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lunes, 30 de noviembre de 2015

Latinoamérica no cambiará tanto con Macri


© REUTERS/ Enrique Marcarian

Latinoamérica no cambiará tanto con Macri

15:00 30.11.2015(actualizada a las 15:50 30.11.2015) 

La victoria de Mauricio Macri en Argentina es una potente señal de cambio para toda América Latina, donde los modelos de izquierda se sienten amenazados.

Si los argentinos han podido dar un giro de timón hacia la derecha, ¿por qué no puede hacerlo también el resto de la región?

En primer lugar, habría que tener claro hasta qué punto Macri va a ser capaz de iniciar y luego mantener el nuevo rumbo prometido, porque las condiciones no le son nada favorables. En política interna va a tener que hilar muy fino. Las dos cámaras del Congreso siguen todavía en manos del peronismo opositor y volver a la senda del crecimiento económico, aplicando recortes presupuestarios como se hace en Europa, afectaría a las clases menos favorecidas. "Cualquier intento de estabilizar la economía que concentre los costes en la mayoría social sería un suicidio político", considera Dante Caputo, politólogo y exministro de Asuntos Extranjeros con Raúl Alfonsín. "Si Macri consigue resolver las tensiones entre austeridad y equidad, ganará una batalla decisiva. No será fácil", añade.

Macri toma los mandos el próximo 10 de diciembre, fecha de su juramento constitucional. A partir de ese momento su gestión puede pasar a la historia sin dejar huella, aumentar las incertidumbres actuales o marcar una nueva era. Pero, pase lo que pase, ya le rodean circunstancias inéditas. Es la primera vez desde 1916, cuando se celebraron las primeras elecciones argentinas por sufragio universal, secreto y masculino, que llega a la Casa Rosada una coalición que representa al centro-derecha y a la derecha. Y es el primer presidente que no es radical ni peronista.

Los más optimistas creen incluso que el triunfo de Macri abre la puerta a la fundación de una formación política de derechas capaz de ganar elecciones en Argentina. El PRO (Propuesta Republicana) tiene todavía demasiado poco bagaje —echó a andar en 2005- y el nuevo jefe del Estado puede ser de enorme ayuda (o no) de cara a los comicios legislativos de 2017. En esa cita electoral se comprobará si el triunfo de Macri ha sido o no coyuntural, es decir, si ha sido más el fruto del cansancio de una fórmula basada en el peronismo que la atracción de loc ciudadanos hacia un modelo neoliberal que busca retirar poderes al Estado. También para entonces sabremos cuánto ha calado en otros países ese volantazo político.

Mirando hacia atrás Macri debe soñar con lo que consiguió el expresidente Carlos Menem: un giro a derecha rotundo que supo conservar el poder en dos mandatos. Y tomar en cuenta los finales prematuros de los presidentes Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde, un radical y un peronista", escribe con acierto el analista Mario Wainfeld en el periódico 

Donde sí habrá transformaciones significativas será en materia de política exterior. Macri anunció que pedirá que Venezuela sea suspendida del Mercosur mediante la aplicación de la cláusula democrática. "Lo que está pasando en Venezuela no tiene que ver con el compromiso que hemos asumido todos los argentinos", ha dicho ya el presidente electo, citando en concreto "los abusos" del Gobierno de Nicolás Maduro "con los opositores y la libertad de expresión". La cláusula democrática del Mercosur prevé la posibilidad de suspender a un país socio y hasta aplicarle sanciones comerciales o el cierre de fronteras en caso de ruptura del orden democrático. La petición, que se formalizará en la Cumbre de Presidentes del Mercosur y Estados asociados que se celebrará el próximo 21 de diciembre en La Asunción, la capital de Paraguay, supone la ruptura de facto del eje Caracas-Brasilia-Buenos Aires.

No obstante, es muy improbable que triunfe la solicitud de Macri, máxime si se celebran las elecciones legislativas venezolanas del próximo 6 de diciembre y la oposición obtiene la mayoría de los escaños, como pronostican las encuestas. Pero además, el resto de los países integrantes del Mercosur no está en absoluto por la labor de apoyar semejante puñetazo en la mesa. Empezando por Brasil y terminando por Bolivia. Unos por pragmatismo y otros por lealtad.

El propio Macri también ha adelantado que quiere convencer a Brasil para que se unan a la Alianza del Pacífico (aunque ninguno de los dos Estados limitan geográficamente con ese océano) y formar un bloque suprarregional mucho más potente. Eso supondría una estocada mortal para el Mercosur, una organización que sigue paralizada en disputas bilaterales y que lleva lustros negociando un tratado con la Unión Europea. En la práctica el bloque creado en 1991 se ha transformado en un foro político casi decorativo donde los líderes insisten en la importancia de la unión de los pueblos del Sur, pero que a la hora de la verdad no avanza hacia una verdadera integración económica o comercial.

Aunque Washington se frota las manos por el nuevo mapa político sudamericano, es posible que no haya otra vez relaciones "carnales" con Estados Unidos, tal y como ocurrió en la década de los 90 del siglo pasado. ¿Por qué? Porque lo que ahora más necesita Argentina es diversificar su oferta internacional y abrirse al exterior para atraer el mayor número de inversiones extranjeras, más allá de las chinas o las rusas.

La llegada de Macri al poder ha despertado obviamente oleadas de ánimo y esperanza entre los partidos de derecha latinoamericanos que ahora se encuentran en la oposición, especialmente los grupos políticos de Venezuela y Bolivia. Todos ellos han recibido la noticia como una bendición divina. Así, la diputada opositora venezolana, María Corina Machado, declaró: "Gana Argentina, gana Venezuela, gana América Latina, gana la democracia y la libertad". Y para Samuel Doria Medina, quien sueña desde hace 10 años con sustituir al presidente boliviano, Evo Morales: "El pueblo venció, la democracia ganó, comienza un nuevo tiempo".

¿Supone entonces la aparición en escena de Macri un cambio de ciclo? No necesariamente.

Ciertos expertos siguen viendo a Argentina como un ejemplo para toda el área. Consideran que los movimientos de izquierdas que se desarrollaron en los últimos 15 años en Sudamérica imitaron la fórmula peronista de movilizar a los pobres para luchar por una mayor distribución de la riqueza. De ahí que pronostiquen que este desplazamiento hacia la derecha que ha ocurrido en Buenos Aires va a ser copiado —como si se tratara de un efecto dominó- por aquellas otras naciones vecinas con gobiernos de izquierdas que precisamente atraviesan momentos muy delicados como consecuencia de la tormenta económica.

Pero en un mundo globalizado como el actual, ese seguidismo ya no es válido. La crisis se ha convertido en un fenómeno continental, y afecta a todos, independientemente de la ideología política de cada país. En unos Estados se asiste a la desaceleración del crecimiento; en otros más graves, a la recesión pura y dura. Las etiquetas partidistas han perdido bastante valor. En cualquier caso, no existen recetas mágicas. Cada país debe elaborar la suya propia, teniendo en cuenta sus recursos, su potencial y su pasado.

La meta común para América Latina es diseñar una hoja de ruta que genere de nuevo riqueza y empleo, pero sin perder de vista tres elementos esenciales: la integración regional, la igualdad social y la sostenibilidad, entendida ésta como el respeto al medio ambiente.

En resumen, Latinoamérica no cambiará tanto con la irrupción de un presidente argentino de derechas


Ciencia a lo Sherlock Holmes

30-11-2015


Científicos cubanos certifican que la grave epidemia de dengue hemorrágico de 1981 fue una cepa de laboratorio introducida deliberadamente en la isla
Ciencia a lo Sherlock Holmes

Juventud Técnica

Insospechado nunca fue. Demasiadas coincidencias en aquella gran epidemia de dengue hemorrágico en el 1981 cubano. Los crímenes serán siempre imperfectos. Y detrás del delito, la ciencia buscando las huellas, las pistas…, persiguiendo verdad. Y aunque tenga que esperarse por la ciencia más de treinta años para demostrar, por ejemplo, que esa epidemia ocurrió a causa de una orden y no por caprichos naturales, vale la pena verla saborear la pipa a lo Sherlock Holmes y, con mirada arrogante, oírla revelar las pruebas que confirman una hipótesis inicial: la cepa del dengue serotipo 2 causante de la epidemia fue una cepa de laboratorio introducida deliberadamente en Cuba.

Antes, en el año 1977, el 44,46 por ciento de la población cubana había estado infectada con el virus del dengue 1 bajo el cuadro benigno de la enfermedad. Se corría el riesgo de una infección secundaria si un serotipo de dengue diferente entraba al país, pues los anticuerpos contra el dengue 1 no protegen contra el 2; por el contrario, amplifican la infección. La carga viral aumenta y por ende, la probabilidad de que la transmisión ocurra a través del agente transmisor, el mosquito Aedes aegypti, es más alta.

