Portada de antigua versión de Revista Libre Pensamiento

lunes, 11 de julio de 2011

¿Qué tan vigente es el reclamo de los 17 mil millones a los EE.UU?

 ¿Qué tan vigente es el reclamo de los 17 mil millones a los EE.UU?
Manuel S. Espinoza J.


I Parte


Alina y Carmen Granera Barahona viven en una casa que el gobierno sandinista de los 80s le entregó a su mamá. Doña Adilia Barahona falleció hace muchos años ya, pero ambas hermanas comparte aún la casa. Alina es epiléptica y Carmen padece de una enfermedad muy grave en los huesos.  Alina no trabaja, pero Dios la bendijo con un hombre trabajador, chofer de un camión repartidor de vegetales por toda Nicaragua que a pesar de su enfermedad ha estado todo el tiempo con ella. Carmen vende algunas prendas que le dan al fiado para que pueda sobrevivir.  La casa que comparten la dividen con láminas de zinc y sábanas a lo interno y  de todas las casas a su alrededor es la más empobrecida. Deben la Luz y el agua y solo el  Señor sabe cómo se la arreglan para poder pagarla.


Antes de pasarse a esa casa, vivían en un barrio de la carretera norte,  ahí por la zona conocida como la Subasta.  Vivian junto a su mama y su papá en un terreno, que no era de ellos sino de unos familiares, que se lo prestaron para que lo cuidaran. El Padre, de procedencia campesina, era zapatero. Para aquel entonces, Alina y Carmen iban a la escuela al igual que su hermano mayor, Sergio Granera Barahona de unos 15 años de edad.


Sergio era el prototipo del hijo, que toda madre y hermanos quieren tener; aplicado en sus clases, cariñoso y respetuoso con sus padres, al grado de entregar todo lo ganado a éstos  a esa temprana edad y estudiar en la noche. Trabajaba en una clínica, de un pariente de un vecino. Quien por conocer su dificultades económicas le tendió la mano. Se había ganado el cariño,  la consideración y la confianza de la clínica donde laboraba. Trataba de vestirse lo más nítido, lo más impecable y al regresar a la noche a su casa regresaba tan limpio como partía por la mañana. Decía que soñaba con ser médico y confiaba en que lo lograría. Se compraría un terreno y le haría a sus padres una buena casa. A sus hermanas las ayudaría hasta que también terminaran la universidad. 


Adquirió el vicio o el hábito de la lectura y los de la clínica le obsequiaban los periódicos del día y al llegar a su hogar hasta comentaba las noticias con sus padres y su abuelita, una ancianita de unos 80 años con la que compartían la humilde casita. Una vivienda de uso 20 metros cuadrados, forrada de tabla, latas redondas de tapas de barril, zinc y ripios de madera. Las divisiones eran de sabanas, el piso de tierra y una única bujía alumbraba a lo interno de la casa.  ¿Pero qué importa cuando se vive en amor y armonía entre la familia?  El futuro está por delante, decía siempre Sergio.


Un 27 de febrero Sergio tuvo su primer combate, su primera prueba de fuego como militante de la juventud sandinista 19 de julio.  Desde las 3 y media de la mañana hasta casi las 11 de la mañana logró aguantar lo mas que pudo junto a otros compañeros de su unidad. Se enfrentaban, ni más ni menos, con ex GN, miembros de la EEBI, las fuerzas élites de Somoza, que dirigían a la Fuerza de tarea San Jacinto y parte de la Fuerza de tarea Jorge Salazar.


De la entrevista con el comandante Leonardo Zeledón, de pseudónimo Villatoro, quien era el tercero al mando en la fuerza de tarea San Jacinto durante ese combate, transcribo parte del  libro “Un Despertar de fuego y Sangre” el siguiente episodio:


"Una vez tomado en asalto final al cuartel, solo unos cuantos reservistas  se quedan hasta el final defendiéndolo de tal manera que ya es imposible la retirada ………… Villatoro sigue rumbo al abra y en eso ve al pozo de lado derecho como buscando al camino a un chavalo, que está acurrucado como haciéndose el muerto, pero que, por nerviosismo, entreabre un ojo y Villatoro le dice: 


"- Vos hijo de puta Salí de ahí!


"Sergio[1]  sale. Levanta sus manos en forma de rendición. Villatoro, llama al comando Chespirito y le dice:


"-Usted, téngame a este que lo vamos a interrogar.


"-Si Villatoro, responde el comando Chespirito.


