Portada de antigua versión de Revista Libre Pensamiento

jueves, 25 de agosto de 2011

REFLEXIONES ACERCA DE TRES DECADAS DE « SOCIALISMO ESPECIFICO» EN ARGELIA



REFLEXIONES ACERCA DE
 TRES DECADAS DE « SOCIALISMO ESPECIFICO» EN ARGELIA
 POR SADEK HADJERES(*)

Jueves 1º de Julio 2010


Este análisis de Sadek HADJERES, fue publicado en una obra colectiva (ver lista de autores más abajo), bajo el título: “Experiencias socialistas en África, 1960–1990” François Arzalier et Coll. Ediciones “Le Temps des Cerises”, Paris-2010 páginas 129 a 148.

«¿Socialismo argelino?». Acordamos de llamar así las orientaciones y las prácticas presentadas como tales por las esferas oficiales durante las décadas que siguieron a la independencia. 

Habría sido interesante, desde un punto de vista informativo y documental, hacer un enfoque descriptivo. En el marco forzosamente limitado de este artículo, he optado por un enfoque más sintético, privilegiando algunas cuestiones todavía en debate. Estas cuestiones alcanzan las expuestas por otras experiencias africanas, así como las preocupaciones de los que por doquier en el mundo se preguntan sobre las perspectivas de recomposición de las fuerzas apegadas al socialismo.

El análisis que adelanto aquí no es neutral. Es el punto de vista de un comunista, cuya organización ha vivido en la ilegalidad y la oposición al sistema político instaurado después de la independencia, desde los primeros avances hasta los desengaños de esta experiencia argelina. Yo soy de esos por quien el socialismo sigue siendo un proyecto de sociedad capaz de traer respuestas válidas a la necesidad de liberación y desarrollo de los oprimidos y de los explotados.  A condición que, sobre la tela de fondo de las recomposiciones geopolíticas mundiales, los actores más comprometidos o más influyentes de este proyecto se mantengan al oído de las aspiraciones populares legítimas, como también a la experiencia adquirida a escala local e internacional.

Desde este punto de vista, la experiencia argelina aporta numerosos esclarecimientos, a través de las evoluciones que traigo sumariamente.

CRECIMIENTO Y RETROCESO DEL PROYECTO OFICIAL

Varias etapas han marcado progresivamente o a golpes el crecimiento después del reflujo de la opción socialista oficial. En realidad, no hubo solo un “socialismo argelino”, sino varios proyectos o realidades reclamándose de éste, sucediéndose o coexistiendo con contradicciones de importancia variable.

El crecimiento de las aspiraciones socialistas en el país y su amplia influencia se hicieron más sensibles a partir de la segunda mitad de la guerra de liberación. Sir ser explicitas netamente, encontraron algunas resonancias en los documentos del FLN en guerra, el de la Soummam (1956) y la Carta de Trípoli (1962).

Después de la independencia, este crecimiento conoció varios niveles:

  • Un socialismo proclamado, en expresiones populistas, “románticas” y desordenadas, bajo la presidencia y los auspicios de BenBella,  presidente desde septiembre de 1962, hasta el golpe de Estado que lo derrocó en junio de 1965. La proclamada «Carta de Argel» había precisado de manera más clara esta opción en el primer Congreso del FLN en la primavera de 1964. 
  • El discurso socialista, burocrático y represivo, bajo la dirección de Boumediene, de junio de 1965 hasta la proclamación, en febrero de 1971, de las grandes nacionalizaciones de los hidrocarburos y de la reforma agraria. 
  • El socialismo antiimperialista y marcado de un esfuerzo de justicia social, de 1971 hasta el fallecimiento de Boumediene en diciembre de 1978, periodo marcado por el jalón teórico y más coherente de la Carta Nacional de 1976. Este periodo, a pesar de sus contradicciones, ha sido el más emblemático, el más positivo y más fuerte del socialismo argelino.

El retroceso de la opción socialista oficial y la acentuación del desencanto popular han marcado la presidencia de Chadli a partir de 1979, hasta el abandono de toda referencia oficial al socialismo después de 1989:

  • La primera mitad de los años 80, sin negar abiertamente la opción socialista, bajo la cubierta de «correctivos», se comenzó a operar el giro político a la derecha y el inicio del desmantelamiento (bautizado como reestructuración) de los sectores públicos industrial y agrícola, así como la erosión de las medidas de progreso social. 
  • Desde la segunda Carta nacional en 1986, hasta octubre de 1988, el conflicto entre «reformistas» en el gobierno y «conservadores» del FLN, se desarrolló bajo confusión ideológica. La opción socialista (ya más desnaturalizada) no está oficialmente abandonada, cuando al mismo tiempo la opción liberal (fortaleciéndose en los hechos) no está abiertamente proclamada como tal. 
  • Después de las sublevaciones y los giros de Octubre 88 (abandono del monopartidismo oficial), ya no hay más referencia a la opción socialista. El debate y lo que estaba en juego, en el marco de una desregulación económica acentuada, se ubican alrededor de la instauración o no en el terreno de una democratización de la vida política, y de la preservación o no de un mínimo de justicia social.

Todas estas etapas, a pesar de sus trazos contradictorios, tuvieron en común la persistencia del autoritarismo oficial. Se ejerció tanto contra la población como contra formaciones políticas no sumisas al poder y portadoras de proyectos democráticos, sobre todo contra formaciones como el Partido Comunista Argelino (PCA) y después el Partido de la Vanguardia Socialista (PAGS), que eran partidarias fervientes y consecuentes de un proyecto socialista.

