Portada de antigua versión de Revista Libre Pensamiento

martes, 31 de enero de 2012

¿Acaso alguien sobra en el mundo? La miseria es violencia

lunes 30 de enero de 2012


¿Acaso alguien sobra en el mundo? La miseria es violencia
Marcelo Colussi


Especial para ARGENPRESS.info



La invocación a la paz es algo tan viejo como el mundo; nadie en su sano juicio la puede desechar o rechazar abiertamente. Nadie deja de hablar de ella como un bien positivo en sí mismo. La historia, por cierto, muestra una interminable sucesión de invocaciones a la paz… pero al mismo tiempo, la historia también es una interminable sucesión de guerras, de negación sistemática de la paz, de situaciones donde lo que prima es el más descarnado enfrentamiento con su secuela de sufrimiento y pérdida de la dignidad.


Extraer de todo ello la conclusión que habría una “esencia guerrera” en lo humano que nos condena fatalmente al conflicto violento (“el hombre como lobo del propio hombre”), pue-de ser apresurado. O, en todo caso, habría que matizarla: la convivencia pacífica sigue siendo una aspiración, por lo que se ve, siempre bastante lejana, ¡pero sin dudas válida! ¿Es quimérico pensar y buscar un mundo menos violento que el que conocemos? No lo sabemos. No importa incluso. Lo que debe impulsarnos es una ética de la justicia. Esas búsquedas son como las estrellas: inalcanzables en un sentido, pero nos marcan el camino.


Por cierto, la discusión en torno a estos temas está abierta desde hace largo tiempo; la filosofía, la política, el arte en sus diferentes expresiones, las ciencias sociales vienen preguntándose todo esto incansablemente desde el inicio de los tiempos.


No hay ninguna duda que la sola constatación de la vida cotidiana o de la historia, en cualquier momento y en cualquier punto del planeta, nos muestra que la guerra y la conflictividad en sentido amplio son un molde de las relaciones humanas. “Si quieres la paz prepárate para la guerra”, alertaban los romanos del Imperio hace más de dos milenios; quizá con demasiado cinismo, quizá con profundo conocimiento de la condición humana, la invocación no parece descabellada. Esa “preparación”, que no es sino el desarrollo del componente bélico en cualquiera de sus innumerables aristas, ha sido y continúa siendo el sector más acrecentado, dinámico –y hoy día: lucrativo– de los seres humanos.


Se dijo mordazmente que lo primero que hizo el ser humano cuando sus ancestros bajaron de los árboles y comenzaron a caminar erguidos fue un arma: una piedra afilada. Lo cierto es que desde ese primer Homo Habilis hace dos millones y medio de años hasta la increíble parafernalia armamentística actual (que implica un gasto de 30.000 dólares por segundo), la industria de la guerra no se ha detenido nunca. Hoy disponemos de los medios técnicos para hacer volar el planeta varias veces, provocando una onda expansiva que llegaría hasta la órbita de Plutón (portento técnico que, sin embargo, no impide que siga muriendo gente de hambre o que haya enormes cantidades de seres humanos en la miseria). Es evidente que la paz se resiste, que la violencia no nos es ajena.


Las relaciones entre los seres humanos no siempre son necesariamente armónicas. La pretensión iluminista de “igualdad” y “fraternidad” muchas veces no pasa de aspiración. Por otro lado, el llamado al amor, a la paz y la concordia que encontramos en diversas formulaciones, bienintencionadas sin dudas, se estrella con una realidad donde la violencia juega un papel preponderante. La realidad humana está marcada -esto es innegable- por el conflicto. Diversos autores, en diferentes momentos históricos y con distintos contextos, han expresado esta verdad. A modo de síntesis de muchas de esas elucubraciones podría decirse, citando una entre tantas de esas referencias, que “la violencia es la partera de la historia”.


La realidad nos enseña, a sangre y fuego, que a veces hay paz, pero que la tensión está siempre presente. El paraíso bucólico del que nos hablan los pacifismos hace parte muy relativamente de nuestro mundo. El conflicto, en cualquiera de sus manifestaciones, no es externo a la constitución humana sino, por el contrario, estructural. Si algún humano no tomara parte en él, no participaría del todo social.


La marginalidad


Las sociedades se protegen a sí mismas; la cultura reproduce semejantes. Por tanto lo extraño, lo extemporáneo tiende a ser neutralizado. El mecanismo para ello es la segregación, la exclusión. Minuciosamente nos enseña Michel Foucault (“Historia de la locura en la época clásica”) que en la modernidad occidental (capitalismo industrial) se perfeccionó el espacio de marginación de la irracionalidad desarrollándose para ello los dispositivos “científicos” pertinentes: el asilo y el médico alienista. La locura no es sólo la enfermedad mental; es todo aquello que “sobra” en la lógica dominante. Así, describiendo la Salpêtrière –el mayor asilo de Europa en el siglo XVIII–, Thénon dice: “acoge a mujeres y muchachas embarazadas, amas de leche con sus niños; niños varones desde la edad de 7 u 8 meses hasta 4 o 5 años; niñas de todas las edades; ancianos y ancianas, locos furiosos, imbéciles, epilépticos, paralíticos, ciegos, lisiados, tiñosos, incurables de toda clase, etc.”. Marginal, entonces, puede ser cualquier cosa.


La sociedad “produce” sus marginales. En la cosmovisión occidental (hoy día impuesta globalmente) la razón matemática y mercantil es la pauta que guía la marginación; las divergencias respecto a ella son sancionadas como insensatas, inservibles. Por cierto puede entrar en esa divergencia todo lo que se desee (el amplio “etcétera” de la enumeración de Thénon). Toda sociedad mantiene un cúmulo de pautas que constituyen su normalidad; la sociedad industrial, más que ninguna otra (seguramente debido a lo intrincado de su funcionamiento) preserva su normalidad apartando severamente los “cuerpos extraños”. En sociedades menos complejas es menor el espacio para la marginalidad; en un mundo super especializado, con una marcada división del trabajo, hondamente competitivo, es más posible que alguien quede “fuera” en el complejo camino de la integración. En un mundo tan polifacético hay más campo para los así llamados “sub-mundos”. Así es que encontramos los diversos sub-mundos del hampa, de la mendicidad, de las drogas, de la vida en las calles (¿habrá que agregar de los “incurables de toda clase” como en aquella lista?)


La solidaridad, la tolerancia, el altruismo en su sentido más amplio no son, precisamente, lo que más abunda en la experiencia humana. La tendencia a segregar sale con demasiada facilidad. Lo extraño, ante todo, produce rechazo. De ahí a su estigmatización sólo hay un paso. Hoy día no se queman en la hoguera a los poseídos (“incurables de toda clase” y “et-céteras” varios) sino que se los margina con mayor refinamiento: se los confina (asilos de las más diversas categorías: manicomios, cárceles, reformatorios, geriátricos, casas de caridad). Sin ironía: eso es un mejoramiento histórico en la condición humana (“En el Medioevo me hubieran quemado a mí; hoy día, los nazis queman mis libros. ¡Hemos progresado!” dijo Sigmund Freud cuando la anexión de Austria por la tropas alemanas). Pero el discordante sigue siendo el leproso de antaño: encapuchado y con campana para anunciar su paso. Son los menos los países cuyas constituciones (y luego la práctica cotidiana) aseguran la no discriminación de las minorías en desventaja. Ante ello, la beneficencia puede ser también una forma de segregación, pues ratifica al excluido en su condición de tal.