Los números de la epidemia sorprenden hoy, y no podría decirse ahora con exactitud qué sintió el pueblo cubano de mayo a octubre del año 1981: 344 mil 203 infectados, diez mil 312 casos graves y muy graves, 101 niños muertos de un total de 158 personas fallecidas. Los por qué se volvieron inminentes.

Treinta años más tarde, la Doctora en Ciencias de la Salud Rosmari Rodríguez Roche y su grupo de investigación del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), al obtener la secuencia del genoma completo del dengue 2 aislado durante la epidemia, proporcionaron las evidencias científicas, y obtuvieron, el Gran Premio en el Concurso Premio Anual de Salud 2015, por el impacto científico y político del estudio titulado “Primera epidemia de dengue hemorrágico en las Américas, 1981: nuevos conocimientos sobre el agente causal”..


“En la epidemia de 1981 el profesor Kourí describe por primera vez el fenómeno de incremento de severidad en el tiempo, que luego se repite en Santiago de Cuba en el año 1997 y más tarde en La Habana en el 2001 –explica la Doctora Rosmari Rodríguez–. Es decir, que al final de la epidemia, cuando el país entero estaba volcado ya en controlar, los médicos estaban más avisados y la atención más organizada, hubo una acumulación de casos graves y fallecidos que no era lógico. Entonces supusimos que el virus cambiaba durante la epidemia. Teníamos la duda de si cepas de diferentes momentos de la epidemia del 81 mostraban una variabilidad, una evolución, que explicara este incremento de severidad".


“Por otro lado, la epidemia de 1981 tenía algo en particular: se había evidenciado que se trataba de una cepa de laboratorio introducida deliberadamente en el país. Pero las investigaciones en esa década del 90 fueron realizadas con metodologías de secuenciación manual, un complicado método en el que se utilizaban isótopos radioactivos. Con herramientas muy simples se comparaban las secuencias obtenidas y dado el porciento de similitud se llegaba a una conclusión. En aquel estudio se secuenciaron unas 200 o 300 bases de un genoma completo que tiene 11 mil bases. Con ese pequeño fragmento se dijo que la cepa del 81 era similar a una cepa aislada en Nueva Guinea en el año 1944, considerada la cepa prototipo de dengue 2 que se utiliza en la mayoría de los laboratorios de dengue a nivel mundial.

“Qué sucede –cuenta Rodríguez Roche–, cuando este artículo sale a la luz muchos científicos a nivel mundial que trataban la temática de la evolución de los virus decían que eso no era más que una contaminación de laboratorio, porque las técnicas moleculares tienen ese problema, son muy sensibles. Si uno trabaja en un laboratorio donde se manipulan diferentes virus y no se toman las medidas adecuadas para su buen funcionamiento, puede que se amplifique una cepa que no es la que se intenta estudiar, y se contamine el ensayo. Se decía que ese virus, después de casi cuarenta años aislado en Nueva Guinea, en el Sudeste Asiático, si estaba circulando aún debía estar sujeto a los mecanismos de la evolución y por tanto debió acumular un número de mutaciones que lo diferenciara del aislado en el 81 en Cuba”.

En resumen, los científicos cubanos tenían las interrogantes de cómo se incrementaba la severidad en el tiempo, y cómo demostrar si se trataba o no de una contaminación. De esa forma, cuando el IPK obtuvo una tecnología de secuenciación automática, se propusieron secuenciar el genoma completo de cepas de dengue 2 aisladas en la epidemia del 81, que estuvieron guardadas en los bancos de cepas durante más de treinta años.

“De un total de dieciocho cepas que se conservaban logramos secuenciar cinco –asevera la Doctora–. No queríamos manipularlas, sino trabajar con las originales de aquella época; así, utilizando sistemas de alta fidelidad para la amplificación del genoma, se obtuvo la secuencia de cinco cepas correspondientes a diferentes momentos de la epidemia. Luego, utilizando herramientas bioinformáticas de alta resolución que no solo se basan en la similitud, sino en complejos modelos de evolución que permiten obtener árboles filogenéticos, nos dio el mismo resultado. O sea, las cepas se relacionaban genéticamente con la de Nueva Guinea de 1944. Y además descubrimos que el virus cambiaba con el transcurso de la epidemia. Entonces dijimos, las contaminaciones no mutan –si usted contamina con algo que tiene en el laboratorio, siempre en cada muestra va a tener la misma contaminación–. El hecho de que el virus cambiara en el transcurso de la epidemia nos da pie para rechazar la hipótesis de contaminación y, por otro lado, para explicar el incremento de severidad”.

- Pero… ¿por qué puede afirmarse que el dengue 2 fue introducido en Cuba deliberadamente y no que entró por otras causas?

- Una epidemia de dengue empieza habitualmente por un caso índice de una persona que viene infectada de algún lugar, incluso sin síntomas; y si en ese sitio habita el mosquito Aedes aegypti, este puede picar a la persona infectada, incubar el virus por unos días y volver a picar a otra persona y así comienza el ciclo de transmisión.

“En el caso de la epidemia del 81 existen evidencias de que los casos aparecieron en tres puntos del país al unísono: oriente, centro y occidente. Una posible vía de introducción pudo ser a través de mosquitos infectados con la cepa de dengue 2. En realidad, no era imposible o absurdo pensar que en Cuba pudiera entrar el dengue, pero debió ser una cepa que estuviera circulando en ese momento, si no en la región, al menos en el mundo, aunque en esa etapa los viajes no eran tan frecuentes como ahora. El hecho de encontrarnos con la cepa prototipo de laboratorio, tan antigua por cierto, fue el elemento más trascendental que sugirió la introducción deliberada.

“Cuando los científicos cubanos descubrieron en aquel momento, que se trataba de un virus de origen asiático, la explicación que se le halló fueron los movimientos de los internacionalistas cubanos que entonces colaboraban en Vietnam. Sin embargo, la alta similitud con la cepa de Nueva Guinea del año 1944, permite rechazar la hipótesis de que haya sido trasladado hacia Cuba desde territorio vietnamita en la década del 80”.

- ¿Qué valías en el sentido científico tiene la secuenciación del genoma completo del dengue 2?

- Este trabajo acerca de la epidemia de 1981 es importante no solo por su impacto político al demostrar que sí circuló en Cuba una cepa de laboratorio, sino también porque se aportan resultados que desde el punto de vista científico tienen novedad, por haber sido realizados en un escenario epidemiológico único. En ese sentido, el contexto cubano ha sido utilizado en muchas investigaciones para probar determinados factores de riesgo que puedan conducir a un dengue grave. En un lugar donde circulan todos los serotipos del virus dengue a la vez –dígase un país asiático, por ejemplo– es muy difícil comprobar cuál llegó primero o después, y tener la historia epidemiológica exacta. En este caso, se estudió el incremento de severidad en el tiempo durante la circulación del dengue 2, en un contexto donde solo existía inmunidad a dengue 1 pues no habían circulado otros serotipos. Por tanto, los niños más afectados fueron los mayores de cuatro años que ya se habían infectado con dengue 1 en 1977.

“Por otra parte, este estudio es relevante porque se realizó completamente en Cuba, a diferencia de estudios anteriores de caracterización de cepas aisladas en el país, que se ejecutaron con la colaboración de instituciones científicas extranjeras. Contar en el IPK con las herramientas para caracterizar los virus circulantes tiene un gran impacto social, pues con la alerta temprana emitida a las autoridades de salud sobre la entrada al país de nuevos virus y su potencial virulento, es posible tomar medidas para cortar la trasmisión en áreas de salud o municipios específicos, y evitar que se extiendan al resto del país.

“Asimismo, la caracterización molecular a nivel de genoma completo ofrece información valiosa a la comunidad científica internacional para el diseño racional de candidatos vacunales contra el dengue. Se conoce que una vacuna eficaz debe ofrecer protección contra todos los serotipos del virus al mismo tiempo (vacuna tetravalente), y existe preocupación sobre la gran variabilidad genética de los virus y sobre la posibilidad de que aparezcan mutantes de escape. Por tanto, para una adecuada evaluación de los candidatos vacunales contra el dengue es imprescindible contar con un mapa genómico de los virus circulantes por países y regiones. Este es un proyecto que promueve la Organización Mundial de la Salud, y al que esta investigación brinda valiosos aportes.”

Fuente: 


Tomado de Rebelión

domingo, 29 de noviembre de 2015

Las previsiones de Marx y la paradoja de la industrialización financiarizada de nuestro tiempo


La dibujante Atxe para www.sinpermiso.info

Las previsiones de Marx y la paradoja de la industrialización financiarizada de nuestro tiempo
Michael Hudson 


29/11/2015


“El modo de acumulación de riqueza característico de nuestro tiempo tiene que ver con medios financieros, más que industriales: va a lomos de la ola de la inflación de precios de activos financiada con deuda, en pos de “ganancias de capital”. Eso parecía harto improbable en la época de Marx, la era del patrón oro. Sin embargo, hoy, el grueso de los académicos marxistas todavía se concentran en su crisis del “volumen I”, ignorando prácticamente la realidad del fracaso del capitalismo industrial en punto a liberar a las economías de las dinámicas rentistas sobrevivientes del feudalismo europeo y de las tierras coloniales conquistadas por Europa.”