Las prácticas represivas han sido constantemente acompañadas de esfuerzos de las esferas dirigentes para confundir y esconder los intereses de clase contradictorios, en nombre de los valores patrióticos y tras el lenguaje de la unidad nacional. La monopolización del poder y las prácticas antidemocráticas habían sido justificadas por una “legitimidad revolucionaria”, puesta en oposición a la legitimidad democrática. Es supuestamente otorgada a los dirigentes al mando de la guerra de independencia, pese a que la participación de algunos de ellos en la liberación del país ha sido, a veces, dudosa o usurpada, mientras que auténticos luchadores de la resistencia han sido apartados o reprimidos. La “familia revolucionaria”, tal como se le llama en los medios oficiales, se ha identificado cada día más y expandido a grupos de interés,  en los cuales o alrededor de los cuales se han aglomerado las potencias del dinero. Éstas se edificaron sobre las múltiples rentas ligadas al ejercicio del poder y al registro creciente de la economía y del comercio en los circuitos de la corrupción financiera internacional.

El mismo vocablo “socialismo”, con contornos sociales y políticos turbios, retomó de esa manera contenidos diferentes, contradictorios y hasta antagónicos a las etapas sucesivas que siguieron a la independencia. La ambigüedad del socialismo argelino se fue en pareja con la opacidad del contexto político, la no-transparencia de los enfrentamientos político-ideológicos, tanto en las esferas del poder,  como en la sociedad; el desfase persistente entre las proclamaciones y los actos. No hace falta ir a buscar más lejos los mecanismos que habían frenado y después bloqueado el fuerte empuje inicial de las aspiraciones socialistas y la dinámica de las primeras realizaciones de una Argelia, de seguro, bien provista de recursos materiales y humanos, sobre el entusiasmo del impulso nacional liberador.

FIN DE CARRERA DEL SOCIALISMO ESPECÍFICO

Podemos también entender mejor la ambivalencia del socialismo “especifico” argelino y sus efectos, cuando lo ponemos en perspectiva con su naufragio, iniciado en los años 80 y consumado desde el comienzo de la década siguiente. En efecto, lo que sucedió de repente, revela mejor la naturaleza y los defectos estructurales de lo que fue llamado socialismo.

Los años 60 y 70, lo más atractivos del socialismo oficial, fue que Argelia, a pesar de numerosos signos inquietantes, era considerada a los ojos de los Africanos la “Mecca de los revolucionarios” (¿palabras de Amílcar Cabral?) y su prestigio en el mundo era incontestable. Hoy día está en el blanco por diferentes motivos y su clasificación, en varios aspectos del desarrollo humano, no es de los más honorables. En comparación con la situación actual, no es raro que hasta dentro de los cuadros o de la población que se quejaban, condenaron o combatieron las insuficiencias y las perversiones del socialismo puesto a la obra, gran número de ellos guarda de esta época “socialista” una percepción casi nostálgica.

¿Cuáles vías ha tomado la degradación, con carices de caída a los infiernos?

La década de los 80, la de los ataques y retrocesos de los logros nacionales y sociales anteriores, habían visto acentuarse las fechorías del pensamiento y partido únicos. Desembocó en los acontecimientos sangrientos de octubre de 1988, cuyo desencadenamiento y motivaciones han quedado oscuros hasta el día de hoy. La revuelta instrumentada de miles de jóvenes (utilizados sobretodo por clanes del poder para frenar un movimiento social ascendente y organizado de los trabajadores, impulsado por los comunistas), fue una braza ardiente para el sistema. Concedió entonces el arranque de un proceso formalmente pluralista y marcado por los estigmas del período pasado  abiertamente dictatorial.

El relativo esclarecimiento de los dos o tres años que siguieron entre 1989 y 1991, ha consistido en un frente a frente confuso entre el poder de turno y las diversas oposiciones. Por un lado, un régimen militar-civil oligárquico y burocrático, decidido a perpetuarse por la fuerza y la intriga. De otro lado, movimientos de oposición ideológicamente divididos y, a menudo, políticamente manipulados. El proceso pluralista se había rápidamente fragilizado. No fundado sobre una democratización en profundidad, se redujo formalmente a algunos avances temporales de las libertades de expresión y de asociación y a mecanismos electorales torcidos. El decoro estaba puesto para instrumentar y dividir a los partidos y las corrientes ideológicas e identitarias. El proceso democrático deseado pagó los costos de una demonización sistemática de la democracia por parte de actores políticos que, rechazando toda referencia a las contradicciones o solidaridades de clase, han hecho el negocio de los paladines del poder etiquetando y dividiendo los Argelinos en “modernistas” y “tradicionalistas”. Los opositores islamistas de más puntaje presentaban la democracia como “kofr” (apostasía). Por su lado, “republicanos” gravitando alrededor del poder considerado como su protector contra la agresividad integrista, presentaban la democracia como un lujo para occidentales. O acaso usaban el pretexto de la amenaza integrista para justificar su renuncia a la autonomía hacia el poder.