 
Podríamos concluir así que la marginación es un proceso “natural” de la sociedad complejizada que apoya en características propias de lo humano. Asusta, y por tanto se margina, tanto a un vagabundo como a un delirante o a un débil mental, a un homosexual cuanto a un seropositivo, a una prostituta o a un delincuente.

 
Hacia una nueva marginalidad


No son marginales un soldado que regresa de la guerra o un desocupado; ellos tienen la posibilidad de volver a integrarse al tejido social del que, por razones diversas, se han distanciado. Y en sentido estricto, tampoco lo es el ermitaño que eligió la vida solitaria y alejada. La marginalidad conlleva la marca de lo reprochable moralmente, de lo anatematizado. De ahí que se la aísle, incluso físicamente confinándola.


Desde hace algunos años el mundo va tomando tales características que hacen que el fenómeno de la marginalidad deje de ser algo circunstancial para devenir ya estructural. Hoy día asistimos a la marginación no sólo del harapiento, del mendigo en la puerta de la iglesia, sino de poblaciones completas. Se habla de “áreas marginales”. Si bien nadie lo dice en voz alta, la lógica que cimenta esta nueva exclusión parte del supuesto de “gente que sobra”. El temor malthusiano del siglo XIX parece tomar cuerpo en políticas concretas que prescriben no más gente en el planeta (y si se puede menos, mejor). La tendencia en marcha pareciera ser un mundo dual: uno oficial, el integrado, y otro que sobra.


El proceso por el que se llega a esta situación seguramente está ligado al especial desarrollo de la actual productividad: una técnica deslumbrante que termina prescindiendo del sujeto que la concibe y la aprovecha, y para quien debería estar destinada. El ser humano comienza a sobrar. Existe un sexo cibernético en el que el otro de carne y hueso no es necesario; la imagen virtual va reemplazando al sujeto corpóreo. ¿La robótica prescindirá de la gente? Pero ¿es ese el “desarrollo” que queremos?

 
El peso relativo de los países pobres es cada vez menor en el concierto internacional. Las materias primas pierden valor aceleradamente ante los productos con alta tecnología incorporada. Los pobres son cada vez más pobres; y cada vez quedan más confinados a las “áreas marginales”. ¿Sobran entonces? La pobreza va quedando más delimitada y ubicada en ghettos (quizá nueva forma de asilo). En la ciudad de Guatemala, por ejemplo, con una población total en el área metropolitana de cuatro millones y medio de personas, un 25% vive en zonas llamadas “marginales”. ¿Sobran acaso? ¿Es acaso que alguien puede “sobrar”?


Trágicamente, esos bolsones no son minorías discordantes sino que van pasando a ser lo dominante. En las grandes urbes del Sur (y también, aunque en menor medida, en el Norte) las zonas marginales crecen imparablemente. En algunos casos albergan una cuarta parte de sus habitantes, o más. Evidentemente, entonces, el fenómeno no es marginal. Valga el dato: uno de cada dos nacimientos en el mundo tiene lugar en asentamientos urbano-marginales; ¡y hay tres nacimientos por segundo!


El Banco Mundial define la pobreza como “la inhabilidad para obtener un nivel mínimo de vida”. Probablemente pueda ser inhábil un impedido (un no-vidente, un parapléjico). Pero no lo son poblaciones completas. La imposibilidad de conseguir un nivel mínimo de subsistencia radica, en todo caso, en condiciones que trascienden lo personal. La pobreza creciente que agobia a sectores cada vez mayores en el mundo, la miseria absoluta en que tanta gente vive, no es sólo falta de habilidad para procurarse el sustento; habla, más bien, de un nuevo estilo de marginalidad, consecuencia de estructuras injustas. Habla de relaciones de poder que marginan, que violentan a otros seres humanos.


Es ahí cuando se hace palmariamente evidente que la miseria es una forma de violencia, cruel, despiadada. En Guatemala –país considerado muy violento, que está saliendo de una terrible guerra civil que dejó 245.000 muertos y desaparecidos– se habla hoy día de la ola de violencia que lo asola, con 15 muertes violentas por día debidas básicamente a la criminalidad. Pero no se habla de las 18 muertes diarias debido a la desnutrición crónica. ¿No es eso violencia acaso? La miseria es violencia, sin dudas, y produce más daño que la peor delincuencia.


¿Qué nos espera?

 
La forma que ha ido tomando el desarrollo del mundo en la actual era post industrial es curiosa, y al mismo tiempo alarmante. Asistimos a una revolución científico-técnica monumental, que se despliega a una velocidad vertiginosa, pero donde lo que debería ser el centro de todo: el ser humano concreto, queda de lado. Era de las comunicaciones satelitales y de la inteligencia artificial, pero mucha gente no tiene ni para comer…, mientras algunos prefieren hablar por Facebook y no cara a cara; auge de la informática, pero una buena parte de la humanidad no tiene siquiera acceso a energía eléctrica. Se gastan 30.000 dólares por segundo en armamentos mientras muchos no alcanzan la dieta mínima para sobrevivir (lo repito: 18 muertos diarios en Guatemala ¡por hambre!). Algo falla en la idea de progreso. Algo anda mal si se puede llegar a aceptar naturalmente la existencia de áreas marginales (barrios, poblaciones, quizá países, ¿continentes?) ¿O es que acaso alguien sobra de verdad?


Cada vez más gente queda marginada de la riqueza que la Humanidad genera. La marginación del nuevo estilo produce islas de esplendor resguardadas celosamente de mayorías “excedentes”. Por supuesto que mientras cada vez más gente quede al margen del festín, más serán las posibilidades de inestabilidad y eventuales estallidos.

 
Desde hace ya algunos años se ha establecido como parte del discurso “políticamente correcto” en todo el mundo hablar de la lucha contra la pobreza. La iniciativa, por cierto, es loable, altamente meritoria, con la cual nadie podría estar en desacuerdo. Los más diversos sectores, de izquierda y derecha, desde quienes sufren las exclusiones más humillantes hasta los magnates de los listados de la revista Forbes, todos coinciden en que la pobreza es algo contra lo que debe actuarse. Incluso instancias como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, organismos que se encargan de manejar los grandes capitales globales, levantan airados su voz contra este flagelo, y desde hace algún tiempo basan sus iniciativas de asistencia a los países más necesitados en sus “estrategias de lucha contra la pobreza”.