"Villatoro busca a Renato (el jefe de la Fuerza de Tarea) para decirle que ya hay dos prisioneros y caminado hacia este, le grito a varios comandos, que buscaran a los cubanos y a las sesenta.


"- Eran cuatro sesentas búsquenlas!


"En eso Villatoro oye a un comando, que le está gritando a Sergio.


"-Vos pirí, hijo de puta, fuiste el que me jodiste la chaqueta![2] Te voy a matar!


"El comando Chespirito le dice:


"- Villatoro lo va a interrogar, no lo mate.


"- Sergio le dice, no me mate por favor! Aquel Soldado, señalando a  VillatToro dijo ya me perdonó la vida!


"El comando lo va guiñando en dirección al árbol de la esquina, donde están  llevando a otros, que están heridos y otros que se rindieron hasta el último momento cuando entró  la contra al lado del camino, Villatoro los sigue porque sabe que lo van a matar al chavalo y además que no lo va a poder interrogar, el comando está desobedeciendo una orden, que el cómo S-1, miembro de la jefatura de la fuerza de tarea ha dado. En la Guardia esa insubordinación no se perdona.


Chespirito, el comando y Sergio se detienen frente a la parte central de la escuela.


- Sergio le pide de nuevo que no lo mate.


El contra le apunta con el FAL en la cabeza, en eso  Villatoro le grita y en vos de orden, que no lo mate; El comando como tiene perforada la camisa y la mochila a balazos se enoja y  le dice al escuchar a Villatoro:


- Por lo menos te doy tu vergazo piri hijo de puta!.

II Parte


El comando le golpea la cabeza con la punta del cañón del FAL y lo fulmina de un tiro, arrancándole la parte trasera de la cabeza y bañando a Villatoro de sangre y al comando Chespirito que no pudo quitárselo al contra. El joven reservista cae desplomado en el suelo casi debajo de un bajerete de la escuela.


- ¿Qué hiciste? le grita Villatoro al comando.


- ¿no escuchaste, que dí la orden de que no lo mataran?


- Yo solo le quería apuntarle a la cabeza, pero se me fue el tiro. Pensé que lo tenía con seguro.   

Respondió este último.


Por la parte sandinista, otras unidades del batallón fueron movilizadas desde Río Blanco a la recuperación de los cadáveres.  Cuando llegaron al lugar los soldados fueron encontrando aun los cuerpos de dos reservistas enterrados a lo largo del camino. Uno de ellos era Roberto Talavera, de quien su brazo derecho aun salía fuera del pozo de tirador.


“Todos fueron rematados con un tiro en la cabeza” recuerda Marvin Cuadra. Se les salía la masa encefálica, la que recogíamos con una hoja grande de un palo de fruta de pan, otros aseguran que es un palo de hule, que aun está cerca del lugar donde fueron todos metidos.  “A muchos nos costó identificarlos de no ser por la ayuda de Marvin Vallecillo, David Espinoza, Álvaro Maltés, que eran parte de un grupo de sobrevivientes, que regresaron al cuartel con el propósito mismo de la extracción de cuerpos”.


Al levantar unas laminas de zinc y zacate, vimos que nuestros compañeros, estaban en estado de descomposición, la piel de color negro o morado, se les desgarraba la piel de los brazos y se rajaba por si sola de donde se soltaba un aceite amarillento, que era el que más mal olor tenía. Se metía en nuestras narices y llegaba hasta el estomago. 


Al meternos al hoyo de la letrina quisimos quiñarlos de los pies  y estos estaban tan flojos que se podían desgarrar y desprender del cuerpo,  por eso optamos por que el sacador de la parte superior del cuerpo debía meter todo su brazo debajo de su espalda, mientras el otro por debajo de las uniones de la rodilla o en la rabadilla. Usamos mecates para irlos subiendo. Sergio Granera tenía la parte derecha de la cara más hundida, que su parte izquierda recuerda Guillermo Solano. Cuando le vi, lo reconocí inmediatamente, y diciéndole hermano mío, le toque el rostro y le di un abrazo. Por dentro sentí, que él se había alegrado de verme y por fin sacarle de ahí.


Sentí como si me trasladara su pensamiento y una solicitud:


- Decíle a los muchachos, que no me rajé y que me fajé hasta el final! morí con las botas puestas.


Con mucho cuidado le até el mecate a la cintura, y subí mis manos para levantar su espalda e impulsarlo hacia arriba. Jamás olvidaré cuando la palma de mi mano dejó de rozar su espalda. 


Me prometí serle fiel a su ejemplo e imitarle toda mi vida. No dejaría impune tal barbarie. 