De esta manera, se implantó una bipolarización política que no corresponde (y es hasta más dañina) a las verdaderas divergencias socio-económicas y políticas y a una lucha de principio para la democracia sobre bases claras. Esta bipolarización ha sido incómoda y peligrosa para el conjunto de las corrientes democráticas, tomadas así de rehén y conminadas a renunciar a sus convicciones y luchas autónomas. Cuando el PCA había conservado su autonomía política al lado del FLN y de la ALN durante la guerra de liberación, era al precio de enormes dificultades para mantenerse en esta posición de principio. Pero la vida ha demostrado, después de la independencia, que estos sacrificios en la autonomía le habían asegurado un mejor crédito al seno de su base social potencial, así como el anclaje de su organización a mediano y largo plazo. Por lo contrario, todas las veces que esta autonomía se debilitaba o temporalmente se renunciaba a ella, no solamente las organizaciones señaladas sufrían, sino también el conjunto del movimiento democrático y social.

El intento o el simulacro de democratización de la vida política después de 1989, ha tomado fin a partir del giro de las elecciones legislativas de diciembre 1990. Fueron anuladas en enero del 91 por el poder, porque fueron ganadas por el Frente Islámico del Saludo (FIS), la más importante formación de oposición. La matriz ideológica islamista de este movimiento contestatario se había desarrollado durante «la era socialista», bajo la cubierta de actividades religiosas y acciones sociales de proximidad en la sombra de las mezquitas y lugares de culto, único espacio permitido adrede e irresponsablemente por el poder, a la expresión del descontento popular. Además de su complacencia hacia las corrientes conservadoras o reaccionarias, una buena cantidad de los sectores dirigentes nacionalistas, incluso dentro de los que profesaban un socialismo verbal, no cesaron por demagogia politiquera de calumniar a las corrientes progresistas para marginarlas. Las presentaban como enemigas del Islam, con un ensañamiento particular contra los(as) comunistas y los(as) «berberistas».

SUBSTITUCIÓN DE LAS REFERENCIAS IDENTITARIAS A LAS REFERENCIAS SOCIALES Y DE CLASE

Durante un cuarto de siglo, los dueños del espíritu y de las prácticas del «socialismo especifico» habían así contrarrestado la emergencia y el fortalecimiento de un amplio movimiento democrático, unido, organizado y autónomo, capaz de contrabalancear el juego peligroso de las dos corrientes hegemónicas que se han cristalizado. Ambas, poco motivadas por la democracia y el socialismo, legitimaban sus ambiciones invocando, una, las fuentes ideológicas del nacionalismo, la otra, las del islamismo. Detrás de sus referencias sacralizadas, esos hegemonismos políticos rivalizaban alrededor de lo que está en juego del poder, unos para conservarlo y los otros para conquistarlo. En enero de 1991, después del callejón sin salida política electoral y la instauración de un nuevo centro de poder por la alta jerarquía militar, la crisis desembocó en los enfrentamientos sangrientos de una década, asumidos y dirigidos, de un lado, por un poder que se proclama republicano y, del otro, por formaciones que se proclaman ideologías integristas y con un proyecto de Estado teocrático. Las luchas políticas dejaron lugar en lo esencial a la violencia armada de los protagonistas, cada uno teniendo como meta aterrorizar y dominar al adversario. Constataremos algunos años más tarde que después de haberse enfrentado ferozmente, estos protagonistas encontrarán, en nombre de una «reconciliación nacional» sin principio, puntos de acuerdo que dejarán a las masas populares siempre muy expuestas al arbitrio y al desamparo social.

La población civil, los actores armados de los dos campos y las fuerzas políticas democráticas costearon los gastos de una tragedia humana donde el traumatismo y las secuelas, en el mejor de los casos, tomarían ciertamente mucho tiempo para atenuarse. En lo que atañe al desastre económico y político, comprometió por largo tiempo las esperanzas del desarrollo argelino, mismas que no llegaron muy lejos o habían sido esterilizadas por orientaciones supuestamente socialistas.

El hecho más alarmante hoy es que el poder, como también las oposiciones, siempre tan divididas, han quedado incapacitadas de poner en marcha una estrategia socioeconómica y política coherente frente a los asaltos del liberalismo salvaje, conjugados en los niveles nacional, regional e internacional. Los ciudadanos viven a diario la pesadilla del arbitrio social y político. Sin embargo, el terrorismo integrista ha retrocedido en comparación a sus expresiones masivas de los años 90. Pero igualmente las reservas financieras originadas de los hidrocarburos, que faltaban cruelmente a mediados de la década de los 80, han llegado a niveles sin precedente. No obstante, los ingredientes económicos, sociales, políticos e ideológicos que a partir de la mitad de los años 80 habían traído los dramas de la década siguiente, están siempre a la vista. Multiplican los actos de revueltas y de desesperanza de los jóvenes, ponen en peligro la cohesión de la sociedad y de la nación, sin que el poder haya sacado las lecciones.

Desde hace más de veinte años que hablamos de reformas, pero el país se estanca y se enreda en medio de las carencias y del descaro de los grupos dirigentes, del desconcierto de los cuadros, del desamparo y la ausencia de perspectivas de los ciudadanos. El  lenguaje de las reformas cubre operaciones de rapiñas a gran escala de los círculos burocráticos, en colusión con los especuladores de una economía de importaciones masivas, mientras que las exportaciones ligadas a una producción  -fuera de los hidrocarburos- insignificante se reducen a una proporción ridícula. Los clanes que comparten el poder están encerrados en un dirigismo de Estado autoritario, consagrado a desviar y privatizar los bienes públicos a su favor y al de su clientela, mientras entregan la economía a las peores derivas de un mercado sumiso a las especulaciones. El capitalismo argelino ha acentuado al extremo su carácter dependiente, primitivo, improductivo, anti-popular y antidemocrático.