Podríamos decir que todo esto es cierto, que efectivamente hay, desde los poderes que rigen en muy buena medida la marcha de la humanidad, una marcada preocupación por terminar con esta lacra de la pobreza y la pobreza extrema. Pero algo sucede que las cosas de base no cambian: los pobres más pobres crecen en número y en distancia en relación a los que no lo son. Y no sólo eso: la pobreza ¡se criminaliza! ¿Pero no es acaso la pobreza una forma infinitamente grosera de violencia? ¿Por qué, entonces, más allá de una declaración bienintencionada, las cosas cuestan tanto que cambien? ¿Por qué el discurso oficial, la conciencia dominante se indigna tanto y actúa contra, por ejemplo, el siempre mal definido “terrorismo” –que produce infinitamente menos víctimas que el SIDA– y no repara en la miseria en que vive buena parte de la humanidad?


Como siempre en las experiencias humanas no hay negros y blancos absolutos; hay, en todo caso, luces y sombras interconectadas. La realidad es más multicolor, más plena de matices contradictorios, y por tanto, compleja que un simple maniqueísmo de “buenos” y “malos”. Habrá quien honestamente luche día a día contra este mal en sí mismo que representa la pobreza, o su expresión más descarnada: la pobreza extrema, la miseria. Habrá también quien pueda hacer negocio de estas causas, ¿por qué no? Sólo quienes atraviesan efectivamente esa situación de exclusión podrán saber a profundidad de qué se trata el asunto, puesto que lo viven cotidianamente en carne propia. La cuestión es que la marginación vergonzosa de mucha gente continúa, y no es fácil ver la luz al final del túnel.


Según datos de Naciones Unidas, hoy día en nuestro planeta 1.300 millones de personas viven con menos de un dólar diario; hay 1.000 millones de analfabetos; 1.200 millones vi-ven sin agua potable. El hambre sigue siendo la principal causa de muerte: come en promedio más carne roja un perrito hogareño del Norte que un habitante del Sur. En la sociedad de la información, ahora que pasó a ser una frase casi obligada aquello de “el internet está cambiando nuestras vidas”, 1.000 millones están sin acceso, no ya a internet, sino a energía eléctrica. Hay alrededor de 200 millones de desempleados y ocho de cada diez trabajadores no gozan de protección adecuada y suficiente. Lacras como la esclavitud (¡esclavitud!, en pleno siglo XXI… se habla de casi 30 millones de personas a nivel global), la explotación infantil o el turismo sexual continúan siendo algo frecuente. El derecho sindical ha pasado a ser rémora del pasado. La situación de las mujeres trabajadoras es peor aún: además de todas las explotaciones mencionadas sufren más por su condición de género, siempre expuestas al acoso sexual, con más carga laboral (jornadas fuera y dentro de sus casas), eternamente desvalorizadas. Pero lo más trágico es que, según esos datos, puede verse que el patrimonio de las 358 personas cuyos activos sobrepasan los 1.000 millones de dólares –selecto grupo que cabe en un Boeing 747, bien alimentados y probablemente también preocupados por esa “lucha contra la pobreza” para la que destinan algunos millones de dólares desde sus fundaciones– supera el ingreso anual combinado de países en los que vive el 45% de la población mundial. Con esos datos en la mano no pueden caber dudas que la situación actual es tremendamente injusta y que la pobreza no tiene más explicación que la mala distribución de la riqueza. No es un destino “instintivo”, definitivamente. Y aunque algunos (Onassis o Maradona, por dar unos ejemplos) hayan salido de pobres proviniendo de estratos humildes, eso no es la regla sino la más radical excepción.

 
La cuestión, entonces, pasa por ver cómo se combate ese flagelo de la pobreza, y más aún su expresión descarnada: la miseria. ¿Cómo se da esa lucha?


Ahí está la cuestión de fondo: la pobreza no es sino el síntoma visible de una situación de injusticia social de base. En ese sentido “pobreza” significa no ser capaz de controlar la propia vida, ser absolutamente vulnerable a la voluntad de otros, rebajarse para conseguir sus fines propios, empezando por el más elemental de sobrevivir. Junto a ello, la pobreza significa no tener la oportunidad de una vida mejor en el futuro, estar condenado a seguir siendo pobre, con lo que la vida no tiene mayor atractivo más allá de poder asegurar la animalesca sobrevivencia, si es que se logra.


La miseria en que vive tanta gente no es sino la expresión descarnada de la injustica de fondo en que está basada nuestra sociedad planetaria. Por tanto, luchar contra la pobreza y contra la miseria debe ser una acción dirigida a modificar esa injusticia. No es la miseria el objetivo final de esta lucha, como no lo podrían ser, por ejemplo, los niños de la calle, o la delincuencia juvenil, que son los efectos, las consecuencias. Esos son los síntomas visibles de fenómenos complejos. La lucha ha sido y continúa siendo la lucha por la justicia. Como dijo Joseph Wresinski: “Allí donde hay hombres condenados a vivir en la miseria, los derechos humanos son violados. Unirse para hacerlos respetar es un deber sagrado”.


Ponencia presentada en el Coloquio Internacional “La miseria es violencia”, de la Asociación Cuarto Mundo / UNESCO. París, Francia, enero de 2012.






http://www.argenpress.info/2012/01/acaso-alguien-sobra-en-el-mundo-la.html



Lavrov: el Consejo de Seguridad no permitirá una intervención militar en Siria

Jan 31, 2012

 
Lavrov: el Consejo de Seguridad no permitirá una intervención militar en Siria 
Fady Marouf, Lynn A.



Moscú, SANA


El Ministro de Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, dijo que el Consejo de Seguridad nunca permitiría una intervención militar en los asuntos de Siria…


En una conferencia de prensa en Sydney, Australia, Lavrov dijo que Rusia nunca declaró que la supervivencia del régimen es una condición previa para un arreglo, sino que hablaba de otra cosa, y es que la solución debe ser siria, lo que significa que los mismos sirios deben sentarse a la mesa de negociación y ponerse de acuerdo entre ellos mismos.


El canciller ruso agregó que los sirios son quienes determinan cómo será su decisión, señalando que Rusia se niega a impedir que cualquiera parte participe en el diálogo.


Lavrof dijo que el eslogan “no al diálogo” nos entristece, lamentando que algunos jugadores exteriores impulsan a la oposición externa a rechazar el diálogo y esto es incorrecto…




Cortesía de:  "sin tregua"

La genialidad de Chávez

La genialidad de Chávez
Fidel Castro Ruz 


26 Enero 2012 


El presidente Chávez presentó ante el Parlamento de Venezuela su informe sobre la actividad realizada en 2011 y el programa a ejecutar en el año actual. Después de cumplir rigurosamente las formalidades que demanda esa importante actividad, habló en la Asamblea a las autoridades oficiales del Estado, a los parlamentarios de todos los partidos, y a los simpatizantes y adversarios que el país reúne en su acto más solemne.



El líder bolivariano fue amable y respetuoso con todos los presentes como es habitual en él. Si alguno le solicitaba el uso de la palabra para alguna aclaración, le concedía de inmediato esa posibilidad. Cuando una parlamentaria, que lo había saludado amablemente igual que otros adversarios, solicitó hablar, interrumpió su informe y le cedió la palabra, en un gesto de gran altura política. Llamó mi atención la dureza extrema con que el Presidente fue increpado con frases que pusieron a prueba su caballerosidad y sangre fría. Aquello constituía una incuestionable ofensa, aunque no fuese la intención de la parlamentaria. Sólo él fue capaz de responder con serenidad al insultante calificativo de “ladrón” que ella utilizó para juzgar la conducta del Presidente por las leyes y medidas adoptadas.


