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sábado, 19 de diciembre de 2009

La batalla de Kursk. Y la falsificación de la Historia



19/12/2009



La batalla de Kursk. Y la falsificación de la Historia


Miguel Urbano Rodrigues




[Traducido para La Haine por Pável Blanco Cabrera]




Hacer pública la verdad sobre Kursk pulverizaría los mitos forjados en Hollywood sobre EEUU y la Segunda Guerra



Las conmemoraciones del desembarco anglo-norteamericano en Normandía, en Junio del 44, sirvieron más de una vez de pretexto para una campaña de falsificación de la Historia de dimensión planetaria. Este año, por primera vez, hasta Alemania, el país vencido, se hizo representar a través de la canciller Angela Merkel.


De Obama a Brown, pasando por Sarkosy, los líderes de Occidente repitieron que la batalla de Normandía, fue no sólo decisiva para la victoria sobre el nazismo sino el mayor acontecimiento militar de la historia. Todos estaban conscientes de que mentían. De la contribución de la URSS para la derrota del III Reich no se hablo prácticamente.



Es significativo que los historiadores militares norteamericanos y británicos, con rarísimas excepciones, desconozcan en sus obras la batalla de Kursk o se limiten a breves referencias.


La omisión no resulta de la ignorancia. Hacer pública la verdad sobre Kursk pulverizaría los mitos forjados en Hollywood sobre la participación de los EEUU en la Segunda Guerra y arrancaría la máscara a la moderna historiografía norteamericana, restándole credibilidad.


Kursk fue por los efectivos y armamentos en ella empleados la mayor batalla de la Historia. En ella participaron 4.155.000 soldados soviéticos y alemanes. La fase defensiva y ofensiva sumadas duraron escasas semanas (Stalingrado se prolongó por siete meses). Los medios utilizados - 69.000 cañones, 13.200 tanques y cañones de auto-propulsión y 11.950 aviones- superan de lejos el total de los equipamientos bélicos terrestres y aéreos movilizados por norteamericanos y japoneses durante los casi cuatro años de la Guerra en el Pacifico. (1)



La batalla de Kursk quebró la columna vertebral de la Wehrmacht y modificó el rumbo de la guerra. El Ejército Rojo retomó allí la iniciativa y pasó a la ofensiva manteniéndola hasta la toma del Reichstag [parlamento], en Berlín, en Mayo del 45, que vino a señalar la capitulación incondicional de la Alemania nazi.


Juzgo útil, por ello, esbozar muy resumidamente el cuadro en que ocurrió la gigantesca confrontación de Kursk y algunos hechos y situaciones que los historiadores occidentales –incluyendo los de Alemania Federal- han omitido en sus obras.


En febrero y marzo de 1943, cuando el Ejército Rojo detuvo el movimiento ofensivo iniciado después del aniquilamiento y capitulación en Stalingrado del VI Ejército Alemán de Von Paulus, la Wehrmacht desencadenó una contraofensiva que le permitió re-ocupar en la Región Centro-Sur, entre otras, las ciudades de Karkov, Orel y Bielgorod.


Se formó así en aquella área, cuando el Frente se estabilizó en el inicio de la Primavera, aquello que se llamó el Saliente de Kursk, un territorio casi cuadrado, con una dimensión equivalente a la de Bélgica, que entraba como una cuña por las líneas alemanas.



Consciente de la importancia estrategica del Saliente, el Estado Mayor General Soviético (EMGS) comenzó a acumular en la retaguardia poderosas fuerzas con la intención de desencadenar una gran ofensiva en el inicio del verano. Durante el invierno la industria de guerra soviética sobrepasó por primera vez en la producción de tanques y aviones al bloque nazi. La fuerza de combate del Ejército Rojo era también ya ampliamente superior a la de la Wehrmacht y satélites (italianos, rumanos, húngaros entre otros).