En realidad, no hubo ruptura con las derivas y los daños de quienes, veinte años atrás, habían minado el proyecto socialista, las que se han prolongado y agravado. El colchón de la evolución desastrosa ha sido, en verdad, en el seno de los dos campos protagonistas rivales, el rápido avance de un liberalismo económico salvaje, en formas y sobre terrenos particulares a cada uno de los dos campos, dictándoles por turno, y a veces al mismo tiempo, la alternancia de enfrentamientos violentos o maquillados y colusiones no declaradas o abiertamente asumidas. En provecho del caos bárbaro de las década de los 90, los actores de esta alza a cielo abierto de una forma agresiva y parasitaria del liberalismo, pusieron a su orden y acentuaron la desestabilización del Estado y de la sociedad,  ello paralelamente a los efectos regionales y locales de la mundialización capitalista, con una penetración masiva de las transnacionales de Estados Unidos en el Sahara. Desde entonces, ese liberalismo había sacado sus primeras raíces en el poder y la sociedad de forma más insidiosa pero real bajo los harapos de la cara obscura y todavía no declarada del «socialismo específico».

Al término de ese sobrevuelo, aparece mejor la sustancia de la aventura socialista argelina, lo que fueron sus puntos débiles al lado de las incontestables realizaciones materiales iníciales. Fue minada por la puesta al frente de intereses identitarios desviados en detrimento de la conciencia de intereses comunes nacionales y de clase, tangibles, de sumar, lo que era favorable a la progresión de un proceso democrático capaz de hacerle frente a las rapacidades del capitalismo internacional y de sus enlaces en la burguesía parasitaria y burocrática.

¿LA DERIVA ERA FATAL?

Una cuestión sigue ocupando las mentes. No solamente oímos decir que «el socialismo» ha fracasado, sino que es la llamada vía socialista la que habría empujado las regresiones de Argelia desde el final de los años 80. Ese juicio recuerda un poco la afirmación de los nostálgicos franceses del colonialismo, quienes achacaban todas las maldiciones actuales de Argelia a la obtención de su independencia. ¿Qué se puede decir objetivamente, al respeto?

Primero, ¿acaso se trataba de orientaciones socialistas, puestas a la obra y dirigidas por actores socialistas, ganados a la edificación de una sociedad socialista?  ¿Acaso el régimen no era de dirección nacionalista desde el inicio hasta el final? 


Seguidamente,  ¿cómo los poderes nacionalistas a cargo, a la vez que se proclamában  «revolucionarios y socialistas», habían hecho frente a las tareas que enfrentaba el país recién liberado? 

Cierto, el peso de los factores internacionales, positivo o nefasto, ha sido considerable y es muy poco tratado en la evaluación de los factores de desarrollo o de regresión de este periodo. Pero en el plano interno, cómo la «revolución argelina» había llevado las tareas nacionales y democráticas ineludibles, mismas que el llamado insurreccional del 1º de noviembre de 1954 había hecho la razón de ser de la independencia, con la reivindicación de una Argelia «democrática y social». Las tareas importantes y prioritarias que esperaban a la «República Democrática y Popular», bajo la consigna «Por el pueblo y para el pueblo» eran de carácter nacional, democrático, conformes en principio al interés común, más allá de las divisiones de clase. No implicaban necesariamente la instauración de relaciones socialistas o una dirección socialista. Sin embargo, en el mundo de 1962, para los países liberados del colonialismo, dos vías se ofrecían y entraban en competencia para realizar estas tareas. Una que, hasta allí, era tradicionalmente marcada por el peso del capitalismo y las orientaciones del liberalismo burgués. Otra opción había surgido a nivel internacional. Se hacía cada día más atractiva para los(as) argelinos(as), sobre todo a la luz de las vías emprendidas por China, Vietnam y Cuba liberados de la garra imperialista directa. Y más todavía porque en esos países  la solidaridad se había manifestado sin equívoco a favor la causa argelina, con la del conjunto del sistema socialista, en particular desde que la advertencia decisiva de la URSS había contribuido a poner en jaque la agresión imperialista tripartita de 1956 en Suez, dirigida contra el Egipto de Nasser y, a través de ella, contra la insurrección argelina. Mientras que en el inicio de la guerra de liberación, la desconfianza y la hostilidad ideológica hacia el sistema socialista dominaban en el seno de los líderes de la insurrección, la actitud de cantidad de ellos ha progresivamente evolucionado a la par del prestigio creciente del socialismo mundial dentro de las capas populares y de los sectores intelectuales. Era la época del lanzamiento de los Sputniks, al mismo tiempo que numerosos cuadros del Ejército de Liberación Nacional (ALN) de las fronteras se abrían, después de la experiencia yugoslava, a la nueva experiencia cubana que los oficiales de este país hermano, llegados en solidaridad, les hacían conocer. En el mismo momento, las ideas de Frantz Fanón les daban igualmente nuevas perspectivas que los seducían, además que se convertían en un soporte ideológico, más o menos populista, al desafío que cultivaban hacia los círculos dirigentes del Gobierno Provisional de la Rep. Argelina (GPRA), percibidos por ellos como aburguesados y dispuestos a sacrificar egoístamente los intereses populares.