Después de cerciorarse sobre el término exacto empleado, respondió a la solicitud individual de un debate con una frase elegante y sosegada “Águila no caza moscas”, y sin añadir una palabra, prosiguió serenamente su exposición.


Fue una prueba insuperable de mente ágil y autocontrol. Otra mujer, de incuestionable estirpe humilde, con emotivas y profundas palabras expresó el asombro por lo que había visto e hizo estallar el aplauso de la inmensa mayoría allí presente, que por el estampido de los mismos, parecía proceder de todos los amigos y muchos de los adversarios del Presidente.


Más de nueve horas invirtió Chávez en su discurso de rendición de cuentas sin que disminuyera el interés suscitado por sus palabras y, tal vez debido al incidente, fue escuchado por incalculable número de personas. Para mí, que muchas veces abordé arduos problemas en extensos discursos haciendo siempre el máximo esfuerzo para que las ideas que deseaba trasmitir se comprendieran, no alcanzo a explicarme cómo aquel soldado de modesto origen era capaz de mantener con su mente ágil y su inigualable talento tal despliegue oratorio sin perder su voz ni disminuir su fuerza.


La política para mí es el combate amplio y resuelto de las ideas. La publicidad es tarea de los publicistas, que tal vez conocen las técnicas para hacer que los oyentes, espectadores y lectores hagan lo que se les dice. Si tal ciencia, arte o como le llamen, se empleara para el bien de los seres humanos, merecerían algún respeto; el mismo que merecen quienes enseñan a las personas el hábito de pensar.


En el escenario de Venezuela se libra hoy un gran combate. Los enemigos internos y externos de la revolución prefieren el caos, como afirma Chávez, antes que el desarrollo justo, ordenado y pacífico del país. Acostumbrado a analizar los hechos ocurridos durante más de medio siglo, y de observar cada vez con mayores elementos de juicio la azarosa historia de nuestro tiempo y el comportamiento humano, uno aprende casi a predecir el desarrollo futuro de los acontecimientos.


Promover una Revolución profunda no era tarea fácil en Venezuela, un país de gloriosa historia, pero inmensamente rico en recursos de vital necesidad para las potencias imperialistas que han trazado y aún trazan pautas en el mundo.


Líderes políticos al estilo de Rómulo Betancourt y Carlos Andrés Pérez, carecían de cualidades personales mínimas para realizar esa tarea. El primero era además, excesivamente vanidoso e hipócrita. Oportunidades tuvo de sobra para conocer la realidad venezolana. En su juventud había sido miembro del Buró Político del Partido Comunista de Costa Rica. Conocía muy bien la historia de América Latina y el papel del imperialismo, los índices de pobreza y el saqueo despiadado de los recursos naturales del continente. No podía ignorar que en un país inmensamente rico como Venezuela, la mayoría del pueblo vivía en extrema pobreza. Los materiales fílmicos están en los archivos y constituyen pruebas irrebatibles de aquellas realidades.


Como tantas veces ha explicado Chávez, Venezuela durante más de medio siglo fue el mayor exportador de petróleo en el mundo; buques de guerra europeos y yankis a principios del siglo XX intervinieron para apoyar un gobierno ilegal y tiránico que entregó el país a los monopolios extranjeros. Es bien conocido que incalculables fondos salieron para engrosar el patrimonio de los monopolios y de la propia oligarquía venezolana.


A mí me basta recordar que cuando visité por primera vez a Venezuela, después del triunfo de la Revolución, para agradecer su simpatía y apoyo a nuestra lucha, el petróleo valía apenas dos dólares el barril.


Cuando viajé después para asistir a la toma de posesión de Chávez, el día que juró sobre la “moribunda Constitución” que sostenía Calderas, el petróleo valía 7 dólares el barril, a pesar de los 40 años transcurridos desde la primera visita y casi 30 desde que el “benemérito” Richard Nixon había declarado que el canje metálico del dólar dejaba de existir y Estados Unidos comenzó a comprar el mundo con papeles. Durante un siglo la nación fue suministradora de combustible barato a la economía del imperio y exportadora neta de capital a los países desarrollados y ricos.


¿Por qué predominaron durante más de un siglo estas repugnantes realidades?


Los oficiales de las Fuerzas Armadas de América Latina tenían sus escuelas privilegiadas en Estados Unidos, donde los campeones olímpicos de las democracias los educaban en cursos especiales destinados a preservar el orden imperialista y burgués. Los golpes de Estado serían bienvenidos siempre que estuvieran destinados a “defender las democracias”, preservar y garantizar tan repugnante orden, en alianza con las oligarquías; si los electores sabían o no leer y escribir, si tenían o no viviendas, empleo, servicios médicos y educación, eso carecía de importancia siempre que el sagrado derecho a la propiedad fuese sostenido. Chávez explica esas realidades magistralmente. Nadie conoce como él lo que ocurría en nuestros países.


Lo que era todavía peor, el carácter sofisticado de las armas, la complejidad en la explotación y el uso del armamento moderno que requiere años de aprendizaje, y la formación de especialistas altamente calificados, el precio casi inaccesible de las mismas para las economías débiles del continente, creaba un mecanismo superior de subordinación y dependencia. El Gobierno de Estados Unidos a través de mecanismos que ni siquiera consultan a los gobiernos, traza pautas y determina políticas para los militares. Las técnicas más sofisticadas de torturas se trasmitían a los llamados cuerpos de seguridad para interrogar a los que se rebelaban contra el inmundo y repugnante sistema de hambre y explotación.


A pesar de eso, no pocos oficiales honestos, hastiados por tantas desvergüenzas, intentaron valientemente erradicar aquella bochornosa traición a la historia de nuestras luchas por la independencia.


En Argentina, Juan Domingo Perón, oficial del Ejército, fue capaz de diseñar una política independiente y de raíz obrera en su país. Un sangriento golpe militar lo derrocó, lo expulsó de su país, y lo mantuvo exiliado desde 1955 hasta 1973. Años más tarde, bajo la égida de los yankis, asaltaron de nuevo el poder, asesinaron, torturaron y desaparecieron a decenas de miles de argentinos, y no fueron siquiera capaces de defender el país en la guerra colonial contra Argentina que Inglaterra llevó a cabo con el apoyo cómplice de Estados Unidos y el esbirro Augusto Pinochet, con su cohorte de oficiales fascistas formados en la Escuela de las Américas.


En Santo Domingo, el Coronel Francisco Caamaño Deñó; en Perú, el General Velazco Alvarado; en Panamá, el General Omar Torrijos; y en otros países capitanes y oficiales que sacrificaron sus vidas anónimamente, fueron las antítesis de las conductas traidoras personificadas en Somoza, Trujillo, Stroessner y las sanguinarias tiranías de Uruguay, El Salvador y otros países de Centro y Sur América. Los militares revolucionarios no expresaban puntos de vista teóricamente elaborados en detalles, y nadie tenía derecho a exigírselos, porque no eran académicos educados en política, sino hombres con sentido del honor que amaban su país.


