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miércoles, 20 de julio de 2011

¿Qué tanto EEUU aportó al triunfo de la Revolución Popular Sandinista?



¿Qué tanto EEUU  aportó al triunfo de la Revolución Popular Sandinista?
Manuel S. Espinoza J


Hoy por hoy muchos insisten en opinar, que sin los EE.UU, los sandinistas jamás hubieran triunfado. Prácticamente sugieren que la diplomacia norteamericana en cumplimiento de su política exterior facilitó el triunfo revolucionario en Nicaragua.


El primero en fundamentar esto fue el mismo Presidente Anastasio Somoza en su libro “Nicaragua Traicionada”. Somoza integra en sus memorias una serie de conversaciones con el embajador norteamericano Lawrence Pezzullo, quien fue enviado a  obligar a dimitir a Somoza y salvar la situación de su  régimen. Somoza hace hincapié en el libro, que incluye las cintas grabadas con el único objetivo de que el pueblo de Nicaragua conozca el comportamiento traicionero de los EE.UU en el actuar de la administración de Jimmy Carter, presidente de los EE.UU de 1977 a 1981.  


La otra cara de la moneda que detalla la difícil situación final de Somoza  la detalla el embajador gringo en su obra “At the Fall of  Somoza” (Durante la Caída de Somoza). Este describe al dictador como testarudo y ocasionador de pérdida  de un tiempo valioso para la negociación que estos tenían en Costa Rica. Negociación que les permitía a los  norteamericanos tratar de ser parte de los actores políticos principales en un tiempo de cambio a favor del FSLN.


Tanto para Somoza como para Pezzullo la situación no era fácil, a nivel global la administración Carter había lanzado una doctrina de política exterior fundamentada en la promoción de los derechos humanos a nivel global.  Su objetivo era desacreditar al bloque socialista  por caracterizarse, según él, como violentador de derechos y libertades políticas básicas. Al final esa doctrina vendría a chocar con las estrategias anteriores de política exterior de instalar a regímenes dictatoriales militares a la cabeza de los gobiernos para contener el avance del comunismo.


El mismo presidente Carter es atrapado en una disyuntiva que, inmediatamente, generó elementos de fortaleza en la oposición republicana y a lo interno de su mismo partido. ¿Cómo es posible que los mismos norteamericanos derroquen  al mejor de los aliados en el continente? Se preguntaban en materia de crítica los opositores a  tal medida en los medios de difusión masiva a lo largo del país. Los senadores amigos de Somoza expresaban, que no iban a entregar, así por así, una pieza de ese tamaño en manos del comunismo internacional.


A la agenda global de la administración Carter, en contra del la URSS y sus satélites, se le integra la oportunidad de reelegirse en la presidencia y la presencia de Somoza debilitaba la credibilidad de su doctrina de derechos humanos y, por ende, la de mantenerse en la Casa Blanca por un periodo más.  De tal manera,  surge la  inquietud de cómo quitar a Somoza sin convertirse en el culpable y más bien ganar la simpatía y aceptación de la opinión pública votante norteamericana.


Muchos opinan, que la presión internacional demandando la salida de Somoza, la lucha guerrillera del FSLN y sus  victoria políticas militares a partir de 1978, y  la testarudez de Somoza de mantenerse en el poder hasta las próximas elecciones a realizarse en 1981, obligan a EE.UU a ejercer presión sobre el régimen con el congelamiento y suspensión de créditos , la retención e impedimentos de que el régimen pueda adquirir armas y municiones y mayor presión directa por parte de los enviados diplomáticos norteamericanos.


Pero Somoza se resistía a abandonar el poder y esa terquedad no solo está dejando a los diplomáticos norteamericanos sin cartas en la mesa de negociaciones con los sandinistas en Costa Rica, sino que estaba destruyendo a todo el régimen construido en décadas, sobre todo aquellos pilares que le garantizaban el control y su influencia política en el país; la Guardia Nacional y el Partido Liberal Nacionalista. Para el caso de Nicaragua, era claro que Somoza se debía ir.


Los negociadores sandinistas aprovecharon al máximo el interés demostrado por los norteamericanos de sacar a Somoza; de esta forma, dirigieron estrategias de combate que, en el marco de la ofensiva final, aceleraran la derrota del régimen por vía militar y sacaran del juego a la diplomacia norteamericana que, como siempre, quería ser juez y parte en la instalación de un nuevo gobierno en Nicaragua. Somoza con su testarudez, facilitaba a los sandinistas obligar a los diplomáticos norteamericanos a llegar con las manos siempre vacías a la mesa de negociaciones.  Mientras Somoza siguiera al mando, la guerra era el único lenguaje que él entendía como algo a continuar. 


Por eso, leyendo la historia entre líneas, muchos estiman que el jaque mate al régimen, la administración Carter lo logra con el asesinato del periodista norteamericano Bill Steward. Mucho se especula sobre lo casual de su asesinato y lo bien montado que este pudo ser por estructuras de apoyo a la política exterior norteamericana.  La verdad es que la opinión pública norteamericana se volcó en un repudio total hacia Somoza y su régimen.  El efecto causado por la transmisión a cada minuto de la noticia filmada (donde un guardia nacional mata a sangre da fría al periodista norteamericano) tuvo su efecto y eso que en aquel entonces no existía el fenómeno CNN. Los amigos de Somoza quedaron desarmados. No podían defender a un régimen sangriento, que no perdona ni las vidas de los mismos norteamericanos. A Pezullo se le facilitaron las cosas con Somoza, pero luego la testarudez de no abandonar el gobierno hasta 1981, terminó con las posibilidades de negociación norteamericana.   Y a pesar  de que a Urcuyo Maleaños se le trasladó la banda presidencial , el régimen militarmente se derrumbó.

Lógicamente, que Somoza fue derrotado políticamente y militarmente por el FSLN que dirigió al pueblo nicaragüense y con esa derrota se vio truncada la intención de EE.UU de mantener un somocismo sin Somoza, con una Guardia Nacional  con ciertos cambios y un Partido Liberal fuerte en la política nacional. A Somoza lo derrotó el pueblo y su voluntad de un cambio.

Es cierto que los norteamericanos, producto de sus propios intereses, participaron en esa coyuntura de la caída del régimen, pero en todo caso, no fue a Nicaragua la a que traicionaron como opinaba Somoza, sino que a sus propios intereses de control e influencia en el país, al traicionar  a Somoza como un peón de ajedrez en un juego geoestratégico de los tantos que habían en la Guerra Fría. Simplemente los norteamericanos se enredaron en su misma telaraña. Y como dijo el embajador Callahan cada vez que han intervenido políticamente en el país las cosas  han  salido muy mal para todos.

 
En todo caso, el apoyo firme de la  Cuba de Fidel  (quien de paso se la devolvió a Somoza  por aquella solicitud que éste último le hiciera a los exilados cubanos que salieron de la costa atlántica de Nicaragua a invadir a Cuba en 1961 con el fin de “ traerle un pelo de la barba de Fidel”) y otros países como México, Panamá, Venezuela, es visto con mayor gratitud porque contribuyeron con el claro sentido de quitarle al pueblo a un tirano, y no por conveniencias propias a sus intereses de Estado como en el caso de EE.UU, o por intereses individuales como en el de Jimmy Carter.


Msc. Manuel S. Espinoza J
Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas UNICIT.

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