¿Acaso podemos considerar, por tanto, que después de haber accedido al poder por las armas durante la crisis del verano de 1962, estos grupos dirigentes habrían llevado las tareas de edificación nacional y democrática según orientaciones, una voluntad y perspectivas socialistas, al ejemplo de los países y de las experiencias que los influenciaron? A esta pregunta, yo respondería fundamentalmente de forma negativa, ya sea en su arranque o a lo largo del proceso y a pesar de las profesiones de fe verbales o escritas. Sin embargo, en el contexto internacional y nacional de la época, tomaron prestado a los sistemas socialistas existentes una cierta cantidad de orientaciones y técnicas. Según la medida de la evolución de las relaciones de fuerza a nivel internacional y nacional, estos préstamos a los posicionamientos socialistas han retrocedido cada día más. O bien se han desnaturalizado hasta confundirse con orientaciones nacionalistas burguesas tradicionales (dictatoriales o liberales) o conservando no más que lo que había de menos bueno en las técnicas de gobierno y administración de los países del «socialismo real».

Detrás de la fachada del partido único (FLN), a los poderes autoproclamados sucesivos les gustaba, en efecto, calificar de «socialismo especifico» sus concepciones y prácticas puestas a la obra durante unas tres décadas, desde julio de 1962 (independencia) hasta octubre de 1988 (fin del monopartidismo oficial). Algunos tenían hasta que subrayar que su socialismo era todavía más radical que la tímida «vía no-capitalista» preconizada por los comunistas. Una gran confusión resultó de esta propaganda mediática de los dirigentes del FLN, pero hubo también, en diversos grados, dirigentes u organizaciones oficiales del sistema socialista y del movimiento comunista y obrero que habían llevado apreciaciones ditirámbicas no solamente sobre el antiimperialismo sino también sobre la vocación «socialista» de los Nasser, Numeyri o Benbella, este último habiendo tenido derecho hasta al título de «Héroe de la Unión Soviética». El lenguaje engañoso de los comunicados comunes oficiales, duplicado de insuficiencia de referencia a los hechos concretos, expresaba a la vez cálculos tácticos con mira a halagar los regímenes africanos en el poder para ganar sus favores y enfoques ideológicos por lo menos laxistas. Uno de ellos fue la afirmación estupefaciente de Georges Marchais a nombre del Partido Comunista Francés en 1975 durante un encuentro de los Partidos Comunistas en Berlín, según el cual Argelia edificaba un socialismo auténtico bajo la dirección del FLN. Podíamos entender hasta cierto punto las precauciones de lenguaje inspirado por razones de Estado, de relaciones entre Estados o también relaciones entre partidos con ganas de cooperar. Pero resulta imposible para nosotros admitir que partidos políticos, aunque fuesen partidos en el poder, contribuyeran a ocultar los análisis concretos hasta renegar de las posiciones de principio que estábamos en derecho de esperar de ellos.

¿Más allá de las declaraciones propagandísticas o diplomáticas, con cuál sustancia estaba hecho objetiva e ideológicamente ese socialismo argelino? ¿Cuáles eran sus orientaciones de clase en relación a las capas y categorías sociales explotadas, cómo eso habría sido, en principio, en caso de un poder socialista consecuente, en las condiciones (económicas, sociales y culturales) de Argelia al salir de la dominación colonial?

¿CONCRETAMENTE, ESE SOCIALISMO, QUE ERA?

Ilustramos con algunos ejemplos:

Después de la independencia, éxitos reales han sido logrados por el poder en la lucha para continuar con el apoyo popular y librarse de la dependencia neocolonial e imperialista. La evacuación de las bases militares francesas pendientes en la gran base naval de Mers El Kebir, la rápida superación de cantidades de cláusulas apremiantes puestas por los acuerdos de Evian, la nacionalización de las tierras de los grandes colonos franceses han sido ejemplos notorios. La solidaridad de Argelia con Cuba en octubre de 1962 durante la crisis de «los misiles», la solidaridad hacia Egipto agredido durante la «guerra de los Seis días» en 1967, la ayuda aportada por los países socialistas en varios sectores para hacer frente a las urgencias de la pos independencia (como, por ejemplo, la situación militar lamentable creada en las fronteras del Oeste), han ilustrado igualmente estas orientaciones. Esta ayuda se hizo particularmente eficiente en los sectores como la comercialización de la producción de vino y sobre todo cuando en 1971, después de la nacionalización de los hidrocarburos (6 años después del golpe de Estado del 19 de junio de 1965) y la proclamación de la reforma agraria, Argelia se encontró sumisa a presiones económicas y diplomáticas considerables. Un sector público industrial importante se construyó a ritmos rápidos y ha constituido con el sector de la extracción, del transporte y del tratamiento de los hidrocarburos la base que ha asegurado a Argelia un PIB apreciable en el ámbito africano y le ha permitido más tarde mantenerse en pie en las tormentas ulteriores. Las medidas sociales en los sectores de la vivienda, la enseñanza, de la salud y la protección social han puesto igualmente a Argelia en los primeros puestos africanos en estos sectores.

Argelia ha innovado igualmente en la legislación, reconociendo en principio a los trabajadores un derecho de fiscalización y de participación en la gestión de las empresas agrícolas, industriales y de servicios. Este conjunto de medidas ha colocado a Argelia en la postura de uno de los países líderes, reivindicando a nombre de los pueblos del Tercer Mundo la instauración de un nuevo orden económico internacional.