Sin embargo, hay que ver hasta dónde son capaces de llegar por los senderos de la revolución hombres de tendencia honesta, que repudian la injusticia y el crimen.


Venezuela constituye un brillante ejemplo del rol teórico y práctico que los militares revolucionarios pueden desempeñar en la lucha por la independencia de nuestros pueblos, como ya lo hicieron hace dos siglos bajo la genial dirección de Simón Bolívar.


Chávez, un militar venezolano de humilde origen, irrumpe en la vida política de Venezuela inspirado en las ideas del libertador de América. Sobre Bolívar, fuente inagotable de inspiración, Martí escribió: “ganó batallas sublimes con soldados descalzos y medio desnudos [...] jamás se peleó tanto, ni se peleó mejor, en el mundo por la libertad…”


“… de Bolívar -dijo- se puede hablar con una montaña por tribuna [...] o con un manojo de pueblos libres en el puño…”


“… lo que él no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy; porque Bolívar tiene que hacer en América todavía.”


Más de medio siglo después el insigne y laureado poeta Pablo Neruda escribió sobre Bolívar un poema que Chávez repite con frecuencia. En su estrofa final expresa:


“Yo conocí a Bolívar una mañana larga,


en Madrid, en la boca del Quinto Regimiento,


Padre, le dije, eres o no eres o quién eres?


Y mirando el Cuartel de la Montaña, dijo:


‘Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo’.”


Pero el líder bolivariano no se limita a la elaboración teórica. Sus medidas concretas no se hacen esperar. Los países caribeños de habla inglesa, a los que modernos y lujosos buques cruceros yankis le disputaban el derecho a recibir turistas en sus hoteles, restaurantes y centros de recreación, no pocas veces de propiedad extranjera pero que al menos generaban empleo, agradecerán siempre a Venezuela el combustible suministrado por ese país con facilidades especiales de pago, cuando el barril alcanzó precios que a veces superaban los 100 dólares.


El pequeño Estado de Nicaragua, patria de Sandino, “General de Hombres Libres”, donde la Agencia Central de Inteligencia a través de Luis Posada Carriles, después de ser rescatado de una prisión venezolana, organizó el intercambio de armas por drogas que costó miles de vidas y mutilados a ese heroico pueblo, también ha recibido el apoyo solidario de Venezuela. Son ejemplos sin precedentes en la historia de este hemisferio.


El ruinoso Acuerdo de Libre Comercio que los yankis pretenden imponer a la América Latina, como hizo con México, convertiría los países latinoamericanos y caribeños no solo en la región del mundo donde peor está distribuida la riqueza, que ya lo es, sino también en un gigantesco mercado donde hasta el maíz y otros alimentos que son fuentes históricas de proteína vegetal y animal serían desplazados por los cultivos subsidiados de Estados Unidos, como ya está ocurriendo en territorio mexicano.


Los automóviles de uso y otros bienes desplazan a los de la industria mexicana; tanto las ciudades como los campos pierden su capacidad de empleo, el comercio de drogas y armas crece, jóvenes casi adolescentes con apenas 14 ó 15 años, en número creciente, son convertidos en temibles delincuentes. Jamás se vio que ómnibus u otros vehículos repletos de personas, que incluso pagaron para ser transportados al otro lado de la frontera en busca de empleo, fuesen secuestrados y eliminados masivamente. Las cifras conocidas crecen de año en año. Más de 10 mil personas están perdiendo ya la vida cada año.


No es posible analizar la Revolución Bolivariana sin tomar en cuenta estas realidades.


Las fuerzas armadas, en tales circunstancias sociales, se ven forzadas a interminables y desgastadoras guerras.


Honduras no es un país industrializado, financiero o comercial, ni siquiera gran productor de drogas, sin embargo algunas de sus ciudades rompen el record de muertos por violencia a causa de las drogas. Allí se yergue en cambio el estandarte de una importante base de las fuerzas estratégicas del Comando Sur de Estados Unidos. Lo que allí ocurre y está ocurriendo ya en más de un país latinoamericano es el dantesco cuadro señalado, de los cuales algunos países, han comenzado a salir. Entre ellos, y en primer lugar Venezuela, pero no solo porque posee cuantiosos recursos naturales, sino porque los rescató de la avaricia insaciable de las transnacionales extranjeras y ha desatado considerables fuerzas políticas y sociales capaces de alcanzar grandes logros. La Venezuela de hoy es otra muy distinta a la que conocí hace solo 12 años, y ya entonces me impresionó profundamente, al ver que como ave Fénix resurgía de sus históricas cenizas.


Aludiendo a la misteriosa computadora de Raúl Reyes, en manos de Estados Unidos y la CIA, a partir del ataque organizado y suministrado por ellos en pleno territorio ecuatoriano, que asesinó al sustituto de Marulanda y a varios jóvenes latinoamericanos desarmados, han lanzado la versión de que Chávez apoyaba la “organización narco-terrorista de las FARC”. Los verdaderos terroristas y narcotraficantes en Colombia han sido los paramilitares que le suministraban a los traficantes norteamericanos las drogas, que se venden en el mayor mercado de estupefacientes del mundo: Estados Unidos.


Nunca hablé con Marulanda, pero sí con escritores e intelectuales honrados que llegaron a conocerlo bien. Analicé sus pensamientos e historia. Era sin dudas un hombre valiente y revolucionario, lo cual no vacilo en afirmar. Expliqué que no coincidía con él en su concepción táctica. A mi juicio, dos o tres mil hombres habrían sido más que suficientes para derrotar en el territorio de Colombia a un ejército regular convencional. Su error era concebir un ejército revolucionario armado con casi tantos soldados como el adversario. Eso era sumamente costoso y virtualmente imposible de manejar.


Hoy la tecnología ha cambiado muchos aspectos de la guerra; las formas de lucha también cambian. De hecho el enfrentamiento de las fuerzas convencionales, entre potencias que poseen el arma nuclear, se ha tornado imposible. No hay que poseer los conocimientos de Albert Einstein, Stephen Hawking y miles de otros científicos para comprenderlo. Es un peligro latente y el resultado se conoce o se debiera conocer. Los seres pensantes podrían tardar millones de años en volver a poblar el planeta.


A pesar de todo, sostengo el deber de luchar, que es algo de por sí innato en el hombre, buscar soluciones que le permitan una existencia más razonada y digna.


Desde que conocí a Chávez, ya en la presidencia de Venezuela, desde la etapa final del gobierno de Pastrana, siempre lo vi interesado por la paz en Colombia, y facilitó las reuniones entre el gobierno y los revolucionarios colombianos que tuvieron por sede a Cuba, entiéndase bien, para un acuerdo verdadero de paz y no una rendición.


No recuerdo haber escuchado nunca a Chávez promover en Colombia otra cosa que no fuera la paz, ni tampoco mencionar a Raúl Reyes. Siempre abordábamos otros temas. Él aprecia particularmente a los colombianos; millones de ellos viven en Venezuela y todos se benefician con las medidas sociales adoptadas por la Revolución, y el pueblo de Colombia lo aprecia casi tanto como el de Venezuela.


