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domingo, 28 de agosto de 2011

Libia: ¿Quién gana?

 Internacionales
Libia: ¿Quién gana?
Helena Ramos



Jean Bricmont, eminente físico y antiglobalista belga, acuñó en 2005 el concepto del “imperialismo humanitario”, señalando que ahora las intervenciones militares no se llevan a cabo bajo la bandera de la “defensa contra el comunismo”, sino para “proteger los intereses humanitarios” y “ayudar a los pueblos a luchar contra los regímenes dictatoriales”.


En la práctica, la naturaleza dictatorial o radical de tal o cual régimen tiene poca importancia. Lo que vale realmente es qué tan controlable resulta y qué ventajas ofrece su derrocamiento. Por su parte, los medios de comunicación crean un estado de opinión deseable y hacen que una agresión sea vista como un rescate.

El coronel Muammar Gaddafi –que no es ninguna santa paloma ni monedita de oro– es víctima de la estrategia arriba descrita. Obviamente, el líder libio había cometido graves errores; no obstante, las atrocidades de las que le acusan jamás han sido confirmadas. Ahora, al calor de la contienda, no hay oportunidad de investigar la situación, pero existen testimonios independientes confiables que se oponen a lo pregonado por los grandes medios.


Un giro de 180 grados


No hace mucho, Gaddafi –que un día aspiró a ser el Che del Oriente Medio– parecía estar bien integrado al establishment. En el 2008 y 2009 recibió la visita de Condoleezza Rice, secretaria de Estado de los EE. UU., del primer ministro británico, Tony Blair, seguido por su sucesor Gordon Bown; también lo visitaron Nicolás Sarkozy y Vladímir Putin, presidentes, respectivamente, de Francia y de Rusia. Poco después asistió a la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde fue recibido por el presidente Barak Obama.


No obstante, el excéntrico coronel no terminaba de gustarles a las potencias: demasiado temperamental, demasiado antisionista, siempre capaz de recordar su pasado subversivo. Entonces, cuando la ola rebelde que está sacudiendo el mundo árabe llegó a Libia, el Occidente enseguida apostó por la oposición.


El 23 de febrero 2011, un editorial el Wall Street Journal dijo que “Estados Unidos y Europa deben ayudar a los libios a derrocar el régimen de Gaddafi”. El 25 de febrero el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó una resolución para que se investiguen los posibles crímenes contra la humanidad que el régimen pudo haber cometido. Fueron los Estados Unidos que promovieron la moción para que la ONU elevara el caso de Libia ante la Corte Penal Internacional. Sin embargo, los EE. UU. no reconocen la jurisdicción de esa corte. Entonces, ¿por qué recurren a ella? La respuesta es sencilla: porque les conviene.

 
Las tres emes


Catherine Margaret Ashton, alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, reveló algunos de los planes primermundistas en una entrevista para The New York Times del 19 de marzo del año en curso, recalcando que en el centro del problema de la región están las tres emes: money, market access y mobility (dinero, acceso a los mercados y la movilidad).


“Los países deben desarrollarse –prosiguió–. Por eso es tan importante el acceso a los mercados: la posibilidad de vender sus productos a los países ricos”. Luego habló de la necesidad de apoyar programas de ayuda a la agricultura, para que Egipto, Túnez y Libia sean capaces de “producir alimentos con la calidad requerida por el consumidor europeo”... ¡Vaya! Ni para disimular mencionó la soberanía alimentaria... Egipto no produce suficiente comida ni para dar de comer a su propia población, ¿y todavía debe complacer a los gourmets de ultramar?


Y una gran pe...

 
John Pilger, periodista de origen australiano establecido en Gran Bretaña, que había trabajado como corresponsal de guerra durante conflictos en Vietnam, Camboya, Egipto, India, Bangladesh y Biafra, condenó la actitud del Occidente en una entrevista del 8 de abril de este año, publicada en http://www.viewpointonline.net/.


“El ataque a Libia –dijo–, encabezado por el Presidente de Francia, cuya política para con la población del África del Norte es abiertamente racista, es la respuesta del Occidente a las rebeliones árabes. Con su política de ‘divide y vencerás’ en Libia o con el cambio del régimen gobernante, Europa y Estados Unidos pretenden alcanzar las metas absolutamente contrarias a la liberación de las personas y enviar un mensaje elocuente a toda la región, donde se encuentra el ‘premio mayor’: el petróleo”.

 
¿Y después?

 
Ahora muchos se preguntan qué pasará “después de Gaddafi”. Ya sabemos que el opositor Frente Nacional para la Salvación de Libia no es ni tan unido ni tan democrático como lo pintan.


Dmitri Zúyev, periodista de la Voz de Rusia, indica que la victoria de los rebeldes es denominada un “triunfo catastrófico”, pues “el Occidente se da cuenta de que después de la victoria militar a Europa le esperan nuevos gastos de la ayuda humanitaria y económica para Libia, con el fin de aglutinar al país que no está fuera de peligros de otra guerra civil ni del fortalecimiento del islamismo”.


El diario Asharq Alawsat, de Gran Bretaña, advierte: “Misión cumplida. El Occidente se acercó por fin al tesoro de los recursos naturales de Libia. Los rebeldes tendrán que pagar la cuenta por la ayuda militar. (...) Existe la opinión, provinente del allende del océano, que con la caída de Gaddafi y sus hijos el mundo será ‘un mejor lugar para vivir’. La región árabe está quedando sin sus gobernantes anteriores. Los están sustituyendo unos ‘leones jóvenes’, que hasta ahora se mostraron como demoledores fascinados por la destrucción. ¿Podrán ellos convertirse en constructores? ¿Serán recordados por haber librado el mundo de aquellos a quienes suelen llamar los ‘últimos mohicanos de la dictadura’? ¿O será que las generaciones venideras les reprocharán sus acciones, si las nuevas autoridades no serán capaces de construir un ‘nuevo país’ del que se diga lo que decían sobre la Yamahiriya: ‘un Estado floreciente con el nivel de vida más alto en África del Norte’?”.


Es temprano para hacer pronósticos. Una cosa está clara por ahora: a Libia la esperan tiempos duros. Y las transnacionales parecen las únicas ganadora seguras. Al menos, la demanda de los armamentos estará garantizada.

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