Iniciando abril, el EMGS, que había descifrado los códigos utilizados por los alemanes, tomó conocimiento de que Hitler había decidido retomar la ofensiva en el verano para vengar la humillación de Stalingrado, que destruyó el mito de la invencibilidad alemana. Por informaciones posteriores de pilotos y oficiales capturados se supo que “Citadel” seria el nombre de la gran operación en estudio.


El plan, elaborado por el mariscal Von Manstein, preveía el ataque simultaneo a partir del Sur y en el Norte, a mitad de la saliente, con el objetivo de cercar a las fuerzas soviéticas ahí concentradas, cortándoles la retirada.



Para el efecto, los alemanes movilizaron 950.000 hombres, 10.800 cañones, 3.000 tanques (16 divisiones Panzer) y tres mil aviones, entre los cuales estaban los Focke-Wulf 190 y los bombarderos Henschel-129. Entre las nuevas armas figuraban los tanques pesados Tigre y Pantera. La operación se desencadenaría entre el 3 y 6 de Julio. En su orden de servicio Hitler afirmó que ella debería transformar al enemigo en una antorcha que iluminaria al mundo.


En Núremberg, el mariscal Keitel reconoció que el Estado Mayor alemán subestimó el poder del Ejército Rojo e ignoraba que ellos ya conocían en pormenor el “Citadel”.



Fue precisamente el conocimiento del plan alemán lo que llevó al mariscal Zhukov en informe al Gran Cuartel General el 8 de abril a sugerir una alteración de la estrategia prevista. Propuso que en vez de la ofensiva en preparación, el Ejército Rojo aguardase el ataque de la Wehrmacht en líneas fortificadas a construir y, después de una corta batalla defensiva en que serian infligidas enormes pérdidas a los alemanes, se pasara inmediatamente a la ofensiva. Stalin, después de alguna hesitación, aprobó el proyecto de Zhukov que contó con el apoyo de Vasilevsky.



Los mariscales Manstein y Kluge estaban convencidos de que en su fulminante ofensiva se enfrentarían tan solo a los Ejércitos soviéticos de los Frentes Central y de Voronej, en el interior de la saliente. Esperaban una victoria tan rápida que descuidaron el problema de las reservas.



En realidad intervinieron en la batalla los Ejércitos soviéticos de otros cuatro Frentes – el Occidental, el de Briansk, al Norte, y el de la Estepa y el del Sudoeste, del lado Sur.


El dispositivo defensivo, montado en menos de tres meses, fue considerado irrebatible por el Cuartel General Soviético. Contra lo que es habitual, en la batalla defensiva, la superioridad soviética era considerable. Disponían de 1.632.000 hombres, 27.000 cañones y morteros, 5.000 tanques, entre los que estaban los T-34 - considerado por los especialistas el mejor vehículo acorazado de la Segunda Guerra – y 3.000 aviones de combate. El Frente de la Estepa fue concebido para funcionar en la práctica como un conjunto de ejércitos de reserva.


En la madrugada del día 5, los alemanes, sorprendidos por un bombardeo inesperado de la artillería soviética, desencadenaron la ofensiva. La Luftwaffe dejó caer millares de toneladas de bombas sobre las líneas soviéticas y las divisiones Panzer al arrancar fueron apoyadas por un cañoneo ininterrumpido de la artillería.


La extraordinaria concentración de medios en un área de extensión reducidísima permitió a los alemanes avanzar algunos kilómetros en los días 6, 7 y 8: de 10 a 12 en el Norte y en un máximo de 30 a 35 en el Sur. Pero fueron incapaces de romper las líneas soviéticas. Lejos quedaban los días de la blitzkrieg, la guerra relámpago.


En el segundo día de la batalla la Fuerza Aérea Soviética conquistó el dominio del aire y una semana después la Luftwaffe estaba prácticamente barrida de los cielos de Kursk.