Deseo expresar mi solidaridad y estima al General Henry Rangel Silva, Jefe del Comando Estratégico Operacional de las Fuerzas Armadas, y recién designado Ministro para la Defensa de la República Bolivariana. Tuve el honor de conocerlo cuando en meses ya distantes visitó a Chávez en Cuba. Pude apreciar en él un hombre inteligente y sano, capaz y a la vez modesto. Escuché su discurso sereno, valiente y claro, que inspiraba confianza.


Dirigió la organización del desfile militar más perfecto que he visto de una fuerza militar latinoamericana, que esperamos sirva de aliento y ejemplo a otros ejércitos hermanos.


Los yankis nada tienen que ver con ese desfile y no serían capaces de hacerlo mejor.


Es sumamente injusto criticar a Chávez por los recursos invertidos en las excelentes armas que allí se exhibieron. Estoy seguro de que jamás se utilizarán para agredir a un país hermano. Las armas, los recursos y los conocimientos deberán marchar por los senderos de la unidad para formar en América, como soñó El Libertador, “…la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su libertad y gloria”.


Todo nos une más que a Europa o a los propios Estados Unidos, excepto la falta de independencia que nos han impuesto durante 200 años.

Fidel Castro Ruz

Enero 25 de 2012

8 y 32 p.m.



31/1/2012


lunes, 30 de enero de 2012

The West's endless war on humanity : after Libya – Syria, Iran

  The West's endless war on humanity: after Libya – Syria, Iran



toni solo, 29 de enero 2012

 
After Libya, the wealthy oligarchies of Europe and North America continue their centuries-old war on humanity, now attacking Syria and Iran. They and their regional allies will never concede an equitable share of the world's economic resources to the impoverished global majority. The inevitable consequence of that strategic global reality is endless aggression by NATO countries and their allies against any foreign government or political movement that resists their will.

 
The experience of Libya demonstrates that whenever conditions permit, the anti-democratic Western oligarchies will always destroy independent countries whose governments try to compromise or negotiate. Like Libya, Iran and Syria have long historical experience of imperialist perfidy by the major Western imperial powers, the United States, Britain and France. So these countries are unlikely to give way to NATO country demands.

 
The Iranians took back control of their country after their Islamic revolution in 1979. In Syria, that fierce nationalism took a secular form under a socialist government. Iran and Syria have both sought to promote strong economic development while managing complex religious, cultural and ethnic diversity.

 
Syria – historical context

 
Syria, now with a population of over 23 million, became independent from France in 1946. The first two decades of independence for the new republic were marked by a succession of unstable governments. An experimental political union with Egypt in the late 1950s proved unsuccessful. In the end, the socialist Ba'ath party took power in 1963. Later, in 1970, Hafez al Assad became President, after an internal power struggle within the government.

 
Under the government of Hafez al Assad, Syria consolidated its transformation through strong economic growth based mainly on agriculture and oil. After 2000, when his son Bashar al Assad, became President, Syria continued to sustain strong economic performance. But recent attempts to implement liberal reforms in response to both internal opposition criticism and foreign pressure have had limited success. The United States and its allies have sought to exploit aggressively the very opportunities created by the Syrian government's attempts at reform.

 
Syria has constantly been menaced by Zionist military aggression since Israel was founded in 1948 and has suffered air strikes from Israel at various times over the last decade. Israel's invasion and occupation of neighbouring Lebanon in 1982, seriously threatened Syria's interests. The Syrian government countered with a military intervention of its own. Israel's occupation of south Lebanon only ended in 2000, after decades of bitter resistance largely organized by the Islamic political-military movement Hezbollah. Hezbollah is a key ally both of Syria and of Iran.

 
Parallel with the threat posed by Israel's occupation of Lebanon, Syria has also constantly been threatened by Israel's continued occupation of the Golan Heights, a Syrian territory captured by Israel in 1967 and held illegally ever since. That occupation was condemned in UN Resolution 497, one of numerous UN Resolutions contemptuously violated by Israel's Zionist government under the protection of its main military allies, the United States, France and Britain. For all practical purposes, Israel has long been a de facto member of NATO. It was in this historical context that Syria maintained a significant military presence in Lebanon until 2005.

 
In February of that year a massive car bomb was used to murder leading Lebanese politician Rafik Hariri, a noted critic of Syria. The Western powers on the UN Security Council pushed for a Special Tribunal to investigate the murder. Hariri's assassination was exploited by the NATO countries' political allies in Lebanon and in the region to force Syria's withdrawal from Lebanon. Ever since then, the NATO countries and their regional allies, including Saudi Arabia and its fellow feudal monarchies in the Gulf States, have used the UN Special Tribunal to intimidate and threaten Syria and its regional allies, principally Lebanon's Hezbollah.

 
The UN Special Tribunal, after initially levelling suspicion against Syria, has recently shifted its aim to target Hezbollah. It has never considered very serious evidence that plausibly suggests Israeli involvement in Hariri's murder. This behaviour by the UN Special Tribunal on Lebanon parallels very closely what happened with the dishonest politically motivated manipulation of the Lockerbie terrorist bombing investigation in the case of Libya.

 
Unlike Libya, but like Iran, Syria has found quite strong diplomatic support from Russia and China, as well as from Latin American countries including, Brazil, Cuba, Nicaragua and Venezuela. While the NATO countries and their allies apply sanctions, Russia has recently signed arms deals with Syria in a clear practical sign that it rejects NATO country policy towards its regional allies, Syria and Iran. Russian diplomats have publicly condemned as counterproductive the sanctions applied to Syria.

 
China's position is less clear-cut, given its heavy dependence on reliable oil supplies. Persistent US and allied country provocations may lead Iran to retaliate against sanctions by closing the strategically important Hormuz Strait. In this way, the NATO powers create uncertainty about the security of China's oil supply and the stability of the oil price in international markets. What happens in Syria is directly relevant in terms of how it may affect Iran's policy.

 
The recent visit of Chinese Prime Minister Wen Jiabao to Saudi Arabia, Qatar y the Arab Emirates was directly related to that dilemma. Clearly, it is the NATO powers and these local NATO allies who are provoking serious instability in the international oil markets. That instability may well hurt the US and Europe as much as their Asian rivals should Iran itself retaliate economically.

 
Syria's Muslim neighbour, Turkey, has played a more complex double game over the years than the region's feudal Arab tyrannies antagonistic to socialist Syria. It has tried to balance its regional interests as a major Central Asian Muslim power against its long standing aspirations to join the European Union and its status as a member of NATO. For some years, prior to the war against Libya, Turkey seemed to be interested in developing a strategic relationship with both Syria and Iran.

 
The Israeli 2010 attack on the Mavi Marmara vessel carrying peace activists to Palestine seemed to exacerbate Turkey's differences with its NATO partners. But during the current crisis in Syria, Turkey has decisively supported NATO's aggression against its neighbour. The government of Prime Minister Erdogan has permitted the establishment of terrorist groups attacking Syria from Turkish territory.