Los éxitos incontestables ganados en los diversos campos de la edificación y de la resistencia a las maquinaciones imperialistas han, sin embargo, conocido frenos y un ahogamiento vuelto cada vez más sensible en la segunda mitad de los años 70. Algunos indicios dejaban pensar que Boumediene, poco antes de su muerte (78), era consciente de eso. Es difícil decir si el Congreso del FLN que él pensaba convocar después de haberlo diferido por largo tiempo, iba a traer soluciones tan radicales que la situación imponía.

El problema expuesto era saber si verdaderas orientaciones socialistas iban a corregir los errores y revitalizar las tareas nacionales hechas más difíciles por una situación interna y un entorno regional cada vez más desfavorable. A esta pregunta, su sucesor Chadli iba a aportar otra respuesta: la de la revisión y el retroceso progresivo de la opción socialista acusada de responsable de los desengaños, cuando en realidad estos últimos eran el resultado, sea de las deformaciones y de las fugas evasivas demagógicas y autoritarias imputadas a orientaciones «socialistas» que no lo eran en lo absoluto, o sea a bloqueos y frenos sistemáticamente engendrados de manera solapada o autoritaria a orientaciones verdaderamente socialistas.

Aquí algunos ejemplos:

La supuesta autogestión decretada en 1963 sobre las tierras abandonadas por los colonos franceses, después reordenada por la nueva organización de los dominios agrícolas nacionalizados, en los hechos terminó dando la espalda a los derechos reconocidos a los trabajadores, sea en su participación democrática en la gestión, la repartición de los beneficios y en el apoyo logístico y financiero del Estado. De pronto los trabajadores de la tierra se desmotivaron, fueron entregados a los mandatarios, especuladores y predadores administrativos y del FLN. Los esfuerzos de los sindicatos campesinos o de los militantes políticos para denunciar estas situaciones culminaron con la represión. Las dificultades encontradas por los dominios agrícolas del sector público han servido de pretexto para revertir estas estructuras y desmantelarlas más tarde en provecho de especuladores terratenientes o cuadros administrativos.

En los dominios provenientes de la reforma agraria, bautizada pomposamente «revolución» ”agraria”, los mismos métodos han progresivamente desnaturalizado, frenado y saboteado de varias formas el conjunto del proceso. El impulso inicial de los dos primeros años, impreso por la acción solidaria de los estudiantes y de los jóvenes voluntarios con los campesinos pobres, chocó permanentemente con la obstrucción tenaz de las instancias del partido FLN y de las administraciones a todos los niveles, porque solo el ejército nacional como institución aportaba en ese entonces un apoyo abierto a esta reforma decretada por su jefe.

La industrialización es el sector en el cual Argelia obtuvo inicialmente los más grandes éxitos. No tardarán sin embargo en ser obscurecidos y revertidos por las incoherencias y errores de orientación que no tenían nada que ver con el socialismo, pero que proceden más bien de un voluntarismo burocrático, de presiones corruptoras de los monopolios internacionales y de una excesiva propaganda ideológica pro-liberal.

EL SOCIALISMO CHIVO EXPIATORIO

De esta manera, todavía en nuestros días, la tarta a la crema de la propaganda antisocialista consiste en repetir que Argelia ha sido víctima de una industrialización según el modelo soviético, queriendo hacer alusión por allí al gran complejo siderúrgico de El Hadjar. Cuando este último, contrariamente a lo que se propaga, no es más que la aplicación por las autoridades argelinas de las recomendaciones del plan de Constantine, establecido por de Gaulle en el marco de los proyectos franceses de de-localización de los complejos siderúrgicos franceses como el de Dunkerque considerado, al igual que tantos otros, como contaminante y de menor rentabilidad para la reestructuración  de la economía francesa. Debemos señalar que los ingenieros y técnicos soviéticos han permitido asegurar el lanzamiento y el mantenimiento eficaz de este proyecto aunque de «modelo antiguo», hasta el punto que éste suministrará más tarde a la economía argelina, por ejemplo, acero de concreto de calidad y a mejor precio que los productos de importación occidental. Razón por la cual los especuladores altamente ubicados en las estructuras del Estado, privados de las tajadas de sobornos en la importación, hicieron vergonzosamente encarcelar durante meses a decenas de cuadros de la empresa, quienes no quisieron suspender esta fabricación.

Sin embargo, los miles de trabajadores(as) de esta empresa organizados(as) en los sindicatos, han dado prueba en varios momentos, de su combatividad y su voluntad de hacer retroceder a la reacción, como en 1991, cuando combatieron para negar el acceso de su complejo a los líderes islamistas anti-obreros y antidemocráticos que planeaban lanzar, a partir de allí, el llamado a una huelga nacional.

Me recuerdo que los soviéticos nos decían sus inquietudes, alertaban a los dirigentes argelinos contra la tentación excesiva a la industria pesada y al gigantismo de las empresas, al riesgo de desequilibrar la economía y hacerla dependiente: «Ustedes tienen riquezas, medios y una situación diferente de la de la Unión Soviética en sus inicios; pueden levantar una economía sólida con otras vías que las que la situación ha obligado nuestro país». La mayoría de los grandes complejos han sido construidos por multinacionales occidentales, cantidad de ellos, a veces como prototipos puestos en ensayo a costa de Argelia, provocaron a menudo rompecabezas, sin transferencia de tecnología ni formación suficiente de la mano de obra, al precio de endeudamiento enorme en divisas, de donde un porcentaje entraba en las cuentas de los responsables argelinos ubicadas en el extranjero. Los gastos sociales para la vivienda y las condiciones de trabajo de los asalariados han sido descuidados, los derechos sindicales constantemente violados (entre otros por el muy célebre artículo 120 del FLN que prohibía toda responsabilidad sindical a quienes no fueran miembros de este partido).