Las observaciones que siguen fueron hechas en el World Congress on Marxism que tuvo lugar en la Escuela de Marxismo de la Universidad de Pekín el pasado 10 de octubre de 2015. La presentación formaba parte de un debate con Bertell Ollman (NYU). Me siento honrado de haber sido un Profesor Invitado permanente de la universidad más prestigiosa de China.

Cuando impartí unas conferencias en esta Escuela de Marxismo hace seis años, alguien me preguntó si Marx acertó o se equivocó. No supe cómo responder a esta pregunta entonces, habida cuenta de la complejidad de la cuestión. Pero al menos hoy me centraré en su concepción de las crisis. 

Más que ningún otro economista de su siglo, Marx logró vincular los tres tipos más importantes de crisis que estaban sucediendo. Sus Teorías de la Plusvalía explicaban las dos formas principales de crisis a que habían apuntado sus predecesores, y en torno a las cuales se libraron las revoluciones burguesas de 1848. Esas crisis eran resultado de supervivencias en Europa de la época feudal de la aristocracia terrateniente y las grandes fortunas bancarias.

Financieramente, Marx apuntó a la tendencia de las deudas a crecer exponencialmente con independencia de la capacidad de pago de la economía, y aun a mayor velocidad que la economía misma. El incremento de la deuda y el crecimiento de los intereses era autónomo respecto de la dinámica del capital industrial y del trabajo asalariado en que se centraba el volumen I de El Capital. Las deudas se expanden por sí propias, siguiendo reglas puramente matemáticas: la “magia del interés compuesto”.

Podemos ver en Norteamérica y en Europa cómo las cargas de los intereses, la recompra de acciones, el apalancamiento de las deudas y otras maniobras financieras se comen los beneficios y previenen la inversión en plantas y equipos, derivando ingresos hacia operaciones financieras económicamente vacías. Marx llamó al capital financiero “imaginario” o “ficticio”, en la medida en que no procede del seno de la economía industrial y porque –al final— sus demandas de pago no pueden ser satisfechas. Llamó a ese incremento financiero una “forma vacía de capital.” [1] Ficticio, porque consistía en bonos, hipotecas, préstamos bancarios y otros títulos rentistas sobre los medios de producción y sobre el flujo de salarios, beneficios e inversión en capital tangible.

El segundo factor que llevaba a crisis económicas era más a largo plazo: la renta agraria ricardiana. Los terratenientes y los monopolistas cargaban a la economía con un impuesto de propiedad” extrayendo rentas resultantes de privilegios que (como el interés) eran independientes del modo de producción. La renta agraria crecería a medida que las economías llegaran a ser más grandes y más prósperas. Una parte cada vez mayor del excedente económico (beneficios y plusvalía) sería derivada hacia los propietarios de la tierra, de los recursos naturales y de los monopolios. Esas formas de renta económica resultaban de privilegios que no tenían ningún valor intrínseco o coste de producción. Al final, contribuirían a empujar al alza los niveles salariales, dejando margen cero para los beneficios. Marx llamó eso el “Armagedón ricardiano”.

Esas dos fuerzas que contribuían a las crisis, señaló Marx, eran una herencia de los orígenes feudales de Europa: señores de la tierra que conquistaban territorios y se apropiaban de recursos naturales e infraestructuras; y bancos que seguían siendo, y por mucho, usureros y depredadores en su actividad de hacer préstamos de guerra a los Estados y de explotar a los consumidores con mezquindad usurera. La renta y el interés eran en muy buena medida productos de las guerras. Como tales, eran fenómenos externos a los medios de producción y a su coste directo (esto es, al valor de los productos).

Pero, sobre todo –huelga decirlo—, Marx apuntó a la forma de explotación del trabajo asalariado por sus empleadores. Y esto, en efecto, procedía del proceso de producción capitalista. Bertell Ollman acaba de explicar tan bien esa dinámica, que no será necesario repetirla aquí.

La crisis económica actual en Occidente: extracción financiera y rentista que lleva a la deflación por deuda

Bertell Ollman ha mostrado cómo analizaba Marx las crisis económicas a partir de la incapacidad del trabajo asalariado de comprar todo lo que produce. Esa es la contradicción interna característica del capitalismo industrial. Como se explica en el volumen I de El Capital, los empleadores buscan maximizar los beneficios pagando a los trabajadores lo menos posible. Eso lleva a una excesiva explotación del trabajo asalariado, causando subconsumo y saturación de los mercados.

Yo quiero centrarme aquí en la cuestión siguiente: hasta qué punto la actual crisis financiera es holgadamente independiente del modo industrial de producción. Como observó Marx en los volúmenes II y III de El Capital, así como en las Teorías sobre la plusvalía, la actividad bancaria y la extracción de rentas son hostiles de varias maneras al capitalismo industrial.

Nuestro debate versa sobre cómo analizar la crisis actual de las economías occidentales. Para mí, se trata, por lo pronto y sobre todo, de una crisis financiera. La crisis bancaria y el endeudamiento proceden, y por mucho, de los préstamos inmobiliarios e hipotecarios, así como del tipo de fraude masivo que a Marx le parecía característico de las altas finanzas de su tiempo, particularmente de la financiación de canales y ferrocarriles.

De manera que para responder a la cuestión antes planteada sobre si Marx estaba o no en lo cierto, habría que decir que Marx, sin ninguna duda, suministró las herramientas necesarias para analizar las crisis que las economías industriales capitalistas han venido padeciendo en los últimos doscientos años. Pero la historia no ha discurrido del modo que Marx esperaba. Lo que él esperaba era que todas las clases actuaran conforme a sus intereses de clase. Que es el único modo de proyectar razonablemente el futuro. La tarea histórica y el destino del capitalismo industrial, escribió Marx en el Manifiesto comunista, era liberar a la sociedad de las “excrecencias” del interés y de la renta (sobre todo de la renta de la tierra y de los recursos naturales, junto con la renta monopólica) que el capitalismo industrial había heredado de la sociedad medieval y aun de la sociedad antigua. Esas inútiles cargas rentistas a la producción son falsos costes, costes que ralentizan la acumulación de capital industrial. No proceden del proceso productivo, sino que son una herencia de los señores feudales de la guerra que conquistaron Inglaterra y otros reinos europeos para fundar aristocracias terratenientes hereditarias. Por otro lado, las cargas financieras en forma de capital usurero son, para Marx, una herencia de las familias banqueras que amasaron fortunas con préstamos bélicos y usura.

El concepto marxiano del ingreso nacional difiere radicalmente de la actual contabilidad en términos de ingreso y producto nacional. Todas las economías occidentales miden el “producto” en términos de Producto Interior Bruto (PIB). Este formato contable incluye al sector de Finanzas, Seguros y Bienes Raíces (FIRE, por sus siglas en inglés) como parte del producto de la economía. Y lo hace porque trata a (la) renta e interés como “ingresos ganados”, al mismo nivel que salarios y beneficios industriales: como si las finanzas privatizadas, las compañías de seguros y los bienes raíces fueran parte del proceso de producción. Marx los consideraba externos a ese proceso. El ingreso dimanante de ese sector no era “ganado”, sino “no-ganado”. Compartía ese concepto con los fisiócratas, con Adam Smith, con Stuart Mill y con otros grandes economistas clásicos. Marx no hacía aquí sino empujar a la teoría económica clásica hasta sus últimas consecuencias lógicas.

En interés de la clase en auge de los capitalistas industriales estaba el liberar a las economías de esta herencia del feudalismo, de los innecesarios costes de producción falsos, de los precios por encima del valor real de coste. El destino del capitalismo industrial –eso creía Marx— era el de racionalizar las economías librándolas de la clase ociosa de banqueros y terratenientes por la vía de socializar la tierra, nacionalizar los recursos naturales y la infraestructura básica e industrializar el sistema bancario. Y todo ello a fin de financiar la expansión industrial en vez de la usura improductiva.

Si el capitalismo hubiera cumplido ese destino, lo que habría subsistido primordialmente serían las crisis entre los empleadores y los trabajadores industriales explicadas en el volumen I de El Capital: la explotación del trabajo asalariado hasta el punto en que el trabajo no puede comprar sus productos. Pero, al propio tiempo, el capitalismo industrial habría preparado el camino al socialismo, porque los industrialistas necesitaban sacudirse el yugo político de la aristocracia terrateniente y del poder financiero de la banca. Necesitaban promover reformas políticas de tipo democrático para derrotar a los intereses creados que controlaban el Parlamento, y a su través, el sistema fiscal. La organización de los trabajadores y su conquista del derecho de sufragio promoverían sus intereses, y así se pasaría del capitalismo al socialismo.

