dos otras personalidades rusas, hoy desaparecidas, el Presidente Azaña y el Sr. Rosemberg han estado en todo este asunto entre los principales protagonistas. De una fuerte inteligencia uno y el otro, situados en el corazón de los acontecimientos, habiendo tenido entre sus manos los resortes, capaces por esto de juzgar y deducir las fases esenciales, los verdaderos engranajes e influencias, sus relatos presentan un muy fuerte interés».
«En conjunto, sus testimonios concuerdan. Bien entendido, se observa más de una divergencia de detalle. ¿Cómo no habría de haberlas? Pero, de nuevo, el desarrollo de los hechos, tal como ellos los relatan, y la interpretación de los móviles son los mismos. Sus relatos están impregnados de sinceridad. Los hechos, por importantes y próximos que estén, son ya, sin embargo, un pasado. Esta relación de hechos me ha sido dada si no confidencialmente, por lo menos en confianza y durante conversaciones más íntimas que oficiales. Uno y el otro sabían que sus propósitos no serían divulgados, que serían pasados por el tamiz de mi propio juicio y de la sanción posible de documentos contrarios o de desmentidos. E incluso su acento viene a añadirse a estos caracteres de veracidad».
LA AYUDA SOVIÉTICA
A pesar de que la Unión Sovietica ya había enviado mercancías, ropas y medicinas a España, la decisión de enviar material de guerra parece haber sido tomada hacia finales de agosto o principios de septiembre. En esto coinciden casi todos los autores, a excepción de Louis Fischer, que da la primera semana de octubre, lo que parece un poco tarde, habida cuenta que el 15 de ese mes descargaba ya en España el primer barco. Sin embargo, éste era quizá el único autor extranjero que, por entonces, tenía acceso a las más altas autoridades del Kremlin, además era muy amigo de Negrín, por encargo del cual realizó gestiones de la máxima importancia.
Como el intercambio de embajadores, entre España y Rusia,tuvo lugar el 29 de agosto, es posible que la venta de material de guerra entrara en las condiciones previas. De cualquier forma, la decisión no debió haber sido tomada antes, puesto que, a pesar de la urgencia, el primer material llegó a España el 15 de octubre. En todo caso, está bien establecido que la primera vez que tanques y aviones rusos entraron en acción en considerable número, fue el 7 de noviembre en el frente de Madrid. Es decir, tres meses y tres semanas después que Italia y Alemania habían enviado los primeros aviones. Luego, esto sentado, hay que llegar a la conclusión que ha sido Rusia quien ha reaccionado a la intervención de las potencias fascistas, y no al contrario, como aún hoy sostienen algunos historiadores. De igual forma que, para justificar la sublevación, la prensa de derechas del mundo entero acusó a laRepública española de estar influenciada y ayudada por Rusia, cuando era el único gran país de Europa que ni siquiera la había reconocido. Es más, este reconocimiento sólo se produjo después que Francia e Inglaterra habían rehusado la venta de armas.
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