En sectores cruciales (salud, educación, etc.) las orientaciones y las prácticas sufrieron deformaciones perjudiciales en detrimento de los intereses de la población por cuando los medios invertidos y los resultados han sido considerables en términos de cantidad. Pero la calidad, en particular en materia de la enseñanza y la cultura no ha seguido el paso. Orientaciones estrechas y chauvinistas hicieron el colchón de las regresiones un tanto más perjudiciales que la persecución de las corrientes democráticas y socialistas.

EL SOCIALISMO, LA DEMOCRACIA Y EL INTERES NACIONAL

Un trazo común de las experiencias «socialistas» de Argelia y Egipto es haberse desarrollado en la misma época por un régimen oligárquico instaurado, administrado y controlado por la alta jerarquía militar. Ejerciendo el monopolio del poder real, ésta excluía de la vida política activa a los sectores y categorías sociales orgánicamente más interesados en el socialismo. Los militantes políticos y sindicales más resueltos y más consecuentes con el socialismo estaban encarcelados, se les prohibían las actividades políticas y sufrían a menudo los maltratos policiales, incluso en los momentos en que aprobaban y apoyaban algunas decisiones en buena medida conformes al interés nacional y a las aspiraciones a la justicia social. De este modo, el PAGS (comunista) lo pago con veinte cuatro años de vida clandestina, sumándose a  los siete años de la guerra de liberación, los dos periodos entrecortados de una tregua relativa de tres años (1962 al 65) durante la cual el Partido Comunista Argelino, aunque prohibido por Ben Bella, se había abierto un espacio de semilegalidad  hasta el golpe de Estado de Boumediène (19 de junio de 1965).

Es cierto, la descolonización y la apropiación por el Estado de los principales recursos nacionales trajeron  durante una o dos décadas una mejora de las condiciones de existencia de una gran parte de la población, un sentimiento de relativa seguridad y de esperanza en los tiempos venideros. Desgraciadamente, las prácticas antidemocráticas de ese socialismo, represivo contra los auténticos socialistas, eran expresiones significativas de las orientaciones de clase que no tardaron en zanjar anchas grietas y desigualdades sociales y políticas nuevas. Las injusticias sociales combinadas con la arrogancia y el arbitrio político han sido el factor interno que generó el deslizamiento de Argelia hacia la crisis nacional trágica todavía no resuelta en nuestros días.

Podemos invocar, a la carga de los que creyeron en la fábula de un verdadero socialismo en estos países, que no habían visto a este nivel más que una parte de las realidades contradictorias. Además de su posición a priori ideológica, su mirada se dirigía unilateralmente sobre los momentos fastuosos durante los cuales realizaciones nacionales y las reformas sociales cumplidas por los poderes de turno han convergido con las aspiraciones y las reivindicaciones populares. El error, entre los partidarios más honestos del socialismo oficial, consistía en subestimar la satisfacción de las necesidades democráticas y sociales de los individuos y no entender que era el mejor pedestal de la cohesión nacional. La satisfacción de estas necesidades y la lucha para alcanzarlas eran los más seguros garantes de las conquistas de la independencia y al mismo tiempo los cimientos de movilización y de unión necesarias para transformar las primeras conquistas de la independencia en transiciones activas hacia transformaciones de carácter socialista.

En el espíritu de una transición tal, los esfuerzos de movilización nacional democrática y los  orientados a favor de proyectos socialistas consecuentes no debían ser separados entre sí. Ganaban al fortalecerse mutuamente y simultáneamente, hasta hacer dominante en la población la voluntad política de ir en este sentido. La posibilidad de confluencia y de entrelazamientos positivos entre lo nacional y lo social ha sido esterilizada por el déficit democrático. Este último dependía de causas existentes al nivel de los poderes de turno como a nivel de la sociedad y de las fuerzas vivas del país.

Tanto así que, por una parte, los objetivos de carácter socialista quedaron en el mejor de los casos reducidos a bosquejos y, la mayoría de las veces, a expresiones formales y declarativas que terminaron por desacreditar el proyecto socialista mismo. Por otra parte, las tareas nacionales, de carácter antiimperialista, democrático, social y cultural han sufrido gravemente, ellas también, del déficit democrático. Se habían desplegado en el curso de los años 1960 y 70 sobre el impulso de la ira popular de la guerra de liberación, en un contexto internacional favorable. Quedaban sin embargo como una necesidad profunda e inmediata, al alcance de las fuerzas políticas nacionales, pero una parte de estas últimas habían sido ganadas a la facilidad y a la lógica tentacular del capitalismo parasitario.