Y China, en efecto, ha ejemplificado ese camino. Pero no se ha dado en Occidente.

Los tres tipos de crisis descritos por Marx se están dando. Pero Occidente se halla ahora en una depresión crónica, la que se conoce como deflación por deuda. En vez de una banca industrializada, como Marx esperaba, es la industria la que se ha financiarizado. En vez de una democracia que liberara a las economías de la renta de la tierra, de la renta de los recursos naturales y de la renta monopólica, lo que tenemos son unos rentistas que han contraatacado tomando el control de los gobiernos, de los sistemas jurídicos y de las políticas fiscales occidentales. Resultado: estamos asistiendo a un regreso involutivo hacia la problemática precapitalista tan bien descrita por Marx en los volúmenes II y III de El Capital y en las Teorías sobre la plusvalía.

Aquí se ubica el debate entre Bertell Ollman y yo. Yo me centro en unas finanzas y unas rentas que ganan la mano al capitalismo industrial para imponer una depresión dimanante de la deflación por deuda. Ese sobreendeudamiento empeora los problemas capital/trabajo al debilitar la posición política y económica del trabajo. Y para empeorar las cosas, los partidos obreros occidentales, a diferencia de lo que ocurría antes de la I Guerra Mundial, ya no luchan por cuestiones económicas.

Mis diferencias con Ollman y [John] Roemer: yo me centro en los costes no productivos

Bertell sigue a Marx cuando se centra en el sector productivo: alquilar trabajo para producir productos, pero tratando de lograr el mayor margen posible y batir al propio tiempo por ventas a los rivales. Esa es la gran contribución de Marx al análisis del capitalismo y de su modo de producir: emplear trabajo asalariado con beneficio. Concuerdo con ese análisis.

Sin embargo, yo me centro en las causas de la crisis actual, que son independientes y autónomas respecto de la producción: títulos rentistas de renta económica, de ingreso sin trabajo: precios “vacíos” sin valor. Ese foco puesto en la renta y el interés difiere del de Ollman y –ni que decir tiene— del de [John] Roemer. Cualquier modelo de la crisis está obligado a incorporar las finanzas, los bienes raíces y otras formas de búsqueda de renta, además de la industria y el empleo.

El gasto creciente en deuda puede rastrearse matemáticamente, lo mismo que la simbiosis de finanzas, seguros y bienes raíces (el sector FIRE). Pero las interacciones son demasiado complejas para resumirlas en un único “modelo” económico. A mí me preocupa particularmente que el modelo de Roemer encuentre seguidores aquí en China, porque pasa por alto precisamente las tendencias que del modo más peligroso amenazan a la China de nuestros días: las prácticas financieras occidentales y sus políticas fiscales prorrentistas.

China ha empleado el último medio siglo en resolver el problema planteado en el volumen I de El Capital –las relaciones entre el trabajo y los empleadores— reciclando el excedente económico hacia nuevos medios de producción, a fin de generar más producto, niveles de vida más altos y, lo más evidente de todo, más infraestructuras (carreteras, ferrocarriles, aerolíneas) y más vivienda.

Pero precisamente ahora está sufriendo problemas financieros a causa de una creación de crédito destinada al mercado de valores, en vez de a la formación de capital tangible y a la elevación de los niveles de consumo. Y, claro está, China ha experimentado un enorme boom en los bienes raíces. Los precios de la tierra están subiendo en China, casi al nivel en que están en Occidente.

¿Qué habría dicho Marx sobre eso? Yo creo que habría alertado a China y le habría aconsejado no recaer en los problemas precapitalistas de especulación financiera con los bienes raíces –conversión de la creciente renta de la tierra en interés— y no permitir que los precios inmobiliarios crezcan sin frenos ni gravámenes fiscales.

La planificación soviética fracasó a la hora de tomar en cuenta la renta de emplazamiento a la hora de planificar el lugar de construcción de viviendas y fábricas. Pero al menos la era soviética no forzó al trabajo o a la industria a pagar intereses, ni estimuló el aumento del precio de la vivienda. Los bancos del Estado simplemente creaban crédito allí donde se necesitaba para expandir los medios de producción, para construir fábricas, maquinaria y equipo, viviendas y edificios de oficinas.

Lo que a mí me preocupa de las consecuencias políticas del modelo de [John] Roemer es que se centra exclusivamente en lo que Marx dijo sobre el sector de producción y las relaciones empleador-trabajo. No se pregunta de dónde vienen las “dotaciones”, o de cómo ha cambiado tan radicalmente China en esta última generación. Pasa, así pues, por alto el peligro de un capitalismo industrial en vías de involución hacia una economía de renta e interés. Y por lo mismo, subestima el peligro que para China y otras economías socialistas representa adoptar las prácticas occidentales, reminiscentes del feudalismo, de burbuja financiera (deuda apalancada para elevar los precios) y riqueza en forma de cargas de renta terrateniente.

Esas dos dinámicas –interés y renta— representan una privatización de la banca y de la tierra que son, en realidad, utilidades públicas. Marx esperaba que el capitalismo industrial lograría esa transición. ¡Las economías socialistas deberían lograrla!

China no tiene la menor necesidad de crédito bancario exterior (salvo para cubrir el coste de importaciones y el coste, en el comercio exterior, de la inversión en otros países). Pero las reservas del comercio exterior chino son ya lo suficientemente grandes para que sea básicamente independiente del dólar norteamericano y del euro. Entretanto, las economías norteamericana y europea están sufriendo de deflación crónica por deuda y de una depresión que reducirá su capacidad para servir como mercados para sus propios productos y para los chinos.

Las actuales economías desarboladas por la deuda plantean precisamente la cuestión del tipo de crisis que están viviendo los países capitalistas. El análisis de Marx ofrece instrumentos para entender sus problemas financieros, bancarios y de extracción de renta. Sin embargo, el grueso de los marxistas todavía ve el desplome financiero y de hipotecas basura de 2008 como si resultara en última instancia de una actividad de los empleadores tendente a exprimir el trabajo asalariado. El capital financiero es visto como un derivado de esa explotación, y no como la dinámica autónoma que tan bien fue capaz de describir Marx.

Los costes de sostener la creciente carga deudora (intereses, amortización y recargos) deflacionan el mercado de mercancías absorbiendo un creciente volumen de negocio viable e ingreso personal. Eso deja menos para el gasto en bienes y servicios, causando excesos de superabundancia que llevan a crisis en las que las empresas pugnan por dinero. Los bancos fracasan a medida que proliferan las bancarrotas. Al agotar los mercados, el capital financiero se hace hostil a la expansión de los beneficios y a la inversión en capital físico tangible.

A pesar de esa esterilidad, el capital financiero ha logrado una posición dominante sobre el capital industrial. Las transferencias de propiedad de deudores a acreedores –incluso la privatización de empresas y activos públicos— resultan inevitables a medida que el crecimiento de los títulos financieros rebasa la capacidad de la producción y de las ganancias productivas para seguir sus pasos. Y en la estela de los desplomes, llegan entonces las ejecuciones hipotecarias, lo que permite a las finanzas tomar el control de compañías industriales y aun de Estados.

China ha resuelto bien el problema del “volumen I”, el de expandir el mercado interno para el trabajo, invirtiendo el excedente económico en formación de capital y aumento de los niveles de vida. Eso la confronta con las economías occidentales, que han fracasado a la hora de resolver ese problema. Y que han fracasado también a la hora de resolver los problemas de los “volúmenes II y III”: finanzas y renta de la tierra. Sin embargo, pocos marxistas occidentales han aplicado esas teorías de Marx al presente declive y al problema rentista que va con él. Siguiendo a Marx, creen que la tarea de resolver ese problema corresponde al capitalismo industrial desde los tiempos de las revoluciones burguesas de 1848.

