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viernes, 23 de marzo de 2012

Siria, Atrapada entre la Diplomacia y la Guerra

Siria, Atrapada entre la Diplomacia y la Guerra
Manuel S. Espinoza J.*

Siria es todo un mosaico de elementos, que se pueden observar a  la hora de pretender entender su enorme complejidad. Muchos pueden ubicar como el primer actor del  drama sirio a Bashar Hafez al Assad, de profesión oftalmólogo y  presidente de este país desde hace 12 años,  tras la muerte de su padre Hafez al Assad, que gobernó Siria por 29 años.  

Por eso, el conflicto que  hoy atraviesa este país es ubicado bajo el prisma de la lucha contra una dictadura, que parece pesar más, que todo lo bueno que haya podido hacer su familia durante las cuatro décadas de poder. Como tampoco ya importa, que bajo el mando de su padre, Siria integró la coalición dirigida por los EE.UU para liberar a Kuwait de  Iraq en 1990. Para los EE.UU, ahora solo hay un culpable y este tiene que abandonar el poder. Esa es la única solución. De lo contrario se le derrocará por la fuerza y su final será igual o peor, que el de Muammar el Gaddafi en Libia.

Bajo esta ultima lógica y excusa, el factor sistémico y de carácter estructural son relevados a un segundo plano. Pero en realidad, en el contexto de las de las Revoluciones Árabes, el régimen sirio, ya debería haber atravesado diversas etapas, que lo deberían  tener en situación de Jaque y Mate.

La primera etapa: definida por el levantamiento de los rebeldes y la segura represión del régimen como respuesta. El Consejo de Seguridad de la ONU habría logrado alguna resolución, algo parecida a la famosa resolución 1973, que establecía solamente una zona de exclusión aérea para la protección de los que protestaban en Libia. 

En la Segunda etapa, la comunidad internacional, ya habría no solo condenado al régimen, sino que aplicado diversos tipos de sanciones contra éste; tales como el congelamiento de sus cuentas bancarias en el exterior y su desprestigio global.

Tercera etapa: Los rebeldes dirigidos por mercenarios y tropas élites encubiertas de los ejércitos occidentales, dominarían las principales ciudades. El ejército sirio debería estar desarticulado. Pero ya que este, por muchas razones, está mejor estructurado que el ejército Libio, la intervención militar de la OTAN estaría en pleno apogeo.

Cuarta etapa: Un Consejo de Transición Nacional estaría ya reconocido por las principales democracias occidentales y Bashar al-Assad debería estar escondiéndose de ciudad en ciudad por todo el país, buscando refugio  en el extranjero y rogándole a Alá no terminar como el coronel Gaddafi. Y, sin duda alguna, siendo requerido por la Corte Penal Internacional.

Sin embargo, El resultado del patrón seguido como guion en las famosas Revoluciones de las Primaveras Árabes ha tenido ciertas modificaciones. En los  países que atravesaron estos procesos, ni la  violencia interna, ni los regímenes culpados duraron, tanto como en Siria. Después de un año de conflicto local, pareciera que el ejército y las fuerzas de seguridad han recuperado cierto grado de control a su favor.

Tras el posible debilitamiento de los protestantes locales, incluida aquí la oposición política, el segundo campo de lucha de las fuerzas del régimen es combatir y eliminar a mercenarios extranjeros, y oficiales de inteligencia de los servicios secretos occidentales, que asesoran a los rebeldes sirios y sobre todo a los miembros de Al-Qaeda quienes, lejos de haber sido eliminados en 10 años de guerra contra el terrorismo por parte de los EEUU, son hoy más fuerte en toda la región del Magreb, hasta llegar a Asia insular.

El conflicto se regionalizó al oficializarse el envío de armas  y  todo tipo de ayuda a los rebeldes por parte de países como Qatar  y Arabia Saudita, violentando normas básicas del Derecho Internacional. Otra parte de este  escenario regional es el apoyo militar que Irán está proporcionando al gobierno de Siria. Pero el conflicto en Siria no se limita al involucramiento de países de la región. Países como Rusia y China, que tienen intereses geoestratégicos en esa región y no ven con buenos ojos el avance geopolítico de occidente   ni su recuperación económica basada en guerras que le permiten a sus empresas y corporaciones monopólicas controlar y explotar, a su favor, los recursos naturales de esta región.

Tan importante parece ser  la apuesta en la mesa que Rusia y China han  actuado en varias direcciones en el marco de este conflicto. En el concierto de la diplomacia multilateral, vetaron la resolución que  preparaba el consejo de seguridad de la ONU hacia Siria.  Rusia, por si acaso su veto y el de China era ignorado, envió armamento sofisticado a Siria para fortalecer su defensa anti-aérea y evitar que se repita la actuación aérea de la OTAN en Libia. Se hizo pública la visita del jefe del Servicio de Inteligencia exterior rusa (SVR), a Siria y hasta hoy se desconoce la temática abordada así como  la asistencia rusa en esta línea.

Y aún cuando, para muchos, esta cooperación es desconocida, por la sobrevivencia del régimen sirio, se puede evaluar, su efectividad. Mercenarios y espías extranjeros, han sido identificados y con esto muchas de sus operaciones, redes de colaboradores y estructuras han sido neutralizadas. Como diría un amigo, la guerra entre los servicios secretos de muchos países esta en lo fino.

Desde la perspectiva del Derecho Internacional y la Diplomacia que integran instrumentos para la solución pacifica de las controversias; Rusia y China han jugado un papel muy importante, no solo para salvar al gobierno sirio, sino para revertir los modelos de desestabilización y derrocamiento de regímenes, vía las operaciones encubiertas y la intervención militar disfrazada de legalidad internacional por medio de la ONU, que la diplomacia multilateral no ha podido prevenir ni evitar en otros casos. Mucho menos conciliarlo, como en el caso de Libia, donde miles de prisioneros (simpatizantes del régimen anterior) han sido abandonados a la suerte y a la voluntad de sus captores, sin que la comunidad internacional, que propició el cambio del régimen exprese preocupación alguna o implemente medidas de protección.

Por lo anterior parece que en Siria, el escenario para la solución del conflicto, ha adquirido otras perspectivas. La oposición y el gobierno tienen posibilidades de negociar con posibilidades de evitar un baño de sangre aun mayor. La ONU ha podido alcanzar mayores espacios que procuren la negociación y una mejor salida de conflicto, más allá de  simplemente aprobar una resolución que le abra el camino a la intervención militar desmedida de la OTAN.  Desde luego que el camino de Siria para alcanzar estabilidad y paz aun es muy largo por recorrer, pero el solo hecho que hasta ahora  la diplomacia mantenga espacios de acción, eso es ya bastante significativo.


*Msc. Manuel S. Espinoza J.
Decano de Relaciones Internacionales
UNICIT.

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