Ese fue el caso de una parte de los grupos dirigentes provenientes de la matriz nacionalista. Fueron influenciados por un condicionamiento social e ideológico ligado a intereses de casta. Sumándose a sus ambiciones de poder y a las presiones del entorno capitalista mundial. No obstante, hasta sectores progresistas con vocación de defender y promover la opción socialista, e incluso entre los comunistas, han visto sus posiciones, por momentos, dobladas bajo el efecto de las relaciones de fuerza, de las presiones ideológicas y de la complejidad de las situaciones atravesadas. En el PCA después en el PAGS, nunca ha sido fácil articular las prácticas unitarias hacia las corrientes antiimperialistas y progresistas de otras obediencias ideológicas con la no menos indispensable autonomía de pensamiento y de acción, fundada sobre el pensamiento y los horizontes socialistas. Muchas veces, sobre todo en 1964 bajo las presiones del régimen de BenBella o en 1990-91, año de grave crisis nacional e internacional, la disminución o hasta la pérdida de esta autonomía de pensamiento y de acción ha sido perjudicial al conjunto del movimiento democrático y de justicia social y ha sido la fuente de la implosión del mismo PAGS.

A mi modo de ver, no desplegaremos jamás suficientes esfuerzos para hacer vivir la dialéctica difícil pero ineludible que consiste en conjugar la autonomía ideológica y orgánica del movimiento para el socialismo con la unidad de acción del conjunto de las fuerzas sociales y políticas orientadas hacia la libertad y el bienestar. En este espíritu, en lo más duro de la represión anticomunista en 1968, yo había dirigido en nombre del PAGS una carta (publicada un poco después) al presidente Boumediène, llamando su atención sobre la contradicción entre el proyecto socialista proclamado y los actos, subrayando que por su parte el PAGS defendía su autonomía de manera firme y constructiva tanto en interés inmediato y común de la nación como en interés del proyecto socialista a más largo plazo. Yo agregaba que si el poder se comprometía con la nacionalización de los hidrocarburos y la reforma agraria, el PAGS se movilizaría a sus lados para apoyarlas y defenderlas. Es solamente tres años más tarde que estas medidas vieron el día. Las acciones de las fuerzas patrióticas y de progreso chocaron con los múltiples obstáculos que ya mencione y ello no fue suficiente para llevarlas a buen término, con el gran perjuicio tanto del interés nacional como de la opción socialista.

Había en realidad una interacción esencial a tomar en cuenta de una parte del movimiento para consolidar la independencia dándole un contenido democrático en el sentido social y político y, por otra parte, la dinámica capaz de movilizar a la nación hacia el socialismo. El fracaso de las ambiciones legitimas y realistas de la Argelia post-independiente se explica, en el marco y bajo el efecto de las presiones internacionales, por la conjugación de dos incapacidades simultáneas y ligadas entre sí: la incapacidad de los partidarios del socialismo en hacer peso suficientemente para que la batalla de la edificación nacional tomara  un contenido democrático y social determinante; y la incapacidad o las reticencias empreñadas de hostilidad o de incomprensión de los nacionalistas y otras corrientes ideológicas de progreso, en imprimir un curso más resuelto a las orientaciones socialistas. Estas últimas eran de naturaleza tendiente a dinamizar las tareas de edificación nacional y social capaces de motivar y movilizar más todavía las clases populares. En su defecto, son las corrientes conservadoras y reaccionarias, bajo la cubierta de ideologías identitarias, las que instrumentalizaron la pasividad, el descontento o los prejuicios de los sectores potencialmente abiertos a la democratización y a la justicia social.

Al término de este balance más que resumido, quiero subrayar un punto que no he podido desarrollar: el paralelismo que marcó las evoluciones argelinas con lo que pasó en el mundo. Tomando en cuenta las evoluciones de la relación de fuerzas mundiales desde los años 90, no es de nada seguro, pero las orientaciones del conjunto de los actores argelinos sí habían sido empreñadas de espíritu democrático y revolucionario, que habríamos asistido nosotros o el mundo árabe y africano a un empuje de las fuerzas socialistas comparable a lo que observamos cada vez más en América del Sur. No obstante, se habrían constituido islotes de resistencia al neoliberalismo y al neocolonialismo más consistentes y prometedores.

Sin embargo, desde hace algunos años emergen en la sociedad argelina signos todavía tímidos de un nuevo impulso del movimiento político y social. Todo, a nivel internacional como también en nuestras regiones, deja entender que al mismo tiempo que crecen sobre el planeta los peligros ligados a la rapacidad y la agresividad imperialistas, se levantan y seguirán levantándose las olas de resistencia que se habrían beneficiado de las experiencias socialistas pasadas. Las recomposiciones ofensivas son inevitables; serán de las más fructuosas toda vez que los debates se abran de la manera más libre y más constructiva en el curso de los esfuerzos para la unidad de acción, alrededor de objetivos concretos de los cuales las fuerzas opresivas y explotadoras nos suministran cada día ellas mismas la materia.

Sadek Hadjeres

(*) nació en 1928, es doctor en medicina e investigador en geopolítica, presidente de la AEMAN (Asociación de los Estudiantes Musulmanes de África del Norte) en 1950. Antiguo miembro del Secretariado del Partido Comunista Argelino y responsable nacional adjunto de los CDL (Combatientes armados comunistas integrados en 1956 en la ALN). Primer secretario del PAGS (Partido de la Vanguardia Socialista) clandestino de 1966 a 1990.

extrait du livre : 
"Expériences socialistes en Afrique, 1960 - 1990" 
François Arzalier et Coll. 
édition "Le Temps des Cerises", Paris-2010 
page 129
           

Traducido del francés por el compañero  Salah del grupo  Sin Tregua.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Vistas de página en total