Ya en la Miseria de la filosofía (1847) Marx describió el odio que los capitalistas sentían por los terratenientes, cuyas rentas hereditarias chupaban ingresos que iban a parar a una clase ociosa. Cuando, una generación después, en 1881, recibió un ejemplar de Progress and Poverty (Progreso y pobreza) de[l economista norteamericano] Henry George, Marx escribió a John Swinton que gravar fiscalmente la renta de la tierra era “un úlimo intento para salvar el régimen capitalista”. Despreció el libro [de George] como si sus argumentos hubieran quedado ya despachados con su propia crítica a Proudhon de 1847: “Nosotros interpretamos que estos economistas, como Mill, Cherbuliez y otros, exigen pasar al Estado la renta de la tierra a modo de substituto de los impuestos. Eso es una franca expresión del odio sentido por el capitalista industrial contra el propietario terrateniente, que le parece cosa inútil, una excrecencia parasitaria del cuerpo general de la producción burguesa.” [2]

Como programa que era del capital industrial, el movimiento de fiscalización de la tierra no llegó hasta el punto de abogar por los derechos de los trabajadores y sus niveles de vida. Marx había criticado a Proudhon y a otros críticos de los terratenientes diciendo que, una vez te libras de la renta (y del interés usurero bancario), aún tienes que enfrentarte al problema de los industriales que explotan el trabajo asalariado y buscan minimizar sus salarios, agostando el mercado para los bienes que producen. Ese es el problema económico “último” que habría que resolver, presumiblemente mucho después de que el capitalismo industrial hubiera resuelto los problemas de la renta y el interés.

El capitalismo industrial ha fracasado en punto a liberar a las economías del interés y de la extracción de renta de los rentistas

Vistas las cosas retrospectivamente, Marx fue demasiado optimista respecto del futuro del capitalismo industrial. Como observado antes, Marx vio como misión histórica del capitalismo industrial la de liberar a las economías de la renta y el interés usurero. El sistema financiero de nuestros días ha generado un hipercrecimiento del crédito, al tiempo que las rentas elevadas están empujando el precio del trabajo norteamericano fuera de los mercados mundiales. Los salarios se están estancando, mientras que el Uno Por Ciento viene monopolizando el crecimiento de la riqueza y del ingreso desde 1980 (sin invertir en nuevos medios de producción). De manera que todavía tenemos los “problemas de los volúmenes II y III”, y no sólo el “problema del volumen I”.

Nos las vemos ahora con un caso de fallo múltiple de órganos.

En vez de financiar más formación de capital, los mercados de valores y de bonos lo que hacen son transferencias de propiedad de compañías, bienes raíces e infraestructuras ya existentes. Cerca del 80% del crédito bancario se presta a compradores de bienes raíces, hinchando una burbuja hipotecaria. En vez de gravar fiscalmente al alza el valor rentista y de emplazamiento de la tierra (que John Stuart Mill describió como lo que hacen los terratenientes “cuando duermen”), las economías actuales dejan fiscalmente intacto el ingreso rentista, “libre” para que sirva de garantía a los bancos. El resultado es que los bancos juegan ahora el papel desempeñado por los terratenientes en tiempos de Marx: hacerse con el creciente valor rentista del suelo. Y eso invierte el dogma central de la economía política clásica: arrebata al Estado esa renta junto con las rentas dimanantes de los recursos naturales y de los monopolios.

Las economías industriales se están viendo asfixiadas por la dinámica financiera y otras dinámicas rentistas. Deuda hipotecaria creciente, préstamos estudiantiles, endeudamiento con tarjetas de crédito, deuda por la compra de automóviles, anticipos sobre el salario; todas esas cosas han metido el miedo en el cuerpo a los trabajadores a la hora de plantearse una huelga, o aun de protestar por las condiciones laborales. En la medida en que crecen los salarios, tiene que pagarse crecientemente a los acreedores (y ahora, a monopolios privatizados de aseguradoras médicas y compañías farmacéuticas), en vez de gastar en los bienes de consumo que producen. La dependencia que tiene el mundo del trabajo respecto de la deuda agrava, así pues, el “problema del volumen I”: la incapacidad del trabajo de comprar el producto que produce. Y para terminar de rizar el rizo, cuando los trabajadores tratan de integrarse en la “sociedad de propietarios” de la clase media comprando sus hogares con hipotecas en vez de pagar alquiler, el precio que pagan les aprisiona en una servidumbre por deuda.

Las compañías industriales se benefician del trabajo, no sólo empleándolo, sino prestando a los consumidores. General Motors hizo el grueso de sus beneficios durante años con su filial de crédito, GMAC (General Motors Acceptance Corporation), lo mismo que General Electric a través de su brazo financiero. Los beneficios realizados por Macy’s y otros minoristas a través del préstamo de sus tarjetas de crédito a veces significaron la totalidad de sus ganancias.

Esa privatización de las rentas y su transformación en un flujo de pagos de intereses (desplazando la carga fiscal hacia el ingreso asalariado y hacia los beneficios empresariales) significa un fracaso del capitalismo industrial en punto a liberar a la sociedad de las herencias del feudalismo. Marx esperaba que el capitalismo industrial actuara en interés propio industrializando la banca, como estaba ya haciendo Alemania conforme a las orientaciones a que había urgido del reformador francés Saint-Simon. Sin embargo, el capitalismo industrial ha fracasado a la hora de romper las cadenas de las prácticas bancarias usureras preindustriales. Y en la esfera de la política fiscal, no ha gravado con impuestos la renta de la tierra y de los recursos naturales. Ha hecho lo inverso de la idea, pregonada por los reformadores clásicos, de “mercado libre” en el sentido de libre de renta económica y de préstamo monetario depredador. La consigna del “mercado libre” significa ahora exactamente lo contrario: libertad de la clase rentista para extraer intereses y rentas a su buen placer .

¿Modo de producción o modo de parasitismo?

Lejos de estar al servicio del capitalismo industrial, lo que hace el actual sector financiero es desangrarlo hasta la agonía. Lejos de perseguir beneficios empleando trabajo para producir bienes con margen, ni siquiera quiere alquilar trabajo o embarcarse en el proceso de producción y desarrollar nuevos mercados. El epítome de esta economía postindustrial es Enron: sus ejecutivos no querían en absoluto capital, y nada de empleo, sólo vendedores de pupitre (y contables falsarios).

El modo de acumulación de riqueza característico de nuestro tiempo tiene que ver con medios financieros, más que industriales: va a lomos de la ola de la inflación de precios de activos financiada con deuda, en pos de “ganancias de capital”. Eso parecía harto improbable en la época de Marx, la era del patrón oro. Sin embargo, hoy, el grueso de los académicos marxistas todavía se concentran en su crisis del “volumen I”, ignorando prácticamente la realidad del fracaso del capitalismo industrial en punto a liberar a las economías de las dinámicas rentistas sobrevivientes del feudalismo europeo y de las tierras coloniales conquistadas por Europa.

Los marxistas que han trabajado en Wall Street han aprendido sus lecciones de los volúmenes II y III. Pero el marxismo académico ha ignorado el sector FIRE (Finanzas, Seguros y Bienes Raíces, por sus siglas en inglés). Es como si el interés y la extracción de renta fueran problemas secundarios en relación con la dinámica del trabajo asalariado.

La gran cuestión de nuestro tiempo es si el capitalismo rentista pos-feudal, lejos de servirlo, lo que terminará es asfixiando al capitalismo industrial. El propósito de las finanzas de nuestros días no es explotar el trabajo, sino conquistar y adueñarse de la industria, de los bienes raíces y del Estado. El resultado es una oligarquía financiera, no capitalismo industrial, ni, menos, una tendencia evolutiva hacia el socialismo.

El optimismo de Marx sobre la capacidad del capitalismo industrial para someter las finanzas a sus propias necesidades

Luego de ofrecer un compendio de citas para documentar el modo en que el “capital usurero” parasitario se multiplicaba a interés compuesto, Marx anunció en un tono de optimismo darwiniano que el destino del capitalismo industrial era movilizar el capital financiero para financiar su expansión económica, convirtiendo a la usura en un vestigio obsoleto del modo de producción “antiguo”. Es como si “en el curso de su evolución, el capital industrial tendiera, pues, a someter esas formas y a transformarlas en funciones derivadas o especiales de sí mismo”. Lejos de crecer para terminar dominando al capital industrial, el capital financiero quedaría subordinado a la dinámica del capital industrial:

“Allí donde la producción capitalista ha manifestado todas sus variadas formas y ha llegado a convertirse en el modo de producción dominante” –concluía Marx sus notas manuscritas de las Teorías sobre la plusvalía— “el capital portador de interés es dominado por el capital industrial, y el capital comercial se convierte meramente en una forma de capital industrial derivada del proceso de circulación.” [3]

Marx esperaba que las economías actuaran a largo plazo en interés propio para incrementar los medios de producción y evitar el ingreso rentista improductivo, el subcosumo y la deflación por deuda. Creyendo que cualquier modo de producción estaba configurado por las necesidades tecnológicas, políticas y sociales de progreso de las economías, Marx esperaba que la banca y las finanzas llegarían a subordinarse a esa dinámica:

“No hay duda” –escribió— “de que el sistema de crédito servirá como poderosa palanca durante la transición del modo capitalista de producción a la producción por medio del trabajo asociado; pero sólo como un elemento en conexión con otras grandes revoluciones orgánicas del propio modo de producción.” [4]

El problema financiero se resolvería por sí mismo, a medida que el capitalismo industrial movilizara productivamente el ahorro, subordinando al capital financiero y poniéndolo al servicio de sus necesidades. Y eso es lo que estaba pasando entonces en Alemania y en Francia.