 
The Turkish government has also advocated and implemented damaging sanctions against Syria and its people as part of the increasingly sinister campaign to bring down the Syrian Ba'ath party government led by Bashar al Assad. But Turkey also has a strong interest in a stable relationship with Iran. Its complicated regional interests may ultimately force Prime Minister Erdogan to moderate Turkey's current policy on Syria.

 
The Syrian crisis now

 
Disturbances began in Syria in January 2011 as part of a region-wide attempt by the NATO powers and their local allies to exploit popular pressure for political change. In March of that same year, events in the city of Deraa provoked dubious allegations of government forces shooting on unarmed protestors, just as happened in Libya. Terrorists encouraged, trained and supplied by Saudi Arabia and allies like Qatar and protected by Turkey, have attacked government security forces in Baniyas, Homs, and Hama, among other cities.

 
But popular support for the Syrian government and for President Assad remains over 50% despite a massive international disinformation campaign led by NATO country corporate media and human rights organization. The NATO powers and their regional allies have long sought to destabilize Syria's independent socialist government. The pattern of their intervention is similar to that used to destroy Libya. They have encouraged, trained and supplied subversive terrorist groups, using a comprehensive psy-warfare campaign to both conceal and justify the extent of their aggressive intervention.

 
UN Secretary General Ban Ki Moon has again demonstrated beyond any doubt that he is an abject servant of the United States and its allies. He has dragged his office and the UN itself deep into disrepute as a blatant tool of colonial intervention around the world in the service of Western corporate elites. Under Ban Ki Moon, the UN organization is currently violating its own Charter, as it did in Libya, by working in complicity with NATO and the Arab League, dominated by Saudi Arabia, to guarantee the conditions necessary for military aggression against Syria, perhaps led by Turkey.

 
Imperial repression

 
The crisis in Syria results mainly not from popular calls for reform but from foreign pressure and intervention. The techniques used against Syria by the Western powers and their regional allies are far from new. They have been used over the last fifty years to brutalize and dehumanize the Palestinians, to demonize Cuba and North Korea and to justify an interminable programme of aggression around the world.

 
Now the NATO powers, with their long and shameful history of colonial conquest, have updated and refined that tool kit of imperial repression. Prior to Syria, they have used it against Iraq, Afghanistan, Somalia, Sudan, Haiti, Honduras, Ivory Coast and, most recently, Libya. The campaign always begins with extensive psychological warfare by the Western machinery of corporate media and non-governmental organizations to justify aggressive government measures against the target country.

 
The propaganda war always consists of exaggerated and distorted accusations of human rights violations, corruption and lack of democracy. These accusations usually escalate to include claims that the target country's government provokes regional destabilization. When the conditions prepared by this psychological warfare permit, the aggression moves into the economic sphere with calls for sanctions, either legal or illegal.

 
After that phase of economic warfare, the next stage is one of armed subversion through local proxies. The loss of life provoked by that terrorist subversion can then be used to activate measures through the international legal system, if possible via the International Criminal Court, self-evidently a tool of Western imperialism. This whole process prepares the way for outright military intervention, proposed preferably to the UN Security Council by a regional body dominated by Western allies.

 
The Arab League served that purpose against Libya and is being used now in the NATO countries' efforts to destroy Syria. It will almost certainly be used to complete preparations for the developing aggression against Iran. But Iran is a far more complex target than Syria because it is one of the biggest countries in the world both in territorial extension and with a population of over 70 million.

 
Iran

 
Iran's history in the last century, common to most of the region, was one of colonial oppression and foreign exploitation. After the anti-democratic coup in 1953, the country endured over 25 years of neocolonial dependency, abetted by the dictatorship of Mohammed Reza Pahlavi. Pahlavi was an unconditional NATO country ally in the mould of dictators like Anastasio Somoza, Sese Mobutu or Ferdinand Marcos. Nicaragua's President Daniel Ortega often refers to the twin revolutions of 1979 to recall that both the Iranian and the Nicaraguan peoples liberated their countries from cruel dictatorship that same year.

 
Following the Islamic Revolution in Iran, the NATO powers supported Iraqi President Saddam Hussein's long war against Iran which lasted from 1980 to 1988. It is commonly forgotten that Syria was one of the only Arab countries to support Iran during that war. NATO's regional allies, Israel, Saudi Arabia and the Gulf tyrannies, all fear Iran because it has a powerful government committed to regional change based on the ideals of its own Islamic revolution.

 
Despite Iran's moderation of its revolutionary regional policy after the war with Iraq, it defends its sovereignty uncompromisingly. The cynical foreign policy of the NATO countries towards Iran has gone through various phases of uneasy accommodation, opportunism and hostility culminating in the current phase of outright aggression just short of armed conflict. The United States in particular has exploited Iran's development of nuclear power as a cause for war.

 
Iran has sought to develop nuclear power since the 1950s. But the United States and Israel first began to exploit Iran's nuclear power programme as pretext for aggressive sanctions in 2003, the same year as the NATO powers and their allies invaded Iraq on the false pretext that they feared Iraqi weapons of mass destruction. The United States and its allies have consistently exploited the UN's International Atomic Energy Authority politically against Iran, using its procedures to create pretexts for economic and military aggression.

 
The current IAEA Director General is Yukiya Amano, regarded as even more susceptible to pressure from the NATO country governments than his predecessor Mohamed al Baradei. Possible ways of attacking Iran's nuclear program are openly discussed in the corporate Western media as part of the constant psychological warfare against Iran. Armed attacks have included terrorist assassinations of Iranian nuclear scientists as well as other terrorist attacks facilitated by NATO's de facto member Israel.

 
The notorious extreme hypocrisy of NATO country governments is has reached unprecedented extremes in the case of Iran. The NATO powers protect Israel's illegal nuclear weapons program but attack Iran for developing peaceful nuclear power. They and their allies wage blatant terrorist war against Iran using terrorist organizations they themselves condemn such as the Mojahedin-e Khalq, just as they have used Al Qaeda in Lebanon, Libya and now Syria.

 
Similarly, the US and Israel have used their highly developed cyber-warfare capacity to sabotage Iran's industrial and research capacity, using the Stuxnet worm malware to damage Iranian computer systems. This pattern of psychological warfare, bogus pretexts for aggression, economic sanctions and outright terrorism is used against every government targeted by the NATO country corporate elites and their allies. In the 1930s, similar behaviour by Germany and Italy was called by its true name – fascism.

 
However, Iran enjoys many advantages over Syria in terms of its ability to defend itself. The most obvious of those advantages is its size, both in terms of its territory and its population. It's role as a major international provider of oil and gas to China and many other countries, complicates NATO country plans for a military attack. Over 30% of international oil supplies pass through the Hormuz Strait, controlled by Iran. Iran's geography also works in its favour because, again, the narrow Hormuz Strait is a potentially dangerous trap for any attacking NATO naval forces.

 
Iran's missile technology and capability is formidable. Its mastery of electronic warfare was evident in the 2006 war between Israel and Lebanon. There, Iran's ally Hezbollah effectively neutralized Israeli electronic warfare and constantly monitored Israeli military communications. For all these reasons, any attack on Iran will certainly be far more complex in its planning and execution and far more costly in financial terms and in terms of casualties for the aggressors than the wars against Afghanistan,Iraq or Libya.

