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sábado, 6 de marzo de 2010

El crepúsculo del capitalismo



El crepúsculo del capitalismo
Por Paco Puche


03-03-10


Que dejado a merced de la mano invisible del "libre" mercado desregulado, el sistema capitalista haya tenido que protagonizar las mayores intervenciones del Estado que se recuerden en su historia no deja de ser una refutación definitiva de tal sistema. Ha sido refutado y está en su crepúsculo, pero la agonía puede ser duradera y perniciosa por lo que está pidiendo una eutanasia asistida. Se impone un nuevo paradigma, en el sentido kuhniano, para acabar con esta pesadilla de la miserabilización y posible autodestrucción del mundo humano. Para esta necesaria sustitución, resulta pertinente desempolvar el viejo eslogan de Rosa Luxemburgo, pero adaptado a los tiempos, que vendría a profetizar aquello de: ecosocialismo o barbarie.




Luchar por combatir un paradigma hegemónico es un paso importante: reduce la ideología dominante de un estatuto hegemónico a un concepto refutado, aunque siga siendo dominante. (T. Spangenberg, Ecología Política, nº 35, 2008)


No es por ponerme solemne, pero asistimos a un especial momento histórico: el sedicente "libre’" mercado ha sido refutado.


El término refutación lo tomo en el sentido popperiano, es decir, es ese momento de las teorías científicas en el que los hechos, la experiencia, en lugar de corroborar las hipótesis formuladas (en nuestro caso las de la economía neoclásica-neoliberal-capitalista) la desechan. Y como dice David Southwood, director científico de la Agencia Europea del Espacio, “la ciencia tiene que ser experimental. La idea más genial puede estar equivocada” (El Público, 2.10.08).


¿Qué dice exactamente Popper, padre de la actual filosofía de la ciencia y acérrimo defensor de la sociedad abierta -léase también "libre" mercado-? Lo formularé enlazando títulos de su bibliografía: que la lógica de la investigación científica ha de transitar entre conjeturas y refutaciones en una búsqueda sin término.


La razón epistemológica de esa propuesta es fácil de entender: parte del axioma de que no es posible atrapar toda la realidad en un modelo o teoría y mucho menos librar a este modelo de sesgo cultural y subjetivo (“las teorías son nuestras propias invenciones, nuestras propias ideas”, dice Popper). No podemos encerrar lo "infinito" en algo limitado. Es la aporía que Agustín de Hipona propuso al niño de la playa para mostrarle la inefable existencia de Dios.


Pero, ¡Qué angustia, andar de refutación en refutación! Popper nos da un respiro con un criterio parecido al principio de precaución. Dice: “lo que afirmo es que una teoría bien corroborada es racionalmente preferible a otra peor corroborada... incluso aunque sepamos muy bien que puede llevarnos a un mal fin en algunos casos futuros”.


El modelo neoliberal pretendía ser una de esas teorías provisionales, la mejor ajustada a los intereses generales de los individuos (no digo sociedad dado el carácter epistemológicamente individualista del modelo). La mejor posible, la única posible, incluso, decían sus defensores, habida cuenta que otras alternativas (la economía de planificación central y de propiedad estatal, por ejemplo) había sido refutada y desechada por la historia, en el devenir del “socialismo real”.


La Escuela de Chicago, con Friedman a la cabeza, paladines de este modelo, consideraban a la economía como una disciplina del mismo rango científico que la física, por tanto desligada de valores y subjetividades (Naomi Klein ha dado buena cuenta de esta escuela triunfante en su reciente libro La doctrina del Shock).