Parecía que el papel del sistema bancario como asignador de crédito allanaría el camino a una organización socialista de las economías. Marx aceptó el libre comercio en la idea de que el capitalismo industrial transformaría y modernizaría a los países atrasados. Lejos de eso, lo que hizo el libre comercio fue traer consigo las finanzas rentistas occidentales y la occidental privatización del suelo y de los recursos naturales. Incluso trajo consigo el derecho de uso de las monedas y de los sistemas financieros de esos países como casinos. Y en las naciones acreedores avanzadas, el fracaso de EEUU y de las economías europeas a la hora de recuperarse de su crisis financiera de 2008 viene de dejar intactas las deudas de las “hipotecas basura”, cuyos recargos absorben los ingresos. Los bancos han sido rescatados, no las economías industriales, cuyas deudas quedaron intactas. .

Irving Fisher acuñó el término de deflación por deuda en 1933. Dijo que ocurre cuando el servicio de la deuda (intereses y amortización) para pagar a los bancos y a los tenedores de bonos desvía el ingreso e impide gastarlo en bienes de consumo e inversión en infraestructura, educación, salud y otras partidas de bienestar social. [5]

Ningún observador de la época de Marx fue tan pesimista como para esperar que el capital financiero le ganaría la mano al capitalismo industrial asolando a las economías como se está viendo en el mundo de nuestros días. Reflexionando sobre la crisis financiera de 1857, Marx mostró hasta qué punto resultaba impensable entonces nada parecido al rescate de los especuladores financieros acometido en 2008 por Bush y Obama:

“El entero sistema artificial de expansión forzada del proceso de reproducción no puede, claro está, remediarse permitiendo que algún banco, digamos, el Banco de Inglaterra, proporcione con papel a todos los especuladores el capital faltante y compre todas las mercancías depreciadas a sus antiguos valores nominales.” [6]

Cuando Marx escribió esta reductio ad absurdum no podía imaginar ni en sueños que esta sería precisamente la política de la Reserva Federal en otoño de 2008. El Tesoro estadounidense se hizo cargo, a expensas del contribuyente, de todas las pérdidas de la especulación aventurera de A.I.G. y otros “capitalistas de casino” asociados. A lo que siguió la compra a valor nominal por la Reserva Federal de los paquetes de hipotecas basura.

La política socialista respecto de la reforma financiera y fiscal

Marx dejó dicho que el destino histórico del capitalismo industrial era el de liberar a las economías de las finanzas improductivas y depredadoras: de la especulación, del fraude y del desvío del ingreso para pagar intereses sin financiar nuevos medios de producción. Conforme a esa lógica, el destino de las economías socialistas tenía que ser el de tratar la función bancaria de creación de crédito como una función pública que tenía que servir a propósitos públicos: incrementar la prosperidad y los medios de producción, a fin de ofrecer una vida mejor a las poblaciones. Las naciones socialistas han liberado a sus economías de las contradicciones internas del capitalismo industrial que asfixian al trabajo asalariado.

China ha resuelto el problema del “volumen I”. Pero aún debe enfrentarse a los problemas de los “volúmenes II y III”, irresueltos en Occidente: las finanzas privatizadas, las rentas de la tierra y de los recursos naturales. Las economías occidentales buscan extender esas prácticas neoliberales de servirse de las finanzas como palanca de pillaje del excedente económico, a fin de financiar la transferencia de propiedad con interés y de convertir los beneficios, las rentas, los salarios y otros ingresos en interés.

El fracaso en punto a socializar la banca (o a completar siquiera su industrialización) es la tragedia más notoria del capitalismo industrial occidental. Llegó a ser también la tragedia de la Rusia pos-soviética luego de 1991, que permitió la financiarización de sus recursos naturales y de su economía industrial al tiempo que dejaba sin gravar fiscalmente la renta de la tierra y de los recursos naturales. Las cúspides de comando fueron vendidas a oligarcas nacionales y a inversores occidentales que compraban a crédito con sus propios bancos o en asociación con bancos occidentales. Ese crédito bancario fue lisa y llanamente creado sobre teclados de ordenador. Esa creación de crédito debería ser una utilidad pública, pero se ha independizado de la regulación pública en Occidente. Y ese crédito está llegando ahora a China y a las economías pos-soviéticas como instrumento de apropiación de recursos.

La Eurozona parece incapaz de salvarse a sí propia de la deflación por deuda, y análogamente, los EEUU y la Gran Bretaña cojean y trastabillan a medida que se desindustrializan. Por eso albergan la esperanza de que la China socialista los salvará, libre como está hasta ahora de la plaga financiera, de la liquidación de activos y de la deflación por deuda. Los economistas occidentales neoliberales sostienen que esta finaciarización del otrora capitalismo industrial es “progreso” y aun el fin de la historia. Sin embargo, habiendo visto a China crecer mientras sus economías seguían estancadas desde 2008 (salvo para el Uno por Ciento), su esperanza es que el mercado de la China socialista pueda salvar a sus economías financiarizadas, demasiado hundidas en la deuda para salvarse por sí mismas.

Nota bene: Marx describió la inversión en capital productivo con la fórmula D-M-D’, siendo D el dinero invertido para producir mercancías (M) que se venden a cambio de más dinero (M’). Pero el crecimiento del “capital usurero” –la financiación con bonos públicos de los déficits de guerra y el préstamo al consumo (hipotecas, préstamos personales y deuda de tarjetas de crédito)— consiste en un desencarnado M-M’, en la estéril operación de hacer dinero simplemente a partir de dinero.

Notas

[1] En volumen III de Capital (cap. xxx; Chicago 1909: p. 461) y volumen III deTeorías sobre la plusvalía. 

[2] Karl Marx, The Poverty of Philosophy [1847] (Moscú, Progress Publishers, n.d.): 155. 

[3] Karl Marx, Theories of Surplus Value, III: 468

[4] Capital III (Chicago, 1909), p. 713.

[5] Véase Irving Fisher, “The Debt-Deflation Theory of the Great Depression,” Econometrica (1933), p. 342. Online en:http://fraser.stlouisfed.org/docs/meltzer/fisdeb33.pdf. Fisher usó el término para referirse a bancarrotas que aniquilaban el crédito bancario y la capacidad de gasto, y así, la capacidad de las economías para invertir y contratar a nuevos trabajadores. Discuto técnicamente este asunto ne mi libro Killing the Host (ISLET 2015), capítulo 11, así como en: “Saving, Asset-Price Inflation and Debt Deflation”, reproducido como capítulo 11 demi libro The Bubble and Beyond (ISLET 2012), pp. 297-319.


[6] Capital III (Moscú: Foreign Languages Publishing House, 1958), p. 479.

http://www.sinpermiso.info/textos/las-previsiones-de-marx-y-la-paradoja-de-la-industrializacion-financiarizada-de-nuestro-tiempo

EL INSÓLITO VIAJE DE EINSTEIN A LA ESPAÑA DE 1923

Domingo, 22 de noviembre de 2015


Le gritaban en la calle: "¡Viva el inventor del automóvil!"
EL INSÓLITO VIAJE DE EINSTEIN A LA ESPAÑA DE 1923

REDACCIÓN CANARIAS-SEMANAL.ORG. 

Como es universalmente sabido, Albert Einstein fue un físico alemán, de origen judío, que por una serie de acontecimientos ajenos a su voluntad, se vio obligado a nacionalizarse en Suiza y luego, en los Estados Unidos. Probablemente, Einstein sea el más conocido científico de todo el siglo XX

Con apenas 25 años, siendo todavía un funcionario de la Oficina de Patentes de Berna, publicó su "teoría de la relatividad especial". Pero sería sólo 10 años más tarde, a la edad de 35 años, cuando presentó públicamente su "Teoría de la Relatividad General", en la que reformulaba totalmente el concepto que hasta entonces se tenía de la gravedad.


Una de las primeras repercusiones de aquél descubrimiento fue la aparición de los estudios científicos sobre el origen y la evolución del Universo, es decir, la rama de la física conocida por Cosmología. Cuando en el año 1919, las observaciones británicas de un eclipse solar confirmaron las predicciones de Einstein acerca de la curvatura de la luz, los medios de comunicación se volcaron sobre la personalidad científica de Einstein, convirtiéndolo en un auténtico mito de la ciencia mundial.


EINSTEIN EN ESPAÑA


A partir de entonces, su celebridad no tuvo fronteras, reforzada además por la concesión del Premio Nobel. Faltó tiempo para que sus colegas españoles le invitáran a impartir una conferencia en la ciudad de Barcelona. Conviene tener en cuenta que el vacío que caracterizaba a la ciencia española era casi absoluto, aunque aun así se daban honrosas excepciones. Y es que en aquellos años todavia resonaban en los atrios de las Universidades españolas, dedicadas aún a la especulación metafisica, el grito unamuniano de que "¡inventen ellos!", tras el que se escondían los complejos provocados por nuestros seculares atrasos.

