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lunes, 4 de abril de 2011

¿Socialismo en el siglo XXI?, de Antonio González Fernández

Un libro que hay que leer y meditar con urgencia
La transformación posible:
¿Socialismo en el siglo XXI?, de Antonio González Fernández
Reseñado por Jorge Alvarado Pisani

Managua, Nicaragua, 5 de julio 2010
Del 10 al 29 de septiembre de 2009, como parte de las actividades del doctorado en filosofía iberoamericana que se desarrolla en la Universidad Centroamericana (UCA) de El Salvador, el Dr. Antonio González Fernández impartió el curso titulado “Reflexiones sobre el socialismo en el siglo XXI”. Su último libro, La transformación posible: ¿socialismo en el siglo XXI?, Editorial Bubok (http://www.bubok.com/libros/174663/La-transformacion-posible) hace públicas las notas escritas por el autor para las conferencias del curso.
Con un lenguaje diáfano y un discurso riguroso y exento de retórica, este libro ofrece una potente y original síntesis de economía política, filosofía de la praxis, teología de la liberación y cristianismo radical que permite vislumbrar los caminos que pueden transitarse desde el omniabarcante capitalismo actual hacia el socialismo mundial por venir, evitando los desvíos y callejones sin salida del llamado socialismo real o socialismo del siglo veinte.
A tal efecto, en la Introducción se identifican las tres características esenciales, necesarias y suficientes, de un sistema socioeconómico capitalista: propiedad privada de los medios de producción, mercado regido por la oferta y la demanda, y trabajo asalariado. El capítulo I analiza el socialismo del siglo XIX, en particular la filosofía crítica de Marx y su caracterización genérica del socialismo. Muestra que hay continuidad entre los conceptos filosóficos “juveniles” y los conceptos científicos “maduros” de Marx, siempre enraizados en la vida real y concreta de los seres humanos.
En el capítulo II se hace uso del análisis praxeológico original del autor para elucidar lo que Marx llamó “energía práxica” o “carácter humano de nuestros actos” y que consideró ser la raíz de la naturaleza humana y la razón de su especial dignidad. Además, se explica allí por qué los actos humanos no pueden reducirse a las estructuras materiales que los posibilitan ni tampoco a sus productos o resultados, y por qué tales reducciones conllevan inexorablemente a cosificar a las personas y a legitimar los sistemas de explotación de nuestra energía práxica.
El capítulo III hace un recuento histórico del socialismo del siglo XX, para explicar la génesis y los problemas estructurales de la planificación centralizada, impuesta en la Unión Soviética y los países socialistas, cuya inviabilidad económica y social condujo al desmontaje (excepto en Cuba y Corea del Norte) de estos experimentos socialistas. Buscando comprender las causas de esa inviabilidad, el capítulo IV pone de manifiesto la solución de continuidad existente entre el pensamiento de Marx y los conceptos de individuo y sociedad establecidos por el materialismo dialéctico y el materialismo histórico que fueron oficiales en su momento. Además, el autor pone en juego nuevamente sus categorías praxeológicas para responder, dando la razón a Marx, las preguntas cruciales sobre qué es la sociedad humana, de dónde vienen la propiedad y el poder y cómo las instituciones sociales se apoderan de las personas.
El capítulo V es el más extenso. Siguiendo la línea expositiva de su libro Reinado de Dios e imperio, el autor plantea un modelo matemático sencillo para analizar “el secreto del capitalismo”, sus relaciones básicas (ley del valor, tasa de plusvalía, composición orgánica, tasa media de ganancia, precios de producción y precios de mercado) y sus tendencias históricas: recambio tecnológico, sobrepoblación laboral, concentración del capital, expansión de la producción y los mercados, decrecimiento de la tasa media de ganancia y crisis sistémicas.
En seguida, para clarificar el tipo de historicidad de tales tendencias del capitalismo, el capítulo VI plantea dos graves problemas: la predictibilidad de las dinámicas capitalistas y la existencia de leyes históricas. Para elucidarlos, investiga qué es la historia. Y encuentra que la historia no es simplemente un proceso social, “porque la historia no consiste simplemente en actuaciones socialmente estructuradas, unas en función de otras. La historia constituye una dimensión distinta de la praxis humana, según la cual ésta acontece ejecutando posibilidades.” Con lo cual queda despejado el camino para encarar directamente la cuestión original del libro: ¿Es el socialismo una de las posibilidades efectivas de la historia humana?
A tal pregunta, el capítulo VII proporciona una triple respuesta: 1) No hay alternativa socialista al capitalismo global ni con un sistema de planificación centralizada ni con un proyecto socialdemócrata; 2) La propuesta de “democracia económica” de David Schweickart es una posibilidad efectiva para la transición al socialismo; y 3) La transición a este socialismo-con-democracia-económica es factible, sin rupturas revolucionarias violentas, “a partir de la toma del poder político de unas fuerzas progresistas con el suficiente consenso para llevar a cabo…: (a) La abolición de las obligaciones de las empresas de pagar intereses o dividendos a los individuos o instituciones privadas; (b) La declaración de que la única autoridad legal sobre todas las empresas con más de un número determinado de empleados reside en los trabajadores, según principios democráticos; (c) La introducción de un impuesto sobre el capital de las empresas, cuyo monto irá a parar al fondo social de inversión; y (d) La nacionalización de los bancos, que pasarán a administrar los fondos de inversión.”
Ahora bien, el libro no termina con tales respuestas sino que nos instala en una perspectiva sorprendente para comprender la conexión entre la posibilidad histórica del socialismo en el siglo XXI y la posibilidad histórica del cristianismo radical (comunidad de bienes, pacifismo sin condiciones, liberación del principio retributivo o “pecado original” de nuestra praxis). De las frases finales del libro podría decirse que “son dinamita”, en el sentido nietzscheano, si esta metáfora no fuese por demás impropia del cristianismo radical. Mejor es decir de ellas que son “pura vida”, con la expresión popular usada en Costa Rica y México. Esas asombrosas palabras conclusivas del libro, puestas aquí y ahora para que al lector o lectora le queden resonando en la memoria hasta que vuelva a leerlas cuando finalice su lectura, son las siguientes:
“…Todo intento de construir el paraíso con nuestras propias fuerzas termina presentándolo como un logro propio, y manteniendo de este modo el principio retributivo, que está en el fondo de toda cosificación del ser humano y de toda opresión. Y aquí es donde todo socialismo tendría que volver a preguntarse por su actitud ante el mensaje y la persona de Jesús. Y entonces cabe mencionar un punto esencial de la última homilía de Romero: Mientras el ser humano tenga rotas sus relaciones con Dios como principio de la vida no habrá auténtica liberación. Ahora podemos entender mejor por qué: porque el verdadero Dios, situado más allá de todas las cosas, es el acto puro que recuerda insurgentemente que la persona humana, como acontecer carnal de todos nuestros actos, no es cosa, ni puede ser convertida en cosa. Ese Dios, manifestado en el Mesías Jesús, es el que rompe toda vigencia del principio retributivo y hace posible una nueva praxis, una praxis viva, que ya no está condenada a situarse a sí misma, ni a situar a los demás, bajo ninguna forma de objetivación. Esta liberación del principio retributivo es lo que hace posible toda transformación radical.”


Enviado por el autor a Revista Libre Pensamiento

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