El 3 de marzo 1983   Julio Castillo de la nacional de la J.S 19 de Julio, Hugo Arbizú, jefe de retaguardia y Edgard Robleto el político ambos del batallón 30-62 a la casa de Sergio Granera y darle la fatal noticia a sus padres.


Al llegar en un microbús Volkswagen de color anaranjado, y parquearnos frente a la entrada de su casa, Doña Adilia Granera de Barahona, la mamá de Sergio salió corriendo, secándose las manos en su delantal; detrás venía el papá y luego sus dos hermanas, Carmen y Adelina la menor. En el rostro de doña Adilia se dibujó una cara de alegría porque pensó que llegaba su hijo. Sin embargo, como un rayo de luz que fulminó su corazón, se dio cuenta, que entre los caídos que se mencionó un día anterior en su barrio, estaba su niño, su hijo, su tesoro más preciado.


El político apenas pudo pasar del portoncito de alambres y latas cuando Adelina al ver a su madre atacada en llanto, se desvanecía recostando su espalda en la pared del muro de los vecinos y llorando a gritos exclamaba.


- Mi hermanito nooooo! Nooooo!


- Mi hermanito nooooo!


El papá, estaba muy aturdido y consternado, Siempre fue un hombre de pocas palabras. Solo asintió con la cabeza cuando el político destacó la valentía de Sergio y su coraje de no rendirse y pelear hasta el final.


- Murió con las botas puestas padre. Le dijo el político, como repitiendo la solicitud que le hiciera Sergio a Guillermo cuando este último le desenterraba.


Para la abuelita de Sergio, un ángel de unos 85 años ,la noticia fue el infierno mismo. Ella dijo, yo lo sentí cuando mi niño se despidió de mí. Sentí que me dió un beso en la frente y me arropó del frio. El ahora está bajo la sombra y manto de nuestro Señor ya nadie me le podrá hacer más daño y  por eso tendrá vida eterna.


No dudo, que por desgracia encontraremos a algún lector nicaragüense, que no entienda que relación tiene lo aquí relatado con los 17 mil millones de dólares, que la Corte Internacional de Justicia en la Haya estableció que los EE.UU le pagara a Nicaragua por la guerra de agresión financiada y dirigida contra nuestro país en los años 80s.


Por desgracia, el caso de Sergio fue el de miles de jóvenes nicaragüenses que defendiendo su propio proyecto nacional chocó con las acciones de política exterior norteamericana dirigidas hacia nuestro país.


Sergio lamentablemente no pudo hacer realidad sus sueños profesionales ni personales. Simplemente no se lo permitieron quienes financiaron la guerra. Quienes nos enfrentaron unos a otros y nos alimentaron el odio. Hoy la situación de sus hermanas Adelina y Carmen es uno de los tantos miles de casos abiertos  y no cerrados como pretende el embajador  Callahan cerrar.


Y no se puede cerrar por una sencilla razón… es aspecto moral del caso no tiene precio, la Corte Internacional fijo esa suma como reparación al daño económico ocasionado por tan solo una de las partes del conflicto como fue la operación de minado de los puerto y la voladura de los tanques de almacenamiento de petróleo en Corinto.  La corte simplemente no pudo dictar sobre el valor de cada nicaragüense muerto y mucho menos de aquellos con la calidad de Sergio y sus sueños de futuro.  Entonces el cuestionamiento sobre la vigencia del reclamo no está de más, lo que si hay que formular es cuál realmente debe ser el cobro a los EEUU, 17 mil millones o más? 


*Msc. Manuel S. Espinoza J.
Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas
UNICIT


[1] Durante una de las entrevistas al comandante Villa Toro, el entrevistador le mostro al inicio de la entrevista un panfleto donde  aparecían los caídos en San José de las Mulas. A la pregunta de que si podía identificar al joven, que murió del disparo de Fal por el comando después de que termino el combate, Villa Toro en la primera vez señalo a dos de los caídos. El primero era  Julio Jiménez, el segundo a Sergio Granera. A la media hora de la entrevista, se le mostro otro panfleto, que tenía transpuestas  las fotografías y en seguida y sin titubear les encontró y les volvió a identificar. Esta vez asegurando, que creía estar más seguro señalando a Sergio Granera. Después de otros cuarenta y cinco minutos de entrevista, para comprobar su memoria el entrevistador le volvió a preguntar con otro tercer panfleto diferente a los otros dos anteriores y la respuesta fue igual. 
[2]  Joder la chaqueta: Significaba herir a alguien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Vistas de página en total