Consciente de que “Citadel” estaba evolucionando mal y que la esperanza de echar las tenazas en torno del enemigo, cercándolo, eran remotas, Manstein lanzó a sus Panzer contra Prokovohka, una pequeña ciudad, al sudoeste de la Saliente, en la frontera de los Frentes Central y de la Estepa.



En esa llanura se libró durante casi tres días la mayor batalla de tanques de la Historia. En ella participaron de ambos lados 1.200 carros. Las pérdidas fueron elevadísimas en los dos campos, casi la mitad de los tanques utilizados. Pero en el día 12 el ímpetu germánico se agotó. Los alemanes carecían de reservas y las soviéticas afluían contundentemente de la retaguardia.


El día 12, un fortísimo contraataque soviético señalo el fin de la fase defensiva de la batalla. Las tropas de los Frentes Occidental y de Briansk atacaron ese mismo día al Noroeste de la Saliente –el día 15, Koniev y Rokossovsky contraatacaron y los alemanes iniciaron la retirada. Hitler fue informado de que “Citadel” fracasaba. El día 3 de Agosto los Frentes de la Estepa (mariscal Zakharov) y del Sudoeste pasaron también a la ofensiva.


El 5 de Agosto tronaron los cañones en Moscú para festejar la liberación de Orel y Bielgrod; el día 23, las tropas soviéticas expulsaron a los últimos alemanes de Karkhov.


La ausencia de reservas aumentó mucho las dificultades de la ininterrumpida retirada alemana. La Wehrmacht perdió en Kursk, en una semana, definitivamente, su capacidad ofensiva.


Roosevelt y Churchill en mensajes a Stalin lo felicitaron con entusiasmo por la gran y decisiva victoria alcanzada por la Unión Soviética. Roosevelt escribió entonces que “el mundo nunca vio tan gran devoción, determinación y capacidad de sacrificio como la del pueblo ruso y de sus ejércitos”. Pero años después, cuando se inició la Guerra Fría, la Batalla de Kursk desapareció de la historiografía anglo-norteamericana.



En Alemania, el propio mariscal Manstein le dedica pocas páginas en sus memorias y en “Victorias perdidas” (Bonn, 1955). La falsificación de la Historia, montada con perversidad por iniciativa de los gobiernos de Washington y Londres, fue llevada tan lejos que un reconocido académico estadounidense, Hanson Baldwin, en un libro dedicado a las “Once mayores batallas” de la Segunda Guerra apenas incluyó Stalingrad del Frente Este. Kursk ni siquiera es citada, más en la lista constan Corregidor (una humillante derrota norteamericana en Filipinas) y Tarawa, un desconocido islote en el Pacifico donde 10.000 norteamericanos enfrentaron otros tantos japoneses...


ESTRATEGIA Y TÁCTICA INNOVADORAS


La Historiografía soviética dedicó millares de páginas a la Batalla de Kursk, pero solamente algunas de esas obras fueron traducidas a idiomas extranjeros. La atención preferencial dedicada por los historiadores militares a esa batalla resulta no tanto por haber ella mudado el rumbo de la guerra sino sobre todo por haber señalado un viraje innovador en aquello que definen como el “arte militar soviético”.



La mayoría coincide en la conclusión de que Kursk no debe ser considerado un “modelo” para otras batallas porque nunca más fue posible utilizar tantos medios humanos y materiales en un área tan reducida. Los mariscales Zhukov, Vasilevsky y Zakharov reflexionan sobre el tema en sus obras. Una síntesis especialmente esclarecedora figura en el ensayo del coronel Vasily Morozov, profesor de Historia en el Instituto de Historia Militar del Ministerio de Defensa de la URSS.


El autor en ese estudio alerta sobre los aspectos más innovadores del gran choque. El primero de ellos fue la súbita inversión de la estrategia. Kursk fue concebida para ser una batalla ofensiva. De ahí las enormes reservas acumuladas en la retaguardia, de las cuales los alemanes tenían un conocimiento superficial. Por primera vez en la Historia –señala Morozov- las fuerzas que defendían eran muy superiores a las atacantes en efectivos y en calidad y cantidad de armamento.