El anecdotario del paso de Einstein por España resulta, no obstante, muy divertido. Arribó Barcelona en tren, procedente de Francia. Pero nadie fue a recibirle en la estación. En realidad, no fue el descuido o menosprecio de sus colegas españoles, sino que al científico se le había olvidado avisar cuál era el tren en el que iba a llegar. Einstein, ante esta inesperada eventualidad, con toda parsimonia caminó con su esposa hacia una humilde pensión próxima a la estación de ferrocarriles, donde se alojó.


EINSTEIN CON UN GRUPO DE NIÑOS CATALANES EN UN BARRIO POPULAR DE BARCELONA

En Barcelona, Albert Einstein no solo dio conferencias de carácter estrictamente científico. Impartió también una conferencia la sede del sindicato anarquista CNT(Confederación Nacional del Trabajo) respodiendo a una invitación de Ángel Pestaña, líder histórico del anarquismo catalán, con el que estableció una amistosa relación.

La acogida en Madrid,en cambio, fue más calurosa que la que inicialmente había tenido en Barcelona. Insólitamente, una vendedora de castañas lo reconoció un día en plena calle y le gritó ante su sorpresa:“¡Viva el inventor del automóvil!”. Entre febrero y marzo de 1923, Einstein disertó tuvo la oportunidad de disertar sobre temas científicos en Barcelona, Zaragoza y Madrid. Ni que decir tiene que durante el período que permaneció en España fue objeto de una exclusiva atención por parte de la prensa y de las revistas ilustradas, tan en boga en la España de aquellos años.



Ni que decir tiene que Albert Einstein se convirtió a lo largo de dos semanas en el protagonista de la vida social española. Todo el mundo decía saber quién era, aunque sólo un número muy reducido de españoles entendía qué era lo que había descubierto. Su aspecto descuidado e informal hizo decir a un periódico zaragozano, "El Heraldo de Aragón", que "más que un pensador germano parece un artista latino”.



HUIDA DE ALEMANIA


En el año 1932, ante el irresistible ascenso del nazismo en Alemania, Albert Einstein emigró a los Estados Unidos, donde inicialmente se dedicó a la docencia.

Con extraordinaria precisión, Einstein explicó qué era lo que se escondía tras la encarnizada persecución de los judíos en Alemania.

"Para la camarilla nazi, los judíos no son sólo un medio que desvía el resentimiento que el pueblo experimenta contra sus opresores; ven también en los judíos un elemento inadaptable que no puede ser llevado a aceptar un dogma sin crítica, y que en consecuencia amenaza su autoridad – por el tiempo que tal dogma exista – con motivo de su empeño en esclarecer a las masas. La prueba de que este problema toca el fondo de la cuestión la proporciona la solemne ceremonia de la quema de libros, ofrecida como espectáculo por el régimen nazi poco tiempo después de adueñarse del poder.

En efecto, los nazis intentaban ocultar tras la persecución de los judíos, quiénes eran realmente los auténticos y poderosos responsables de los siete millones de parados y de las penurias de la clase obrera germana. Con extraordinaria habilidad, los nazis encendieron los focos de la persecución sobre los judíos, exhibiendo a algunos de ellos, que desempeñaban el papel de banqueros y prestamistas, como el auténtico enemigo del pueblo alemán. Sin embargo, realmente las clases sociales que dominaban la economía y la propiedad en ese país tenían históricos, aristocráticos y sonoros apellidos alemanes.

EEUU: BAJO LA LUPA DEL FBI

En el año 1940, cuando todavía no había estallado la guerra entre Estados Unidos y Alemania, Einstein adquirió la nacionalidad estadounidense. Algunos años después de su llegada a los Estados Unidos, Einstein refuerza su compromiso político y social. En el año 1939 dirige una carta al presidente Roosevelt para que promueva el proyecto atómico, impidiendo de esa forma que los "enemigos de la humanidad" tomen la iniciativa, 

"... puesto que dada la mentalidad de los nazis, habrían consumado la destrucción y la esclavitud del resto del mundo."

Sin embargo, Albert Einstein no participó nunca en el "proyecto Manhattan", el célebre grupo de científicos que se encargó de desarrollar la bomba atómica que sería lanzada sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945. Nunca lo invitaron a participar en aquel proyecto. Tampoco sabemos cuál hubiera sido su contestación si le hubieran preguntado.


Pero el que no invitaran a Albert Einstein a integrarse en el proyecto Manhattan no tuvo nada de extraño. El científico era considerado por los Servicios de Inteligencia de los EEUU y por el propio FBI, como un grave riesgo para la seguridad nacional. Durante años, el FBI lo estuvo sometiendo a una intensa y minuciosa investigación, que se alargó, incluso, hasta después de su muerte. El FBI recopiló nada menos que más de 1.400 páginas de investigación sobre sus actividades, sus artículos y sus contactos . Los resultados de esa inquisitiva investigación todavía puede consultarse en la propia web del FBI. A la cabeza de ese acoso estuvo siempre el siniestro y furibundo anticomunista jefe del FBI, Edgar Hoover.


El motivo que tenían Hoover y los macartistas norteamericanos estaba claro para observar con lupa al genial científico era evidente. Einstein era un hombre de ideas de izquierda, muy próximas a las concepciones marxistas. Por otra parte, Einstein fue a lo largo de toda su vida un extraordinario activista de los Derechos Humanos y firme combatiente contra del racismo y el fascismo . En los Estados Unidos de aquellos años - y hoy también si hubiera vivido - ser comunista o estar simplemente ubicado en posiciones afines a la izquierda ideológica, era más que suficiente no sólo para ser sometido a una escrutadora persecución por parte del aparato policial estadounidense, sino también para sufrir todo tipo de boicots y campañas contra su vida profesional o personal



Albert Einstein murió en 1955, a los 76 años, cuando la furia anticomunista no había cesado aún en los EEUU. Sufrió una hemorragia interna provocada por un aneurisma. Años atrás había rechazado someterse a una cirugía correctora. "Quiero irme cuando quiero. Es de mal gusto prolongar artificialmente la vida. He hecho mi parte, es hora de irse. Y yo lo haré con elegancia ", dijo.



http://canarias-semanal.org/not/17280/el-insolito-viaje-de-einstein-a-la-espana-de-1923/

Ayatolá Jamenei emite una nueva carta a jóvenes occidentales

El Líder de la Revolución Islámica de Irán, el ayatolá Seyed Ali Jamenei.

Ayatolá Jamenei emite una nueva carta a jóvenes occidentales

El Líder de la Revolución Islámica de Irán, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, ha escrito una nueva carta dirigiéndose a los jóvenes occidentales.

En el nombre de Dios

A la juventud de los países occidentales

Los tristes acontecimientos que provocaron el terrorismo ciego en Francia, una vez más, han motivado este diálogo con ustedes. Para mí resulta muy lamentable que tales acontecimientos generen estas intervenciones, no obstante, es una realidad que si estos dolorosos temas no allanan el terreno para encontrar una solución, los daños serían mayores. El sufrimiento de todo ser humano, en cualquier parte del mundo, es triste para los demás. La imagen de la muerte de un niño ante los ojos de sus seres queridos, de una madre cuya alegría familiar se transforma en luto, de un esposo que traslada con prisa el cadáver de su esposa, o una audiencia que desconoce que dentro de poco verá cómo culmina la última escena de su vida, son imágenes que despiertan el sentimiento humano. Cualquiera que sepa de bondad, se siente consternado por tales escenas, sea en Francia, en Palestina, Irak, El Líbano o Siria. Seguramente, los mil millones y medio de musulmanes del mundo comparten este sentimiento y repudian a los autores de tales tragedias. Yo estoy convencido de que solo ustedes, los jóvenes, al ver tales calamidades del mundo de hoy, serán capaces de encontrar nuevas vías para construir el futuro y evitarán el camino incorrecto que ha conducido a Occidente hacia su situación actual.

Es cierto que, hoy, el terrorismo es un dolor compartido entre ustedes y nosotros, pero es necesario que sepan que la inseguridad y el desasosiego que experimentaron en estos recientes acontecimientos, se diferencian en dos aspectos claros con el sufrimiento que los pueblos de Irak, Yemen y Siria han tenido que soportar durante muchos años. En primer lugar, el mundo del Islam, en una dimensión más amplia y durante un tiempo mucho más prolongado, ha sido víctima del terror y la violencia. Segundo, desafortunadamente, estos actos violentos han contado siempre con el apoyo eficaz y múltiple de las grandes potencias. En la actualidad, son pocas las personas que no están al tanto del rol que desempeñan los EE.UU. en crear, fortalecer y armar a Al-Qaeda, los talibanes y sus afiliados. Junto a este apoyo directo, reconocidos patrocinadores del terrorismo takfirí han figurado siempre en las filas de los aliados occidentales, pese a contar con los sistemas políticos más atrasados. Todo esto mientras se reprime brutalmente las más avanzadas y claras ideas generadas por los dinámicos movimientos populares en la región. La política occidental de doble resero, ante el despertar del mundo islámico, es un ejemplo claro de las contradicciones en las políticas de Occidente.