La aplicación del modelo neoliberal a Chile primero, sin cortapisas bajo la égida de Pinochet, y después a Bolivia, Indonesia, la antigua URSS y finalmente al mundo entero, aplicando el Consenso de Washington y el correspondiente ajuste estructural, atestiguan su hegemonía. La enseñanza en las universidades de medio mundo sigue a píe juntillas los teoremas del "libre" mercado y de la consecuente benefactora "mano invisible" (por eso, con mucha gracia H. Dieterich anunciaba meses atrás que se habían suicidado 15 profesores de economía al contemplar la caída de sus creencias. No había sido el caso pero parecía que "nobleza" hubiese obligado)


Nunca, en la historia del capitalismo, el laboratorio para experimentar los supuestos e hipótesis de un modelo basado en la propiedad privada, el "libre" mercado, la competencia, el Estado mínimo, y el equilibrio general procurado por una "mano invisible", que guiados por el afán individual de maximizarlo todo (los beneficios, las utilidades, la producción...) iba a procurar el bienestar general y universal, ha estado mejor dotado.


En efecto, no sólo diversos países y el mundo entero, si no empresarios, gobiernos, organismos internacionales, intelectuales y ciudadanos eran creyentes de la última buena nueva de que la globalización neoliberal y las leyes del mercado habían salido de las entrañas de la naturaleza.


Un experimento del capitalismo que ha podido, casi sin trabas, deslocalizar, comerciar, provocar migraciones controladas, especular, monopolizar, hacer propaganda, chantajear, etc., ha tenido todas las condiciones para triunfar y por tanto para afirmarse como la mejor de las hipótesis corroboradas hasta el momento (dejando a salvo las posibles refutaciones en el futuro).


Nunca como ahora, decimos, las posibilidades de mostrar sus excelencias han sido mayores para el capitalismo, pues en los siglos pasados o bien los factores productivos y las mercancías no tenían la movilidad supersónica de este siglo o bien había otras hipótesis en liza, caso del "socialismo real".


Pero desde 1989, dejado a sus anchas, el "libre" mercado lo que ha demostrado es que:


a.- es incompatible con la vida tal como la conocemos: su crecimiento exponencial (a interés compuesto) en un mundo limitado socava los fundamentos ecosistémicos en los que se sustenta la especie humana (efecto Tánatos);


b.- exacerba las desigualdades de partida, condenando a la inmensa mayoría a la miseria material, cultural y moral (efecto Mateo);


c.- es autodestructivo, porque se realimenta exponencialmente a sí mismo con la ponzoña del beneficio, hasta dosis mortales de necesidad (efecto escorpión suicida).


Los apartados a) y b) habían sido largamente anunciados y comprobados antaño, al c) es justamente al que asistimos novedosamente. Que dejado a merced de la mano invisible del "libre" mercado desregulado, el sistema capitalista haya tenido que protagonizar las mayores intervenciones del Estado que se recuerden en su historia no deja de ser una refutación definitiva de tal sistema.


Las tres imágenes que acompañarían a este momento histórico podrían ser: la del oso polar hundiéndose con el Ártico; la de la gente modesta en la Ciudad de Nueva Orleáns a merced del Katrina, y la del secretario del tesoro usamericano, Sr. Paulson, (ex directivo de la Goldman Sachs, la mayor banca de inversiones del mundo, rescatada del naufragio) hincando una rodilla delante de la ex presidenta del Congreso, Sra. Pelosi, pidiéndole postrado que apoyase el plan de ayudas para rescatar del hundimiento al sistema (el relato que de este episodio hace el famoso economista, premio Nóbel, Krugman incluye la broma de la presidenta contestándole: “no sabía que fuese usted católico”).


Obviamente, el capitalismo ha sido refutado y está en su crepúsculo, pero la agonía puede ser duradera y perniciosa por lo que está pidiendo una eutanasia asistida.


Se impone un nuevo paradigma, en el sentido kuhniano, para acabar con esta pesadilla de la miserabilización y posible autodestrucción del mundo humano.


Para esta necesaria sustitución, resulta pertinente desempolvar el viejo eslogan de Rosa Luxemburgo, pero adaptado a los tiempos, que vendría a profetizar aquello de: ecosocialismo o barbarie. www.ecoportal.net


http://www.ecoportal.net/content/view/full/91409

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