La opción por la defensiva inicial se basó en la certeza de que esa superioridad impediría la ruptura del frente por el enemigo. Las defensas, en toda la extensión de la Saliente, se desdoblaban en tres escalones, todos protegidos por obstáculos antitanques, campos de minas y una densidad de artillería por kilómetro cuadrado inédita.


Las fuerzas alemanas, como ya fue señalado, no consiguieron romper el frente en ningún sector del mismo. El hecho de que la contraofensiva soviética haya partido con diferencia de días de seis frentes diferentes sorprendió y desorientó al Alto Comando de la Wehrmacht y desmoralizó a los ejércitos alemanes forzados a pasar de la ofensiva a una defensiva caótica.


Otra innovación en Kursk fue el empleo por primera vez de ejércitos de tanques autónomos. Hasta entonces, las fuerzas blindadas estaban ligadas a ejércitos de infantería de cuyo comando dependían. La coordinación de las acciones de los ejércitos de tanques, de la fuerza aérea, de la infantería, y de la intervención de reservas obedeció también a esquemas innovadores.


Informaciones sobre la localización exacta de los aeródromos alemanes recibidas de los guerrilleros que combatían en la retaguardia de los nazis permitieron bombardeos de precisión que destruyeron o dañaron muchos aviones de la Luftwaffe.


La ingeniería militar construyó en la Saliente unos 600 kilómetros de trincheras, decenas de puentes, centenas de kilómetros de estaciones y líneas ferroviarias, 78 hospitales (algunos con instalaciones subterráneas), campos de aviación.


La logística preparada para la batalla excedió todo lo que en el género se hiciera desde el inicio de la invasión. Las redes de abastecimiento de alimentos y de comunicación telefónica y telegráfica montadas desempeñaron un papel importantísimo durante la batalla, asegurando las comunicaciones seguras no solamente entre los Frentes, las unidades de vanguardia y de la retaguardia y Moscú.


Los generales Pável Dornonin y Konstantin Krainyukov publicaron importantes estudios sobre la participación del PCUS en todas las bases de la batalla. El trabajo político desarrollado por los representantes del Partido Comunista de las trincheras a la retaguardia contribuyó mucho para elevar la moral de las tropas. En el auge de la lucha fueron realizados conciertos y espectáculos teatrales con la presencia de destacados artistas nacionales.



No hay falsificaciones de los escritores y académicos de la burguesía que puedan apagar el significado histórico de la Batalla de Kursk. Acontecimiento estratégico de viraje, su desenlace victorioso no habría sido posible si los hombres que allí quebraban la columna vertebral de la Wehrmacht no contasen con el apoyo total de su pueblo, agredido por las hordas hitlerianas.


Kursk no fue una excepción. Se inserta en una saga de sobrevivencia nacional. Sus combatientes, como los de Moscú, de Stalingrado, del Cáucaso, de Bielorrusia y de otras batallas victoriosas pertenecieron a una generación que dio continuidad al espíritu revolucionario de los héroes de Octubre del 17. En las circunstancias más difíciles, los soldados de la Unión Soviética combatieron con una convicción inigualable de que asumían no solamente la defensa de su pueblo sino la causa de la humanidad amenazada por la barbarie fascista.


Vila Nova de Gaia, 10 de Diciembre del 2009


(1)Las cifras citadas en este articulo fueron extraídas del Libro “The Battle of Kursk”, Editorial Progreso, Moscú, 1974, que reúne ensayos y declaraciones de 25 altas personalidades soviéticas, entre ellas el mariscal Georgi Zhukov, comandante supremo, el mariscal Alexander Vasilevsky, jefe del Estado Mayor General y los mariscales Rokossovsky y Koniev, comandantes de dos de los siete frentes que participaron en la batalla.


El original portugues de este articulo se encuentra en http://www.odiario.info/


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