Otro aspecto de esta contradicción se evidencia en el apoyo al terrorismo de estado israelí. El oprimido pueblo de Palestina, durante más de 60 años, ha venido experimentando el peor tipo de terrorismo. Mientras los ciudadanos europeos se refugian durante algunos días en sus casas y evitan congregarse y asistir a centros concurridos, una familia palestina hace décadas que, incluso, en su casa no se encuentra a salvo de la máquina asesina y destructora del régimen sionista. Hoy en día, ¿qué tipo de violencia resulta comparable a las atrocidades que comete el régimen sionista con la construcción de asentamientos? Este régimen, cuyo comportamiento no es cuestionado ni seria ni eficazmente por sus influyentes aliados o, al menos, por las aparentes entidades internacionales independientes, destruye a diario las casas de los ciudadanos palestinos y devasta sus jardines y granjas, sin darles la oportunidad de recoger sus bienes o productos agrícolas. Todo esto ocurre ante los ojos atemorizados y llorosos de mujeres y niños que son testigos del maltrato físico de los miembros de su familia y, en algunos casos, de su traslado a centros clandestinos de tortura. ¿Acaso conocen otro tipo de atrocidad con esas dimensiones y que se aplique durante tanto tiempo en el mundo de hoy? Si disparar contra una mujer en medio de la calle por el único delito de protestar ante un soldado armado hasta los dientes no es terrorismo, ¿qué puede ser? ¿No se debe llamar radicalismo a esa barbaridad que llevan a cabo las fuerzas militares de un gobierno usurpador? Quizás sea que, como estas imágenes se han visto con frecuencia en la televisión durante unos 60 años, no despierta ya nuestra consciencia.

Las invasiones de los últimos años al mundo del Islam, que ha dejado numerosas víctimas, es otro ejemplo de la lógica contradictoria de Occidente. Los países invadidos, además de sufrir grandes pérdidas de vidas humanas, ven destruidas sus infraestructuras económicas e industriales, se paraliza su crecimiento o, en algunos casos, se retrasa su desarrollo durante décadas. Sin embargo, de forma insolente, se les pide que no se consideren oprimidos. ¿Cómo se puede transformar en ruinas a un país, demoler sus ciudades y pueblos y después decirles a sus ciudadanos que, por favor, no se consideren oprimidos? En vez de invitarlos a no comprender u olvidar las tragedias, ¿no sería mejor una disculpa sincera? El sufrimiento del mundo del Islam, en los últimos años de doble rasero e hipocresía de los invasores, no es menor que los daños materiales.

¡Queridos jóvenes! Tengo la esperanza de que ustedes, hoy o en el futuro, cambien esa forma de pensar inducida por la hipocresía, un pensamiento cuya estrategia es ocultar objetivos a largo plazo y adornar propósitos maliciosos. En mi opinión, la primera fase para fomentar la seguridad y la tranquilidad, es reformar ese pensamiento que genera violencia. Mientras el criterio de doble rasero prevalezca en la política de Occidente, el terrorismo, de acuerdo con sus poderosos patrocinadores, se divida en buenos y malos, y los gobiernos prioricen sus intereses por encima de los valores humanos y morales, no se debe buscar la raíz de la violencia en otro lugar.

Lamentablemente, durante muchos años, estas raíces han penetrado de forma paulatina en el corazón de las políticas culturales de Occidente, originando una invasión blanda y silenciosa. Muchos de los países del mundo se sienten orgullosos de su cultura local y nacional, con cuya prosperidad se han nutrido muy bien las sociedades durante siglos. El mundo del Islam no está excluido de este proceso. No obstante, en la época contemporánea, el mundo occidental se ha aprovechado de modernas herramientas para trabajar en la homogeneización de la cultura global. Yo considero que la imposición de la cultura occidental a otros pueblos y el menosprecio de las culturas independientes es perjudicial y una forma de violencia silenciosa. A pesar de que la cultura sustituta no tiene la capacidad para ocupar el lugar de la cultura sustituida, se subvaloran ricas culturas e insultan sus sectores más respetables. Por ejemplo, dos elementos como “agresividad” y “comportamiento perverso” que, lamentablemente, se han convertido en principios de la cultura occidental, ponen en cuestión su popularidad y posición, incluso entre sus fuentes. Ahora, la pregunta es: ¿Es un pecado, si no aceptamos una cultura belicista, perversa y que rechaza sus valores? ¿Acaso somos culpables si impedimos una inundación devastadora que, en forma de diferentes productos aparentemente artísticos, se dirigen hacia nuestros jóvenes? No niego la importancia y el valor de los lazos culturales. Siempre que estos vínculos se han materializado respetando a la sociedad de destino, han generado prosperidad y desarrollo. Sin embargo, los lazos discordantes e impuestos no han tenido éxito ni resultado beneficiosos. Lamentablemente debo decir que grupos infames como Daesh son fruto de los vínculos fracasados con culturas importadas. Si el problema hubiera sido solo de creencias, entonces deberían haberse producido fenómenos semejantes en el mundo del Islam antes de la época colonial, mientras que la historia da testimonio de lo contrario. Los fidedignos documentos históricos muestran con claridad cómo el vínculo del colonialismo con un pensamiento radical, dentro de una tribu primitiva, sembró la semilla del radicalismo en esta región. De lo contrario, ¿cómo es posible que de una de las escuelas religiosas más humanas y éticas del mundo, que considera el asesinato de un ser humano como una masacre de toda la humanidad, salga una inmundicia como Daesh?

Por otra parte, hay que preguntarse por qué aquellos que han nacido en Europa, cuyo espíritu y pensamiento se ha formado en ese ambiente, se incorporan a estos grupos. ¿Acaso se puede creer que las personas, con uno o dos viajes a las zonas de guerra, pueden volverse de repente tan extremistas, al punto de abrir fuego contra sus propios compatriotas? Tampoco se deben olvidar los efectos de una vida de mala influencia cultural, en un ambiente contagiado y generador de violencia. Hay que realizar un análisis integral al respecto, que descubra los elementos ocultos y visibles de la sociedad. Quizás el profundo odio sembrado durante los años del florecimiento industrial y económico, debido a la desigualdad y, posiblemente, por discriminaciones legales y estructurales dentro de las clases sociales occidentales, haya creado complejos internos que, de vez en cuando, se expresan de esa forma.

De todos modos, son ustedes quienes deben descubrir las capas superficiales de su sociedad, encuentren los problemas y rencores y elimínenlos. Hay que cerrar las brechas en vez de profundizarlas. El gran error en la lucha contra el terrorismo reside en las reacciones apresuradas que contribuyen a la expansión de estas divergencias. Cualquier acción apresurada y emocional, que aísle y atemorice a esa comunidad musulmana residente en Europa y EE.UU., formadora de millones de personas activas y responsables, así como la privación, más que nunca, de sus derechos básicos y el aislamiento en la sociedad, no solo no resolverá el problema, sino que aumentará las brechas y profundizará los rencores. Las medidas y reacciones superficiales, en especial si son legalizadas, solo servirán para aumentar la polaridad existente y abonar el camino para crisis futuras. Según las noticias, en algunos países europeos, se han establecido leyes que incitan a los ciudadanos a espiar a los musulmanes. Tales comportamientos son crueles, y por todos es sabido que la crueldad se quiera o no se paga con crueldad. Además, los musulmanes no se merecen tal ingratitud. El mundo occidental, desde hace siglos, conoce muy bien a los musulmanes, ya sea cuando fueron invitados a los territorios del Islam y clavaron sus ojos en la riqueza de su anfitrión, como cuando fungieron como anfitriones y se beneficiaron del trabajo y el pensamiento de los musulmanes; en ambos casos, no experimentaron otra cosa que la bondad y la hospitalidad. Entonces, a ustedes, los jóvenes, les pido que, con base en un conocimiento apropiado, un análisis profundo y la lección de las experiencias amargas, creen los cimientos para una colaboración apropiada y digna con el mundo del Islam. De esta forma, en un futuro no muy lejano, serán testigos de que lo que han construido, expandirán el manto de la confianza sobre sus arquitectos y les concederá la bondad de la seguridad y la tranquilidad, además de darles esperanza de un futuro brillante para el mundo.

http://www.hispantv.com/newsdetail/Politica/77044/lider-ayatola-jamenei-carta-jovenes-occidentales

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