 
Also, several powerful countries strongly reject NATO's clear preparations for military aggression. Of those countries, Russia and China are the most forthright, but Brazil and India too have expressed their rejection of armed aggression. All these countries, in particular Russia and China understand very well that the aggression against Syria and Iran is how the Western powers of North America and Europe hope to arrest their relative decline in global power and influence, especially in relation to Asia.

 
For its part, India has a very strong trading relationship with Iran which supplies around 14% of India's current total oil needs. India is also partnering Iran in a major gas pipeline project carrying Iranian gas as far as Pakistan. Although it has recently complied with US pressure to vote against Iran in the International Atomic Energy Authority over the matter of Iran's nuclear programme, India supports Iran's right to develop nuclear power.

 
India would be unlikely to take sides in any potential armed conflict between Iran and the NATO countries and their local allies. Likewise, Brazil has strongly supported Iran's right to develop nuclear power and Dilma Rousseff is likely to maintain that position. In an interesting recent twist to regional complications, Turkey has refused to support new NATO country sanctions against Iran unauthorized by the UN.

 
This is emphatic confirmation that Iran is far from the caricature isolated pariah presented in the Western corporate media. It is easy to forget that Iran is a likely candidate to join the Shanghai Cooperation Organization. Iran is engaged in major railway construction projects with SCO members Turkmenistan and Kazakhstan.

 
The SCO is made up of China, Russia, Kazakhstan, Kyrgyzstan, Tajikistan and Uzbekistan, countries comprising almost a quarter of the world's total population. Any attack on Iran, a large, influential regional power, will have extremely volatile and unpredictable effects on the world economy and devastating repercussions in the region. This reality may well lead more sober minds in the NATO countries to resist pressure from local allies like Israel and Saudi Arabia to unleash a military assault on Iran

 
Lessons from Libya

 
For their part, Iran and Syria may well be regretting the support they gave to NATO's counter-revolutionary putsch and colonial war of aggression in Libya. NATO's puppet NTC regime in Libya repaid Iran and Syria by closing the Syrian government embassy in Tripoli and recognising Syria's own opposition SNC as Syria's legitimate government. CEPRID's Alberto Cruz has noted that British special forces even boast on their web site that they have armed and trained Libyan Al Qaeda fighters on Turkish territory to attack the Syrian people.

 
Libya's recent experience has reinforced the long standing lesson that the North American and European oligarchs will always destroy independent countries who resist their will. The Libyan war also demonstrated that, paradoxically, Iran shares the NATO powers' abandonment of the UN's basic principles of non-aggression and self-determination of peoples. That abandonment permitted the disingenuous application of the ill-conceived principle of the Responsibility to Protect.

 
It led directly to the destruction of Libya, the current aggression against Syria and the developing military assault on Iran. Like Russia and China, Iran is now in part suffering the fallout from its support for the destruction of Libya. It is fair to argue that if Russia, China and Iran had defended the principle of non-aggression in the case of Libya, the NATO powers would never have been able to destabilize Syria so readily.

 
Iran's failure to defend the UN's founding principles was matched by the complete collapse of what is commonly referred to as the international Left. With very few exceptions, radical, progressive, anarchist and socialist opinion either openly supported NATO's colonial war on Libya or washed their hands of it. Figures as diverse as Noam Chomsky, Ignacio Ramonet, Gilbert Achcar, Ramsy Baroud and Al Giordano, among many others, supported the pretext for the war against the Libyan government even though it clearly enjoyed majority support in the country.

 
The failure of the international Left was twofold, both moral and intellectual. The intellectual failure was one of Garbage In-Garbage Out. In their different ways, Chomsky, Ramonet, Giordano and the rest have in large part made their reputations by criticising the mechanisms that create mainstream opinion. On Libya, they uncritically accepted information produced in total consonance with the style and content of the major international corporate psy-warfare outlets.

 
That deep intellectual inauthenticity was matched by the international Left's utter moral collapse in failing to defend Libya and its people against vicious colonial military aggression. In general, the international Left adopted a range of neocolonial positions. Those positions all shared the neocolonial assumption that their own culture and their own societies offered better models for people in Libya than the system most Libyans supported and which they had worked out for themselves.

 
No serious effort was made to support peaceful negotiations as proposed by the African Union and the ALBA countries. In North America, the Black Left's support for the Libyan government was ignored. In Europe, prestigious left-wing media outlets like Rebelión censored opinion arguing against the Libyan CNT counter-revolutionary putsch.

 
The demonization of Muammar Ghaddafi and censorship by omission on the Left was indistinguishable from that in the corporate media. Anyone declaring solidarity with the Libyan government and its people was smeared as supporting dictatorship. Libya demonstrated that the systemic function of the intellectual-managerial class of the international Left is to camouflage their accommodation, complicity and ultimate legitimation of the very system they ostensibly reject.

 
They accepted false information totally in line with imperialist propaganda. They collaborated in the abandonment of the founding principles of the UN. They effectively accepted the aggressive introduction of the imperialist principle of Responsibility to Protect. Arguments about NATO's conquest of Libya demonstrated that in North America and Europe. the international Left is essentially an agglomeration of fictions of varying effectiveness and relevance.

 
The utility of the fictions purveyed by the networks around individuals like Ramonet, Chomsky and the rest is that they serve as intermediaries with liberal progressive networks loyal to corporate capitalism and with the centres of imperial power itself. Measured by their ability to achieve significant political power, the North American and European varieties of Left fictions have lived with failure for decades. Their moral and intellectual collapse on Libya should have come as no surprise.

 
What has been and remains so striking is the extent of the international Left's identification with the false rhetoric of the very structures they purport to criticize. For people in Nicaragua, that goes a long way in explaining the grudging recognition of the marked progress on behalf of the impoverished majority achieved under President Daniel Ortega's government. Like Libya, Nicaragua too has been the victim of the class/cultural prejudices of the internacional neocolonial Left.

 
Implications for Latin America

 
Those prejudices have made it impossible for most of what passes for the Left in North America and Europe to remake themselves convincingly enough to win majority support despite the chronic economic crisis in their countries. The West's systemic crisis threatens the future ability of the United States and its allies to project their power globally and put a brake on their relative decline against Asian countries like China and India. That is why NATO and its allies have destroyed Libya and now menace Syria and Iran .

 
Such a volatile international context presents enormous challenges to the peoples of Latin America and to their leaders. It demonstrates the strategic wisdom and tactical acumen of the political leadership of the ALBA countries in rapidly developing solidarity-based trade and development cooperation and in strengthening longer term regional integration. Clearly, Central America and the Caribbean are vulnerable targets of future aggression from the United States.

 
The United States and their allies supported the successful coups in Haiti and Honduras and were active in the attempted coups in Venezuela, Bolivia and Ecuador. They may well fail to overthrow the government in Syria and decide the odds are against them in the case of a military attack on Iran. Whether or not they attack Iran, the United States and its European allies are very likely to sharpen their aggressive stance against independent governments in Latin America.

Seguidores

Vistas de página en total